Miguel toma asiento a mi lado mientras no deja de mirar el dibujo de su motocicleta, sus ojos brillan pero de una manera sutil, luego nuestras miradas se juntan y siento que él espera una respuesta sobre lo que acaba de preguntar.
– Si... es tú motocicleta – respondo entre balbuceos nerviosos, Miguel suelta una muy pequeña sonrisa cuando vuelve a verla, luego su rostro expresa algo de confusión y vuelve a mirarme.
– ¿Cómo supiste que mi motocicleta era una Harley Davidson Softail? Dijiste que nunca te habías subido a una motocicleta antes.
– Pues, es verdad – respondo extraño – Solo... la dibujé por lo que recordaba, no tenía idea del modelo y todo eso.
– Oh... Pues está genial – Dice Miguel con sonrisa aún mayor que la de hace un rato. Aunque quisiera conservar el dibujo ya que es uno de los mejores que he hecho, creo que a Miguel le gusta más que a mí, así que debería hacer lo que tengo pensando.
Sostengo mi libreta, tomo el borde de la hoja y la saco para luego entregársela a Miguel.
– ¿La quieres? – pregunto asustado por su respuesta.
– ¿De verdad? – Yo asiento – Claro, está estupenda, tienes muy buena memoria, deberías dibujar más cosas – Seguramente es mala idea decirle que estoy tentado y muero de ganas por dibujar sus ojos, sus dos colores causan tanto asombro dentro de mí que no puedo dejar de mirarlos.
– ¿Cómo van chicos? – Miguel levanta la mirada junto conmigo, el profesor que fiscaliza nuestra hora de estudios está de pie al frente de nosotros, nos hace aquella pregunta pero ninguno de nosotros dos sabe a qué se refiere.
– ¿Qué? – pregunta Miguel con un tono de voz algo pesado e intimidante ante el profesor, que raro, ¿Por qué conmigo casi no usa aquel tono de voz?
– Emm, ¿Cómo va la hora de estudios de ambos?
– Oh, nosotros no somos compañeros, solo me senté aquí con él por un momento – Dice Miguel mientras aparta la mirada del profesor con desinterés.
– Bueno... – aquel hombre mira su libreta y pasa su dedo por ella, luego vuelve a mirarnos y veo que se siente algo nervioso por culpa de Miguel– Ustedes dos no tienen compañeros, ¿No le gustaría trabajar juntos? – ¿Aquello es una buena o mala idea? Nunca sé identificar bien las cosas.
– Claro, no hay problema – Dice Miguel de forma rápida, no alcanzo ni siquiera a pensar en algo más, ya que Miguel no le dice nada más al profesor, el cual se siente algo incómodo y se despide de mí con una sonrisa algo forzada. Nuevamente nos quedamos solos, y cuando pensaba en preguntarle a Miguel sobre lo de ser mi compañero en la clase de estudios, él pone otro tema de conversación en nuestra charla – ¿Tienes pensado que vas a dibujar ahora?
– Emm... – balbuceo por unos segundos ya que todos mis pensamientos e ideas se desordenan en mi mente – Siempre tengo cosas en mi mente, pero ahora no estoy seguro de que cosa voy a hacer – Decirle que quiero dibujar sus ojos no es una opción. ¡Jamás en la vida revelaría aquello!
– Dibújame a mí – dice mientras presiona sus labios y los humedece por un momento – Pero en blanco y negro, y solo mis ojos a color, ¿Te parece? Si quieres puedo pagarte – ¿Pagarme? Pero si Miguel anda robando en los supermercados, ¿Con qué va a pagarme? ¿Con vinos y cigarrillos? No gracias.
– Puedo hacerlo – agrego algo orgulloso de mí mismo – Pero no tienes que pagarme, no creo que sea necesario.
– ¡Oh! ¿El niño rico cree que soy lo suficientemente pobre y no puedo pagar por al menos un dibujo? – Que pesado es a veces. Me siento algo ofendido ya que pensé que me estaba llevando mejor con él, pero como no tengo pensado soportar malos tratos, comienzo a ordenar mis cosas e intento ponerme de pie – Era broma – dice con una sonrisa sincera – En serio quiero que me dibujes, a mí mamá le encantan estas cosas hechas a mano y todo eso, ¿Podrías hacerlo? – ¿Qué es lo que sé hasta ahora de Miguel? Pues puedo armar una lista mental: tiene los ojos de distintos colores, trabaja en el restaurant del centro de la ciudad al igual que yo, es ladrón pero aún no sé la razón de aquello, y ahora sé que tiene madre, ¡Oh! Y creo que a Miguel le gustan mis dibujos, esa es mi parte favorita de él... Emm, ¿Tengo parte favorita? Aquello lo he pensado sin darme cuenta.
– Está bien – acepto finalmente su idea – Te dibujaré.
– Genial, pero no tengo todo el maldito tiempo del mundo para estar frente a ti mientras tú haces eso con... los lápices y todo aquello, así que necesitaré tu celular.
– ¿Mi móvil? – pregunto confundido, Miguel solo asiente con tranquilidad, yo aún dudoso por que pueda robármelo, se lo entrego, él lo recibe y comienza a desbloquearlo, pero luego su mirada se congelo y se gira directamente hacía mí.
– ¿Me lo has prestado así de la nada?
– Tú pediste mi móvil – respondo confundido.
– Lo sé... es solo que... – Miguel baja la voz y se acerca un poco a mí – tu sabes mi secreto, no sería difícil desconfiar de mí.
– Pues, si te soy sincero lo pensé, pero de todos modos te lo he entregado – Miguel solo me mira mientras asiente, luego vuelve a mirar la pantalla de mi móvil, abre la cámara frontal e inesperadamente se toma una foto con él.
Miguel se muerde el labio para hacerlo ver un poco más grueso por al menos unos dos segundos, abre bien sus ojos y sus largas pestañas cubren la belleza del color de sus ojos, no sonríe, él mantiene una mirada seria ante la cámara, pero no es una mirada pesada o enojada, sino una neutra, se podría definir como una foto pacífica
– Listo, ¿Solo eso crees que sea necesario? – Miguel me entrega mi celular y yo lo dejo a un lado.
– Si, todo está bien – respondo.
– Bien, ¿Cuándo crees poder tenerlo listo?
– Mmm, quizás el miércoles...
– De acuerdo – Miguel interrumpe mis balbuceos – Te pagaré el dibujo ese día entonces – Miguel se pone de pie y lanza hacia su hombro su mochila la cual no había visto. Su mochila es del mismo material que hacen los jeans, tienen un azul claro y unos parches de bandas de rock que creo que Ian ha sido quien los ha puesto.
– Ya te dije que no era necesario que me pagaras.
– De acuerdo – Dice con una sonrisa sincera, entonces Miguel se despide de mí y comienza a caminar hacia la salida, justo a tiempo cuando suena el timbre que nos indica que ha acabo la hora de estudio, para algunos es el final del día, pero para mí, es el inicio de mi jornada laboral.
Guardo mis cosas, camino hacia la salida y comienzo a recorrer lentamente el lugar que me rodea hasta llegar al restaurant. Mientras estoy solo caminando, tomo mi teléfono y busco la foto de Miguel, no dejo de mirarla aun cuando corro el riesgo de caerme al suelo por no poner mucha atención del lugar donde pongo mis pies.
Sonrío de forma boba al pensar en que tal vez, solo tal vez, Miguel es mi amigo. O al menos alguien conocido con quien puedo hablar de cosas tontas cuando aparezca, aquellas personas en las que puede haber un silencio incluso de diez minutos o más, pero aun así no es incómodo, eso es algo que siempre he querido, pero creo que me estoy equivocando, ya que al momento en que Miguel se acerca a mí, siento un escalofrío de temor, energía y curiosidad dentro de mí, son tantos los sentimientos juntos que no puedo pensar con claridad.
Dejando todas mis bobas frases mentales, llego hasta el restaurant, esta vez me ha tocado estar todo el día haciendo hamburguesas de todos los tipos, yo agrego todo lo que son los ingredientes y el pan mientras que Jackson, el amigo de Lidya, se encarga de dejar las hamburguesas en un enorme sartén y trata de que no se quemen.
– Derek, ¿Miguel te pidió disculpas por lo del otro día? – No quería que esta charla llegara. ¿Por qué no puedo tener un día normal?
– Solo dijo que estaba enfadado por otra cosa y que por eso andaba pesado aquel día – respondo, sin hacer contacto visual con Jackson.
– Bueno, yo no suelo hacer aquello mucho pero, me di cuenta de que le agradas a mi amiga Lidya, no de la forma de gustar, pero creo que quiere que seamos amigos, y siento que la he cagado – Jackson y yo reímos por su comentario, él sonríe y logro ponerle atención finalmente a su apariencia, cabello tan negro como el cielo en la noche, ojos cafés escondidos en una blanca piel que pinta su rostro, tiene varias pecas y en la mejilla izquierda tiene el cadáver de una cicatriz, y digo cadáver ya que solo le queda aquel color oscuro parecido al de la piel cuando la bronceas en su rostro, es una cicatriz de más o menos tres centímetros, y ahora me doy cuenta que tengo tanto rato viéndolo que no he prestado atención a lo que sigue diciendo – ¿Amigos? – pregunta, poniendo su mano frente la mía esperando que la estreche.
Amigos... aquella palabra nunca la había escuchado de forma tan clara y cerca de mí.
– Claro – respondo nervioso.
Finalmente comprendo que Jackson no es para nada una mala persona, incluso él si trabaja en el restaurant por necesidad, ya que su padre abandonó a su Mamá hace unos 5 años, y Jackson tiene dos hermanos pequeños los cuales son gemelos y debe alimentar, ya que técnicamente, Jackson es el hombre de la casa.
Como hoy es día lunes, el turno de trabajo termina normalmente a la hora que corresponde. Salgo rápidamente del restaurant ya que he recordado que debo terminar un trabajo para la clase de lengua inglesa. Mientras camino apresurado por la oscuridad de la vacía carretera, escucho aquel sonido que extrañamente me hace estremecer de forma incontrolable.
– ¿Recuerdas que dijiste que no querías recibir un pago por lo del dibujo? – Miguel me entrega su casco de seguridad y yo lo recibo solo por reflejo, pero me mantengo algo confundido ante la situación.
– ¿Tu pago es llevarme a casa entonces? – pregunto avergonzado.
– Claro, súbete – lo pienso tres veces antes de hacerlo, pero finalmente me subo a su motocicleta.
– Sostente bien mono araña– Miguel acelera de forma inmediata al momento que presiono mis manos en su estómago, me doy cuenta que Ian siempre lleva una chaqueta de cuero para que el frío no lo ataque de forma tan agresiva como me lo hace a mí.
Cuando voy distraído por una extraña sensación que me hace sentir satisfecho y a la vez intranquilo, escucho que varias motocicletas a toda velocidad aparecen a nuestras espaldas.
– Mierda – dice Miguel.
– ¿Qué ocurre? – pregunto confundido.
– Nada, solo sostente muy, muy bien – él no tiene que repetir aquello dos veces, le obedezco y entonces Miguel aumenta la velocidad a tal nivel que casi no puedo ver nuestro entorno.
– ¿Por qué vamos tan rápido? – pregunto con un grito mientras trato de ahogar mi miedo.
– Luego te lo explico – grita – Solo sostente que debemos perdernos de vista de los Leones.
– ¿Leones? – pregunto.
– Los de las motocicletas que nos persiguen, no les agrado – Oh no, no por favor no, Miguel es de aquellos que tienen enemigos y que los persiguen en la calle, y ahora yo estoy en su motocicleta justo en un momento de aquellos malos.
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