#4

Bradley pudo notar la turbación en la joven, pero solo unos segundos antes de que él también fuera presa de un cúmulo de sensaciones y sentimientos que no lograba comprender, una infinita tristeza, un profundo dolor y unas enormes ganas de llorar lo asaltaron.

Era parecido a la desolación que cubrió su mundo cuando Nerea

se alejó una noche de noviembre, pero había algo más; era como si desde el fondo de su ser una luz comenzara a abrirse paso o un nuevo sentimiento despertara en él, solo que no sabía cómo definirlo.

La vio sonreír y de inmediato sus labios emularon el gesto con una naturalidad asombrosa, por lo general no sonreía frente a extraños, la verdad era que desde hacía diez años no le sonreía a una mujer de esa manera, con sinceridad.

—Angela… proviniente de los angeles o de la primera mujer que puso la tierra según historias antiguas llamada Angelus —susurró perdiéndose en el enigmático tono de sus ojos, que parecían cambiar de color según la luz que los tocase.

—Mas bien lo segundo, historias más antiguas que el mismísimo Egipto … —Le dijo, su voz era apenas un murmullo y su corazón se llenó aún más de vida, mostró una radiante sonrisa.

Después de tantos años sus ojos se llenaban de lágrimas una vez más, él la estaba regresando a la vida y podía sentir que la recordaba, muy dentro de su mente ella seguía allí, aún vivía en su corazón.

“Angelus, la primera mujer que llego a este mundo … la creada para mí, la primera para mí… la dueña de mis risas y mis llantos, de mis temores y mis certezas, de mi esperanza… tienes la esperanza dentro de tu mismo ser”.

Dijo Aloysius aquella vez mientras acariciaba con suavidad el vientre que apenas se notaba, donde llevaba a su hijo, después la besó con esa ternura que solo él había sido capaz de entregarle.

Angela de pronto sintió que debía salir de allí porque no podía controlar lo que le estaba sucediendo y se había prometido no usar con

él sus habilidades, no quería que Aloysius tuviera que sentir el poder de

eso en lo que se había convertido, aunque fuera para su beneficio.

—Los… los dejo, es mejor que comience de una vez con mis tareas

para hacerme a ellasseñor Mortier —pronunció y su voz era distinta, ronca, como si le costase pronunciar palabra y tuviese un nudo en la garganta .

—Bueno, no es necesario que lo haga hoy mismo… puede ir a su casa y empezar mañana —decía cuando la joven lo interrumpió.

—Deseo hacerlo desde hoy señor, me sentiré mejor si me tomo el tiempo para conocer los gustos de cada artista desde este instante, si

me lo permite claro está —indicó mirándolo a los ojos, usando su arte para que el hombre aceptara.

—Por supuesto, como desee señorita Landom, le pediré a Marco que le indique por dónde empezar —mencionó poniéndose de pie y

haciéndole un ademán para invitarla a salir.

—Gracias —esbozó y se aventuró a mirar al hombre que para ella

no era otro que su esposo—. Un placer conocerlo señor Sincler…

con su permiso —agregó perdiéndose una vez más en esos ojos de un

gris intenso que la miraban con interés.

—Igualmente señorita Landom, nos vemos más tarde —mencionó

un tanto distraído por el remolino que llevaba en su interior y estaba

seguro de que ella había provocado algo en él.

Angela asintió en silencio y salió del lugar acompañada por Luca, mientras Bradley se quedó solo en el despacho intentando

comprender lo que había sucedido, aunque era evidente que nada de

eso tenía explicación. Era como si… no fuese la primera vez que veía

a esa joven, bueno tal vez era así, a lo mejor la había visto en alguna de sus exposiciones; sin embargo, esa explicación no lo convencía del todo y menos lo dejaba satisfecho, minutos después Luca regresó.

—Bien… empecemos con lo que tenía para decirte, toma asiento por favor —mencionó desconcertado al ver que Bradley aún seguía

de pie y con la mirada perdida.

—¿De dónde conoces a esta chica? —preguntó Bradley sin preámbulos, desorientando un poco más al hombre frente a él.

—¿Conocerla?… bueno, no la conozco, llegó aquí por el anuncio que colocamos en las redes sociales, me entregó su currículum y medio el correo y número de sus anteriores trabajos por si necesitaba información, L.igual que sus páginas de interés, ha trabajado en galerías de París, Londres y Berlín… además, me gustó su actitud,

se nota centrada, reservada… ¿Algún problema con ella? —preguntó

mirándolo fijamente.

—No… no, ninguno… solo que no sé, me resultó familiar, tal vez

la haya visto en alguna exposición o en algunas de las galerías donde

nos hemos presentado, pero no le des importancia y dime de qué deseabas hablarme —inquirió para cambiar de tema.

Durante el día Bradley no pudo quitarse de encima la sensación de estar siendo observado, era como si una mirada estuviera

clavada en su nuca y siguiera cada paso, cada movimiento que daba, pero cuando buscaba a su alrededor, se encontraba solo en su estudio como siempre. Podía parecer estúpido, pero en una ocasión cuando se

tumbo sobre su sofá de terciopelo azul que usaba para descansar y cerró los ojos haciendo sus acostumbrados ejercicios de respiración, pudo jurar que sintió como si alguien rozase su rostro, fue un toque tan sutil que no podía asegurar que hubiese sucedido, pero el temblor que le recorrió toda la columna le indicaba que había sido real.

Cuando la tarde cayó,mientras recogía sus materiales ya casi cuando estaba por salir del estudio notó que no había visto en todo el día a la nueva restauradora, era como si se hubiese

esfumado o tal vez no le había gustado el trabajo y se había largado, bueno no le extrañaba. Ese trabajo era el peor que podía existir en el siglo veintiuno, lejos de las pantallas o del contacto con la gente más allá del estudio, era aburrido y tan monótono que él no lo haría nunca en su vida, ni siquiera si se encontraba muriéndose de hambre.

Sin embargo, antes de abandonar el edificio para regresar a su piso la vio saliendo tras él, se volvió para dedicarle una sonrisa amable y ella se la regresó, pero sus ojos se notaban fríos, sin vida, distantes. Tal vez ya había tenido la oportunidad de ser el blanco de las bromas y broncas de sus compañeros, no es que él fuese un angelito, pero al menos no se regodeaba en humillar a los trabajadores como hacían los

demás para desahogar su miseria interior.

Al llegar a su departamento se metió en la bañera y estando en ésta un extraño cansancio empezó a adueñarse de su cuerpo, algo bastante peculiar, pues por lo general sufría de insomnio, se restregó los párpados cansados con los dedos y dejó libre un suspiro pesado.

—Será mejor que salga de aquí antes de quedarme dormido y amanecer ahogado mañana —susurró para él mismo.

Se puso de pie y el agua bajó en gruesos hilos por su cuerpo desnudo, no era un hombre muy atlético, pero se mantenía en forma gracias a su afición hacer buenas caminatas y a la bici, sus deportes favoritos.

Se encaminó hasta su habitación después de ponerse solo el

pantalón de su pijama, las noches de verano eran insoportables en Paris, el calor que hacía por la noche gracias a la nueva ola de calor que estaba pasando por las noches se hacía imposible poder dormir y eso lo exasperaba.

Quiso probar si verdaderamente el insomnio lo había abandonado y

solo le bastó con posar su cabeza sobre la almohada para que sus párpados se cerrarán lentamente alejándolo del mundo real, sumiéndolo en

uno efímero, brumoso y oscuro sueño.

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