Walter Grenière.

El príncipe Walter es un joven adulto, va a hacer unos viajes para conocer las rutas comerciales, su reino depende casi al completo de la venta de minerales para vivir. Hace un largo viaje a China, es su primera vez, allí se le compra muchos productos como nuez, té, seda, pimienta negra entre otros. A pesar de que las embarcaciones del reino del Norte abastecían a toda Europa, no había nada para el reino de Sete.

Una jovencita, afanada por ser la concubina del emperador Quin, le atendió demasiado bien, aprendió a tocar instrumentos de música, cantar, bailar, declamar, hacer quehaceres del hogar, cocinar hasta aprendió idiomas por parte de padre, comerciante. Se cuidaba mucho la piel, para ser la más bella, pero tener 17 años de edad fue rechazada por ser menor de edad. Ming Xiang es su nombre.

Ella, al ver a Walter, se sintió atraída, se ofreció de manera voluntaria para atender al extranjero. Ella se esmeró por dar todo y de lo mejor.

Walter se sentía como un niño al ver tanta atención de parte de Ming Xiang, que tuvo que negarse a la hora del baño. Ella quería lavar su espalda, pero ya era demasiada atención, no quería que ella se sintiera mal al verlo como Dios lo trajo al mundo.

Fueron tres días de novedades en productos y sobre todo de delicadas telas de seda, los nuevos diseños eran muy exquisitos. Después de negociar y pagar la mercancía con piedras preciosas y unos lingotes de plata, llenó el barco de mercancía. Zarpó sin mirar atrás, Ming Xiang no dejaba de mirar como el barco que fue abandonando el puerto.

Walter no puede sacar a esa mujer de la cabeza, todo el viaje se la pasó pensando en ella. Teniendo una mujer con quién casarse, por arreglo de parte de su padre, en ningún momento pudo pensar en la prometida, esa jovencita Xiang era quien invadió su mente. Al llegar a casa...

- ¡Hola, Walter! ¿Cómo has estado? Te extrañé mucho.

- ¿Así? - Era indiferente ante la presencia de su novia.

- ¿No me has extrañado?

- Fui por comercio, no de paseo. - La evita a toda costa.

- Te siento distante, ¿Pasó algo? - se aferra a su brazo.

- Conocí a otra mujer. - esta con una sonrisa de satisfacción

- No es posible. Yo soy tu futura esposa. - le reclama.

- ¿Qué sabes hacer? - La desafía.

- Seré reina, para los quehaceres está la servidumbre.

- Lo nuestro es un arreglo. No hay nada que nos une.

- ¿Por qué crees que vine? Para conocernos, llevarnos bien, seré tu esposa y madre de tus hijos.

- Ella sabe hacer muchas cosas. - Con aires de enamorado.

- Una sirvienta extranjera solo para mí, es eso lo que quieres decir ¡Oh, te amo Walter!

- No entiendes nada. Ella será mi mujer. Con ella yo me caso y es ella quien me dará hijos.

- De ninguna manera, se lo diré a su majestad, el rey Artur.

- Dile todo lo que quieras, yo solo tomaré por esposa a la mujer que ame y que me ama. No una interesada.

- Walter, ¿Qué te hizo esa mujerzuela?

- Ella es toda una mujer. ¡Ah! Por cierto, es más sencilla, es hábil, es competente y mucho para ser reina. Y por si fuera poco es más hermosa que tú.

- No, no es verdad.

- ¿La has visto? ¿Has hablado con ella? ¿Cómo se llama? ¿De qué reino viene? ¿Te contó cómo me ha tratado?

- Yo seré tu esposa, ella no tiene lugar aquí, ella no vendrá a quitarme lo que me pertenece.

- ¿Qué te pertenezco? ¿Desde cuándo? Que yo sepa soy soltero y no un objeto que se pueda poseer.

- Estamos comprometidos. Mira, aquí está el anillo, tú me lo regalaste. Soy yo la futura reina, soy yo la futura madre de tus hijos, yo voy a gobernar... contigo claro. - se corrigió de inmediato, pero ya soltó su verdadero propósito.

Walter mira el anillo y se lo quita

- ¡Walter! – estaba muy sorprendida - ¿Qué has hecho? ¿Cómo pudiste?

- Ya no estamos comprometidos. Ya te puedes ir.

- Te casarás conmigo, te guste o no.

Walter sonríe ampliamente y ve a Marcus pasar con el almirante y los llama.

-Mis amigos. ¿Cómo están?

Ellos lo saludan con reverencia.

- ¡Que gusto verlo, joven príncipe! ¿Cómo le fue su viaje? - le preguntó el almirante

- Muy bien, ¿Saben qué? Me enamoré de una mujer asiática, se llama Ming Xiang, es linda, es muy atenta. No puedo dejar de pensar en ella.

- ¿Y La señorita Anne Marie? – el almirante se inquieta del arreglo matrimonial.

Walter le muestra el anillo – Se lo quité, ya no estamos comprometidos. No me interesa el arreglo de mi padre, voy a casarme con Ming Xiang.

- Su Majestad se enojará. – Marcus le advierte.

- Cuando vuelva a Asia, la traeré a casa. A ella me la van a respetar y me la tratan como mi esposa.

- Como usted ordene. - Marcus baja la cabeza.

- Si me disculpan, debo decírselo a mi padre.

Le saludan con reverencia y se marchan, el príncipe está con un semblante muy radiante. Nunca puso esa cara ni en sus fiestas de cumpleaños se le veia tan bien, pese de haber estado comprometido, está dispuesto a romper la tradición. Tuvo una reunión con su padre, en su despacho. El monarca no estuvo de acuerdo con esa decisión. Pero Walter fue claro y se fue a ver a los padres de Anne Marie para poner fin al asunto.

- ¡Contigo queríamos hablar! – el padre de Anne Marie estaba enojado.

- Buenas tardes, sé de qué me habla, seré breve.

- Pase, por favor.

- No, dije que seré breve. Ante usted quiero expresar mi descontento ante el mal comportamiento de su hija. Ella no es apta para ser reina. - Un rechazo así era algo grave y muy irrespetuoso de parte de un noble. Y más aún el rechazo a entrar en una casa, era un lenguaje de repudio total.

- ¿Cómo dice? Pero ¿Qué está diciendo?

- Su hija no tiene respeto por las personas que trabajan en el palacio.

- ¿Por qué mí hija debe rebajarse a los plebeyos? Esa gente está para servir.

- Son seres humanos, tienen derecho a vivir con dignidad.

- No saben leer, no saben escribir y menos contar. ¿Me viene usted con la dignidad?

- Aunque usted no lo crea, ellos piensan y en repetidas ocasiones nos han salvado, por así decirlo. Por lo tanto, si la familia real respeta a su servidumbre, ella no es ajena.

- ¿Cómo?

Anne Marie estaba escuchando e interrumpe.

- ¡Lo ves papá! Y me quito el anillo, que él me regaló.

- ¿Cómo puedo dejarle el anillo si se la estoy devolviendo?

- Tú me regalaste el anillo, ¡Quiero mi anillo! - exige a Walter

- Ese anillo no te pertenece más.

- ¿Se lo darás a la otra?

- ¿Darle a mi prometida cosas manchadas? ¿Le parece razonable?

- Dámelo, entonces.

- ¿Para qué?

- Lo puedo vender.

- Lo tiraré al mar para que se desinfecte, luego será fundido para hacer piezas nuevas para el barco.

- ¡Con lo que cuenta un diamante?

- ¿Lo ve? su hija es una interesada en joyas, no le importa mi persona en lo más mínimo, ella quiere ser reina para servirse. Si fuera interés en mi persona ¿No cree que se hubiera expresado de otra manera? Su hija, no sirve ni de adorno. - su tono de voz es fuerte, firme y seria.

- Hablaré con ella, denos una segunda oportunidad.

-Yo, Walter Grenière, nunca jamás doy una segunda oportunidad. Buenas tardes.

Walter se fue, dejó todo claro. Ya dijo todo lo que necesitaba decir.

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Comments

Maru

Maru

El Príncipe Walter todo un personaje, y se muestra directo y raudo al expresarse

2023-06-20

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