Capítulo 5

"¡Maldita sea! ¡Acabas de ignorar a mi jefe!"

Uno de los hombres gritó enojado y se acercó para propinar un golpe a Aldo, quien permanecía inmóvil.

Aldo era una persona común que nunca antes había peleado, por lo que no estaba preparado para el repentino ataque y no tenía idea de cómo contrarrestar a alguien que parecía tener experiencia en combate.

Así, el fuerte golpe impactó directamente en el rostro de Aldo, haciéndolo caer al suelo junto con su silla.

Aldo tosió algunas veces antes de que el atacante presionara su cabeza contra el suelo y le inmovilizara los brazos por detrás.

En esa situación, Aldo no podía hacer más que depender del sistema, que parecía comprender las intenciones de Aldo e inmediatamente mostró una pantalla transparente ante sus ojos.

La pantalla no mostraba el estado de Aldo como antes, sino que mostraba una ruleta de lotería con signos de interrogación en cada sección; sí, era una tirada de buena suerte que podía activarse usando algunos Puntos del Sistema.

[El costo de una tirada de buena suerte es de 10 Puntos del Sistema. ¿Cuántos Puntos deseas gastar?]

"Cien..." murmuró Aldo suavemente.

[Se han deducido 100 Puntos del Sistema por 10 tiradas, ¡quedan 50 Puntos del Sistema!]

La rueda de la fortuna giró rápidamente una vez que Aldo confirmó el uso de 100 Puntos del Sistema por 10 tiradas.

Aldo tenía grandes esperanzas de que gastar la mitad de sus Puntos del Sistema le proporcionaría habilidades valiosas.

Y de hecho, sus esperanzas se realizaron perfectamente.

[¡Adquiriste habilidades de taekwondo!]

[¡Adquiriste habilidades de tocar la guitarra!]

[¡Adquiriste habilidades de canto!]

[¡Adquiriste habilidades de cocina!]

[¡Adquiriste habilidades militares!]

[¡Obtuviste 200 Puntos de Habilidad!]

[¡Recibiste 10 millones de rupias!]

[2+ Resistencia]

[2+ Fuerza]

[2+ Inteligencia]

[Todas las habilidades y objetos obtenidos se han añadido a tu estado.]

Aldo esbozó una sonrisa satisfecha porque no solo obtuvo una, sino dos habilidades de artes marciales: taekwondo y militar, que podrían requerir el uso de armas.

Mientras tanto, el hombre que había detenido a Aldo estaba desconcertado por la repentina sonrisa de Aldo.

"¿Te has vuelto loco, sonriendo así? Parece que necesitas que te dé una lección"

"¡Déjalo ir!"

El grito de Myra resonó claramente, llamando la atención de todos en el restaurante. Valientemente, dio un paso adelante y se enfrentó al grupo de hombres amenazantes.

"¡Myra, qué estás haciendo!"

El señor Suman estaba muy preocupado y le agarró el brazo a su hija para llevársela, pero Myra se mantuvo firme en su decisión de salvar a Aldo.

Finalmente, el jefe que había estado en silencio habló: "Parece que su hija ha crecido bien últimamente, señor Suman..."

Myra temblaba de miedo ante la mirada repulsiva de ese hombre, quien era conocido como el jefe de la temida pandilla Death Metal en toda la ciudad, también apodado el Joker.

Él y su gente causaban estragos regularmente, montando en sus motocicletas por áreas residenciales aisladas, perturbando la tranquilidad entre los ciudadanos de clase baja.

A menudo se apoderaban con violencia de los bienes de las personas y se burlaban de mujeres indefensas con las que se encontraban.

¿Cómo no iba a estar aterrada Myra al enfrentarse a individuos así? Sin embargo, a pesar de su miedo, se mantuvo firme.

Con unos pasos más, llegaría hasta Myra, pero un fuerte estruendo detrás de él lo distrajo.

Se volteó y vio al hombre que había golpeado a Aldo ahora tendido inconsciente en el suelo.

"¿Quién hizo eso?"

Conmocionado, se dio cuenta de que la persona que había derribado a su hombre no era otra que Aldo, quien se encontraba no muy lejos del matón caído.

Aldo se limpió la comisura de los labios partidos y escupió sangre, luego, con una mirada penetrante, se dirigió directamente al líder de la pandilla Death Metal.

"Nunca deberías apartar la vista de tu enemigo", dijo Aldo fríamente, enfureciendo aún más al hombre.

"¡Tch! ¡Insolente despreciable! ¡Qué estás esperando, acábalo ahora!" ordenó a sus secuaces aún atónitos.

Recuperando rápidamente el sentido, blandieron sus bates de béisbol y atacaron a Aldo al unísono.

"¡Siente esto!"

"¿Esquivó?"

Todos se quedaron sorprendidos cuando Aldo evitó su embestida agachándose en el suelo.

Sin detenerse, Aldo giró sobre sí mismo y derribó a todos ellos al mismo tiempo barriendo sus piernas, dejándolos en un montón con las piernas gravemente heridas.

Algunos, como sus compañeros incapacitados, optaron por lanzar un ataque directo sin armas.

Aldo sonrió, "Esta es una pelea sin restricciones, sin reglas aquí", murmuró y agarró uno de los bates que estaban en el suelo.

Acto seguido, se lanzó contra los atacantes uno por uno, el sonido distinto de huesos rompiéndose resonaba con cada golpe poderoso.

El caos se desató en lo que debería haber sido un tranquilo comedor, mientras los gritos de dolor se mezclaban con la destrucción de muebles.

El líder de la banda Death Metal quedó atónito ante la inesperada fuerza de Aldo.

"Ahora solo estás tú", declaró Aldo después de derrotar a todos los miembros de la banda.

El líder de la banda se estremeció y retrocedió, dándose cuenta de que no era rival para Aldo. La desesperación se apoderó de él al ver a su pandilla vencida, deseando huir pero restringido por el orgullo.

Finalmente, sacó algo de su bolsillo trasero y exclamó: "¡Mantente alejado o te mato!"

La multitud jadeó y entró en pánico al ver al hombre desesperado con un cuchillo de muelle, amenazando a Aldo.

Dado su pasado, un asesinato a cuchilladas no lo habría hecho dudar, la multitud sabía que podía matar fácilmente a Aldo.

Pero Aldo no mostró miedo, acercándose con una sonrisa segura.

"Te advierto una vez más", gritó el hombre inútilmente, su furia ignorada por Aldo.

"¡Tch! ¡Tu muerte será por tu cuenta!"

Se lanzó hacia Aldo, con el cuchillo apuntando a apuñalar; sin embargo, a solo centímetros de Aldo, Aldo lo desvió con sus habilidades militares.

Aprovechando la muñeca del agresor, Aldo la torció y lo arrojó con fuerza al suelo, arrebatándole el cuchillo y presionándolo contra la garganta del hombre.

"Has perdido", declaró Aldo fríamente.

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