ESMERALDA
El ruido del timbre retumbo en mi casa, desde mi habitación se escuchaba lo suficientemente claro. Volteando mi cuerpo lejos de la puerta, me acomodé en mi cama. Esta acción me hizo fijarme en la luz de mi teléfono que parpadeaba encima del pequeño buró.
Estaba en modo de silencio, por lo que la pantalla intermitente era el único aviso que daba cuando alguien llamaba. Estiré mi brazo para cogerlo. El nombre que menos quería ver estaba escrito en mi pantalla.
Después de titubear por unos segundos contesté.
–Estoy en tu puerta – dijo antes que yo hablara – abre.
– ¿Qué haces aquí?
–Vine a ver cómo estás. Luca dijo que te sientes mal.
¿Ahora si te preocupas? Pensé.
–Estoy bien, vete.
–Abre – demandó.
–Estoy dormida.
–Me suenas muy despierta. Abre.
Colgando la llamada al mismo tiempo que me levantaba me miré al espejo. Intenté arreglar mi rostro rojo y mis ojos hinchados, pero no hubo mejora. Me cambié rápidamente a un pijama, ya que tenía la misma ropa que usé en la tarde.
Con una respiración profunda y con la mano en el cerrojo abrí la puerta, dejé que él la abriera por completo mientras yo le daba la espalda alejándome, me dirigía al sofá. Di solamente dos pequeños pasos antes que Marco me cogiera del codo.
Colocándose frente a mí, me estudió.
–Tus ojos están rojos, ¿Tienes fiebre? – me tocó la frente y los brazos.
–Estoy bien – abrí mis brazos molesta para hacer que me dejara de tocar.
– ¿Qué te duele?
– ¡Estoy bien!
Marco se detuvo de querer buscar qué está mal conmigo.
– ¿Qué pasa? –cruzó los brazos mirándome de frente
Su porte me hizo bajar un poco la cabeza.
–Nada.
–Hacía tiempo que no te portabas así conmigo, así que dime, ¿qué pasa? No me iré hasta que me digas.
– ¿Por qué crees que tiene que ver contigo? El mundo no gira a tu alrededor.
Nuestras miradas quemaban. Ambas transmitían fuego. El mío atacaba y el de él era de resistencia.
– ¿Qué te tiene mal? – el tono que usaba sonaba parecía que de verdad se interesaba. Era falso, todo él lo era.
– ¡Dos días! – Grité – no te apareces en dos días, y cuando lo haces solo estás perdiendo el tiempo con… Selena. – escupí, toda la tarde habían estado juntos como dos confidentes. Me molestaba tanto. – Has dicho que no te gusta, pero demuestras lo contrario.
–Ella no me gusta – dijo siempre tranquilo – en estos dos días nunca dejé de llamarte, ni enviarte mensajes. – No me servía de nada su consuelo. ¿Debía conformarme con eso? No, yo lo quería a él en persona – me he esforzado por tener todo arreglado para pasar el resto de las vacaciones contigo, solo te pedí un poco de paciencia. Además, tú no te quedas atrás. Estabas tan entretenida con Mauricio que en ningún momento reparaste en mí. No recuerdo escuchar tu saludo. Dime Esmeralda, ¿Él te gusta?
Ambos nos pusimos a la defensiva. Estaba segura de que en esto, yo ganaría.
–Sí, quedé con él para vernos mañana – sus ojos se estrecharon a la misma vez que fruncía más el ceño - A diferencia de ti, él no pierde el tiempo.
Su mirada intensa me hizo retroceder mentalmente, me sentí insegura por lo que había dicho.
–Puedes hacer lo que quieras – siseó.
–No necesito tu permiso – contraataqué.
Lo vi apretar los dientes conteniéndose.
– Te dejaré claro una cosa Esmeralda – dio un paso acercándose – estoy dispuesto a pasar una eternidad solo por ti. Así qué puedes tontear con quien quieras, si al final te quedarás conmigo.
Bufé.
–Ni en tus sueños.
Dos pasos más y pronto me quedé acorralada entre él y la puerta.
– ¿Predices el futuro? -–con la yema de sus dedos delimitó el contorno de mi brazo desnudo – ¿Sabes por qué estás irritable hoy? ¿Entiendes la razón de tu molestia? Te lo comparto – su voz se había convertido a un susurro, decidido y lleno de seguridad. – es porque estás celosa y eso, solamente puede significar que me quieres. – Su aliento rozó la parte sensible de detrás de mi oreja, se me pusieron los pelos de punta. Instintivamente, respiré el aroma que desprendía de su sensual cuello. – ¿Me quieres? – su pregunta me descolocaba. Y su aroma y cercanía me desorientaba. Con su aliento cercano al mío enfoqué la mirada en sus delgados labios, verlos me hizo recordar dónde los había visto hoy.
Lo empujé apartándolo de mí.
–Vete – ¿Por qué se aparecía aquí? Tiene el paso libre con Selena, ¿por qué no la molesta a ella? - ¡Vete! – repetí con más fuerza.
Abrí la puerta mostrándole la salida.
–No te dejaré ir, puedes sacarme de tu casa, pero no de tu vida.
Bajé la mirada, no queriéndolo ver.
Con la vista gacha vi sus botas pasar junto a mí.
–Si te molesta mi amistad con Selena, solo hace falta que lo digas y me alejaré de ella.
No podía hacer eso ¿Qué clase de poder me daba al controlar por él sus amistades? Él era el único que podía decidir eso.
–Me basta con que le des el lugar a cada quién como corresponde.
– ¿Qué lugar quieres, Esme? – Preguntó con suavidad – Te aseguro que el tuyo es el más preciado para mí. Tu lugar, nadie, nada y nunca alguien más lo podrán ocupar. Eres única. Incluso me atrevería decirte, que después de ti, no hay nada. Tú eres mi principio y mi fin – con el índice y su pulgar cogió suavemente mi barbilla. Con ayuda de sus dedos alcé la mirada. – ¿No has entendido? Te amo Esmeralda. Te amo.
La intensidad del momento me dejó perpleja.
¿Por qué la besaste entonces? Quería preguntar, pero las palabras se atascaban en mi garganta.
Lo abracé con fuerza. Necesitaba sentirlo, sentir eso que tenía para darme. Él me rodeo de la misma forma, me sostuvo y me apretó tan fuerte que me sentí presa entre su abrazo.
–No hay nada entre Selena y yo, necesitas saber que tú eres la única mujer en la que pienso. No hay más. – Besó con suavidad mi sien.
Cerró la puerta con suavidad, esperando mi reacción, por si yo saltaba de nuevo hachándolo. No lo hice.
–Vamos – se inclinó un poco cargándome al estilo nupcial.
– ¿Qué haces?
–Te llevo a dormir. Me quedaré contigo hasta que tus lindos ojos verdes tengan la claridad de siempre. No tienes por qué llorar por cosas insignificantes.
Tú no eres insignificante, quise argumentar, pero me avergonzó el que notara que había estado llorando.
Mientras me sostenía entre los escalones, acerqué mi rostro a su pecho fusionándome con él.
Me recostó en el colchón seguido de él mismo.
Su cuerpo desprendía de un calor acogedor. Quería estar así siempre. Aún no olvidaba lo que había visto, pero justo en estos momentos no me importaba. Solo él.
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MARCO
Esta vez no dejaría que sus arrebatos nos dañaran. Me quedaría con ella hasta arreglar las cosas, dejarla sola e irme como ella dijo primero me alejaría terriblemente. Regresar a una posición estable llevaría de nuevo días.
Esta vez necesitaba calmar sus dudas y no darle más.
Su respiración ya era profunda, dormía plácidamente. Con sumo cuidado quité mi brazo izquierdo que utilizaba como almohada, estaba ya terriblemente acalambrado. Con cuidado me levanté para no despertarla.
Me senté en el sofá de su habitación con dirección hacia ella, la contemplé.
La silueta de su cuerpo, que se trasformaba aún con la fina capa de la sábana, me descontrolaba.
Con teléfono en mano quise distraerme un poco de ese llamado animal.
Tenía mensajes de Selena. Todavía era algo temprano. Me había venido de la reunión, apenas llegó la comida que habíamos pedido como cena, Luca también acababa de llegar. Me había sentido intranquilo por ella.
Después de confirmar con Luca que ella se sentía mal, conduje para acá.
“Vas a volver"
“Marco, vuelve, la comida sabe deliciosa"
“¿Dónde fuiste?"
Tenía mucho más mensajes de ese tipo del mismo remitente.
“Vine a ver a Esmeralda"
Contesté en un breve mensaje.
Ella estaba en línea, vi que lo leyó sin decir nada más.
¿Cuántas veces le había dejado claro las cosas? Hoy de nuevo fue necesario recordarle que entre ella y yo jamás ocurrirá nada. No sé si había sido un error, pero darle un beso como ella me lo pidió se sentía tan mal en todos los sentidos. Aun así lo hice.
–Déjame disfrutar solo uno, te aseguro que después te dejaré libre y no volveré a molestarte con esto.
Me mostraba renuente a su petición
–Por favor – rogó – hazlo por el cariño de amigos que nos tenemos.
Al final accedí. Ahora, viendo a Esmeralda molesta por la forma en que Selena nada más me hablaba, me ponía mal. ¿Cómo sería si ella se enterara del beso?
No somos nada, no hay ningún tipo de etiquetas, pero aun así, sentía que había sido infiel. Por el momento dejaré que no lo sepa y me alejaré de Selena. Es lo mejor. Esmeralda es la única mujer que quiero en mi vida.
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ESMERALDA
Al despertar él no estaba por ningún lado. Me levanté apurada a alistarme para mi rutina de siempre, había despertado un poco tarde por lo que apenas me daba tiempo de hacer algunos ejercicios.
En el salón de mi casa, hice algunos ejercicios de cardio y estiramientos.
Terminando, mientras subía por las escaleras al mismo tiempo que veía mi celular, me llegó un mensaje.
“Sigues con la idea de no alejarte de Marco”
El remitente era de Renata.
Una foto llegó después.
Era una foto del beso entre Marco y Selena de ayer, pero la foto estaba tomada de otro ángulo.
“Tú misma lo viste, ¿te sientes patética al pensar que Marco te ama de verdad? Si fuera así, esta foto no existiría.”
Eliminé los mensajes y bloqueé el número. Estaba por guardar mi celular cuando llegó otro mensaje, esta vez de Riki.
Hay una “fiesta" ¿te apuntas?
Hacía mucho que no teníamos una reunión de esas.
Sin vacilar escribí sí.
“Hoy a las 6:00 pm”
Este mensaje llegó seguido de una ubicación y dirección.
“Estaré ahí.”
…...
Después de salir del trabajo y llegar a mi casa, el auto negro de Marco esperaba aparcado fuera.
–Deja que me dé un baño – dije cuando estuve cerca de él.
Invitándolo a pasar, subí a mi habitación para arreglarme. Me di un merecido baño y me concentré un poco en mi piel brindándole especial atención, hoy tendría sexo y me gustaba estar perfecta.
Cuando bajé por las escaleras ya eran las 5:20, por la distancia del lugar quedábamos justos en tiempo.
–Vamos – le dije a Marco desde el pie de las escaleras.
Se levantó con las llaves en manos.
– ¿A dónde quieres ir? – preguntó una vez dentro del auto.
Lo miré extrañada. Ya teníamos plan, ¿no?
–Con Riki – contesté.
Ladeo su cabeza.
– ¿Qué hay con él?
– ¿No te dijo?
Negó
–Hay una “fiesta"
Sus ojos se oscurecieron notablemente.
Con una mano en el volante encendió el auto.
–Renuncié a eso -–dijo después de avanzar dos cuadras
Mi vista que antes estaba en el paisaje lo enfocó de repente.
– ¿Por qué? – pregunté curiosa
–Ya no me interesan esas actividades – dijo con seriedad.
¿Qué significaba?
–Bueno, pues a mí sí, puedes dejarme ahí, tú puedes hacer lo que quieras.
Me pareció ver que apretó con fuerza el volante.
–No te llevaré ahí.
–Entonces déjame aquí, tomaré un taxi. – dije enojada.
–No.
–Marco, no puedes decidir por mí.
–No puedo decidir por ti, pero puedo obligarte a que desistas. No es bueno para ti.
Reí en voz alta.
– ¿Qué? ¿Piensas controlarme como Luca? Acaso no ayer, dijiste que puedo tontear con quién quiera o solo fue un truco para hacerme ceder.
Fingía estar concentrado en el camino sin mirarme, por sus reacciones involuntarias sabía que estaba molesto.
– ¿Tienes la dirección? – preguntó con voz ronca.
Saqué mi teléfono y lo guie hasta llegar al destino.
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