ESMERALDA
Pasaron cuatro horas hasta que se dignó a aparecer en la puerta de mi casa. Se había cambiado de ropa por lo que vi desde la ventana.
Esperé hasta que timbrara para abrirle aunque confieso que ya estaba detrás de la puerta segundos antes que lo hiciera.
-Haz tardado - no tuve miedo a reclamarle.
-Lo siento, Greco me ha entretenido.
Quería decirle que tambien había perdido tiempo en cambiarse de ropa, pero lo dejé estar. Me vería muy mal si seguía controlándolo.
Me hice a un lado para que pasara.
Sentados en los sillones de mi sala cogí de nuevo el libro que leía antes de su llegada.
-Mi madre quiere invitarte a cenar – no despegué la vista de mi lectura.
-¿Para qué? – pregunté
-Mmm…- dudó - no hay ningún motivo, solo supo que te vería y me dijo que te lleve a cenar.
-No sé si quiera ir – confesé aun sin apartar la vista de mi lectura. – No hay ningún motivo. O ¿le has dicho algo?- lo miré por encima del libro.
-¿Qué sugieres qué le expliqué? A caso, ¿hay algo que deba decirle?
Con su pregunta flotando en el aire regresé la vista a mi libro.
Entendí muy bien su pregunta, ninguno de los dos se había atrevido a ponerle una etiqueta a nuestra relación. Yo tenia miedo de la responsabilidad que pudiera conllevar. Reflexionándolo, tal vez eso sucedió la primera vez que lo acepté. El catalogar lo nuestro tan rápido. Necesitaba tiempo. Él por su parte consideraba que tambien tenia miedo, tal vez de presionarme y asustarme o tal vez de perder de nuevo. Prefería no ponerle ningún nombre. Quería mantenerlo así. Por lo menos ahora.
-No hay nada - contesté después.
Traté de enfocar mi entendimiento en el párrafo frente a mi, pero no podía. Re leí tres veces sin conseguirlo. Alcé de nuevo la mirada. Encontrándome con sus oscuros ojos me quedé quieta cautivándome.
-¿Me acompañarás? - no lo iba dejar pasar.
No sé que hubo en su mirada que simplemente me hizo aceptar con un leve movimiento de cabeza.
Una gran sonrisa se le ensanchó.
Si aceptar la cena era a cambio de ver esa sonrisa, comería con su madre todos los días .
Se levantó del sofá y se sentó en el mismo donde yo estaba. Sentándose en el rincón me atrajo hacia él.
-Sigue con tu libro. Yo te cuido.
-¿De qué me cuidarás? – pregunté divertida
El leyó la cubierta del libro que tenia en mano
-Estas leyendo Barba Azul de Charles Perrault, ¿cómo puedes dormir después de leerlo?
-Más que miedo, me llena de adrenalina.
-Es perverso.
-No. – dije en descuerdo, levantando un poco el libro dije – es genialidad escrita, que simples palabras en conjunto pueda erizarte la piel y acelerarte el pulso es único.
-Prefiero leer cosas más sutiles.
-¿Cómo cual? – me interesé – ¿no me digas que te van más las historias románticas y fantasiosas?. – A mi igual me gustaban, pero quería burlarme un poco de él.
-¿Qué tiene de malo la fantasía? Rick Jordan es un buen escritor.
-Los héroes del Olimpo y percy Jackson son muy buenos. ¿Cuál es tu libro favorito? - Pregunte después. Podías conocer a una persona atraves de su libro favorito
-No tengo ningún libro favorito más que otro. Cuando leo uno nuevo digo que es mi nuevo favorito. Pero si tuviera que decirte uno, se me viene a la mente “Memorias de un amigo imaginario"
Mi posición acurrucada me hizo levantar la barbilla para verle.
¿Memorias de un amigo imaginario?
Esa historia era inocente, melancólica y real. Tal como él. Es un muy buen libro para identificarlo.
-¿Lo has leído? – preguntó curioso.
-Si, el epílogo me ha confundido un poco.
Sonrió como recordándolo.
-No quiero atrasarte con tu lectura, continua con lo tuyo.
Regresando mi vista al libro continué. Leía con sus brazos a mi alrededor, era tan reconfortante que me vi viviendo esta vida todos los días.
……
Con la mirada al frente y las manos bajo la mesa inexplicablemente me encontraba nerviosa.
Mis dedos se jugaban entre si. Sentía las manos sudorosas.
La cena ya estaba servida, estar aquí me recordaba a aquella vez que Marco me dijo por primera vez que me amaba. Se sentía tan lejano.
La señora Floyd por fin se sentó.
-Hace tiempo que no te veía, desde la fiesta de Marco – su madre sonreía con hospitalidad.
Di una media sonrisa sin saber qué decir.
La mano de Marco se unió a la mía por debajo de la mesa. Con ese acto relajaron mis nervios.
-Espero que te guste lo que he preparado.
- Oh, usted es una gran cocinera – alabé.
- Tonterías - dijo con una mano - ¿haz probado la comida de Marco?
Lo miré de reojo.
-Si, sus habilidades las heredó de usted.
-No. – dijo – de su padre. Estoy segura que llegaste a probar su comida.
Indagué en mi memoria.
-Recuerdo una barbacoa y a él dirigiendo a todo mundo.
Marco rio al igual que su madre.
-Le encantaban las barbacoas. Siempre buscaba un pretexto para reunir a todos y hacerlas ¿ recuerdas hijo?
-Si mamá, lo recuerdo.
Las sonrisas que tenían los dos. No eran de melancolía, eran de felicidad.
No recuerdo mucho de esos momentos de mi niñez, pero podía imaginar la clase de familia que eran.
Tenia muy vagos recuerdos del señor Floyd. El que mas llega a mi mente es de una vez que yo lloraba detrás de la casa, junto a unos rosales, mis padres se habían ido, yo había protagonizado una rabieta para que no me dejasen de nuevo aquí, como siempre no habia funcionado.
Esta gran casa no me gustaba. Cuando era pequeña la sentía como un castillo donde yo la princesa la encerraban.
En esa ocasión me fui a llorar atrás junto a los rosales, después de un buen rato la señora Floyd fue a buscarme, me llevó unos juguetes y trató de convencerme a que entrara y jugara con Marco. No me gustaba jugar con él. Así que me quedé en el mismo lugar. Despues de otro rato, el señor Floyd fue por mi. Me habló con paciencia y ternura, no recuerdo su rostro, pero tengo el recuerdo de que era reconfortante mirarlo.
Me llevó a la biblioteca que tenia en su estudio y me dejo leer lo que quisiera. Desde ahí recuerdo que cada vez que venia me quedaba leyendo. Luego esos días acabaron. Siempre pensé que los señores Floyd se cansaron de cuidarme todos los días y mis padres al no tener alternativa de donde dejarme me llevaron al internado.
Aun así no les tenia ningún tipo de rencor a los Floyd, no era su responsabilidad cuidarme, era de mis padres.
La comida continuó con varias anécdotas divertidas del señor Floyd. Yo tambien reía al ver lo feliz que era Marco, el ambiente era idóneo. Podia ver el tipo de familia que anhelaba Marco para su vida.
De un instante a otro interrumpí.
-Disculpen ¿puedo usar su baño?.
-Claro que si - contestó amable la mamá de Marco – ya sabes donde está, es tu casa.
Mascullé un gracias antes te dirigirme al sanitario.
Cerrando la puerta apoyé todo mi cuerpo en ella. Mi corazón latía con fuerza. Quería salir de mi pecho.
No. No. No.
Respiré profundo controlando mi respiración, traté, pero los pensamientos se arremolinaban abrumándome, no dejándome pensar con claridad.
Lo que confesó Marco en la playa que me quería a mi como su esposa y madre de sus hijos, me atemorizó. No me había caído el veinte hasta hoy. Verlo aquí feliz con su mamá recordando a su padre. Viendo lo perfecta que era su familia. Lo envidiaba de una buena forma. Esto es algo que yo nunca tuve y nunca tendré.
Y si no lo tenía ¿Cómo diablos podía dárselo? Yo no era la mujer qué el necesitaba. Yo no era suficiente buena para él.
En este momento me di cuenta de los muchos demonios que Marco me había dicho que andaban conmigo. Hoy me di cuenta que caminaban de mi lado. Hoy fui consciente de ellos.
Los miré rodeándome, me sentí como si estuviera en la punta de una roca alta y bajo de mi, un gran abismo. Mirando hacia abajo, una sensación de vértigo me inundó. Miraba mis pies y lo único que veía era un profundo abismo tan negro, tan oscuro que mi único agarre para no caer era sostenerme con mis uñas a una fría madera.
Toc, Toc, Toc.
-¿Es? – La dulce voz de Marco llamaba - ¿Estás bien?
Concentrándome en su melodiosa voz me obligué a calmarme.
-¿Esmeralda?
-Estoy bien- mi voz salió ahogada. Rogué por que la puerta me hiciera el favor de suprimir las emociones y Marco no se diera cuenta – ahora salgo.
No escuché pasos alejándose.
Con una toalla limpia que encontré en el armario, mojándola un poco refresqué mi rostro. Cuide que el maquillaje no se manchara. Cuando decidí estar normal me aventuré a salir.
Marco estaba recargado en la pared de enfrente.
-¿Estás bien?
Me miraba con cautela como si estuviera esperando algo de mi. No podía saber que pensaba ¿se dio cuenta de lo que me ocurrió?
-Estoy bien – confirme más para mi misma.
-¿Quieres irte a casa? – me pareció escuchar que su voz temblaba, pero de inmediato lo descarté, era yo la que estaba inestable.
No quería arruinar la noche, pero tampoco me sentía muy bien.
-No, terminemos de cenar.
El asintió tomándome de la mano, la apretó dos veces.
La cena terminó sin mas anécdotas y con una conversación casual.
…….
-¿Quieres entrar un rato? – pregunté antes de bajarme de su auto.
Negó con lentitud.
-No puedo, tengo que hacer unas llamadas.
Asentí, sabia que últimamente estaba muy ocupado con los negocios que su padre había dejado. Tenia varias inversiones, anteriormente su hermano era el que se encargaba, pero su madre había tomado la decisión de que Marco se responsabilizara de la mitad.
-¿Mañana nos veremos? - pregunté
-Te envío mensaje ¿si? Todavía no sé como estará mi día, pero intentaré hacer lo posible.
Después de despedirme de él, esperó a que entrara a mi casa, cerrando la puerta aparragada en ella escuché el motor alejándose.
No sé porqué, pero tenia la sensación que él huía de mi.
De estar solos. No habíamos tenido intimidad hace muchísimo tiempo. Mi cuerpo lo necesitaba, yo lo necesitaba, ¿Él? Parece que no.
No me había intentado tocar. Todo era candoroso.
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