La Señorita Se Enamora Del Duque

La Señorita Se Enamora Del Duque

Miss Amelia

Julio, 1812

—Entonces ¿estáis diciendo que no tenemos una invitación de verdad para esta fiesta de varios días? —La Señorita Amelia Manners-Sutton sintió que el cerco se estrechaba en torno a su pecho, dejándola sin aliento. Horrorizada y repentinamente avergonzada de haber aceptado este puesto como acompañante de su tía, lo único que podía hacer era contemplar con incredulidad a la hermana menor de su madre—. Tía Katherine, estamos en la entrada de la casa de Lord y Lady Merivale. —Amelia declaró lo obvio mientras su tía se ponía de un tono peculiar de color tomate. Amelia no iba a rendirse—. ¿Un lacayo está a punto de abrir esta puerta y ahora me decís que no tenemos invitación?

Su tía Katherine, la Vizcondesa Rawdon, iba vestida y peinada a la última moda, como de costumbre. Siempre presentaba un aspecto perfecto, sin importar dónde fueran. Habían salido de Londres ayer antes del amanecer y pasado la noche en una posada lamentable, partiendo nuevamente esa mañana antes del alba. Hacía veinte minutos, se habían detenido en un cruce del camino, en donde la fingidamente francesa criada de su tía, Marie, le había retocado el peinado antes de ser desterrada a sentarse fuera con el lacayo.

Para tía Katherine todo era una cuestión de apariencias.

—Desde luego no es eso lo que he dicho, desdichada criatura —siseó la mujer—. A pesar de que tu bisabuelo fue el anterior Duque de Rutland, no entiendes nada de la sociedad. En esto, culpo a mi hermana. Te debería haber educado mejor.

—Yo era una niña cuando ella murió, como bien sabéis. De todas maneras, os pediría por favor que dejéis a mis padres fuera de esta conversación. Antes de que dejáramos la Ciudad, me dijisteis que estábamos invitadas aquí. ¡Ahora descubro que no lo estamos! ¿De qué otra forma esperáis que reaccione? —Amelia odiaba que esto “fuese a lo que su tía la había reducido. Siempre se había sentido orgullosa de su presentación honesta y directa, y ahora iba a sucumbir ante la red de mentiras de su tía, pues ya era demasiado tarde para darse la vuelta y volver a Londres.

—Espero que te comportes como la acompañante de una dama. No me hagas lamentar haberte traído. —Su tía le dedicó una mirada de desaprobación.

Amelia se podría haber callado, pero la mirada que le echó su engañosa pariente hizo que deseara cortarle la lengua directamente de la boca a la mentirosa de su tía Katherine.

La tía Katherine mantenía la espalda recta como una vara y la cabeza alta, tanto que su peinado casi tocaba el techo del coche prestado. Y la fría mirada de esa mujer lanzaba dagas en su dirección.

—Lady Merivale había bebido bastante. Invitó a todos lo que estaban en la mesa.

El coche se tambaleó al desmontar el conductor para refrenar a sus caballos. Se oyeron unas voces mientras alguien se acercaba a su transporte cargado de baúles.

—Pero vos dijisteis que... —Amelia no era capaz de encontrar las palabras para expresar su horror y su humillación—. A vos no os... Oh, Dios mío. ¡Ni siquiera estabais sentada en la misma mesa de juego!

La tía Katherine giró la cabeza ante el sonido del crujido de la grava. Antes de fijar una sonrisa en su cara ligeramente envejecida, su tía clavó en Amelia una mirada cargada de maldad y siseó:

—Nunca se acordará de eso. Ahora deja de hablar. Permanecerás callada mientras dure esta visita, o te enviaré al Reformatorio de la Sra. Wallace en Birmingham. ¿Me entiendes?

Oh, desde luego que Amelia entendía. Su tía no se detendría ante nada para pescar otro marido, y esta vez había puesto sus vistas en Su Excelencia, el Duque de Caversham. El mismo duque, acababa de informar a Amelia, que había roto relaciones recientemente con su amante. El hombre supuestamente tenía el corazón roto por ello, aunque Amelia no entendía por qué había dejado ir a la mujer, si todavía estaba enamorado de ella. Y su tía no estaba actuando mejor que un carroñero ante los restos de un animal, abalanzándose en picado para dejar sus huesos totalmente limpios. Igual que había hecho con sus dos maridos anteriores. El comportamiento de la tía Katherine era vergonzoso y embarazoso, y Amelia comenzó a pensar otra vez en cualquier posible escapatoria de ella. A pesar de que había dejado atrás la mejor edad para el matrimonio, con veintiocho años Amelia todavía tenía esperanzas de encontrar a un hombre honorable y casarse después de pagar las deudas de su padre. Pero si un potencial marido conocía alguna vez a su tía, podría meter a Amelia en el mismo cesto, y ella no se parecía en nada a esta mujer que era su familia.

Asintió brevemente a su tía y se apartó. Este suceso era sin duda la gota que colmaba el vaso. Tenía que marcharse. Amelia no podía tolerar los insultos de la mujer y el que no le pagase un sueldo. Siempre había comida en la mesa en la casa de la tía Katherine y Amelia tenía una fuerte seguridad en sí misma y en su lugar en el mundo, por lo que los insultos simplemente le resbalaron.

Pero, lamentablemente para Amelia, la casa de la tía Katherine sería el primer lugar en el que su hermano, Harry, buscaría en caso de volver a casa. Aunque no era muy probable que esto sucediera, ahora que su país luchaba en dos guerras.

Inmediatamente después de la muerte de su padre, Amelia se vio obligada a vender todas las herramientas y equipo de su negocio de encuadernación y pagar con todo ello la deuda de su padre por la educación de Harry. No había quedado nada para que Amelia comprase siquiera un pedazo de pan para comer. De hecho, todavía le debía al Sr. Simpson, el prestamista de su padre, una discreta suma de dinero. Había sido expulsada de la casa que compartió con su padre y su hermano menor, y vivido de la generosidad de amigos en el distrito durante una semana, antes de que su tía la contratara como acompañante, una posición por la que se suponía que recibiría un sueldo trimestral con el que devolver la deuda al Sr. Simpson. Su tía había estado de acuerdo, y Amelia no había dudado en aprovechar la oportunidad. Y aunque recibió su sueldo una vez, cuando llegó el momento de su segundo sueldo trimestral, obtuvo en cambio una carta a modo de pagaré. Sin tener que preguntar, Amelia supo que el hábito de jugar a las cartas de su tía se estaba comiendo su salario.

Saliendo del coche, Amelia siguió la estela de su tía mientras subían los anchos escalones de piedra caliza, con la doncella de la tía Katherine detrás de ellas. Se encontró de pie en el gran vestíbulo de una casa de campo de estilo Tudor con aspecto de haber tenido alguna vez una abadía unida a ella. Amelia dejó de prestar atención a las explicaciones extravagantes que su tía le daba a la anfitriona, que vino a su encuentro. Amelia no quería tener que escuchar los cuentos que su tía se estaba inventando.

La tía Katherine era una mentirosa impresionante cuando necesitaba serlo. A Amelia le parecía que podría haber tenido una carrera asombrosa sobre el escenario, de así haberlo ella querido. En cambio, la mujer forjaba su camino, engatusando a todos, hacia una estancia de dos semanas de duración en el campo.

—Habríamos llegado ayer, Caroline, pero tuve que dar instrucciones a mi personal para la vuelta de Londres a Surrey. —La tía Katherine se alisó el pelo después de quitarse su sombrero y entregárselo al lacayo más cercano, comportándose como en su casa desde el momento en que puso un pie en el lugar—. Después de nuestra estancia aquí partiremos directamente hacia Greenwood Manor, ya que mientras estábamos en la Ciudad, hice obras en algunas habitaciones y... —Se llevó la mano enguantada al pecho en un acto de falsa sinceridad.

Lady Merivale pareció confusa. Amelia no la culpó, dado que cada una de las palabras que salían de la boca de su tía era auténtica basura.

—Os lo comenté, ¿no os acordáis? —dijo la tía Katherine—. Después hablamos sobre cómo la casa no estaba lista, ya que los pintores estaban trabajando en mis habitaciones y... bueno, ya sabéis lo nocivo que es el olor de la pintura. Me da unos dolores de cabeza insoportables. Entonces vos me invitasteis aquí durante algunas semanas, diciendo que de todas formas ibais a tener algunos invitados.

—Tuve que hacer algunos cambios en mis planes, ya que la señora Sylvester me había invitado también. —La tía Katherine se inclinó hacia Lady Merivale, como compartiendo un secreto, pero Amelia pudo ver que la otra mujer estaba intentando localizar dicha conversación en su mente. La pobre Lady Merivale era como arcilla en las manos de la experta. Por supuesto, probablemente no ayudaba el ligero empeoramiento de su estado debido a su “copita de la tarde”.

La tía Katherine continuó con el coup de grace.

— ¡Vos de sobra sabéis que prefiero estar aquí con mis queridos amigos, que en Gloucester con Henrietta Sylvester! Pero no le contéis nunca que dije esto, porque rompería el corazón de la querida mujer. Además, he oído que invitó a la Baronesa Hopken, y no me rebajaré a estar bajo el mismo techo que esa mujer. Es la coqueta trepadora social con peor fama que he conocido nunca.

La mujer sabía exactamente cómo adular a sus superiores sociales. Amelia tosió delicadamente y esperó que su tía hubiese captado el mensaje.

El ama de llaves llegó y Lady Merivale preguntó a la tía Katherine cuántas habitaciones iba a necesitar.

—Sólo una. Mi sobrina puede compartir habitación con mi doncella. Aunque también la puedo devolver fácilmente a Londres, si es una molestia.

Al parecer, la tía Katherine había entendido su mensaje alto y claro, y no le hacía mucha gracia que le llamasen la atención.

—No, no es molestia en absoluto. Deberíamos ser fácilmente capaces de disponer otro cuarto para la querida muchacha.

Amelia devolvió la sonrisa ligeramente achispada de su anfitriona, mientras la tía Katherine echaba silenciosamente humo por dentro. ¡No había vivido con su pariente durante los seis últimos meses sin haber aprendido alguna cosa que otra sobre la mujer!

—No tiene que ser mucho. Está acostumbrada a alojamientos modestos. —La tía Katherine se inclinó hacia su anfitriona otra vez y susurró lo bastante fuerte como para que Amelia pudiera oír cada palabra. Deliberadamente, estaba segura—. Mi querida difunta hermana mayor no se casó tan bien como yo.

Aquello era lo último. Cuando acabasen estas dos semanas, Amelia dejaría el empleo con su tía. Antes, si podía conseguirlo, ya que no deseaba poner el pie en la extravagante residencia de la tía Katherine nunca más. Tendría que pedirles a los sirvientes que informasen a Harry de su nueva dirección cuando tuviese una, ya que Amelia no podía confiar en su propia tía para hacer lo correcto.

Una vez tomada esa decisión, tenía dos semanas para encontrar un empleo remunerado. Se preguntó si Lady Merivale estaba suscrita al Semanario de la Señora Petersham. De ser así, a Amelia le encantaría tomar prestado el último número. Después se preguntó si sería fácil conseguir un trabajo sin una carta de referencia, porque dudaba seriamente que la tía Katherine fuese a escribir una para ella.

Poco después fue conducida a una habitación en el piso de la guardería. Era modesta, pero estaba limpia y era bastante espaciosa, con una pequeña sala de estar. Probablemente en su día había sido la habitación de la institutriz, y Amelia tuvo la impresión de que llevaba muchos años desocupada. También advirtió que no había niños ni otros invitados en esta planta.

La joven criada informó a Amelia de las horas de las comidas para los sirvientes. Amelia a su vez comunicó a la chica que ella no era una sirvienta, y pidió que le subiesen una bandeja a la hora de las comidas. Como había presionado demasiado a su tía, la mujer estaba castigándola. Amelia no fue invitada al comedor, ni tampoco encajaba en las cocinas con los sirvientes. Se sentía marginada. La chica pareció ignorar lo que le había dicho y continuó su informe sobre la rutina del personal. Al irse la criada, Amelia se aseguró de que había una llave en la cerradura de la puerta. Dio las gracias a la chica y a continuación cerró la puerta detrás de ella.

Sentada en el borde la cama, Amelia sintió ardientes lágrimas de frustración y humillación detrás de sus párpados cerrados. Pero la tía Katherine había sobrepasado con creces los límites del respeto y los lazos familiares. Amelia podía tolerar el comportamiento altanero y la vanidad de su tía. Resultaba obvio que su anfitriona no sabía nada de una invitación a la tía Katherine. La cortesía común obligaba a una anfitriona a no rechazar a nadie, estuviera o no exactamente segura de si había o no había extendido una invitación. Amelia se permitió llorar durante unos minutos, no solo debido a su situación, sino también porque echaba de menos a su padre y a su hermano. Sabía que uno estaba muerto, y rezaba porque el otro todavía estuviese vivo.

Hacía seis meses completos y tres días desde la muerte de su padre, y Amelia todavía no podía dejar de pensar que, si a Harry no se lo hubiese llevado la patrulla de reclutamiento forzoso, su padre todavía seguiría allí. Había muerto mientras dormía solo una semana después de haberles notificado la desaparición de Harry, muy posiblemente con el corazón roto. Esto había sido en enero.

Ahora estábamos en julio y Amelia seguía llorando por lo diferente y feliz que habría sido su vida si se le hubiese permitido continuar ayudando a su padre en su taller de encuadernación de libros. En principio, su padre quería que su hermano menor iniciase su aprendizaje con él, pero Harry quería estudiar anatomía, latín y medicina para convertirse en médico. Así que tanto Amelia como su padre habían trabajado para pagar las clases de Harry en la universidad.

Una semana antes de empezar el nuevo semestre, Harry y varios de sus compañeros de clase habían parado de camino a Cambridge para hacer noche en una posada en la que se habían alojado en diversas ocasiones durante sus viajes de ida y vuelta. Los jóvenes habían cenado en una taberna próxima a la posada y al salir de la taberna simplemente se habían esfumado. El tabernero pensó que quizá habían acabado en prisión, ya que pareció producirse una riña en el exterior del establecimiento, pero no había constancia de que el comisario local hubiese ido a la taberna.

Amelia había oído hablar sobre las patrullas de reclutamiento forzoso y su implacable manera de reclutar hombres para trabajar en los navíos. Pero normalmente se quedaban dentro de un cierto radio de distancia de un puerto principal. Cambridge no quedaba cerca de ningún puerto, pero estaba en un río. Y con dos guerras y escasez de hombres, había oído que las patrullas estaban cada vez más desesperadas. Sin ninguna pista sobre su desaparición, daba la impresión de que los cuatro muchachos habían desaparecido en la niebla matinal. Y aunque no estaba exactamente segura de que hubiesen sido reclutados a la fuerza por una patrulla, ciertamente esperaba que así fuese. El ejército o la armada eran mejores que asesinados por su dinero o sus ropas. Hasta ahora no había prueba de que se hubiese producido un homicidio, y al saber que las patrullas habían estado activas, llegó a la conclusión de que habían sido reclutados a la fuerza para servir en el ejército.

Rezaba a diario porque Harry y sus amigos volviesen a salvo. Si su hermano estaba muerto, realmente no le quedaba nadie en el mundo.

Amelia se salpicó la cara con agua fría y volvió a colocarse los rizos caídos con las horquillas. Cogiendo su manto, salió de la habitación, buscando una escalera trasera y una salida de la casa que no utilizase la escalera principal ni la puerta delantera. Necesitaba aire fresco y un vigorizante paseo después de casi dos días enteros confinada en un carruaje con su intrigante tía y la molesta doncella pretendidamente francesa de la mujer...

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Comments

alexa c.amadeus

alexa c.amadeus

Que tia tan presuntosa y promiscua hasta sierto punto

2023-08-14

0

Maria Méndez

Maria Méndez

va linda....que bella

2023-05-24

0

Maria Laura Perez

Maria Laura Perez

me gusta el relato hasta ahora, muy educado pero ... dónde está el romance?👍

2022-11-30

2

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