PRIMERA PARTE: Latido anómalo.

Mi habitación y la soledad: ¡5inco paredes!

Calles completamente desoladas. En cualquier dirección en la que se mirase solo se podía ver asfalto; no había ningún alma en las calles de aquel vecindario.

Casas con frondosos árboles en sus jardines principales «muy bonitos», y a su vez un peligro inminente. Sorprendentemente en el jardín de un hogar había un gran árbol de caoba. Cada vez que el viento soplaba, las ramas de los árboles se estremecían de un lado a otro golpeando los tejados y las ventanas de cristal de las casas «algunos hogares aún tenían ventanas de madera, ya algo desgastadas por el paso del tiempo».

La noche ya había caído, pero la luna continuaba iluminando el firmamento. No por mucho. El viento soplaba y consigo traía cúmulos de nubes que a su vez deslustraban la luz de la luna. Se podía oler la humedad en el aire, una tormenta se aproximaba anunciando la llegada del invierno.

Desperté envuelto entre las cobijas de la cama, aún con el uniforme de la escuela puesto. Se podía escuchar un crujido en el tejado y otro más suave en la ventana de cristal de la habitación. No se podía ver nada, únicamente una inmensa oscuridad.

Me dispuse a levantarme de la cama. Después de un largo rato luchando por liberarme de las cobijas logré ponerme de pie. Empero, no podía ver absolutamente nada. Caminé en dirección adonde suponía estaba la ventana.

«He vivido toda mi vida en esta casa que podría caminar por cualquier lugar de ella con los ojos vendados».

Corrí la cortina de la ventana. De inmediato, la lúgubres de la habitación se escabulló en las sombras. Con los ojos entreabiertos y la mirada turbia, miré hacia lo profundo del firmamento. A causa de que la luna había convertido la noche en día, la luz de las estrellas distantes no podía ser divisada, las únicas visibles eran las más brillantes, entre ellas la constelación de Orión.

Clavé la mirada en las pocas estrellas de Orión buscando una mirada, solo logré evocar mi demonio del tiempo «El pasado».

Hace mucho tiempo la energía de la ciudad se interrumpió a causa de un apagón. Tras desaparecer la luz de la ciudad, la luminiscencia de las estrellas inundó el firmamento. Salí al jardín principal de la casa a ver las estrellas, me senté en el suelo y simplemente contemplé el manto celeste. Alguien se sentó a mi lado y preguntó:

«¿Cuentas las estrellas?», no permitió que respondiera la pregunta, ya que de inmediato dijo:

«No acabarás, porque son muchas, casi que infinitas».

Aunque en aquella noche yo no enumeraba las estrellas, quise intentarlo. Alcancé a contar miles, pero de ninguna forma Todas. Esa noche se podía ver la luz de las estrellas más distantes. Esa noche las estrellas eran infinitas. Sería algo absurdo enumerar algo infinito.

En esta noche con la luz de la luna iluminando el firmamento, la luz de las estrellas es opacada haciendo posible ver solo las más brillantes, ya que en esta noche las estrellas no son «infinitas» pueden ser enumeradas. Esta situación me mostró un claro ejemplo de la vida.

«La vida es como el firmamento y las estrellas, nosotros somos las estrellas y el firmamento es la vida. En el comienzo el cielo se torna oscuro, permitiendo que la luz de las estrellas brille sin ningún problema, pero un día la luna convierte la noche en día y solo las estrellas más brillantes logran brillar en medio de la luz».

En aquella noche distante esa personita me enseñó indirectamente una enseñanza de vida sin darse cuenta.

Para cuando volví la mirada del pasado al cielo, la luna y las pocas estrellas ya habían desaparecido detrás de la gran oscuridad que arropaba al cielo. El viento comenzó a soplar más y más fuerte. Una gota de agua cayó en el cristal de la ventana, se deslizó y luego la calle ya estaba inundada.

Cerré la cortina y volví a la cama, pero antes me quité el incómodo traje que traía puesto.

Hola, mi nombre es Breiner Dalf. Perdóname si esta página es algo confusa para ti. Quiero narrar toda mi historia esta mañana sin omitir ningún detalle. Hoy me voy al sur del país, en donde entraré a la universidad para estudiar arquitectura, como siempre quiso mi padre.

Yo vivo con mis padres y mi hermana mayor.

Nosotros vivimos en una pequeña ciudad al norte de Colombia, conocida como «Villa Concepción». Esta ciudad es conocida por una vieja leyenda de un hombre que se convirtió en caimán con la ayuda de un hechicero. Por esto es apodada; La tierra del hombre caimán. La ciudad Está ubicada en la orilla de un caudaloso río «El río Magdalena».

Nosotros Vivimos en una casa ubicada en el vecindario con las calles más solitarias de Villa Concepción. Es un vecindario en el que la mayor parte de los residentes son ancianos, está bastante alejado del río.

Nuestra casa (la casa de mis padres), es de espacios amplios, de dos plantas, techos elevados. En la parte de atrás hay un pequeño patio, en la parte de adelante hay un jardín lleno de plantas y un frondoso árbol de roble amarillo. Abajo está la sala, la cocina, el garaje, el comedor con su chimenea, la oficina de papá, en donde también está la biblioteca, y un pequeño taller de costura de mi madre. Los dormitorios están arriba. El de mis padres, la habitación de mi hermana (una habitación ambientada de color rosa), y mi habitación, por supuesto. Claro, también hay baños, uno por cada planta. Olvidé mencionar el sótano, ya que es un lugar al que no entro muy de costumbre, es un lugar lleno de cosas viejas e inservibles.

Mi hermana mayor «Maileth Dalf», ella únicamente viene en el verano y otras pocas veces en las fiestas de diciembre. Después de terminar sus estudios secundarios se marchó a la capital del país a estudiar medicina. Gracias a sus buenas calificaciones ganó una beca que otorgaba el estado. Ella siempre quiso estudiar Psicología, pero por decisión de mi padre tuvo que elegir una carrera de medicina.

Mi padre, él... él es doctor en un hospital aquí en la ciudad. Él sale muy temprano por la mañana y regresa muy tarde por la noche. No lo veo muy seguido en casa.

Mi madre, ella es ama de casa, tiene un pequeño cuarto destinado por ella como taller de costura. Pasa sus tiempos libres tejiendo en esa habitación.

Y por último yo…yo soy diferente a toda mi familia. Si me quieres llamar «raro» adelante, no eres ni el primero ni el último. A mí me apasiona la literatura, las ciencias, la tecnología, el arte y la música.

La música es mi pulmón, si no la tuviera ya habría perdido la cabeza, es la única compañía que tengo en mi mundo.

A pesar de que admiro a muchos personajes de la música, mis grandes ídolos son científicos. Personas que aportaron conocimiento y tecnologías a la humanidad, científicos como:

El profesor Albert Einstein, Stephen William Hawking, Nikola Tesla, Isaac Newton, entre otras personalidades.

Cuando yo era tan solo un niño, soñaba con tocar las estrellas, cambiar el mundo, dejar mi huella e inmortalizar mi nombre. Mientras crecí entendí cómo es el mundo. El mundo es un lugar hostil, no te dará ninguna oportunidad, siempre te pondrá obstáculos y tú decidirás si tienes la fuerza para levantarte.

«La vida es como una montaña empinada con muchos riscos y piedras sueltas. Para alcanzar la cima no hay que mirar atrás, todo lo que dejamos atrás ya no importa. No mirar a la izquierda, esas personas solo nos quieren ver resbalar por las piedras sueltas, No merecen nuestra atención. Y por más que queramos, no mirar a la derecha. A veces en quiénes más confiamos pueden arrojarnos por el risco. Únicamente tenemos que ajustar nuestro arnés, mirar al frente, eso nos hará más fuertes. Cuando lleguemos a la cima hay que seguir mirando arriba, aunque la montaña acabe allí, nosotros debemos seguir creyendo que llegaremos más alto».

Al darme cuenta cómo funciona el mundo, aprendí que únicamente nosotros somos dueños de nuestro destino.

Claro, mis sueños fueron cambiando, pero igualmente siguen siendo mis sueños. No permito que nadie los interrumpa, seguiré durmiendo hasta alcanzar la cima.

Cuando somos niños soñamos con muchas cosas, mientras crecemos todos esos sueños se disuelven y al final terminamos conformándonos con un trabajo que no nos gusta realizar. El profesor Albert Einstein dijo una vez:

«Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo».

Al parecer en nuestra sociedad todo lo que ocurrirá está definido por defecto a causa de que todos seguimos a los demás, eso que llamamos «El camino del éxito»

Nacemos, crecemos, pasamos gran parte de nuestras vidas estudiando, luego conseguimos un trabajo en el que vivimos de seis a doce horas diarias, para finalmente morir solos. Qué situación tan irónica, seguimos el camino del éxito, pero en realidad fracasamos.

¿Por qué cuando somos niños soñamos con grandes cosas y cuando crecemos nos conformamos con cualquier cosa?

Cuando somos niños vemos el mundo con otros ojos, tenemos nuestra propia visión del mundo, pero mientras crecemos la sociedad nos enseña a ser hombres o mujeres. Hombres y mujeres que temen al fracaso y a no encajar en la sociedad.

La frase más común de nuestra sociedad es:

«Nadie me entiende».

¿Pero cómo esperamos que alguien nos entienda, si no nos entendemos a nosotros mismos?, no sabemos ni lo que queremos, y si hay alguien allá afuera que logra comprenderte, déjame decirte que logramos clonar humanos.

¿Cómo esperamos que alguien nos entienda, si somos todos diferentes?

Pero en esta sociedad no se puede distinguir entre un individuo u otro, ya que todos salimos de la misma fábrica. Todos con un sistema operativo idéntico. Solo unos muy pocos logran convertirse en desarrolladores y alterar un poco su código de programación.

Somos seres humanos, nuestra naturaleza es crear conocimiento.

¡Dejemos nuestra huella en medio de toda esta arena!

«No nos conformemos con las migajas si podemos ir directo al grano».

No sé por qué te digo todo esto, seguro el título del libro captó tu atención y quisiste echar un vistazo a estas páginas. ¡No te vayas!

Ahora ya sabes lo suficiente de mí, entonces ya puedo contarte mi historia desde el inicio para que puedas entender todo con claridad, pero antes. Déjame hacerte solo una pregunta.

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