—No hace falta decir que si te atreves a buscar ayuda, tú y los involucrados no verán un mañana, ¿cierto? —Susurré a mi sirvienta detrás, volteando a verla discretamente por un momento. La vi tragar saliva, pero asintió sin palabra alguna.— Y lleva algo para la digestión para mí habitación cuando regreses. Un té o pastillas.
Me dedicó una reverencia a pesar de las miles de dudas que ví que pasaron por su rostro, pero se alejó rápidamente. Incluso si la había asustado casi a muerte apenas despertar, debía estar en guardia. Bien podía pasar que me daba veneno y no algo para el terrible dolor de estómago que sabía me daría en el desayuno.
Las puertas al comedor se abrieron justo después, y contra todos mis instintos que aún gritaban por alejarse de ese lugar, entré esta vez sin encogerme de miedo ante las miradas fastidiadas de todos. Era la última en llegar, aunque eso no era nuevo. Discretamente, me senté al lado de mi hermano Hansen, pero perfectamente alejada de él gracias a que la mesa era grande y los sirvientes habían puesto mi plato alejado a propósito.
—Ya era hora. La única vez que te mandan a llamar para el desayuno familiar y nos haces esperar. Niña insolente. —La Primera Dama Satine, o como debería llamarla, Madre Satine, me echó una mirada cargada de odio y luego me ignoró por completo, haciendo un movimiento de la mano para indicar a los sirvientes a ambos lados del comedor para que comenzarán a servir el desayuno. Yo estaba famélica, pero sospechaba que la comida que me darían no sería ni siquiera digerible.
—Me sorprende que sigas viva. —El tono burlón de Ceres hizo mi cuerpo reaccionar, haciéndome levantar la vista hacia él sin querer.— Hacer enojar así a un Ursa...
Su cabello rojo era igual al de su madre, pero la diferencia más notable entre ambos era que mientras la mujer tenía ojos verdes, Ceres los tenía rojos, brillantes y llenos de malicia y locura. Él era el que más le ocasionaba problemas en el pasado; él era la principal razón por la que su cuerpo estaba lleno de moretones, cortadas, mordidas y cicatrices. Le gustaba literalmente echarla a los perros con la excusa de que la estaba enseñando a defenderse. Pero estaba segura que lanzar a tu pequeña hermana a enfrentarse a un Ursa –una bestia mitad humana, mitad oso– enfurecido, no era precisamente sinónimo de aprendizaje.
—Silencio. —Su padre habló, callando a todos en la mesa mientras los sirvientes nos ponían frente a cada uno nuestros platillos. No solíamos desayunar juntos, como dijo la Madre Satine, pero cuando ocurría una vez al mes, casi siempre era para anuncios generales de mi padre y comisión de algunos encargos para mis hermanos, quienes las tomaban siempre para ganarse su lugar como herederos. Esa vez no fue la excepción, y gracias a ello, pude recordar en que tiempo había reencarnado con exactitud.— Hansen, partirás mañana a la mina Douren. Han mandado un reporte de una serpiente gigantesca que ha estado alimentándose de nuestros cristales. Captúrala viva; ya tenemos al macho en los calabozos.
Lord Zenith no era un hombre de palabras cariñosas ni sentimentalismos para con sus hijos. No le preocupaba mucho la seguridad de estos, sino los resultados que dieran y cómo los generaban.
—Como ordenes, padre. —Volteé a ver a mi hermano Hansen, quién no mostraba expresión alguna como siempre.
Él, también similar a su madre, tenía el cabello negro y quijada dura, pero compartía como todos los ojos rojos de los Zenith. Hansen ya no solía molestarme tan seguido como lo hacía Ceres, pero recordaba las épocas cuando creí que era amable conmigo mandándome comida cuando estaba castigada en mi habitación tras fallar alguna prueba. Pensaba que era su buena voluntad, el trabajo de un hermano al cuidar de su hermana menor... pero descubrí pronto que esa comida era siempre una sorpresa no siempre buena.
Así como podía ser comida normal y saludable, también podía pasar que estuviera en mal estado, envenenada o simplemente era algo horrible como la mano recién cortada de un esclavo. Y como yo no solía recibir mucha comida a diario, tenía que aceptar todo incluso si lo que veía a veces me robaba el poco apetito que tenía. No comprendía sus razones, pero desde que había cumplido los 15 años, sus abusos se habían detenido casi por completo hasta transformarse en una fría indiferencia. Ahora, dos años después, simplemente no existía para él, lo que en parte me era benéfico y no, pues Ceres llenaba esa falta de abuso con el propio. Al no tener la edad suficiente para recibir misiones sobre el territorio, se llenaba de envidia y odio hacia Hansen, pero cuya frustración a no poder tocarlo, se redirigía a mí.
Pero ese día lo recordaba muy bien de la vida pasada de Evelyne, pues Ceres por fin había cumplido sus 15 años. Ese día fue su primer misión, y fue también la primer semana libre del abuso de sus hermanos en toda mi vida.
—Y tú, Ceres, te encargarás de los bárbaros que han estado atacando las murallas a la frontera. Después de la tercer advertencia, lo que viene es el castigo. —Ceres sonrió como el diablillo que era, emocionado por fin al tener su primer misión.
—No te decepcionaré, padre.
—Ya veremos. —El Lord hizo la señal para que sus platos fueran destapados y los sirvientes se acercaron a quitar las cubiertas de los platos al unísono, dando inicio formalmente al desayuno.
Mi anticipación a la decepción no fue en vano.
En los platos de todos los demás, un bistec con verduras bañados en una deliciosa crema de cebolla y perejil se veía grandioso. Debería ser una asombrosa comida si venía de uno de los mejores chefs del reino, pero mi ración... simplemente no había sido cocinada por él.
Por nadie, si a esas vamos.
Mi bistec apenas si estaba cocinado. Bañado aún en su propia sangre, la carne apenas y mostraba en la cubierta una señal de que había sido puesta al fuego por aproximadamente dos segundos en cada lado antes de ser emplatada. El interior del corte chorreaba sangre aún y esta había echado a perder la crema.
Levanté la vista e inmediatamente me topé con la sonrisa burlona de Ceres, siendo evidente su espera a una reacción de terror mía por la sangre que me enseñaba. La vieja Evelyne no solía soportar la visión de sangre... pero yo sí, y en vez de gritar y hacer un desastre como en mi vida pasada que me había costado mi última oportunidad de participar en un desayuno mensual, solo le regresé la mirada con frialdad.
No sería intimidada de nuevo. Si esa casa solo podía ser regida por la ley del más fuerte, iba a romper la balanza.
Corté la carne con gracia, exprimiendo así todavía más sangre del centro hasta que manchó el resto del plato y la sostuve a mitad de camino entre el plato y mi boca, volviendo a levantar la mirada a mi medio hermano. Su sonrisa fue desapareciendo poco a poco al darse cuenta primero que no había gritado, y segundo al percatarse de lo que estaba haciendo. No me creía capaz, y eso ayudó a que fuera mucho más satisfactorio el gesto de sorpresa en su rostro cuando me llevé la carne semicruda a la boca, mordiéndola, masticando y aún derramando por la comisura de mis labios la sangre. Me limpié como una buena señorita con mi servilleta, luchando por no hacer ningún gesto de asco mientras masticaba aquella atrocidad en mi boca y aún peor me la tragaba.
—¿Pero qué demonios...? —Ceres levantó la voz, llamando la atención de los demás y todos giraron a verme. Pero antes de que pudieran decirme algo, hablé primero.
—Parece ser que en esta casa no respetan a la familia Zenith, ¿un bistec crudo? Aún puedo ver la sangre en él. —Dejé los cubiertos caer en el plato, y empujé este hacia un lado. Tenía el estómago revuelto por ese pedazo que había comido.
—¿Y qué hay de malo, hermanita? Según recuerdo, tus gustos siempre han tenido un termino más... sangriento. —Atribuyó Ceres de inmediato, pero la confusión se le veía en la cara. Nunca antes había alzado la voz.
Apreté los puños. Sería difícil llevarle la contraria, teniendo el favor de mi padre y su madre a un lado.
—Entonces parece ser que te has confundido en algo, querido hermano. Mi estómago jamás ha soportado la carne cruda que tan amablemente le has comentado al chef que me prepare. —Escupí todo el veneno en mis palabras, y la mayor confusión que le causó, la usé de inmediato para seguir hablando.— Si tan fácil resulta cambiar la opinión del chef respecto a nuestros gustos, me preocupa que un día pueda suceder que incluso le suceda a mi hermano Hansen, o a nuestro padre. O peor aún, que tenga veneno un día al cambiar tan fácil sus opiniones solo con una... sugerencia que le hagan.
Eso llamó la atención de todos. ¿Veneno en el plato del amo de esta casa? ¿Y con esa evidente propuesta de que podía provenir de Ceres? Si fuera una familia normal, eso sería totalmente impensable, pero ese lugar donde la misma historia hablaba de asesinatos entre hermanos, de padres a hijos y viceversa, eso era un riesgo latente. Y fue lo suficiente para ejercer presión al Lord Yurik para no tomar bandos con facilidad. Ceres terminó acorralado y mi padre me observó por primera vez con una intensa frialdad. Todos se quedaron un momento en silencio, hasta que habló mi padre en tono serio.
—¿Es así, Ceres? —Preguntó apenas pasando una mirada fría a Ceres.
—¿Qué? Yo no--
—¡Ceres jamás--! —Madame Leila intervino inmediatamente, pero fue un error de ella hacerlo. Incluso si tenía poder en la casa, no era la más favorecida por Yurik.
—Silencio. —Ordenó con voz firme y alta, con un tono de alerta para esos dos. Ambos acusados se callaron en el acto, sin recibir una segunda mirada ni opinión al respecto.
—Mi Lord. —Madre Satine, a mi sorpresa, fue la que habló tras poner una mano en el hombro de Yurik. El hombre pareció ceder en su fastidio, rompiendo contacto visual para girar a verla.— Creo que esta niña carga un poco de razón, por más ignorante que sea. No sería la primera vez que he recibido galletas de almendras en mi plato de dulces y como bien sabrás, una sola galleta podría terminar mi vida en un santiamén. —Recordaba ese suceso del pasado. Y de hecho, era cierto. Leila había comprado en esa ocasión la caja de galletas y discretamente había puesto algunas en el plato de bocadillos de Satine. Aunque todos sabían quién era la culpable, no había logrado tocarla al defenderse tras un simple "ha sido una terrible confusión de bocadillos; deberíamos echar a las criadas que han intentado matar a la Primera Dama". En la ira que esto le generó a la señora de la casa, cinco sirvientas habían perdido tres dedos de cada mano y fueron echadas de la propiedad sin un solo centavo.
El recuerdo de aquello fue el peso extra que bastó para darle más importancia al asunto.
—Mh, es verdad que ya ha sucedido algo similar. —Yurik pareció reconsiderar entonces, y se apoyó en la silla para girarse a ver al mayordomo.— Hernon, parece ser que nuestra cocina tiene una predisposición a servir malos alimentos. Encárgate que--
—Milord. —Yurik volteó a verme, mucho más sorprendido que tuviera las agallas de hablarle directamente que de interrumpirlo. Pero no podía dejar que castigaran a toda la cocina por mi culpa. Debía proteger a esa gente o tendría muchos más enemigos de los que quería contar.— Me parece que el error no está en la cocina, sino en quienes les han entregado las órdenes. ¿No sería más pertinente corregir el problema de raíz?
Leila me volteó a ver con dagas en los ojos. Su magia pareció salir por la rabia y juraría que su cabello mostraba algunas llamas.
—Concuerdo con ello. Creo que es riesgoso seguir manteniendo a Lady Leila con el control sobre las comidas de la casa... Quiero decir, podría pasar algún accidente tarde o temprano... —Satine seguía apoyándome, pero sabía que no era por mi. Era porque así podía atacar más fácil a su rival de la casa, disminuyendo su poder aún más.
Pero Yurik no pareció agradarle que quisieran manipularlo tan abiertamente.
—¡Silencio! —Su voz volvió a retumbar, oscureciendo la sala por un momento. Si había algo que ese hombre odiaba, era que minimizaran su opinión.— Leila, te he cedido los derechos sobre el control de la comida y medicinas de la Casa, y veo que has fallado incluso en eso. A partir de hoy, esos privilegios regresan de nuevo bajo el control de Hernon. Es mi palabra final. Y esos cocineros, si vuelven a tener un solo error más, terminarán decapitados. ¿Entendido?
Fue respondido con silencio.
Mientras Leila estaba que ardía de furia, Yurik le dedicó una mirada de fastidio a Satine, quién solo pudo mantener su compostura en la mesa. Se había pasado de la raya al ser tan insistente. Al final, esa pequeña ficha de dominó que había tirado, hizo un mayor daño de lo que esperaba. Yo era la única que no había salido dañada de ninguna manera en esa pequeña trifulca.
—Con tu permiso, padre. —Me levanté de mi asiento, haciendo una reverencia a la cabeza de la mesa.— Ya que no hay alimento digerible para mí, me retiro a mi habitación. —Yurik solo asintió con la cabeza sin interesarle mi bienestar, atacando de nuevo su plato sin darle más importancia.— Y mayordomo Hernon. ¿Sería tan amable de mandar algún bocadillo a mi habitación más tarde?
El nombrado volteó a verme, y en cierta manera acorralado por la advertencia final de Yurik, solo hizo una reverencia en mi dirección.
—Que tengas buen provecho, padre. —Evité despedirme de los demás, pues todos tenían alguna maldición dibujada en sus rostros para mí, curiosamente menos Hansen.
Así, escapé del comedor, regresando a mi habitación a pasos apurados.
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Updated 75 Episodes
Comments
Isabel Conde Lema
bien acaba con ellos/Grin//Grin/
2024-03-11
2
Briguitte Velasco Infante
bien hecho 👏👍🏻👍🏻
2023-10-26
1
Jenifer 🤓💫
Uy me encanta 👏👏😁
2023-05-20
0