Capítulo 4

Corrí a mi cuarto cuando no pude soportarlo más, cayendo directamente al baño para vomitar la carne cruda que mi cuerpo rechazaba tan violentamente. Regresé ese poco alimento que había consumido por primera vez en días y sentí de inmediato cómo mi pecho daba un extraño tirón. Era mi magia, siendo mi único sustento nuevamente y como único hilo de vida.

—¿Milady? —Casi había olvidado a Mona. Levanté la mirada de la masa amorfa y rosácea que flotaba en la taza para ver a esa mujer. Su cabello y ojos castaños, más típicos de los humanos ordinarios, estaban asomados por el marco de la puerta con las cejas arqueadas de una falsa preocupación.— ¿Quiere las pastillas...?

Ignorando por ahora el hecho de que había hablado antes de permitírselo, escupí los últimos rastros de carne cruda y sangre que había consumido y dejé que el agua se los llevara. Me levanté con piernas temblorosas, pero que afortunadamente se escondían tras el vestido.

—¿Te crees que las necesito? Ya he tirado mi supuesto desayuno por el caño. —Contesté con amargura, girando al lavabo para abrir la llave y lavarme la boca del sabor a bilis y hierro. Sentía aún el estómago algo revuelto, pero sabía que pronto se asentaría al tenerlo completamente vacío y hasta entonces podría comer algo decente. No me gustaba saber esos pequeños detalles al vomitar.

Mona se alejó respetuosamente de mí –eso o con miedo– y yo regresé a mi habitación, dejándome caer en la cama que por lo menos ya estaba hecha.

—¿Hay planes para hoy, Mona?

—N-no, milady...

—Ah, fue una pregunta estúpida. Mi único papel aquí es no morir. —Cerré los ojos para descansar un momento, solo en espera del mayordomo y mi única y pobre comida que venía en camino.

Tenía que hacer algunos planes a futuro sobre cómo iba a ganarme el poder en esa casa, a ganar influencias afuera y evitar mi patética muerte a futuro, pero el estómago vacío no me ayudaba a concentrarme al 100.

Esta pequeña demostración de control de la conversación durante el desayuno iba a costarme mi castigo más tarde de parte de Ceres, pero tenía por lo menos dos horas antes de que eso sucediera. Primero tendría que terminar su desayuno y luego asistir con Lord Yurik a que este le entregara los detalles de su nueva misión. Eso me daba al menos un rato para comer y luego escapar a algún rincón de esa mansión para evitar su furia antes de salir inmediatamente de viaje.

Quizás podría probar a ir a la librería. Tenía interés en saber cómo funcionaba exactamente la magia, la política y economía de ese mundo. Y más tarde, quizás pasearme por los campos de entrenamiento. Quería probar a usar mi magia, pues aunque la había usado de manera inconsciente y natural para oprimir a Mona, no conocía mis propios límites. Eso me recordó la sombra que dejé con ella, y justo antes de escuchar tres golpes a la puerta, llamé mi sombra de regreso.

Al parecer no le había contado a un alma lo que había pasado en mi habitación. Quizás porque si lo decía, nadie le iba a creer que Lady Evelyne la había azotado contra la pared usando magia que supuestamente no podía controlar.

—Milady, he traído su desayuno. —Era la voz de Hernon. Me senté en la cama, sintiendo mi estómago más tranquilo pero igual de vacío que antes.

—Adelante. —Anuncié en voz alta, viendo cómo las puertas se abrían de par en par y un carrito de comida entraba.

A mi sorpresa, no solo era solo un sándwich o algunas galletas como esperaba, sino todo un curso de comida que incluía jugo de naranja, té, una bandeja llena de pequeñas empanadas de carne que lucían y olían maravilloso, acompañado de huevos cocidos, frutas y hasta un sorbete de limón como postre. Mi estómago no tardó en rugir ante tremendo buffet.

—Espero que sea de su agrado, señorita Evelyne. —Contra todos mis deseos, desvié la vista de la comida hacia Hernon, y me di cuenta entonces de lo que había hecho como efecto secundario a mi "rebeldía" del desayuno.

Le había quitado poder a Leila para entregárselo de regreso a Hernon. Así como yo, él no había perdido absolutamente nada de ese enfrentamiento y al contrario se había ganado de regreso el control de la servidumbre de la casa.

Hernon había sido un conde antes de venir a trabajar como mayordomo, totalmente fiel a mi padre y con una gran influencia en sus decisiones. Pero desde que Leila había exigido a Yurik un papel importante de casa para "demostrar" que respetaba a su familia, Hernon había perdido parte de su posición de poder. La servidumbre en el momento era casi en su totalidad gente de Leila, quienes la obedecían ciegamente llevando secretos y haciendo recados para ella. Pero eso debería cambiar pronto bajo las órdenes del mayordomo.

—Podría decir lo mismo, Hernon. —Le sonreí con cierta complicidad. Parecía ser que, sin querer, había ganado puntos en la confianza de la verdadera mano derecha de Yurik.— Puedo confiar en que, por lo menos en lo que respecta a mis comidas, ¿no vuelva a tener problemas de digestión? No quisiera ver que ahora la responsabilidad de un envenenamiento cayera en los hombros de nuestro respetable mayordomo.

Hernon sonrió bajo su bigote bicolor, dónde las canas ya le daban ese aire de ser una especie de abuelo. Ahí fue que recordé que él jamás había tratado mal a Evelyne en el pasado, siendo cordial en la mayor parte de las veces y en más pocas ocasiones amable... pero tampoco la había ayudado contra todo el abuso. No había levantado ni un dedo para controlar a la servidumbre, a pesar de saber perfectamente que los sirvientes ni siquiera se molestaban en tratarme con el debido respeto.

—Puede estar tranquila, milady. Me aseguraré que no vuelva a suceder ningún incidente con sus alimentos... —Eso fue muy específico. Es decir, no haría nada más que alimentarme bien. Por el momento, tendría que soltar esa lucha de poder, pues aún no tenía nada en que apoyarme.

—...muy bien. —Me levanté de la cama para ir a la pequeña mesa donde estaban colocando mi desayuno. Fue bastante evidente que la criada tuvo que limpiar el polvo de encima antes de hacerlo. Hernon pareció ser ciego para ello.— Pueden irse... Ah, ¿Hernon? ¿En qué fecha estamos?

—Es 27 de Julio, milady.

Esa fecha... Oh, ya lo recordaba. Al parecer tenía un evento importante en el futuro. Algo que recordaba era el inicio de mi vida miserable.

—¿Entonces... en cinco días visitarán los Molten, cierto?

—Así es, milady. ¿Alguna otra cosa que requiera?

En cinco días... al inicio de Agosto, Molten haría un acuerdo con Zenith para proporcionar armas mágicas al ejército. Era un acuerdo que sería bastante conocido en el futuro, pues potenciaría al doble las fuerzas de Zenith, dejándolo sin rivales. Y Molten se había ganado al mejor aliado posible de esa manera. Eran los días en los que la primera amenaza para la corona fueron evidentes.

Y también, había sido el primer día que había conocido a mi querida mejor amiga... Lady Arthrea.

—No, pueden retirarse. —Hernon y las dos criadas hicieron una reverencia, saliendo de mi habitación, dejándome sola con mis pensamientos... y un tremendo desayuno.

Honestamente, no iba a acabarme todo o terminaría con un terrible dolor de estómago, pero al menos era comida y eso era mucho más de lo que esperaba.

Fui a sentarme para desayunar, olvidando solo temporalmente mis preocupaciones mientras comía una de las deliciosas empanaditas de carne y que mi cuerpo recibió con gozo. Y aunque realmente parecía ser un buffet de los dioses, no podía disfrutarla al cien con mis pensamientos esparcidos por todos lados.

Tenía que planear bien mi futuro... Y de hecho, recordé a tiempo otro suceso que esa Casa había experimentado justo antes de la visita de los Molten.

Con la ausencia de los hermanos Zenith, la seguridad de la mansión había disminuido bastante en esa semana, ocurriendo un famoso caso de robo que desafortunadamente no fue muy largo entre los chismes de la aristocracia. Nadie sabía lo que el ladrón había tomado de la bóveda, pero sí que había enfurecido al Lord Yurik y que jamás pudo ser recuperado.

No parecía algo que afectara en mucho el futuro porque jamás se volvió a hablar de ello tras el acuerdo entre ambas Casas y que opacó la noticia... pero si lograba atrapar al ladrón incluso antes de que se llevara cualquier cosa, tal vez podría ganarme una audiencia con mi padre. Y lo que quería pedirle ya lo tenía en mente.

Debía asistir a la Academia Burnheim. La escuela de magia dónde asistieron sus hermanos, Arthrea, incluso el príncipe heredero y algunas otras figuras importantes del futuro. Ese era el mejor lugar para crear influencias futuras, para darse a conocer y respetar. Y como sabía que si lo pedía en el momento sería rápidamente rechazada, debía crear una oportunidad y una situación donde fuera difícil decirle que no.

Ese robo ahora no sonaba tan mal si lo tomaba como una oportunidad.

Su desayuno supo ligeramente mejor al tener un plan trazado, pero primero lo primero. Tomó la campana de su mesa cuando no pudo comer más y la hizo sonar, llamando así a Mona quien entró y en silencio comenzó a recoger las sobras de su desayuno para retirarlas.

—Iré a la biblioteca. Me quedaré ahí hasta la hora de la comida, así que no me molestes hasta ese momento.

De lo único que no me salvaría ni en mi vida pasada ni en esta era del estudio. Así que... ¿Por qué no empezar prematuramente? Quizás y encontraría algo en esa enorme colección de libros que me ayudaría con mi futuro.

Mona asintió en silencio, y antes de que Ceres tuviera oportunidad de encontrarme en mi habitación, hui a refugiarme al único lugar donde no entraba de toda la casa, el muy analfabeto.

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