Era un día bastante normal como cualquier otro, y para mí eso significaba que era tan ordinario como el anterior.
La rutina de todos los días comenzaba a cansarme. Salir de la universidad, ir al trabajo, llegar a casa a hacer mi tarea y finalmente dormir. En eso se resumían mis días.
Salí de la escuela y hablé con mi mejor amiga, ella estaba estudiando en la misma universidad, compartíamos la mayoría de las clases. Me despedí de ella para luego ir al trabajo.
Trabajaba de mesera en un lugar que durante el día era una cafetería, pero por las noches era un bar.
Solía tener una vida bastante emocionante, pero luego decidí tener una vida bastante tranquila, una en la que no tenía tiempo de divertirme, ni siquiera con mi mejor amiga.
Después del trabajo llegué a mi casa y cené algo mientras veía la televisión.
Tal y como mi papá solía hacerlo, solo veía las noticias y después de terminar mi cena, hice mi tarea y luego me fui a acostar.
Ya en mi cama miré el techo por un par de minutos, comencé a cuestionarme si aún valía la pena seguir con mi vida, o si simplemente necesitaba algo de emoción en ella.
Luego recordé que lo emocionante a veces traía problemas consigo y dejé de pensar en ello casi de inmediato.
Le dí un vistazo a mi teléfono y pude ver qué tenía un mensaje de uno de mis compañeros de trabajo.
Joe.
Hey
Joe.
oye...
Joe.
Olvidaste tu billetera en el almacén.
Scarlet.
¿Qué, enserio?
Joe.
Sí, se la di a Robinson, me pidió que te dijera que pases a su oficina para que te la entregue.
Scarlet.
Está bien, pasaré a recogerla mañana temprano.
Scarlet.
Por cierto, muchas gracias.
Joe.
No hay de qué, nos vemos mañana.
Scarlet.
Claro.
Dejé mi teléfono a un lado, salí de mi habitación y después bajé a la cocina por un vaso de agua.
Aún era temprano para dormir y estaba completamente aburrida, así que me senté en el sofá y encendí la televisión.
Mi teléfono comenzó a sonar así que fui corriendo hasta mi habitación.
Era mi mamá, no había hablado con ella en casi dos semanas.
Mamá.
Hola cielo, ¿cómo estás?
Mamá.
Hola, cielo.
Scarlet.
Hola, mamá.
Mamá.
Estaba preocupada porque no me habías llamado, ¿Cómo estás, hija?
Scarlet.
Estoy bien mamá, ¿Cómo estás tú?
Mamá.
Estoy bien, al menos ya sé que tú lo estás.
Scarlet.
Lo siento, es que a veces solo llego a dormir después del trabajo.
Mamá.
¿Estás comiendo bien?
Scarlet.
Sí, por supuesto.
La verdad es que a veces ni siquiera comía algo después de la escuela hasta el día siguiente, pero eso solo cuando llegaba extremadamente cansada.
Mamá.
¿No te has enfermado?
Scarlet.
No, claro que no.
Una mentira tras otra con el fin de no preocuparla.
Scarlet.
¿Cómo está mi papá?
Mamá.
Está bien, ahora mismo está durmiendo, hace una hora llegó del trabajo y cayó rendido en el sofá.
Scarlet.
Creo que estoy comenzando a parecerme a el.
Dije entre risas para hacer reír a mi madre.
Mamá.
Siempre lo he dicho, eres su copia exacta, solo te falta tener barba.
Me reí.
Scarlet.
Sí, tienes razón.
Mamá.
¿Cómo te fue hoy en la escuela y el trabajo?
Scarlet.
La escuela estuvo bien, bastante tranquila, y en cuanto al trabajo, hoy hubo mucha gente así que estuve dando vueltas de aquí para allá.
Mamá.
Mi niña, no necesitas trabajar, tu padre puede enviarte el dinero que necesites.
Siempre me decían lo mismo.
Scarlet.
No mamá, yo puedo hacerlo.
Mamá.
Lo sé, es solo que es difícil tenerte lejos y no saber cómo estás o si necesitas ayuda.
Scarlet.
Estoy bien, en serio.
Mamá.
Solamente prométeme que si necesitas algo nos lo dirás.
No me gustaba hacer promesas falsas, mucho menos a mi mamá, pero sabía que así sería, pues por mucha ayuda que necesitara jamás le pediría ayuda a mis padres, eso sería humillante para mí.
Scarlet.
Te lo prometo.
Mamá.
Bien, me conformaré con eso.
Mamá.
¿Qué estás haciendo ahora?
Scarlet.
Estaba viendo la televisión en la sala.
Mamá.
Ah, que bien, solo no te quedes dormida ahí.
Scarlet.
No te preocupes, iré a mi habitación después.
Mamá.
Está bien, entonces te dejo para que sigas disfrutando de lo que sea que estés mirando.
Scarlet.
Adiós ma.
Scarlet.
Saluda a mi papá de mi parte.
Mamá.
Eso haré, adiós mi cielo, cuídate mucho.
Terminé la llamada y regresé al sofá, en realidad no había nada que llamara mi atención, solo no podía dormir y necesitaba tener algo de fondo.
Comencé a pensar en el examen que tendría al día siguiente, y en las compras de supermercado que haría en el fin de semana.
Sin aviso previo el sueño se apoderó de mí, y me quedé completamente dormida en el sofá.
Desperté al escuchar la alarma de mi teléfono. Al abrir los ojos y darme cuenta de que no estaba en mi habitación solo pude pensar "Mamá tiene razón, soy idéntica a papá".
Apagué la televisión que había quedado encendida toda la noche y después me levanté con un horrible dolor de espalda y cuello.
Me estiré un poco y luego me dirigí a mi habitación para comenzar a arreglarme para la escuela.
Me di un baño, me cepillé los dientes, me sequé el cabello y me vestí.
Bajé a la cocina y me preparé un plato de cereal con leche para desayunar.
Aún tenía que pasar al bar por mi billetera, así que comí tan rápido como pude.
Tomé mi mochila, las llaves de mi auto y salí de mi casa.
Subí al auto y puse algo de música mientras conducía de camino al trabajo.
No había tráfico así que llegué rápidamente. Entré por la puerta de empleados y saludé a los chicos del turno de la mañana.
Caminé a la oficina de mi jefe, el señor Robinson, y toque la puerta.
Señor Robinson.
Adelante.
Abrí la puerta y entré.
Scarlet.
Hola, buenos días señor Robinson.
Señor Robinson.
Hola hija, buenos días, supongo que vienes por tu billetera ¿no?
Scarlet.
Si, al parecer ayer la olvide.
Señor Robinson.
Bueno, aquí tienes.
Él puso la billetera sobre el escritorio.
Señor Robinson.
La próxima vez que la olvides me quedaré con todo lo que tenga.
Dijo con un tono bromista.
Me reí mientras tomaba mi billetera.
Señor Robinson.
Oye, ya que estás aquí, ¿Me harías el favor de llevar este cartel y ponerlo en la barra?
Él me dio un cartel con los precios de algunos productos.
Scarlet.
Claro.
Dije y tomé el cartel.
Señor Robinson.
Muchas gracias, y ten un buen día.
Scarlet.
Gracias señor, igualmente.
Al salir de su oficina me dirigí a la barra y puse el cartel ahí.
Estaba más cerca de la salida principal que la de los empleados así que simplemente pase entre los clientes y salí por ahí.
Subí a mi auto y después me dirigí a la escuela.
El dolor de espalda y de cuello se hicieron presentes y me torturaron durante todo el camino.
Llegué al estacionamiento de la escuela y me estacioné en el mismo lugar de siempre. Era el lugar perfecto, había un árbol que cubría mi auto del sol y la vista era agradable.
Bajé del auto y cerré la puerta.
Pude ver a mi amiga aproximarse a lo lejos, ella se veía extrañamente más feliz que de costumbre.
Maria.
Hola.
Scarlet.
Hola.
Maria.
Adivina qué.
Scarlet.
Soy pésima adivinando, lo sabes.
Maria.
Vamos inténtalo.
Scarlet.
¿Ganaste la lotería?
Maria.
No.
Scarlet.
Bueno, entonces no sé.
Maria.
Joe me invitó a salir.
Scarlet.
Ah, que bien, ¿Y qué le dijiste?
Maria.
Le dije que sí, ¿Quieres venir con nosotros?
Scarlet.
No lo sé, no quisiera hacer mal tercio.
Maria.
Vamos solo somos amigos, no harás mal tercio.
Scarlet.
No, además me duele la espalda, y después del trabajo solo quiero dormir.
Maria.
Bueno.
Scarlet.
Pero puedes contarme después.
Ella sonrió con timidez.
Maria.
Sí, definitivamente lo haré.
Scarlet.
Vamos a clase.
Nos dirigimos a clase y una vez ahí nos sentamos juntas como siempre.
Junto a mí se sentó Daniel, un chico que me gusta desde que entré a esta escuela.
Nunca me atreví a decirle lo mucho que me gustaba por miedo a ser rechazada. Él era el sueño de la mayoría de las chicas de la escuela, pero según sé, él ya estaba saliendo con alguien más. Las únicas palabras que había cruzado con él habían sido por cuestiones de la escuela, es decir, trabajos en equipo y eso.
Maria tocó mi hombro.
Maria.
Quiero ir al baño, ¿Crees que llegue antes de que el profesor lo haga?
Scarlet.
Si te das prisa, sí.
Maria.
Bien, iré rápido.
Scarlet.
Corre.
Ella salió del salón a toda prisa, y yo me reí al verla ir tan rápido.
Me recargué completamente en el respaldo de mi asiento para aliviar el dolor de mi espalda y respiré profundamente mientras sentía el crujido de mi columna.
Giré hacia la izquierda para torcer mi cuerpo, y luego hacia la izquierda.
Cuando lo hice, levanté la mirada y me di cuenta de que Daniel me estaba observando.
Me sonrió de repente.
Daniel.
Hola.
Yo algo sorprendida y apenada demoré unos cuantos segundos en responder.
Scarlet.
Hola.
Daniel.
¿Te duele la espalda?
Scarlet.
Si, un poco.
Daniel.
Lo noté, te ves muy cansada.
Dijo con una leve sonrisa.
Morí de vergüenza cuando dijo eso, pensé que seguramente me veía del asco.
Scarlet.
Sí, el trabajo es algo cansado.
Daniel.
Te entiendo, llevar bebidas de un lado a otro a todas las mesas debe ser cansado.
No comprendí cómo es que supo que ese era mi trabajo.
Scarlet.
¿Sabes a dónde trabajo?
Daniel.
Sí, he pasado por ahí un par de veces y te he visto mientras sacas la basura.
Sentí mi cara en el suelo por la vergüenza; Sabía dónde trabajaba y además me había visto sacar la basura.
Scarlet.
Ya veo.
Respondí tratando de ocultar mi vergüenza.
Daniel.
Esta noche iré con unos amigos.
Sonreí al pensar en lo agradable que sería verlo durante el trabajo.
Scarlet.
Ah, que bien.
Él sonrió.
Daniel.
Espero que tengas lista una buena mesa.
Quedé muy sorprendida con ese comentario, me sentí como si me estuviera dando una orden.
Mi sonrisa se desvaneció poco a poco hasta que mi rostro se volvió de completa seriedad.
Scarlet.
Creí que mi trabajo te había quedado claro, únicamente llevo bebidas, no asigno mesas a nadie.
Él me miró sorprendido y con algo de pena.
Daniel.
No, solo estaba...
Dejé de mirarlo y dirigí la vista al frente.
Segundos después, Maria entró y se sentó junto a mí.
Maria.
Listo, misión cumplida.
Yo le sonreí.
El profesor entró después y comenzó a dar su clase.
Pasaron las clases y por fin salimos de la escuela.
Me despedí de Maria cerca de mi auto.
Maria.
Bueno, espero que sea una buena cita, desearme suerte.
Scarlet.
Suerte.
Dije con una leve sonrisa.
Maria.
Mañana te contaré todo, adiós.
Scarlet.
Sí, adiós.
Subí a mi auto, una vez ahí pude ver a Daniel de lejos, el parecía dirigirse hasta donde yo estaba, no quería cruzar ninguna otra palabra con él, así que encendí mi auto y me fui lo antes posible.
Ya no me gustaba tanto como antes, era realmente lindo, pero su actitud mandona no lo era en lo absoluto.
En cuanto llegue al trabajo vi que la motocicleta de Joe ya estaba estacionada afuera.
Entré al bar y me dirigí al almacén donde estaban nuestros casilleros, ahí tomé mi mandil y libreta para anotar las órdenes de los clientes.
Saludé a mis compañeros de trabajo Charly y Joe.
Había más empleados, pero ellos solo estaban en la cocina y no convivían mucho con nosotros, ellos se iban incluso antes.
Antes solía trabajar alguien más con nosotros, su nombre era Drake, él preparaba las bebidas y los cafés, pero se fue porque supuestamente la paga le parecía insuficiente.
Joe era quien preparaba todo eso detrás de la barra, mientras Charly y yo atendíamos las mesas.
Pasaron al menos dos horas después de que había llegado, y Daniel y sus amigos aparecieron.
Entraron y se instalaron en una de las mesas del fondo.
Él aún no me veía, así que me acerque a Charly para pedirle que fuera a esa mesa, y no tener que hacerlo yo.
Scarlet.
Charly.
Él se giró y me cuestionó con la mirada.
Scarlet.
¿Puedes encargarte de la mesa del fondo?
Él buscó la mesa con la mirada.
Charly.
Sí, claro.
Parecía que ya no tenía nada de que preocuparme, así que caminé hacia otra mesa a esperar a que quisieran ordenar algo.
De pronto Charly se acercó nuevamente a mí.
Charly.
Uno de los chicos dice que te conoce, y quiere que tú lo atiendas.
Scarlet.
Ah, ¿En serio?
Fingí sorpresa.
Scarlet.
No me había dado cuenta.
Charly.
Ve, yo me encargo de las demás.
Scarlet.
Esta bien, ya voy
Me dirigí a la mesa en contra de mi voluntad y una vez que llegué traté de sonreír con amabilidad, pero no lo conseguí.
Scarlet.
Buenas tardes, ¿Qué van a ordenar?
Pregunté mientras preparaba el bolígrafo y la libreta.
Daniel.
Queremos tres tarros de cerveza, y dos cócteles de piña, por favor.
Dijo con una sonrisa amable.
Scarlet.
Bien, enseguida traeré su orden.
Daniel.
Espera... Agrega también una canasta de nachos con queso.
Scarlet.
Está bien, ¿Algo más?
Daniel.
Es todo.
Me dí la vuelta y caminé hasta la barra.
Le entregué la hoja a Joe.
Él ordenó los nachos a la gente de la cocina, después comenzó a preparar los cócteles y llenar los tarros de cerveza.
Joe.
Scar estoy algo nervioso.
Scarlet.
¿Por qué?
Joe.
Invité a salir a María.
Scarlet.
Ah, eso.
Joe.
¿Ya lo sabías?
Scarlet.
Sí, Maria me lo dijo.
Él sonrió apenado mientras ponía las bebidas en la charola sobre la barra.
Scarlet.
No tienes por qué estar nervioso, Maria es realmente genial.
Joe.
Es tan linda, no sé si seré capaz de mirarla a los ojos.
Scarlet.
Solo relájate y deja que las cosas fluyan.
Joe.
Haces que suene fácil.
Sonreí y acomodé las bebidas.
Puso los nachos en la charola y la tomé con una mano.
Scarlet.
Relájate Joe.
Lo animé.
Después llevé las bebidas al fondo, Daniel no dejaba de mirarme y eso comenzaba a molestarme, puse los nachos sobre la mesa y luego los tarros de cerveza.
Terminé con los cócteles y luego dí un paso atrás.
Daniel.
Gracias.
Dijo con tono amable.
No le respondí, solo me fuí de ahí lo antes posible y seguí con las otras mesas.
Varios minutos después, Daniel y sus amigos se levantaron de la mesa, y mientras ellos se dirigían a la salida, él se acercó a mí.
Daniel.
Gracias por tu excelente servicio.
Él tomo mi mano, y extrañamente no puse resistencia.
La abrió y puso una buena cantidad de billetes en ella. No podía creerlo.
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