(De ahora en adelante, los capítulos llevarán un nombre al inicio, que indicará quién los está narrando.)
Yuaralia
Después de visitar a la princesa, decidí volver al ducado por unos días. Generalmente, pasaba el tiempo en nuestra mansión de la capital, especialmente desde que me había vuelto la heredera oficial; sin embargo, necesitaba un tiempo lejos de la alta sociedad para organizarme y, sobre todo, darle espacio a la princesa para que pensara en su decisión sin que sintiera presión de mi parte. Por esto, dejé la mansión junto con Ría, mi doncella personal, y sólo le avisé a Eloise para que estuviera enterada.
El ducado Lamar no se encontraba tan lejos de la capital, en realidad, ninguno de los ducados lo estaba, pues sus territorios eran los que se encontraban rodeando a Nayorka, la capital del reino, aunque había algunas zonas que pertenecían a la familia real. Por esto, era necesario por lo menos un día y medio para llegar del centro de la ciudad al corazón del ducado, donde se encontraba la mansión principal.
Ya que todavía nos faltaba la mitad del recorrido, nos detuvimos en una posada a las afueras de la ciudad para descansar por esa noche. Traté de llevar ropa que no destacara y de que los guardias y el chofer pasaran por personas sin relación conmigo. Por lo anterior, me bajé del carruaje un poco antes de llegar a la posada y caminé junto con Ría.
Al llegar al lugar, pedimos una habitación para las dos y tomamos la cena en el comedor que tenían, donde estaban otros huéspedes comiendo también. Mi compañera estaba acostumbrada a mis comportamientos así que sabía lo que debía hacer en esa situación: simplemente fingir que éramos amigas descansando fuera de casa.
—Milady —soltó Ría, sacándome de mis pensamientos.
—¿Sí? —Pregunté mientras me llevaba una cucharada de sopa a la boca.
—¿Cuánto tiempo piensa quedarse en el ducado? Sé que no le agrada estar ahí —aseguró preocupada.
—No te preocupes, serán sólo unos días —miré alrededor para asegurarme de que nadie me escuchara—. Necesito ver que mi familia no esté planeando nada raro y preparar algunas otras cosas.
—Será complicado con todos cerca vigilándola.
—Lo sé, pero tengo que verificar que la salud del duque siga más o menos estable. Lo necesito vivo unos meses más, por lo menos hasta que consiga un prometido que me sirva.
—¿Tiene a algún candidato en mente?
—A dos, en realidad. El tercer hijo del vizconde Treovi y el segundo hijo de la marquesa Donata.
—¿No es el vizconde de muy bajo estatus para usted?
—Tal vez, aunque su riqueza seguro que no. Tengo la sospecha de que Lady Zerene está tratando de llevar al vizconde de su lado junto con su negocio de comercio exterior.
—Pero la familia Lamar tiene un embarcadero propio en el puerto Siquen, ¿no podría usarlo y entrar en el negocio también?
—Desafortunadamente, no. Incluso si me saco de encima a todos los espías que Jerez y Lady Zerene han puesto a mi alrededor y en la ciudad, sé que encontrarán la manera de rastrear los movimientos que haga con el poder del ducado, así que tengo que usar las herramientas de otras personas; necesito al vizconde para meter mercancía de contrabando.
—¿Contrabando? ¿Qué es lo que quiere meter a escondidas? —Preguntó con curiosidad.
—Metal para armas.
—¿Eh? ¿No es ese el negocio del marqués Zerene? ¿Está tratando de competir contra ellos?
—No quiero hacer más poderosa a mi familia, lo que quiero es debilitar a la de Lady Zerene.
Deina Zerene era prometida del primer príncipe y, evidentemente, su mayor partidaria. Se decía que el marqués, su padre, había querido volverla la heredera de su título, pero ella era tan ambiciosa que rechazó el puesto y le pidió que hiciera todo lo posible por comprometerla con el primer príncipe quien, en ese entonces, era el que mayor probabilidad tenía que volverse rey. Si todo salía de acuerdo a los planes de Deina, ella sería la verdadera monarca del reino con Ledo sólo como su marioneta.
—No te preocupes, Ría, te contaré a detalle más adelante. Por ahora, necesito que cuando lleguemos al ducado le des a Carola el frasco de droga —le pedí—. Estoy segura de que el que le di la última vez debe de haberse terminado ya y la abstinencia estará matando al pobre duque —murmuré mirando al plato de comida.
—Sí, milady —respondió con una pequeña sonrisa.
Continuamos cenando con tranquilidad después de eso, hasta que unos hombres se sentaron en la mesa que estaba a mi espalda y comenzaron a platicar en un tono de voz lo suficientemente alto como para que escucháramos, aunque esa no era su intención.
—¡Realmente me gustaría conocer a la heredera Lamar!—Exclamó uno de los hombres. Su tono denotaba alegría y parecía hablar el idioma como un local, sin embargo, tenía un pequeño acento al pronunciar la r.
—No, no, para nada. Dicen que es una piedra y que ni siquiera es tan bella —le respondió otro de los hombres en la misma mesa. Su voz sonaba grave pero joven.
—Si yo pudiera ver a una noble, me gustaría que fuera Lady Lizane o la princesa Yuri —agregó un tercer hombre con una voz más aguda.
—¡Ah! Dicen que Lady Lizane es como un ángel —expuso el de la voz grave—. Pero, si te soy sincero, mi tipo sería más Lady Zerene; escuché que es muy sensual y que cualquier hombre iría con ella a la cama.
—Tú irías a la cama con cualquier mujer que se te pusiera enfrente.
Con esto último los tres empezaron a reír a carcajadas. Miré a Ría y tenía un gesto de indignación, probablemente por lo que dijeron sobre mí y por cómo se expresaban de las demás. Traté de tomar su mano para que no se sintiera mal, pero el primer hombre, el que sonaba foráneo, volvió a hablar.
—Pero bueno, dicen que lo importante de Lady Lamar está en su cerebro.
—¡Bah! ¡No voy a acostarme con su cerebro! —gritó el de la voz gruesa, seguido de otra carcajada— Si por lo menos supiera que está bien dotada la aceptaría, pero escuché que no se ha desarrollado muy bien.
—¿La aceptarías? Dudo mucho que tengas siquiera oportunidad con alguien como ella —se burló el segundo hombre.
—Sí, bueno, el punto es que hay mejores mujeres ahí afuera. ¿Y quién quiere estar con una amargada que, además, va a ser la jefa de su familia? ¿Te imaginas tener que casarse con una mujer que tendrá todo el poder en lugar de ti? Ya me imagino teniendo que dar fiestas de té y bordando entre las esposas de los otros duques.
—Tienen razón. ¿Quién querría casarse con ella? —Siguió el primer hombre— Aunque escuché que hay algunos candidatos —Reveló con intriga.
—Muertos de hambre de familias de mucho más bajo estatus que ella, de seguro. Dudo mucho que un duque o un marqués regale a alguno de sus hijos así.
—¿Y con quién creen que termine casándose?
—¿Cómo puedo saberlo? No sé lo que puede pensar alguien como ella ni me interesa saberlo —Soltó con fastidio, para luego cambiar rápidamente el tono a uno más serio—. Pero de algo sí estoy seguro, y es que el pobre infeliz que caiga en sus manos se volverá la mascota con el estatus más alto del reino.
No me molestaba el hecho de que hablaran de mí, sino que el primer hombre parecía muy interesado en obtener la mayor información mía posible de los otros dos, aunque sin revelar que venía de otro lado. Probablemente sabía que los otros dos no hablarían tan fácilmente si creían estarle dando información a alguien de otro reino.
Miré las demás mesas y, además de aquella en la que estaban mis guardias, había otra donde tres hombres cenaban silenciosamente pero sin dejar de mirar en dirección a la mesa de los tres hombres, casi como si él también llevara guardias. Las cosas se volvían más sospechosas entre más las analizaba.
Después de un rato de seguir observando y escuchando, estaba casi segura de que el hombre era de Kabde, también de que era un noble de rango lo suficientemente alto como para poder entrar de incógnito a Louen y traer a guardias consigo. Lo que seguía siendo un misterio, era la razón de porqué le interesaba tanto la heredera del ducado Lamar, o sea yo, cuando en mi vida no había tenido ningún tipo de relación con alguien de ese lugar.
—Bueno, tengo que irme —avisó de repente el que parecía extranjero.
—¿Qué? ¡Pero si apenas va a ser media noche! —Le reclamó el de voz aguda.
—Lo siento, quedé de verme con alguien —respondió relajado.
—¡Bah! ¡De seguro alguna prostituta de las orillas! —Exclamó el de la voz gruesa— Está bien, nos veremos otro día.
—Claro —aseguró y caminó en dirección a la puerta.
Disimulé indiferencia mientras observaba mi plato vacío y sólo cuando habían pasado unos segundos, miré hacia el hombre para intentar obtener algo de información de su apariencia. Sin embargo, por más que lo miré, mi mente parecía no retener nada, lo que significaba que debía estar utilizando magia para ocultar su rostro real, aunque no llevaba mi pasador para poder confirmarlo. Por lo que noté, tenía que ser del tipo de magia que hace que las personas no tengan consciencia sobre tu apariencia; es decir, te ven pero no relacionan ninguna característica con la memoria que tienen de ti. Desafortunadamente, tiene la desventaja de que alguien puede notar que estás usando esa magia si se esfuerza en identificarte, que fue lo que pasó conmigo, aunque incluso así no será capaz de distinguir tu rostro.
Pensé que no tendría caso ir tras él, pues llevaba más protección que yo, además de que se estaba ocultando; sin embargo, me esforcé por memorizar su tono de voz, ya que sabía que nos terminaríamos encontrando de nuevo de alguna u otra manera.
El hombre se marchó y poco después salieron también los otros tres que supuse eran sus guardias. Esa noche fuimos a dormir sin ningún otro inconveniente y, a la mañana siguiente, partimos en dirección al ducado, tal y como estaba planeado.
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