A mi amor,
En el silencio de la noche, cuando la ciudad duerme y solo se oye el sonido de mi corazón, me doy cuenta de que es hora de decir adiós. Es hora de dejar ir el amor que nunca fue, el amor que se quedó en un suspiro, en un gesto, en un recuerdo.
Sé que es inútil, lo sé. Sé que nunca podré estar contigo, que nunca podré ser el dueño de tu corazón. Pero no puedo evitarlo, mi amor por ti es como un fuego que arde en mi alma, que me quema y me consume.
Recuerdo el día que te vi por primera vez, en la fiesta de mi hermano. Estabas tan guapa, tan segura de ti misma, que me robaste el aliento. Y luego, cuando me sonreíste, mi corazón se detuvo. Sabía que estaba perdido, que nunca podría escapar de tu encanto.
Pero tú, mi amor, tú siempre supiste. Siempre supiste que me gustabas, que mi corazón latía por ti. Y sin embargo, nunca dijiste nada. Nunca me dijiste que sentías lo mismo, que mi amor no era en vano.
Ahora, me doy cuenta de que fue un error. Me doy cuenta de que nunca podré estar contigo, que nunca podré ser el dueño de tu corazón. Y es por eso que te escribo esta carta, para decirte adiós.
Adiós, mi amor. Adiós, mi corazón. Nunca te olvidaré, nunca dejaré de amarte. Pero es hora de que me olvide de ti, de que me olvide de este amor que nunca fue.
Que la vida te sonría, mi amor. Que la vida te sonría y te lleve a lugares que nunca imaginaste.
Adiós.
Tuyo siempre