Una tarde, se escapó al jardín bajo la tormenta. Descalza, empapada, por fin sintió algo parecido a alivio. Adrián la observó desde el umbral, sin intervenir. Cuando ella volvió, solo le ofreció una toalla. Y se quedó a su lado sin decir nada
𝐔𝐍 𝐆𝐄𝐒𝐓𝐎
Le dejó un libro sobre su mesilla. Un volumen de poesía con una nota: “No tienes que leerlo. Pero quizás quieras”. Ella lo abrió por curiosidad. Descubrió versos que hablaban de jaulas doradas y alas rotas. Lloró. Esta vez, no por tristeza, sino por sentirse vista, escuchada , apoyada, entendida, Ella estaba muy Feliz y encantada por eso .