Jessica Edwards era una chica atrapada en un ciclo de dolor y soledad. Desde que su madre las abandonó, su hogar se convirtió en un lugar hostil. Su padre, lleno de rabia y frustración, desquitaba su ira con ella, mientras que sus hermanas, Anca y Mina, se unían al ataque, convirtiendo su vida en un infierno. Anca, la mayor, no mostraba piedad; cada palabra que salía de su boca era un dardo que atravesaba el corazón de Jessica. Mina, aunque gemela, parecía haber elegido el bando de su padre, ignorando el sufrimiento de su hermana.
La razón detrás de este maltrato era la creencia errónea de que Jessica era la culpable de la partida de su madre. Su comportamiento, que todos consideraban extraño y sin emociones, se convirtió en el chivo expiatorio de la familia. No entendían que su manera de ser era una reacción a la tristeza y la confusión que sentía por la ausencia de su madre. A medida que pasaban los años, el acoso se intensificaba; los insultos de su padre y hermanas se mezclaban con las burlas de otros niños en la escuela y los comentarios hirientes de los vecinos. Cada día, Jessica se sentía más atrapada en un mundo que la rechazaba, donde el amor y cariño eran imposibles Jessica estaba sentada en su habitación, sintiéndose abrumada por el peso de sus pensamientos. La presión del colegio y el bullying la tenían al borde de la desesperación. De repente, escuchó la puerta de entrada abrirse. Su padre llegó a casa, cansado después de un largo día de trabajo. Él entró con una expresión de frustración, notando que la casa estaba en silencio.
"Jessica, ¿estás ahí?", preguntó, su voz resonando en el pasillo. Al no recibir respuesta, decidió buscarla. La encontró en su habitación, sentada en el borde de la cama, con la mirada perdida. "¿Por qué no has hecho tus tareas?", le preguntó con un tono que mezclaba preocupación y enojo. Jessica, sintiendo que no podía soportar más la presión, estalló: "No tengo ganas de hacer nada, papá. No entiendo por qué siempre estás sobre mí".
La discusión se intensificó rápidamente. Su padre gritó: "¡Necesitas ser más responsable! ¡No puedes dejar que esto te afecte tanto!". Jessica, sintiendo que su padre no entendía su sufrimiento, gritó de vuelta: "¡Tú no sabes lo que estoy pasando! ¡No puedes simplemente exigir que sea perfecta!". La pelea se volvió hiriente, con palabras que cortaban como cuchillos.
Después de un rato, Jessica decidió que necesitaba salir. Se levantó, tomó su chaqueta y salió de la casa, dejando a su padre frustrado y confundido. Caminó sin rumbo fijo hasta que llegó al parque, un lugar donde solía encontrar paz. Allí, se sentó en un banco, sintiendo el aire fresco en su rostro. Mientras miraba a los niños jugar, una mezcla de tristeza y anhelo la invadió.
En ese momento, se dio cuenta de que necesitaba desahogarse, así que comenzó a escribir en su diario, tratando de expresar todo lo que sentía. La llegada de su padre y la pelea habían sido un punto de quiebre, y ahora estaba buscando una manera de lidiar con sus emociones. Jessica estaba sentada junto al río, sumida en sus pensamientos, cuando apareció Katy. La llegada de esta chica fue inesperada y sorprendió a Jessica, quien se sintió incómoda de inmediato. Katy, con una actitud amigable, le preguntó si también le gustaba el lugar, pero Jessica, aún en su burbuja de introspección, respondió de manera corta y fría, mostrando su desinterés por entablar una conversación.
A pesar de la respuesta distante de Jessica, Katy continuó intentando conectar, elogiando su nombre y preguntando si venía a menudo. La incomodidad de Jessica se hacía palpable, pero Katy parecía decidida a romper el hielo. La tensión entre ellas era evidente; mientras Katy intentaba ser amigable, Jessica se mantenía a la defensiva, queriendo proteger su espacio personal Katy continuó con su torrente de preguntas, buscando conocer más a Jessica, quien, a pesar de sentirse cada vez más enojada y molesta, se esforzaba por responder. La insistencia de Katy llegó a un punto en el que, con una sonrisa, le propuso: "Seamos amigas". Jessica dudó, sintiendo que no sabía cómo manejar una amistad así, especialmente porque siempre había sido una persona callada y fría. Sin embargo, al final aceptó, sin imaginar que esta amistad había sido orquestada por su gemela Mina con intenciones de hacerle daño.
Con el paso de los días, Katy comenzó a enviarle mensajes a Jessica, quien se sorprendía por la atención que recibía. No estaba acostumbrada a tanta amabilidad, pero la atención de Katy la hacía sentir bien, aceptada y querida. Por primera vez, experimentó un cálido sentimiento en su pecho, y ambas se convirtieron en buenas amigas. Sin embargo, esta felicidad estaba a punto de cambiar.
Una tarde, Katy le envió un mensaje a Jessica que decía: "Jessi, ven al parque, tengo una sorpresa para ti, pero ponte una sudadera roja, un short negro y medias largas negras Jessica, sorprendida por la peculiaridad de la solicitud, decidió seguir las instrucciones. Se vistió como le había indicado y se dirigió al parque, sin saber que la sorpresa podría tener un giro inesperado en su amistad. Cuando Jessica llegó al parque y vio a Katy, esta sonrió con una expresión maliciosa que hizo que Jessica se sintiera incómoda. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse más a Katy, de repente apareció su gemela Mina, también con una sonrisa maliciosa, lo que sorprendió a Jessica. Pensó que quizás Mina solo estaba pasando por allí, pero la situación se tornó aún más extraña cuando apareció otra chica llamada Natalia, vestida igual que ella: con una sudadera roja, short negro y medias negras.
Natalia se puso la capucha en la cabeza, cubriendo su rostro, y en un giro inesperado, Katy sacó su celular y comenzó a grabar a Natalia. En un momento de terror, Natalia sacó un cuchillo de su bolsillo y corrió hacia Mina, apuñalándola. Jessica quedó petrificada, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo.
Mientras tanto, Katy, con las grabaciones en mano, corrió a la casa de Jessica y mostró las imágenes a su padre, mintiendo al decir que Jessica había apuñalado a su propia hermana. El padre de Jessica, lleno de ira y confusión, se dirigió hacia ella, le dio una cachetada y la mandó al manicomio, dejando a Jessica atrapada en una pesadilla de traición y dolor. Jessica, después de haber recibido mucho maltrato en el manicomio, se sentía cada vez más triste y sola. Con el paso de los días y meses, su estado emocional se deterioraba. En su cumpleaños, el 8 de julio, su padre decidió sacarla del manicomio para celebrar. Aunque Jessica salió con la esperanza de disfrutar su día, la tristeza por la muerte de su gemela y la carga de ser vista como una asesina la abrumaban.
Mientras todos festejaban, Jessica se quedó sentada en las escaleras, observando a la gente, sintiéndose completamente desconectada. De repente, escuchó el timbre de la puerta y se acercó a ver quién era. Para su sorpresa, se encontró con Katy, Natalia y otra chica Ilamada Anita. Cuando Jessica intentó cerrar la puerta, Katy la bloqueó con su pierna, burlándose de ella y recordándole su supuesta culpa. "¿Qué pasa, Jessi? ¿No nos quieres dejar pasar? Ahora ya veo, eres una asesina maleducada. Ya entiendo por qué tu madre te abandonó." La ira de Jessica explotó ante las provocaciones. Sin pensarlo dos veces, le dio un puñetazo a Katy en la cara. En ese momento, las amigas de Katy saltaron para atacar a Jessica, y Natalia la empujó, desatando un caos que reflejaba la profunda angustia y el conflicto interno que Jessica estaba viviendo. Mientras Natalia y Anita pateaban a Jessica en el suelo, la situación se volvió caótica. Todos los presentes en la fiesta se sorprendieron, pero nadie se atrevió a intervenir, ni siquiera el padre de Jessica. La violencia continuó, y cuando Katy se levantó, se unió a Natalia y Anita para golpear a Jessica. Sin embargo, en un momento de desesperación, Jessica encontró la fuerza para levantarse y comenzó a pelear con las tres chicas.
En un giro dramático, Jessica empujó a Anita con tanta fuerza que esta cayó contra una pared, sufriendo un golpe fatal en la cabeza. La situación se intensificó aún más cuando Natalia, furiosa, saltó sobre Jessica y comenzó a usar una máquina de electroshock en su pecho, causando un dolor insoportable. En un acto instintivo, Jessica extendió su mano y tomó un fragmento de vidrio roto, clavándoselo en el pecho a Natalia. La sorpresa y el horror invadieron a Jessica al ver que Natalia caía muerta al suelo. Sin tiempo para procesar lo que había hecho, Katy decidió huir hacia un bosque cercano, y Jessica, impulsada por una mezcla de rabia y confusión, la persiguió. Después de perder de vista a Katy, Jessica entró en la pequeña cabaña con la esperanza de encontrarla, pero fue sorprendida por un fuerte golpe en la nuca. Al despertar, se encontró con Katy, que sostenía una botella de gasolina. Sin previo aviso, Katy le arrojó gasolina a Jessica y salió de la cabaña, rodeándola con más gasolina antes de prenderle fuego a ella y a la cabaña.
Días después, Jessica despertó en el hospital, sola y en un estado crítico. Pasaron los meses y nadie la visitó, hasta que un día su padre y su hermana mayor llegaron. Sin embargo, al ver la cara de Jessica, que estaba gravemente quemada y con un corte cerca de los labios, se quedaron horrorizados y asqueados. La reacción de Jessica fue sorprendente; al ver su reflejo, se sorprendió, pero luego empezó a reírse de la situación. Su padre y su hermana estaban aterrados, pero finalmente llevaron a Jessica a casa. Con el paso del tiempo, Jessica comenzó a perder la cordura, afectada por las secuelas físicas y emocionales de su experiencia. A medida que pasaban los días, la salud mental de Jessica se deterioró rápidamente. Su mente se llenó de pensamientos oscuros y perturbadores. Una noche, al salir de su habitación en busca de un vaso de agua, escuchó voces provenientes de la habitación de su padre. Se acercó sigilosamente y oyó a su hermana y a su padre hablando sobre la posibilidad de internarla en un manicomio. La ira la consumió, pero decidió no decir nada en ese momento.
Cuando cayó la noche, Jessica se dirigió a la cocina, tomó un cuchillo y fue al baño. Allí, completó la sonrisa cortada en su rostro, haciéndose cortes a ambos lados de las mejillas, creando una macabra "sonrisa de Glasgow". Después, se dirigió a la habitación de su hermana mayor, la tapó la boca y le susurró: "Cierra tus ojos" antes de acabar con ella. Luego, hizo lo mismo con su padre. Finalmente, al intentar salir, se encontró con su madre. Jessica sonrió, levantó la cabeza para que su madre pudiera ver su rostro desfigurado. La reacción de su madre fue de horror; quiso gritar, pero Jessica la agarró y también la silenció. Después de cometer estos actos atroces, salió de la casa y la incendió, junto con los cuerpos de su familia, dejando atrás un rastro de destrucción y locura. Jessica es una figura aterradora, marcada por un pasado desgarrador. Después de ser quemada viva, su mente se fracturó, y cada recuerdo de su humanidad se desvaneció. El fuerte golpe en la cabeza que sufrió la dejó en un estado de locura, donde la empatía se convirtió en un concepto ajeno. Ahora, es como un vacío, un ser que camina entre las sombras, sin sentimientos, sin pena, y sin remordimiento. Su único deseo es el oscuro placer que siente al quitar vidas, convirtiéndose en una depredadora implacable que acecha en la oscuridad, dejando un rastro de terror a su paso. Jessica es la encarnación del horror, un recordatorio escalofriante de lo que puede suceder cuando la mente se quiebra y se entrega al caos.