Hace mucho tiempo, existió en Gales una colina en donde las hadas bailaban a la luz de la luna. Los habitantes de aquel lugar acudían a verlas con frecuencia.
Un día, un anciano agricultor, que vivía de trabajar muy duro y vender sus productos en el mercado, decidió que iría a verlas, a pesar de que tenía que atravesar una montaña que separaba su casa de la colina en donde ellas bailaban.
Tomó su mochila y se puso a caminar. Pero a mitad de camino llegó a un valle y estaba tan cansado, que se echó a dormir. Entonces llegaron las hadas, danzando sobre el césped repleto de rocío, dejando a cada paso pequeños destellos de polvo dorado. Y entre todas se llevaron al anciano con su mochila bajo tierra, al lugar donde ellas vivían.
El anciano despertó y no podía creer lo que veía: un precioso palacio de oro repleto de joyas y piedras preciosas y hadas muy hermosas que bailaban para él sin cesar.
El anciano y las hadas… y el regalo que se llevó a casa
El anciano recorrió el país de las hadas y al final el cansancio pudo de nuevo con él y se volvió a quedar dormido.
Las hadas llevaron al hombre de nuevo al valle donde lo encontraron. Y el anciano, al despertar, recogió su mochila para volver a casa.
– ¡Qué sueño tan maravilloso he tenido!- dijo para sí- ¡El país de las hadas es realmente hermoso!
Pero entonces se dio cuenta de que su mochila pesaba mucho y al abrirla, descubrió que estaba llena de monedas de oro y piedras preciosas. ¡No había sido un sueño!
El hombre llegó a su casa y escondió bajo la cama la mochila con el oro. Su mujer le preguntó que dónde había estado y él, al principio temió contarle la verdad.
Durante varios días mantuvo el secreto, pero su mujer era muy curiosa, y no dejaba de preguntar.
– ¿Vas a decirme de una vez por todas qué pasó aquella noche?
El hombre ya no pudo sostener por más tiempo el secreto, y se lo contó todo. Pero justo cuando fue a enseñarle la mochila repleta de oro, al abrirla solo encontraron montones y montones de conchas de berberechos y almejas.