Había una vez un joven bondadoso que trabajaba como criado del rey. Un día, mientras paseaba por los jardines de palacio, se fijó en una serpiente blanca que había quedado atrapada bajo una roca. El criado sabía que las serpientes blancas son muy venenosas y que una mordedura del animal podría ser mortal. Pero su bondad era más fuerte que su miedo, de modo que liberó a la serpiente blanca.
Muy agradecida por esta ayuda, la serpiente habló:
-Como premio por tu bondad, te concedo el don de poder entender el lenguaje de los animales. -Dicho esto, la serpiente desapareció.
Pasadas unas semanas, el criado se marchó de viaje por orden del rey. Cabalgaba por la ribera de un río cuando escuchó unos lamentos entre unos juncos. Se bajó del caballo y observó que tres pececillos habían quedado atrapados entre las cañas. El criado se sumergió en el río para liberarlos.
Coleteando de alegría, mientras se alejaban río abajo, los peces le gritaron:
-¡Nos acordaremos de que nos salvaste la vida, algún día te devolveremos el favor!
El criado continuó su viaje cuando, de pronto, escuchó una voz proveniente de la tierra del camino. Era el rey de las hormigas, quien se lamentaba de que el caballo, a su paso, iba pisoteando a sus súbditos. Cuando el criado lo escuchó, desvió su caballo, salvando a las hormigas.
-¡Nos acordaremos y te lo pagaremos! – le prometió el rey de las hormigas.
Más adelante en el camino, el criado encontró cinco polluelos de cuervo que se habían caído del nido. Oyó que se lamentaban entre ellos de que, al no saber volar, morirían de hambre por no poder conseguir comida. El criado se acercó a ellos y les ofreció la mitad de sus provisiones.
-¡Nos acordaremos y te recompensaremos! – le dijeron los cuervos.
Unos días después, el rey promulgó un bando. Ya era un anciano y, como no tenía hijos, buscaba un joven valeroso para sucederle en el trono: aquél que fuera capaz de recuperar un anillo que había dejado caer en las profundidades del mar, se convertiría el nuevo rey.
El criado se ofreció, pero el rey se lo tomó a broma: nadie en el reino le creía capaz de lograr una misión tan complicada. Aquella tarde, frente a la playa, el criado se dio cuenta de que recuperar el anillo iba a ser imposible. Cuando estaba a punto de rendirse, reconoció a los tres peces que había salvado días atrás. Uno de ellos llevaba el anillo en la boca y lo depositó en la orilla.
El criado corrió a llevárselo al rey, pero éste no estaba dispuesto a permitir que su sucesor fuera un vulgar criado, así que le dijo que debería superar una prueba más. Así, el rey esparció entre la hierba del jardín diez sacos de trigo y dijo:
-Mañana, antes de que salga el sol, debes haberlo recogido todo, sin que falte un solo grano.
Dióse el joven por vencido al ver aquel desparrame y se durmió con la certeza de que nunca sería rey. Pero con los primeros rayos del sol, los sacos se encontraban completamente llenos, sin que faltara un solo grano de trigo. Durante la noche, miles y miles de hormigas, agradecidas, se habían encargado de recoger hasta el último de ellos.
Pero el rey tampoco se conformó y puso al criado una nueva prueba: ir en busca de una manzana del Árbol de la Vida. El criado se puso en camino, durante semanas recorrió todos los rincones del reino sin lograr su misión. Un día, dándose por vencido, se tumbó a descansar a la sombra de un árbol. De pronto, una manzana de oro le cayó en las manos. El criado levantó la cabeza y vio a los cuervos.
-Somos aquellos cuervos que salvaste de morir de hambre. Cuando nos enteramos de tu misión, volamos hasta los confines del mundo para encontrar el Árbol de la Vida y traerte la fruta.
Loco de contento, el criado puso rumbo a palacio para entregar la manzana de oro. El rey, al ver que el criado había logrado cumplir una misión tan difícil, se sintió orgulloso de él.
-Mi reino no podría tener mejor rey que tú. Eres valiente y cumples lo prometido. ¡Te nombro mi heredero! Mis súbditos quedarán en las mejores manos.
Y así fue como el criado, gracias a su bondad y compasión, se convirtió en el mejor rey que tuvo jamás un reino.
Curiosidades sobre los Hermanos Grimm
“La serpiente blanca” y fue recogido de la tradición oral y puesto por escrito por los Hermanos Grimm. Al principio, antes de que la gente tuviera acceso a la lectura y a los libros, los cuentos se transmitían por el boca a boca. Es decir, que los padres se los contaban a los hijos, de manera que sólo se recopilaban en la memoria de la gente.
En el siglo XIX, dos hermanos alemanes llamados Jacob y Wilhelm decidieron recoger cuentos populares y ponerlos por escrito en un libro, con la intención de que nunca se perdieran. ¡Fue un gran acierto! Dos siglos después, muchos de los cuentos que recopilaron los Hermanos Grimm siguen siendo muy conocidos. Se han traducido a más de 100 idiomas y muchos se han adaptado al cine. ¡Seguro que conoces muchos de ellos!
Entre los cuentos más famosos de los Hermanos Grimm están La Cenicienta, Hansel y Gretel, Rapunzel, Rumpelstiltskin, La bella durmiente o Blancanieves. ¿Cuál es tu favorito?