En lo alto de una bonita colina, muy cerquita del cielo, en una pradera de fresca y verde hierba bañada por los rayos del sol, había una piedra.
Era un bello lugar. Se elevaba sobre un valle de tupidas arboledas y zigzagueantes riachuelos. Pero la piedra no podía verlo, porque era una piedra.
En aquella colina sólo se escuchaba el canto de los pájaros y el zumbido de los insectos. Si el viento soplaba de poniente, podía escucharse también el rumor de las hojas de los árboles del valle y el danzar de los ríos. Pero la piedra no podía oírlo, porque era una piedra.
En los días de verano, los abrasadores rayos de sol quemaban. En invierno, el clima se hacía duro y el frío inundaba las praderas. Pero la piedra no podía sentirlo, porque era una piedra.
No veía, no oía, no sentía… no tenía corazón, pero de tenerlo habría sido un corazón de piedra.
Así pasaba los días la piedra o, más bien, los días pasaban sobre ella. Y los años. Y los siglos. La piedra era una piedra y no podía moverse.
Pero un día, algo cambió: en lo alto de aquella colina apareció un niño. El niño vio la piedra, se acercó a ella y le dio una patada.
-¡Bruno! ¡No se dan patadas a las piedras!, le regañó su mamá.
La piedra rodó y rodó colina abajo. Cogió velocidad. Chocó contra una roca y salió volando. Volvió a caer al suelo, rebotó tres veces y se paró.
¡Por fin! Después de miles de años la piedra había conseguido moverse y cambiar de lugar. Ahora estaba debajo de un árbol, junto a un ramillete de jacintos de los bosques. Frente al río. No era un sitio más bonito que el anterior, tampoco más feo. Pero era diferente. En realidad, a la piedra no le importó. No veía, no oía, no sentía. Seguía sin poder moverse.
Aunque puede que algo sí cambiara en ella. Os va a parecer una locura, pero si hubiérais estado allí me daríais la razón: yo diría que la piedra sonreía.
Curiosidades sobre las piedras
Las piedras son seres inertes, lo que quiere decir que no tienen vida. No se mueven, no respiran, no comen, no se reproducen y tampoco mueren. Aunque sí se transforman. La ciencia que estudia las piedras es la geología. Los científicos no usan la palabra piedra, sino la palabra roca. No hay que confundir las rocas con los minerales, ya que una piedra está formada por varios minerales que se han quedado muy apretados formando un único cuerpo duro. ¡Si miráis una piedra podréis ver que tiene diferentes colores o materiales!
Aunque no son seres vivos, las rocas sí son seres cambiantes. Se van transformando, pero este ciclo dura millones de años. Las rocas se originan en las profundidades de la tierra. Al principio están fundidas y se llaman “magma”. Cuando el ardiente magma sale de un volcán en forma de lava, se enfría y se forman las rocas magmáticas.
Con el paso de los siglos, fenómenos climatológicos como el sol, el hielo o la lluvia convierten las rocas magmáticas en trozos cada vez más pequeñitos que se van juntando entre sí por la presión. Es así como se transforman en otro tipo de rocas, las sedimentarias. Tendrán que pasar millones de años más hasta que una roca sedimentaria vuelva a quedar hundida en la tierra y se convierta en una roca metamórfica, a causa del gran calor que hace en el interior de la tierra. Si ésta llega a fundirse de nuevo, volverá a ser magma (como si fuera roca líquida) y el ciclo comenzará de nuevo.
¡Aunque no sean seres vivos, las rocas también pueden ser venenosas! Esto se debe a que algunas de ellas están compuestas por materiales que son tóxicos o malos para la salud, como los metales pesados. ¡No debes preocuparte, porque estas piedras no suelen encontrarse en la superficie de la tierra, sino en las minas! Eso sí, suelen ser muy bonitas: brillantes y de preciosos colores.
Con las piedras que no son venenosas también hay que tener cuidado, porque son muy duras. No le des patadas a las piedras o podrías hacerte daño en el pie. Tampoco las lances, ya que podrías golpear a alguien. Y si ves una roca grande no la levantes: debajo suelen vivir bichos peligrosos como los escorpiones o las escolopendras. ¡Si te pican te harán mucho daño!