Desde que era una pequeña estrella de mar, Centella soñaba con viajar al Espacio y conocer el Universo. Esto era así porque su abuelo siempre le contaba una historia antes de irse a la cama: Al principio, no había vida en los océanos. Sólo había agua. Pero un día, hace millones de años, se desencadenó una fuerte tormenta sideral. Era una lluvia de estrellas. Muchas de ellas cayeron en el mar. Sus chispas se apagaron. Con el paso del tiempo, las estrellas que llovieron del cielo se convirtieron en estrellas de mar. En recuerdo de tus orígenes, te llamas Centella. Los puntos brillantes que ves en el cielo nocturno son tus antepasados.
Cada noche, Centella esperaba, impaciente, la puesta de sol. En cuanto el agua del mar comenzaba a teñirse de naranja, amarillo y rojo, se arrastraba hasta la playa y contemplaba el cielo hasta que se quedaba oscuro y comenzaban brillar las primeras estrellas. Centella suspiraba.
-Ojalá algún día pueda viajar al Espacio y conocer mis orígenes y a mis antepasados, las estrellas de cielo.
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Una noche de gran temporal, Centella se subió a la cresta de una ola inmensa. La fuerza de la tempestad hizo que la ola la empujara hacia el cielo con tanta fuerza que consiguió traspasar la atmósfera y llegar al espacio.
Centella quedó flotando en mitad de la nada. Le resultó muy extraño. En el Espacio se flotaba de forma diferente a como se flotaba en el agua del mar. Allí no era movida por las mareas o arrastrada por las corrientes. Flotaba estando quieta y se sentía tan ligera como si estuviera hecha de piel de nube.
Lo siguiente que llamó su atención fue el silencio, si es que se podía describir así. No sólo es que no se escuchara el canto de las ballenas o el chisporroteo de la espuma de mar contra la arena de la playa. No. El silencio que conocía Centella era el ruido sordo y monótono del fondo del océano. Pero en el Espacio… ¡era como si se hubiera quedado completamente sorda!
De pronto, Centella sintió mucho frío. Era un frío distinto a cuando se quedaba atrapada en una corriente de los mares del norte o a cuando el invierno enfriaba el agua de su playa. El frío que sintió Centella era un frío perpetuo, la temperatura de la eternidad; ¡un frío que le heló hasta el esqueleto! Centella comenzó a mover sus cinco brazos para acercarse a una pequeña constelación formada por un grupito de estrellas.
-Tengo frío, ¿me dais algo de calor? -les pidió.
Las estrellas no contestaron, pero brillaron más fuerte. Centella, que se había acercado demasiado, se quemó.
-¡Ay! – dijo. Y después, dirigiéndose a sus antepasados: ¿No os aburrís aquí arriba?
-Shhhh… -fue la única respuesta- estamos escuchando la eternidad.
Entonces, Centella se sintió muy sola. Quizá lo que menos le gustaba del Espacio era esa sensación de soledad. Además, se dio cuenta de que el Universo era inmenso, infinitamente más grande que el océano. Y tuvo miedo.
De pronto, pasó por su lado un meteorito. ¡Una estrella fugaz! Centella apretó fuertemente los ojos y pidió un deseo. “¡Quiero volver a casa!”. Tan pronto lo pensó, el meteorito se paró en seco.
-Sujétate a mi cola- le dijo el meteoro.
La estrella de mar se agarró a la cola de la estrella fugaz. Quemaba mucho, pero decidió aguantar. A duras penas, consiguió regresar a la Tierra. Cuando estaba justo encima de su trocito de mar, Centella se soltó y se dejó caer. Extendió sus cinco brazos para ofrecer más resistencia al aire. ¡Era fantástico! ¡Centella sentía que podía volar!
¡¡SPLASH!!
Cuando Centella cayó en el agua se sintió muy bien. Volvía a estar calentita, volvía a escuchar los chasquidos y silbidos de los delfines, volvía a flotar meciéndose en el agua, volvía a sentirse acompañada. ¡Estaba en casa!
A pesar de su experiencia, Centella siguió subiendo, cada noche, a contemplar el cielo estrellado. Entendía que el Espacio no era su lugar y que su sitio estaba en el mar. ¡Pero estaba orgullosa de haber emprendido aquella aventura! Había conocido un mundo distinto donde vivían seres muy diferentes, había comprendido sus orígenes y había aprendido a valorar todas las cosas buenas que tenía ser estrella de mar y vivir en el fondo del océano.