De vez en cuando se echa un vistazo al pasado y se preguntan cosas como: “En qué estaba pensando? Fui una idiota”. Esta es una historia que aún me hace repetir esa frase.
Como muchas historias de amor, está inició en una disco. Selfies con mis amigas, cervezas bien frías y una que otra salida a la puerta para fumar un cigarro, era parte de nuestro itinerario de viernes después de clase.
En un bar lésbico, es muy común sentirse observado, más aún si van varias ¨femme¨ e incluso chicas hetero en tu grupo.
Sin embargo, desde la segunda planta del antro una mirada me atrajo directamente, giré disimuladamente y nos conectamos lo suficiente para que fuese evidente, mis amigas de manera poco discreta me insistían que sacara a bailar a ¨la flaquita¨.
Ella venía acompañada con dos mujeres más, entonces deseé que aquella picarona hubiese ido al bar en plan de violinista o simplemente fueran las tres en plan de amigas.
Un boom musical nos hizo coincidir en la pista, y por supuesto resultamos bailando juntas… En esos momentos pensaba: será que la agarro para bailar pegadito… No, podría tomarlo como un abuso de confianza… A ver.. Y si le bailo sensual y suavecito con mirada fija a los ojos, a los labios y de nuevo a los ojos a ver si se anima… pero y si una de las chicas que viene con ella es su novia?…
Finalmente no tuve la valentía, desde el principio no tuve la valentía.
Esa noche terminamos la fiesta en mi casa hasta que amaneció y al otro día me fui de vacaciones a otra ciudad sin sospechar lo que sucedería.
Madrugué a viajar y al llegar a mi destino dormí casi hasta el mediodía con la sorpresa que al despertar me encontré con un mensaje de Alondra, decía que quería verme de nuevo.
Lejos de imaginarme que lo haría realidad, le dije que podría visitarme si así lo deseaba, y en menos de 3 horas estaba fuera de la casa donde me encontraba. Es importante resaltar que la distancia entre las dos ciudades es de dos horas y media.
Su iniciativa me sorprendió y motivó muchísimo, ahora me interesaba aún más, y cómo no, si una mujer decidida, aventurera e impredecible puede ser de ensueño aunque tiempo después se convertiría en mi pesadilla.
Fuimos a una piscina a tomar algo, pero ella se comportaba como una amiga más. Al regresar tuvimos un momento a solas y traté de averiguar sutilmente si sentía algún tipo de atracción por mí, pero ella tomó las riendas desde el principio, me dejó claro que no iba a ser fácil.
Esa noche dormimos en la misma cama, hecho que me inquietaba bastante.
Cuestiones tan simples como abrazarla o darle la espalda podrían ser de suma importancia para ella, no es un secreto que nosotras nos fijamos en pequeños detalles para deducir ideas sobre aquellas personas que nos interesan.
Nos dimos un besito pequeñito aquella noche, y se encendió una llama tan ardiente que al mes de conocernos ya nos habíamos mudado a vivir juntas, comiéndonos las mieles del amor que lastimosamente no duró mucho.
La pasábamos el día profundizando en algunos intereses en común, de repente ella acaparó todo mi tiempo, si me iba a ver con una amiga, ella sugería que la llevara a la casa y pues en medio de mi felicidad idílica no tuve la capacidad de tomar mis propias decisiones, me pareció acertado todo aquello que ella sugería.
Finalmente se me pasaban los días enteros sin salir de casa, ya me comunicaba menos por teléfono, ella tenía mi clave del móvil y yo jamás tuve la confianza de tomar el suyo, poco a poco me encerré en un círculo de ¨amor¨ que afectó incluso mi situación financiera.
“No necesitas trabajar, quédate acá conmigo, no te hará falta nada, sólo te pido que te quedes acá conmigo”, es una frase que parece muy inofensiva e incluso bastante generosa, pero cuando una persona tiene dependencia financiera empieza a sumergirse en una inconsciente dependencia emocional. Sin embargo, haciendo caso omiso a mi intelecto me sumergí en esa dinámica enfermiza.
Una noche salimos con sus amigas las cuales ahora eran mis amigas, de repente llegó una chica llorando a pedirle que hablaran, yo le di su espacio y posteriormente la chica se fue. Era su ex. Después volvió y se sentó en la mesa, yo preferí sacrificar mi comodidad para no hacer una escena y respetar su decisión de invitarla.
Finalmente la susodicha y el resto de amigas resultaron en nuestra casa hasta el otro día. Yo me había ido a dormir con la firme convicción de que todo pasaría, pero al despertar me encontré con el mismo show de lágrimas y ellas dos hablando solas en una habitación.
Le pregunté qué pasaba y Alondra no me quiso dar explicación, según ella no era de mi incumbencia, entonces decidí que lo mejor sería irme de la casa.
Adivinen qué, su ex me ayudó a sacar las maletas hasta el taxi.
Esa fue la primera de las 5 veces que me fui de mi hogar ideal con Alondra, ella siempre tenía una maravillosa excusa y una cena perfecta de reconciliación.
En nuestra última noche juntas me dijo que me amaba y que le gustaría que tuviéramos un bebé, creo que jamás me había sentido tan feliz e ilusionada.
Al día siguiente me levanté muy temprano y trabajé fuertemente en un evento de ciclismo, entonces regresé a casa con un almuerzo delicioso y una gran bolsa de confetis para pasar un rato de cine en casa.
Al llegar no recibí ni un saludo, pensé que estaba indispuesta, ya me había acostumbrado a sus cambios de humor, pero más tarde me dijo que lo mejor era que me fuera, que yo lo sabía, sabía por qué razón debía irme.
Ésta vez algo dentro de mí se disolvió, contuve las lágrimas y recuperé mi dignidad.
Al día siguiente me levanté siendo yo, empaqué mis cosas y salí de allí de la manera más cortés posible, la borré de mi vida y bloqueé todo tipo de canal de comunicación con ella.
Han pasado varios años y aún no sé cuál sería aquel motivo por el cual se suponía que yo debía irme.
Alondra me buscó por mucho tiempo de diversas formas, me enviaba correos electrónicos de perdón, entre otros… Tiempo después le respondí para decirle que no le tengo rencor y que le podía brindar mi amistad.
De vez en cuando nos saludamos, le deseo lo mejor porque con esa experiencia aprendí a quererme a mí misma y a no perder mi independencia en una relación para evitar comportamientos tóxicos. Aprendí a decir si no me quieres, me voy.