Nunca quise que ese fuera nuestro último beso, nuestra última noche. Nunca quise enamorarme de ti y después tener que renunciar de esa manera.
Hubiera hecho mil cosas si tan solo supiera que me elegirías, pero ya estaba anunciado cuál sería nuestro final.
Quizá nunca me amaste, quizá solo amabas estar conmigo y el tiempo en que te sentías libre. Amabas cuando hacíamos el amor o hacíamos las cosas que te gustaban.
Tal vez amabas que escuchara cada palabra y cada susurro de tus labios; quizá amabas lo bien que te trataba, que te prestara la atención que no recibías en tu casa.
A lo mejor amabas lo que éramos cuando estábamos a solas y yo solo era ese escape, ese respiro de tu cuadrado y solitario mundo.
Nunca entendí porque no lo podías dejar, me hiciste pensar que solo estabas con él por gratitud y hasta hoy no estoy seguro de ello.
Ahora solo me quedan los bonitos recuerdos de lo que vivimos juntos y la impotencia de saber que pudimos tener un mundo para nosotros y no pude hacer que me eligieras por el resto de tus días.