Se aproximaba la Navidad en Bosque Mágico y sus habitantes, entre ellos una ardilla muy simpática y trabajadora, continuaban entre tanto con sus vidas como de costumbre. Y tanto había trabajado esta ardilla que, aún no había llegado el invierno más duro y frío, y ya tenía toda su casa repleta de nueces; tantas, que apenas se podía mover. Y en estas pensó que algo tendría que hacer con tantas nueces.
Dando vueltas y vueltas a su pequeña cabeza, la ardilla pronto dio con lo que parecía que podía ser una buena solución: ¡hacer juguetes con las nueces! El caso es que en el Bosque Mágico todos no eran igual de previsores que esta ardillita, y a muchos les sobrevenía el invierno y la Navidad sin haber realizado los encargos pertinentes a Papá Noel. ¡Imaginaos el desastre! Porque en el Bosque Mágico, además, tiende a ser frecuente la nieve, lo que dificulta la posibilidad de salir corriendo en busca de algún detalle de última hora.
A todo esto se sumaba el que nuestra ardilla ya tenía experiencia en el tema de fabricar juguetes con materiales de la naturaleza, como por ejemplo había hecho con los montones de hojas secas que se arremolinaban sobre su puerta en más de una ocasión.
El empeño que ponía la señora ardilla en todo cuanto hacía permitió que, en pocas horas, tuviera terminadas varias muñecas hechas a base de nueces. Un poco de pegamento por aquí…y un poco de pintura por allá…obraron el milagro. ¡Eran unas muñecas preciosas! Y viendo los buenos resultados la ardilla no dudó en continuar haciendo más muñecas y peluches con ayuda de sus nueces, puesto que aún quedaban algunos días para Navidad.
Finalmente, ya en vísperas de la noche de Nochebuena, la ardilla dio su tarea por terminada y, aunque se encontraba bastante cansada no podía estar más contenta con su labor. Y ni corta ni perezosa acudió a la plaza del Bosque Mágico para colocar todos sus juguetes confeccionados con nueces bajo el gran árbol de Navidad que todos los animales colocaban y adornaban con mimo a primeros del mes de Diciembre.
¡Ojalá pronto vea estos juguetes alguien y se lleve uno a su hogar!- Decía para sí misma la ardilla mientras contemplaba los regalos envueltos bajo el gran árbol.
Tras aquellas palabras, y cubierta con un fuerte halo de ilusión, la ardilla emprendió de nuevo el camino hacia su casa. Allí, más tranquila y pausada, fue consciente de que con todos aquellos juguetes había terminado con las nueces que tanto esfuerzo le había costado recolectar durante el año. Y a pesar de ello, la señora ardilla no se lamentó ni arrepintió ni un segundo de su acción.
En la mañana de Navidad la ardilla corrió hacia la ventana de su calentito salón, desde la cual podía contemplarse a lo lejos el gran árbol de la plaza, y pudo entonces ver con emoción como un montón de animalitos del Bosque Mágico se arremolinaban en torno al árbol dando saltos de alegría. El vacío de su despensa no llegó ni a aproximarse en importancia entonces a la alegría que llenaba por completo su corazón.
La señora ardilla fue muy feliz aquella Navidad pensando que había conseguido con su esfuerzo repartir alegría e ilusión entre los menos afortunados que, agradecidos, fueron invitando a su mesa, uno por uno, a la señora ardilla durante todo el año.