El mes de Diciembre había llegado y todos los niños de la escuela de Simón estaban bastante contentos, ¿cómo no habrían de estarlo? Venía la Navidad, la época más bonita del año.
Hablaban de eso todos los días y le preguntaban a la profesora:
Maestra, ¿qué día es hoy? Hoy es 2 de diciembre, niños, aún faltan varios días para la Navidad –respondía la profesora.
En la escuela acostumbraban a realizar una fiesta de Navidad antes de irse de vacaciones, en la que todos traían comida para compartir. Pero lo que más gustaba a todos era que ponían un buzoncito en frente de cada pupitre para que escribiesen cartas y felicitaciones llenas de buenos deseos a quien quisiesen. Los buzones los pintaban de colores y decoraban con pegatinas muy bonitas, y en las cartas dibujaban casas, coches, juguetes y muñecos. A veces los niños hacían dibujos tan buenos que parecían fotografías, de tanta ilusión que ponían.
Así que todos estaban muy emocionados llegado el mes de Diciembre; todos menos Simón, que tenía muchísimo miedo de que llegara aquel señalado día. A Simón le encantaba Diciembre porque es un mes muy colorido y muy feliz, pero temía que nadie le dedicase una carta especial. Simón era un niño muy tímido con bastantes dificultades para hablar y relacionarse con los demás niños, y eso hacía que su inseguridad fuese aún mayor en la gran fiesta de Navidad.
Llegado el día, Simón se sentó solito y decoró con gran habilidad y dulzura su buzón. Pero añadió algo muy extraño, el dibujo de un coche rojo con fuego pintado, corriendo a toda velocidad por un verde camino. Simón se esforzó mucho con su buzón, con la esperanza de que a alguien le gustara y le pusieran una carta dentro.
Tras comer algunas cosas de las que se habían llevado al aula, Simón se sentó en su pupitre a esperar su carta. Pero pasado un rato el buzón seguía vacío. Nadie se acercaba a hablar con él y mucho menos a dejarle una carta, lo que puso a Simón sumamente triste. Y cuando se encontraba a punto de llorar desconsoladamente, se acercó un niño a ver el buzón decorado al detalle.
¡Qué coche tan rápido y bonito!- dijo el niño. ¿Te gusta?- preguntó sorprendido Simón. ¿Que si me gusta? ¡Es increíble! A mi abuelo y a mí nos gustan mucho los coches rojos. Pues muchas gracias, supongo. Me llamo Simón. ¿Quieres ser mi amigo? Si te gustan tanto los coches rojos como a mí seguro que nos divertimos mucho jugando y pintando más coches veloces y bonitos.
Aquellas palabras emocionaron mucho a Simón, que finalmente recibió una carta en su pequeño y original buzón. Y desde aquel día no volvió a estar solo, ni a sentirse extraño por no recibir los buenos deseos de ninguno de sus compañeros. Simón descubrió que era un niño como los demás, a pesar de su timidez, y que el mes de Diciembre era el más bello y maravilloso de todo el año.
¡Feliz Navidad!