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El Mago Y El Caballero

En el reino de Aziflang

-Desterrados un día y obligados a asistir a un rey que no nos quiso, que nos cazo... - mi hermano decía mientras guardaba sus cosas, varitas, bacilos, ingredientes, libros todo lo referente a la magia que teníamos, me miraba a lo lejos casi lastimero por mi condición.

-Traeré algo para tu fiebre...- recostado en la cama, estaba inmóvil, el cuerpo me dolía y respiraba con dificultad, mi hermano puso un paño húmedo en mi rostro pero antes de decir otra cosa me dió un brebaje amargo, a lo lejos se escuchaban caballos acercándose y este se alarmó, corrió por la casa tapeando las ventanas cerrando las puertas, había un ducto debajo de la casa, lo mire y el suspiro bajando las cosas por el ducto, no había manera que los dos nos fuéramos, el lo sabia.

Me miró con desesperación alce mi mano para reconfortarlo, en mis manos puso un libro de los que leía constantemente y mi barita -pretende... Volvere solo pretende que eres...-

-tu?- el sonrió un momento y bajo por el ducto al tiempo que los soldados cruzaron el humbral, uno alto y una mujer me miraron.

-se está muriendo Aldo... No nos sirve muerto- estaba desesperada y molesta el otro no decía mucho solo me miraba. -me estás escuchando Aldo?-

Suspiro y me tomo en brazos, sostuve el libro y la barita, no me había dado cuenta de lo fácil que era para el otro cargarme, había estado enfermo por semanas y baje de peso, tal vez demasiado.

Mi cabeza daba vueltas y estaba mareado me abrazaba al caballero que en realidad no decía nada y solo permitía que lo hiciera, los demás balbuceando que no habria forma en la cual alguien como yo podría salvar al reino.

Tardamos varias horas en las que la mayoría había dormido, el caballero me levanto y acomodo la túnica lo mejor que pudo -pretende... Por ahora... Veremos cómo solucionarlo- me dió el brazo para caminar a su lado mientras la otra nos acompañaba, el salón del trono era largo y ostentoso, pero solitario, al fondo se encontraba el general... O eso me pareció y el rey que iba ataviado con la vestimenta característica de un monarca con dinero, el general me miró y el rey también, este se aclaró la garganta y dijo.

-te he convocado para que ofrezcas tu sabiduría al reino, vera, Aziflang se ve afligido por una sequía extensa y una enfermedad devastadora que no ha permitido al pueblo seguir su curso...- el hablaba pero no podía concentrarme porque el general no dejaba de mirarme y el mareo no me permitia seguir el hilo, el caballero apreto mi mano reconfortante.

-solo mantente en pie... - susurro - te explicare todo pronto- el rey movio la mano y el caballero me escoltó casi cargandome a una habitación.

Está era fresca y espaciosa con una ventana grande, caí rendido en la cama, con escalofríos, apretando mi libro entre las manos, me aferre al del caballero cuando esté se despidió diciendo que primero descansará -no se vaya... Sir. Aldo.. no quiero estar solo-

Este me miro apenado y aunque parecía indeciso se sento junto a la cama sosteniendo mi mano pasando la suya por mi cabeza y me pidió que durmiera.

Al amanecer los dos estábamos en la misma posición, las náuseas habían pasado y me sentía con más ánimos me incorpore dejando a Sir. Aldo descansar un poco más y acomodando la túnica que me habían preparado las sirvientas, Sir. Aldo seguia durmiendo plácidamente hasta que me levanté de la cama, me miro un poco confundido al inicio y despues, acomodándose dijo.

-el reino de Aziflang está azotado por una sequía y una enfermedad tenebrosa que ha arrazado con muchas provincias nos encontramos en un momento desesperado.. por eso imploramos su ayuda... - me miraba como si supiera quién era y supiera muy bien que no era más que el aprendiz de mi hermano... pero como podría saberlo?

Me acomode en la cama -la sequia... es probable que con algunas runas de lluvia sea más que suficiente - dije con confianza ya que mi hermano muchas veces había sugerido aquel arreglo. El guerrero asintió aunque se notaba que de magia no entendía mucho. -Requiere de un ritual traer la lluvia pero es algo que se hacer...- intui que lo segundo no era tan sencillo de resolver por lo que me mantuve en silencio por unos minutos para proseguir.

-la enfermedad... no es tan sencilla de erradicar... - sentí un pequeño mareo y me acomode en la cama, el caballero pareció preocuparse y me sostuvo en brazos.

Entro el general y nos miro en esa posición -el rey desea ver ... a ambos.. Aldo- este me ayudó a levantarme y nos dirigimos al salón del trono.

El General.

Ena sala el rey parecía tranquilo, se nos quedó mirando por un largo rato y dijo -Que noticias me tiene señor mago-

Le expliqué lo de las runas lo mejor posible y precio satisfecho, ordeno que los guardias trajeran los ingredientes y prepararán una habitación tipo laboratorio para empezar a trabajar -La enfermedad... tiene alguna idea de la causa? - negué con la cabeza pensando un poco en lo que contestaría.

-Vera, una sequía es fácil de controlar, se llama a las lluvias y a los vientos para bendecir la tierra y purificar las semillas, pero una enfermedad, no es tan sencilla, me gustaría investigar un poco para conocer la causa... - Me detuvo con la mano, con un ademán, no entendía lo que decía, mire al caballero y el reconfortó mi mano mientras me sostenía, el mareo y los nervios no hacían que fuera más sencillo hablarle al rey.

-Mago... puede o no resolver el problema?- Me pedía un milagro y la magia no es milagrosa, requiere trabajo y preparación, suspiré un poco molesto puesto que la mayoría de las personas dan por sentado que la magia resolverá todos sus problemas, me tomo un momento hablar y cuando lo iba a hacer el general me interrumpió.

-Su majestad permítame recordarle nuestro trato- este meneo la mano asintiendo.

-Señor mago... el general me advierte que puede resolver el problema de la sequía y la enfermedad en un mes y usted solo puede resolver el problema de la sequía y me da excusas con la enfermedad... - Me quedé en silencio porque parecía que no había terminado de hablar -Usted tiene un mes para darnos resultados si no el general me ha hecho la propuesta a cambio de... - Parecía molesto con la resolución -El general me ha pedido su mano en matrimonio a cambio de resolver el problema de la sequía- nego con sus manos a mi protesta -sus hechizos han sido tolerados en mi reino por mucho tiempo, si se lo pregunta podría fácilmente colgarlo o llevarlo a la hoguera por traición, sin embargo creo que este arreglo también le beneficia puesto que el general tiene una posición favorable y podría ayudarlo a que la aprension de mis súbditos no sea tal que cause disturbios por tenerlo aquí-

Me quedé inmóvil y sin poder decir nada al respecto, no solo me pedía milagros si no también atentaba contra mi vida y futuro, el caballero tomo la palabra -Señor?- dijo más bien molesto -El mago ha vendido de buena voluntad a ayudar no entiendo está resolución... - hizo nuevamente el ademán y Sir. Aldo guardó silencio.

-Le pido que tome su tiempo en esta decisión e investigue lo que necesite está semana deme su respuesta al término de esta- Realmente no tenía opción, sentí las brazas de la higuera y las cadenas del matrimonio bajo mi sombra.

Sin decir más el rey nos dejó ir, sujete el brazo del caballero apretándolo mientras caminábamos, no tenía la menor idea de cómo solucionar esto, si me iba sabían dónde vivía, si no y no podía resolver el problema no habria forma de librarme del matrimonio, estaba obligado a cumplir, Sir Aldo me miró mientras caminábamos, sujetando mi mano para no caer -Digame... que necesita para resolver la enfermedad?-

Realmente no lo sabía, cuando mi hermano tenía algún problema así le llevaba meses y consultaba otros hechiceros que en conjunto resolvían la catástrofe -Una enfermedad... se origina por dos motivos naturalmente o por una maldición, las naturales son fáciles de erradicar pero las maldiciones.... tienen una intención, son provocadas por humores es decir por personas involucradas en las artes negras... habrá que buscar un altar que esparce dichos humores y eliminarlo- Era más difícil de lo que sonaba, me dirigí al libro de mi hermano, era magia simple y no hablaba mucho de altares -necesitamos más que esto....-

El caballero me miró tratando de entender, yo trataba de entender, nunca había hecho este tipo de trabajos, si es que alguno... Pensaba en como lo resolvería mi hermano... -tengo que... investigar si es natural o una maldición lo más importante es encontrar el altar y visitar algún enfermo-

Realmente no tenía intenciones de casarme con el general, el caballero y yo nos quedamos en vela trabajando en el libro de mi hermano y en algunos pergaminos que se encontraban en la biblioteca.

A la mañana siguiente nos dirigimos al pueblo para buscar la causa de la enfermedad y plantar las runas de lluvia para favorecer los tiempos, los aldeanos nos miraban escépticos y algunos con aprension pero la presencia de Sir. Aldo los calmaba, plátanos las runas y bendije algunas semillas.

-Con esto bastará... Sir. Aldo- dije mostrando un dibujo en pergamino -mire, los altares son estructuras de hueso que se bendicen con sangre del hechicero y con sacrificios animales, lo primero que debemos buscar es la estructura de huesos... - Sir. Aldo analizaba la estructura con detenimiento, era alto y fornido, muy diferente a cualquier hombre que había visto, su cabello era rizado y alborotado, su nariz larga pero definida, sus manos eran enormes, noto que lo miraba porque acaricio mi cabeza.

-Creo que entiendo cómo son los altares... no se preocupe... no permitiré que despose al general - me sentí aliviado y creo que suspiré, había olvidado mi mareo debido a la conmoción, Sir. Aldo se quitó la armadura para estar más cómodo -sugiero que empecemos en el cementerio -

Me sente un momento para recobrar el aliento, aún estaba débil, el caballero se inclino proporcionando sombra y cuando me puse en pie acerco su mano para guiarme, tome su brazo y sujete mi túnica para caminar con más facilidad, este caminaba a mi paso tratando de no forzar mi cuerpo y nos dirigimos al cementerio.

El Cementerio.

Llegamos a la capilla cruzando un sendero, la magia y la religión son entes diferentes en el mismo mundo, la religión es para creyentes y la magia para estudiosos de lenguas muertas y papiros.

Así pues la magia y la religión no se mezclan y una es más fantasiosa que la otra, o eso menciono mi hermano mientras leía, lo único verdadero es que la persecución era real... y era una pelea que ningún bando había ganado y cuando me amenazó el rey sabía que no había poder humano que me salvará.

Me hundí sin pensarlo en esos recuerdos y enseñanzas de mi hermano, el caballero paso su mano por mi hombro para reconfortarme, pensando, supongo, que seguía preocupado por el matrimonio con el general, palpo mi hombro y dejo su palma caliente sombre este, por un segundo sentí un escalofrío.

-Se encuentra bien señor mago?- asentí borrando de mi mente ese escalofrío.

-Tal vez… por está ocasión… ya que estamos viajando juntos podría llamarme por mi nombre? Frelle- Este lo pensó un momento y asintió.

-Sería lo más adecuado… Frelle y también le pediría la misma cortesía- me apenó más de lo que pensé que lo haría incluso pensé que me había subido la fiebre pero era aquel momento candido entre los dos, sonreí amablemente y este me devolvió el gesto. 

Caminamos sin decir más hasta llegar al cementerio, el olor era putrefacto, maldito, no era una fosa común -El humor antes del sendero era fresco, no es normal que huela así un cementerio que no ha sido tocado por la guerra, es por la enfermedad, ni siquiera los animales merodean los cementerios enfermos- Los magos somos más sensibles a los humores, desafortunadamente.

Acaricié la idea de irnos muchas veces pero no desposaria al General nunca, escudriñamos cada lápida en busca de algun altar, algún símbolo de maldición y no había nada, solo tristeza, bendije la tierra suavemente para que las almas descansarán, el olor era más penetrante a medida que nos acercamos a la capilla -solo nos falta ahí … - le dije a Sir. Aldo el cual se quedó un momento en silencio esperando a que prosiguiera -no es que no pueda entrar aunque sea un hereje, no me quemaré ni nada - reí un poco -sin embargo por respeto no entramos a lugares religiosos- pareció aliviado por lo que dije y se apremio en la puerta.

Acomodo su espada y abrió lentamente la capilla, un humor negro y espeso llenaba por completo el lugar, las náuseas me sobresaltaron y me sostuve al caballero -Aldo… hay algo aquí… debemos salir- 

Este no notaba ningún cambio y tampoco parecía notar la pesada atmósfera pero me sujeto de la cintura y trato de reconfortarme -No se preocupe, lo sacaré de aquí- Me sentí pesado y no podía vislumbrar de dónde venía aquel humor tan obsceno, el caballero se detuvo confundido -la puerta?... Ya no está la puerta - 

Mire a mi alrededor, él parecía cada vez más confundido, puse mi mano sobre su brazo -Aldo… Sir Aldo… cálmense escuché mi voz, es culpa de los humores- toque su frente que ardía en fiebre, su mirada estaba perdida, acaricié su frente y pareció calmarlo, era un hombre fornido y fuerte, guardaba la compostura aunque era lógico que estuviera preocupado, recordé un ejercicio que mi hermano hacía cuando estaba enfermo, tome su mano y la lleve a su espada -su espada es real, es tangible… no mire, sienta- este asintió y permaneció en silencio mientras hablaba -Es real, es suya… - este asintió.

Pase su mano hasta su pecho -Este es su corazón, es real, es tangible, sienta los latidos de su corazón… son reales, usted es real, es tangible… está aquí- él pareció entender el ejercicio.

Puse su mano en mi rostro -Aldo… Sir. Aldo yo soy real, estoy aquí… soy tangible y estoy a su lado- el paso su mano por mi rostro de manera gentil, aterrizando a la tierra por así decir, su corazón latía fuerte y el mío también.

-no permitiré que el general te lleve… de mi lado Frelle - pareció más real de lo que cualquier otra persona dijera en mi vida, mi corazón latió tan fuerte que pensé que se saldría de mi pecho, se acomodó y me tomo en brazos caminando hacia la puerta, la abrió y salimos de la capilla.

El caballero se desplomó en la tierra, me senté a su lado despejando los humores con flores que llevaba en mi bolso, use mi túnica para secar el sudor de su frente y le di agua suavemente, espere hasta que pareció más cómodo, le di suaves mimos en el rostro secando el sudor y manteniéndolo cómodo, por su contextura dudaba que muriera pero seguro había sido difícil para el -Tranquilo Aldo tome su tiempo-

En unas horas despertó mientras suavemente limpiaba sus labios cálidos del sudor, sonrió un poco al verme y tocó mi mano con cariño entrelazando sus dedos -le tomara un poco ponerse en pie, descanse...-

El sonido de caballos acercándose nos tomo por sorpresa era la mujer y el general que bajo de un brinco del caballo, pensé que estaba preocupado por el caballero pero me tomo de la túnica y golpeó mi mejilla con fuerza lanzandome al suelo.

-Como te atreves a venir solo con un hombre, en vísperas de nuestro matrimonio- el parecía demasiado exaltado y pareció olvidar que también era un hombre, me puse en pie pero el me sujeto del brazo, la mujer auxilio al caballero el cual no podía moverse pero en sus ojos veía la rabia que llevaba consigo. Forcejee hasta cansarme para que me soltará, movía mis brazos y tiraba de su capa, me subió al caballo y el subió también, se mantenía firme al galope e ignoraba mis reclamos y esfuerzos por liberarme.

Así sin más me aparto de Aldo...

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