27 de Noviembre 1936.
Nuevo León, México
Las campanas de la capilla de uno de los pueblos más cercanos sonaron, dando a entender que era la hora en que todos deberían de no salir.
Eran ya las 12 con 2 minutos cuando la mayoría de las personas cerraban con candado sus casas para que nadie entrará en ellas. Su miedo no era el hecho de que algún ladrón entrará a sus hogares sino, que el miedo que aterrorizaba a grandes y chicos era aquella aterradora neblina acompañada de los pajarracos del diablo; o así las señoras mayores los llamaban.
Aquellas aves eran demasiado conocidas por el hecho de que eran uno de tantos sacrificios de las brujas de la montaña, mejores conocidas como las hijas del diablo. Por décadas ellas habían tomado poder de estos pueblos y no por su maldad sino; que la mayoría de ellas y ellos eran nombrados curanderos y ayudaban a la gente por solo un plato de comida y vestimenta, nunca fueron personas materialistas pues sabían muy bien que cuando su momento llegará todo lo que habían conseguido se desgastaria con el tiempo al igual que su piel.
El sonido de una carreta pasando a una velocidad lenta hacia que la noche se volviera más escalofriante de lo que ya era. Un hombre de tercera edad manejaba aquella carreta, las pisadas de los corceles negros eran las que acompañaban el sonido de las ruedas de madera ya desgastadas, aquel hombre usaba un sombrero de pico bajo logrando que gran parte del rostro de aquel hombre se ocultara en la oscuridad que provocaba aquel atuendo.
Una mujer en la parte trasera acompañada por un hombre delgado y alto, sus manos estaban atadas con una cuerda gruesa, sus muñecas estaban sangrando de todo el tiempo que ella trató de safar el agarre que aquel hombre le había hecho. El rostro de la mujer era cubierto por la rizada cabellera negra de aquella dama, su piel resaltaba entre todas las demás mujer pues era demasiado blanca que incluso las venas de su pecho y cuello resaltaban; su rostro era muy atractivo para los hombres aquellos ojos verde y labios gruesos rojizos podían enamorar a cualquiera, excepto a aquel hombre que la tenía atada.
— ¿Dónde esta ella? -pregunto aquel caballero, quién usaba un saco de piel negra que llegaba hasta sus tobillos, el olor a puro era el perfume que usaba aquel hombre y sus zapatos de pico daban a entender que lo que quería no era una amistad, sino una matanza.
La mujer levanto la cabeza y solo le escupió en su rostro, le divertía el hecho de volver locos a los hombres y más si se trataba de aquel hombre.
— Sabes muy bien que no te lo diré -menciono la mujer con una amplia sonrisa en su rostro. Un escalofrío corrió por su espalda al ver como aquel hombre sacaba una afilada daga y se la apuntaba en el cuello.
Aquel hombre se había avalanciado a donde estaba aquella dama logrando que por un momento el carruaje perdiera el equilibrio.
— No estoy de humor, Sarah -menciono el nombre de aquella mujer quien en su rostro al escuchar aquel nombramiento el pánico se mostraba en sus ojos. No había cosa más horrenda para las brujas que descubrieran su verdadera identidad y no solo para ellas, incluso para los mismos demonios pues ese era su punto débil. La daga que el hombre tenía en sus manos poco a poco se fue enterrando en la piel de la mujer dejando como marca aquel camino de su sangre carmesí.
— En la siguiente cuadra vuelta a la izquierda, segunda casa con arbustos -menciono con rapidez la mujer, el hombre presionó con más fuerza aquella daga y un gemido de dolor salió de la boca de Sarah.
— No estoy jugando, ¿Donde es? -dijo, la ira en los ojos de aquel hombre avisaba a gritos que sería capaz de cualquier cosa si alguien lo engañaba y sabía muy bien que aquella mujer era una experta en el engaño.
— ¡Es ahí, Aarón! Es solo un engaño para el ojo humano esa fachada -declaro casi a llantos la mujer. Aaron dejo de presionar el cuello de Sarah y asomó su cabeza por la puerta de la carraza.
— ¡José! -llamo al hombre que tenía las riendas de los coreseles, aquel anciano voltio su cabeza al escuchar su nombre y detuvo por un momento el carruaje.
— Dígame, patrón -dijo con aquel asentó indio que era tan común en los empleados.
— Quiero que des vuelta en la siguiente calle y llévame a la casa de Arramberri -ordeno aquel hombre. El rostro de su empleado se llenó de miedo al recordar lo que paso en aquel lugar, no había cosa más horrenda que el ir a una casa en donde había ocurrido una matanza atroz y mucho menos en una noche tan solitaria como lo era está.
— Pero patrón -tartamudeo aquel sujeto— Sabe lo que dicen de esa casa, ¡esta embrujada! dicen que aún se escuchan los gritos de lamento de esas personas que murieron y quien quiera ir ahí va a -fue interrumpido por el grito que le dio aquel hombre.
— Me da igual, José. Llévame a esa casa ¡ahora! -declaro con enojo el hombre. El campesino con un ligero temblor en sus manos tomo una vez más las riendas de los caballos y llevo a su jefe a aquella casa en donde "habitaba el diablo"
El hombre metió su cabeza y pudo ver cómo la mujer que tenía atada aún seguía forcejeando su aquel amarre de sus muñecas pero le era imposible el deshacerse de eso pues aquel amarre era hecho por un experto en exorcismo, lo que significaba el las cuerdas estaban bendecidas.
El carruaje se detuvo en aquella casa de piedra, la cual tenía cubiertas sus ventanas y puertas con trozos de madera y unos arbustos crecían dentro de ella en forma vertical. Aquel hombre dio un paso fuera del carruaje y tomo por uno de los brazos de aquella mujer para que estaba bajará al igual que él.
El terror invadía el lugar, pues aún quedaban rastros de aquel incendio en donde habían muerto toda la familia que habitaba aquel hogar.
— Más te vale que no sea un engaño, Sarah -dijo con enfado, la mujer solo pudo levantar su vista al rostro de aquel hombre y el pánico que antes se mostraba en su rostro se fue desapareciendo poco a poco.
— Solo una bruja puede entrar, si tú pasas yo debo de morir -declaro la mujer. Aaron levantó una de sus cejas y antes de que pudiera decir alguna otra cosa la mujer se soltó del agarre de la mano de aquel hombre y comenzó a correr a la puerta en donde un fuego la invadió e hizo que comenzará a ser quemada. Un grito de dolor salió desde la garganta de aquella mujer dejando al final un eco de su voz junto son sus cenizas en el suelo.
Aaron aún sostenía en sus manos aquella daga bendecida con agua bendita pero no tenía a su empleado, pues este había salido corriendo de miedo en cuanto aquella mujer comenzó a ser quemada viva, los caballos rechinaban de miedo pero no podían moverse por el mismo terror.
La puerta de madera que antes estaba sellada con un pedazo de madera grueso poco a poco se fue abriendo, dejando a la vista una ligera abertura de donde salía una luz cálida, tal vez era el fuego de una chimenea o tal vez una lámpara de petróleo la que desprendía aquel brilló. El hombre a paso firme comenzó a acercarse a aquel lugar en guardia, aún sostenía con fuerza aquella daga y en su cinturón colgaba una pistola con balas de plata. Abrió con cuidado aquella puerta y pudo ver de donde provenía aquella luz, en medio de aquel lugar un fuego que flotaba a mediación de la habitación iluminando todo el lugar.
En una esquina se podía ver cómo un soporte sostenía una de tantas matraz con una sustancia algo dorada, mientras que en otras había sustancias moradas, rosas y una que otra cambiaba de color cuando el calor del fuego las tocaba.
En otra esquina unas aves en llamas volaban felices y jugaban entre ellas, pero cuando se enojaban en seguida peleaban hasta que una de ellas muriera y se convirtiera en cenizas de las cuales volvía a nacer.
En un rincón más profundo pudo notar como un libro con un gruesor de 2 pulgadas flotaba en lo que parecía un escritorio hecho con adornos de oro. Estaba decidido a saber de qué se trataba aquel libro pues algo en este lo llamaba por su nombre.
— No tenía planeado tener visitas hoy -dijo una voz femenina. La concentración de aquel hombre se perdió y comenzó a mover su vista en busca de donde provenía aquella voz tan llamativa.— Y más si se trataba de un hombre como tú -aparecio al final aquella mujer delante de él— Aarón -lo llamó.
Aquella mujer usaba un atuendo que dejaba poco a la imaginación, pues con solo una ligera bata que cubría hasta 5 dedos de su rodilla y mostraba gran parte de sus glúteos sostenía dos copas de vino en sus manos.
Le extendió una de ellas a Quel hombre quien la tomo con algo de curiosidad.
¿quién era ella?
era lo que se comenzaba a preguntar Aarón.
— No eh venido a beber -dijo mientras ponía aquella copa de vino en el primer estante que encontraba. Una sonrisa traviesa en el rostro de aquella mujer se dibujó dando a entender lo divertido que era este momento para ella.
— Muchos dicen eso y al final terminan embriagados -declaro la mujer— Pero si no lo quieres, más para mí -dijo aquella dama y comenzó a caminar por el lugar. Movía sus caderas cada vez más provocativamente para poder llamar la atención de aquel hombre, pero a Aarón el importaba poco que ella quisiera acostarse con él. Él solo venía por algo que le importaba más que a nada, su familia.
— Eres tu la curandera de la que todos hablan -solto el hombre y una carcajada de parte de la mujer salió.
— ¿Ahora nos llaman así? -dijo— Bueno... es menos horrendo de a como nos llamaban antes -declaro y tomo de un trago una de las copas de vino que tenía en sus manos.
— Quisiera pedirte algo -dijo el hombre logrando captar más la atención de aquella mujer— Te juro que te pagaré bien -contesto con rapidez. La dama solo se limitó en observarlo de cabeza a pies tratando de encontrar algo de engaño en la voz de aquel hombre pero eso era imposible, había dicho algo que pocos hacían y eso era muy honrado entre los hechiceros.
La mujer camino hacia el estante en donde tenía algunas sustancias y tomo una color esmeralda, la cual brillaba como la misma joya, de un platillo en donde había unas plumas hecho aquel líquido en ellas logrando que un humo color negro saliera de esa sustancia.
Tomo la Pluma que ahora era de un tono Jade y la medio en un envase de cristal y lo tapo con uno de los corchos que tenía para que en ningún momento pudiera salirse.
— La pluma del Fénix con lágrimas de Venus, es única por el hecho de enamorar a alguien -dijo la mujer con algo de cansancio, pero al parecer eso no era lo que buscaba aquel hombre.
Aaron negó con su cabeza y le extendió a aquella mujer una hoja con garabatos.
— ¡No quiero esa basura! ¡Quiero algo que nos quite una maldición! -declaro el hombre casi a gritos. La frente de aquella mujer se arrugó un poco, ligeras líneas de expresión se mostraron en ese lugar y solo pudo dejar en una de las mesas aquel frasco y tomar las hojas que el hombre le había dado.
— ¿Una maldición? Es que no les enseñaron que jugar con fuego termina quemandolos -se burló la mujer pero aquella broma solo provocó que una tensión apareciera.
— Cuando tenía 8 años mi abuela hizo un pacto con un demonio que terminó engañandola y ahora tenemos toda la familia la maldición de los 30 años -dijo. La mujer comenzaba a leer aquella hoja que el hombre le había dado y pudo darse cuenta en segundos que esa maldición solo podía ser rota por otra.
— Ya conozco eso -dijo devolviendo las hojas a su dueño— Pero es algo imposible el quitarlo sin dejar huella -declaro.
— ¡No importa! Solo... -hizo una pausa— Solo quiero que mi familia viva -declaro Aarón. Por primera vez en la vida de la mujer pudo escuchar como unas simples palabras pudieron sonar tan sinceras, la mayoría de las personas que la buscaban era por que quieran enamorar a alguien o hacer que a alguien le vaya mal, pero nunca por el bienestar de los demás.
— Solo hay una forma de quitar esa maldición -comenzo a decir— Para quitar una maldición como la tuya debe de ser reemplazada por otra mayor -dijo y el rostro de aquel hombre se volvió pálido, él sabía que si no lo hacía sus hijos morirían muy jóvenes y el también pero si lo hacía ellos vivirían con algo que ocultar. Sin embargo él entendía muy bien que ante una acción siempre venía otra, era todo como un Bumeran en donde lo que sea que hiciese se le regresaría.
— Hazlo, todo sea por el bien de ellos -declaro y la mujer con cuidado tomo un libro entre sus manos y comenzó a recitar un hechizo.
— Ad potestatem habeo, ut auferat vobis offerre plus poena et potestatem, nisi tibi, et de cognatione tua, digni sunt magia, Damnum magica stellarum -termino de decir y una luz cegadora apareció en el lugar cubriéndolo todo.
Los ojos de aquel hombre se abrieron al par al sentir la húmeda y fría brisa de la noche, estaba fuera de esa casa con la mirada en la entrada de aquel hogar.
— La magia pérdida ahora está en tu familia, úsala cuando sea necesario y lo menos posible sino -hizo una pausa la voz de aquella mujer— Terminarás antes de los 30 muerto -termino de decir y aquel hombre pudo comenzar a sentir como un pinchazo en su pecho se hacía presente, seguido de un agudo ruido en sus oídos. Al final de todo había logrado borrar la maldición que tenía pero terminó con una mucho mayor, una que solo pocos podían tener, una que salvaría a cualquiera.
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PROXIMAMENTE REGRESA EL FENOMENO LITERARIO DE MAGATOON.
05/02
En algún pueblo de SLP, México.
Actualidad
El reloj que colgaba de la pared de alado de la entrada comenzaba a marcar la hora de cierre de la farmacia de mi familia. Aunque ahora su único propietario era yo.
El sonido del gotero del lavabo del pasillo que conectaba con el baño se comenzaba a escuchar. Gota por gota caía y le hacía compañía el claro y entonado Click-Clack del reloj. Suspiré con fuerza al ver como el tiempo pasaba y ninguna persona entraba al lugar.
Todo este tiempo solo podía quedarme sentada en la silla metálica de la recepción y soportar el dolor en mi trasero y los calambres por estar tanto tiempo en la misma posición.
Era lo que extrañaba de este lugar, y no se trata de solo atender a las personas, si no, que extrañaba la amabilidad y bondad que mis padres tenían hacia los demás. Aún recuerdo la sonrisa de mi padre hacia los pequeños que se enfermaban o dañaban con alguna caída.
Lo extrañaba todos los días al igual que a mi madre, quién fue su enfermera y ayudante en todo. Realmente los extrañaba.
Mire el techo del lugar con la esperanza de encontrar en este algo que llamará mi atención, pero no lo conseguí. Después de unos segundos el sonido de las campanillas de viento dando a entender que alguien había llegado.
— Buenas noches, María - la voz de la señora Magdalena me llamó. En mi rostro se había creado la típica sonrisa falsa que durante años se convirtió en algo natural para mí. Me había acostumbrado a ella desde, pues, desde que perdí a mis padres.
— Buenas noches, señora Magda -le sonreí ahora con verdadera felicidad y ella se acercó a paso lento hasta donde yo estaba. Por instinto me acerque para ayudarla a caminar y sentarse en una de las sillas de espera de la farmacia.
— Siempre tan considerada, María. ¡Identica a tu madre! -dijo mientras lanzaba una ligera risilla.
— Señora Magda ¿Cuántas veces le eh dicho que no caminé tanto? ¡Le hará daño! -la regañe, aunque parecía algo absurdo, ella no entendería. La señora Magdalena desde hace mucho tiempo fue una de las pacientes de mi padre, ella me vio crecer y desafortunadamente fue testigo del velorio de mis padres. Con el tiempo se volvió como mi abuela, una abuela terca.
— Y con el carácter de tu padre -me señaló y esbozo una sonrisa sin mostrar sus dientes.
— Y supongo que usted sigue siendo igual de terca, ¿Cierto? -añadi ahora yo y ambas soltamos una ligera carcajada.
— Ya me conoces, mi niña. El pedirme que me quedé sin hacer alguna actividad es como decirme que estoy medio muerta -dijo mientras hacía una cara triste. Reí y solo pude negar con la cabeza y recordar el como mi padre también le llamaba la atención por ello.
— No diga eso ¡Ni de broma! ¿Entendió? -dije mientras la señalaba. La mujer me sonrio y solo pudo dar un suspiro y comenzar a contemplar el lugar.
— Se siente... Bronceado solo. Sin ellos aquí es como si el tiempo se detuviera -comenzo a decir— Aún recuerdo cuando tu neciste. Una cosa tan pequeña que cuando te vi por primera vez que te vi pensé que eras un ángel de cristal. Tan frágil e indefensa -sus ojos comenzaron a empaparse, parecía como estuviera conteniendo las ganas de llorar— Y mírate ahora, mi niña. ¡Toda una mujer! -termino de decir y dio una carcajada.
— Esperé aquí, voy por su medicamento -dije aún sonriendo y me levanté de donde antes me encontraba arrodillada.
Aunque ya habían pasado años de la muerte de mis padres, aun me costaba asimilarlo todo. Desde la muerte de mi madre me di cuenta de lo dolorosa que iba a ser la vida, en ese entonces tenía solo 8 años y creo que fue en ese momento de su entierro en donde la vida también me estaba entrenando para la muerte de mi padre. Él fue un médico que salvo la vida de muchos, no pudo salvar la vida de mi madre, quién enfermo de una extraña forma. En fin.
Mi padre murió justo dos días antes de mi cumpleaños, ¿Como murió? Fue en un insendio de uno vecino para poder salvar a Carlos y a su madre.
Es fecha que aún extraño sus buenos días y cuídate cada vez que salgo a la calle. Hay días en donde desearía que él estuviera de nuevo conmigo y que me dijera que todo fue un sueño y escuchar sus Te quiero, hija, estoy orgulloso de ti, pero no es así.
Por más que desee eso se que nunca se volverá realidad. Pero también sé que ellos dos deben de estar felices viéndome desde donde sea que estén, hay veces en las que miro el cielo nocturno y siento como si alguna de entre millones de estrellas, en alguna de ellas, ellos están observandome siempre.
Sentí como algo húmedo comenzaba a escurrirse por mis mejillas, pase con rapidez mi mano en mi rostro para borrar el camino húmedo que estaban comenzando a dejar algunas lágrimas que salían y meti en la bolsa de cartón el último medicamento de la señora Magdalena.
Después de haber hecho una nota que mostrará lo que había comprado se lo entregue.
— Aquí tiene, señora Magdalena -dije mientras le daba aquella bolsa de cartón en sus manos. Ella solo me sonrió y de un pequeño bolso que guardaba en su pecho y saco de este un fajo de dinero.
— Aqui tienes hija -dijo al entregármelo todo. Mire con sorpresa lo que me estaba dando y justo antes de que pudiera decir algo ella me callo.
— Pero... Señora, esto es mucho -dije con sorpresa y agradecimiento.— Lo siento, pero no puedo -dije mientras trataba de regresarlo pero ella lo negó sujetando con fuerza mi mano que sostenía el dinero.
— No, es tuyo, lo vas a necesitar -dijo con una sonrisa y no podía negarle nada. Lo acepte con poca gana y solo le sonreí con algo de vergüenza en mi rostro.
— Déjeme la acompaño a su casa -dije pero ella negó.
— No es necesario hija, mi esposo me está esperando fuera, puedo ir sola -dijo.
— Por lo menos permítame acompañarla a la salida -dije y ella volvió a sonreír y por primera vez en un buen rato escuché un sí.
— Vaya con cuidado, duerma bien y tome su medicamento -dije, aunque parecía más un regaño que otra cosa.
— Si hija, lo voy a hacer. Cada día te pareces más a tu padre -dijo y ambas lanzamos una ligera carcajada. Si mi padre la viera ahora aún siendo terca de seguro le daría unas buenas amonestaciones estaba segura.
— Bueno, vaya con cuidado -dije y después de unas últimas charlas nos despedimos.
Regresé a la Farmacia y justo cuando estoy por llegar a mi escritorio encontré una carta.
Era de una hoja gruesa y en las orillas lo decoraba un color dorado que brillaba con cualquier luz. En medio un gran seño rojo lo decoraba el cual formaba una rosa rodeada de espinas y alas que por alguna extraña razón me parecían conocidas.
Tal vez esto era de Magdalena y lo había olvidado aquí. Salí a la calle para poder buscarla, pero no la pude encontrar por ningún lado, era como si de la nada hubiera desaparecido.
Regresé una vez más a la farmacia con desánimo de no encontrarla y justo cuando regrese me di cuenta de que la carta cada vez era más llamativa para mí.
El dilema de si abrirla o no me hizo por un momento volverme loca. No tardó en aparecer el ángel y el diablo en mis hombros, mientras uno me decía que debía de abrirla para poder saber de qué trataba otra voz me decía que no lo hiciera porque algo malo sucedería.
Por primera vez en mi vida decidí escuchar a la voz diabólica que tenía a mi lado izquierdo, justo cuando mis dedos rozaron el grueso seño este se partió en dos, la abrí y comencé a leerla. No podía creer lo que estaba leyendo, esto debía de ser una maldita broma.
Señorita María Cortez
Por medio de esta carta le mandamos un cordial saludo y a la vez para informarle que nos enorgullece el decirle que es bienvenida a la Universidad de magia Ana Bolena.
Dentro de unos días le será entregado la dirección en donde la buscaremos para llevarla a nuestras instalaciones.
Sin más que decir, felicidades y bienvenida.
Atte. Jonathan Norte.
Director de la institución
No puedo creer lo que estoy leyendo. ¿Una escuela de magia? ¿Qué rayos pasaba aquí? ¡¿Qué tipo de broma de muy mal gusto me están haciendo?!
Sin pensarlo dos veces rompí la carta en mil pedazos y la tire en el bote de basura que tenía a un lado. Lo peor que me podría pasar ahora sería pasar por una broma de quién sea.
Mi padre siempre quiso que estudiará, que fuera a la universidad, claro que a mí siempre me ha gustado la escuela y se podría decir que soy una cerebrito en esta. Es por eso que el ver algo así hace que me hierva la sangre. ¡Están ofendiendo su memoria!
El sonido de la cortina de metal chocar con el suelo hace que me distraiga un momento de lo que estoy haciendo. Muchas veces mis papás me dijeron que nunca dejará caer con fuerza la cortina pues está se podría romper, pero esta vez lo hice sin pensar y la cortina casi se rompe con el pavimento.
— Perdón, no volverá a pasar -dije como si estuviera pidiendo disculpa a alguna reclamación de mi papá.
¡! Lo extraño.
Las lágrimas comienza a amenazar su salida, pero solo miro hacia el cielo para evitar que estás se deslicen por mis mejillas. Doy un gran suspiro para mis adentros y comienzo a caminar a dirección de mi casa después de ponerle candado a la cortina.
A diferencia de este rumbo, donde soy "querida" en donde vivo es todo lo contrario. Mi familia decidió vivir ahí por ser el primer lugar en donde vivieron y donde mi mamá me dio a luz, además este sería mi único lugar que me queda donde tengo recuerdos de mi mamá y papá juntos.
Desafortunadamente la idea de que soy su hija no muchos lo creen. Nací con el cabello rubio, aunque se asemeja más al plateado y con ojos color negro azabache, son tan oscuros que muy a duras penas logro diferenciar mi pupila con la iris.
¿Por qué es extraño? Ninguno de mis padres tiene los ojos así de negros y el cabello así de claros, a no ser que mi mamá se pintara el cabello de vez en cuando -cosa que no creo-
Escondo mi cabello en la gorra de algodón que le regaló mi mamá cuando se enteró de cómo me miraban las personas. Estoy casi segura que me sugirió el teñirlo pero nunca lo hice, siempre me gustó mi cabello natural, me hacía sentirme única. No tengo por qué avergonzarme de mis defectos, todo mundo los tiene, pero solo queda a su decisión si esconderlos o aprender de ellos para después convertirlos en virtudes.
Camino calle arriba y paso por uno que otro callejón para llegar antes a casa. Todo a mi alrededor va cambiando al ritmo de que me acerco mi barrio. De los edificios antiguos y bien cuidados se van transformando en casas pegadas unas con otras hasta convertirse en un lugar de muerte. Ni los policías quieren hacer guardia en esta zona por la violencia y delincuencia que hay aquí, cosa que me parece absurda pues ese es su trabajo, pero en fin, en ocasiones no podemos cambiar el régimen o mentalidad tan pobre de algunas personas.
— ¡Bolita, por favor! -me grita un niño quién juega con otros al futbol. Han creado unas porterías improvisadas con unas ropas y botes de basura. Me doy cuenta que su pelota, la cual el cuero está muy desgastado y se podría decir que se ve el interior de esta, corre a mis pies.
Le doy un leve empujón y lo paso al pequeño quién me sonríe y grita un gracias con sus amigos.
Son las nueve de la noche y estoy casi segura que pronto sus mamás los llamarán a entrar a casa, pues a estas horas comienzan a salir las malas influencias.
Paso por casas de las cuales escucho uno que otro llanto de bebé, cosas romperse ya sea con el suelo o pared, uno que otro golpeando a su mujer, gritos de parejas peleando y uno que otro borracho haciendo berrinche en la calle con su esposa para querer entrar a casa.
Me tapo un poco el rostro con la gorra para poder evitar un poco todo a mi alrededor, pero aunque quisiera eso no puedo. Siempre ha habido una voz en mi interior que me grita que debo de ayudarlos pero la razón es la que me detiene y me dice que no tengo por qué hacerlo.
En sí, me siento impotente a estar en un también te como este.
Después de un rato en caminar llegó a mi casa, la cual está casi en lo alto de una colina, lejos de la mayoría de las personas gritonas y cerca de un pequeño bosque. Según mi papá, había escogido este lugar para ir cuando me sintiera mal mirará la belleza que me rodeará, pero eso solo podía ser de día, pues de noche parecía más un lugar embrujado que un bosque de hadas.
La luz de la luna ilumina mi rostro. He olvidado prender la luz de la calle antes de irme y para mi suerte el farol que está fuera aún no funciona del todo bien.
Justo cuando estoy por llegar y sacar mis llaves noto como alguien pequeño está delante de mí puerta, sentado en las escaleras de madera gastada, ocultando su rostro es sus piernas.
Al acercarme y por la ayuda de la luz de la luna me doy cuenta que es Carlitos, el hijo de mi vecina.
— Oye, ¿Qué haces? -le llamo, logrando captar su atención. El pequeño levanta con rapidez su cabeza oculta entre sus piernas y al verme solo puedo notar lo hinchados que están sus ojos.
— Hey -vuelvo a decir pero ahora en un tono mucho más apagado, como si estuviera consolándolo. Me pongo de rodillas para verlo mejor y lo tomo de sus pequeños y delgados hombros.— ¿Otra vez ocurrió? -pregunto pero solo obtenido respuesta un ligero asentimiento de cabeza. Me acomoda a su lado para abrazarlo de los hombros y acercarlo un poco más a mí. Él no pone objeción y solo se acurruca en mi pecho, como si hubiera estado esperando mucho tiempo en hacer ese gesto.
— ¿Como fue esta vez? -pregunto una vez más y logro escuchar cómo se traga un poco sus logos y con una mano se limpia una de sus mejillas. Carlos se aleja un poco de mí son levantar la vista del suelo y solo puedo ver como si labio inferior comienza a temblar.
— Es lo de siempre... Siempre es lo mismo. Llegó borracho y comienza a gritarle a mi mamá, no supe más porque escuche como algo se cayó al suelo y salí corriendo... ¡Soy un inútil! -se queja y muerde su labio inferior para evitar que este vuelva a temblar, pero claro que eso no ayudará a esconder su voz quebradiza.
Lo abrazó una vez más y apoyo mi mentón en mi cabeza mientras le repito una y otra vez que olvide eso.
— No digas eso, ¡Nunca pienses así! ¿Me oíste? -dije al tomar si rostro entre mis manos y verle mejor sus ojos los cuales estaban completamente rojos de tanto llorar.
— Pero...
— ¡Nada de peros! Tu eres alguien especial, Carlos. ¡No eres ningún inútil ni cobarde! ¿Me oíste? Solo hiciste lo que creíste que es correcto -digo casi a gritos para que pueda entenderlo, él solo me mira con sus ojos aún cristalizados y me abraza.
— ¿Y si le hace algo a mi mamá? -pregunta con miedo.
Vaya, nunca había pensado en eso, pero ¡Es un niño! No puedo hablar con él como si fuera un adulto, no lo entendería y aún si así fuera sería mucho para él.
Tomo un leve respiro y solo le sonrió.
— Eso no va a pasar. Mientras yo siga con vida no a tú mamá, ¡Ni a ti! Les van a hacer daño, ¿Ok? -digo lo último con mucho énfasis para pueda calmarse. Él una vez más me abraza con más fuerza que antes y oculta su rostro en mi pecho.
— ¿Puedo dormir hoy aquí? Puedo dormir en el sillón y te puedo ayudar con lavar los platos -dice con rapidez y algo de timidez. De algún modo lo entiendo, no me gustaría que se fuera ahora su casa estando así las cosas con sus papas.
Asiento con una dulce sonrisa y le despedimos un poco el cabello. Carlos solo ríe y lo dejo entrar a la casa.
— Solo no te esperes un majar de reyes, ¿He? -le digo al entrar después de él y dejando mis llaves en el pequeño plato de porcelana que había hecho mi mamá.
Carlitos solo ríe y se sienta en el sofá de la sala, el cual ya comienza a estar un poco desgastado.
Me quito la gorra y al igual que las llaves lo dejo en ese plato. Me ato el cabello en una coleta y me dirijo a la cocina para preparar algo que pueda completar para un niño y para mí.
— ¿Quieres que te ayude en algo? -pregunta con timidez el pequeño al acomodarse en una de las sillas de madera de la mesa.
— ¿Sabes cocinar? - pregunto fascinada al verlo tan curioso en lo que soy haciendo. Realmente no sé si es porqué le llame la atención la cocina o si es porqué ya debe de tener hambre.
— Emmm... No... ¡Pero aprendo rápido! -dice con emoción y entusiasmo, tanto que me provoca ternura.
— Descuida, ya casi termino. ¿Por qué no me ayudas sacando una jarra de agua de limón del refrigerador? -lo invito a hacerlo y el solo se levanta de su lugar y abre el refrigerador para poder sacar una jarra de plástico de color morada.
— ¿Es está? -pregunta señalando la con sus delgados brazos.
— Si, ponla en la mesa con cuidado, ¿Quieres? -digo sin despegar mi vista de los huevos con chorizo que hago y de las tortilla de harina que estoy calentando en el comal. Carlos acomoda la jarra con mucho cuidado y éxito en la mesa para después volverse a sentar en su lugar.
Termino de guisar la comida y calentar las tortillas para después ponerlas en la mesa cubriendo las con una tela que cosí hace algunos años para mí mamá el día de las madres.
Comienzo a servir lo que hice en tacos y se los sirvo al pequeño quién solo hace una leve oración para agradecer los alimentos y comenzar a comer.
Imitó si acto y después me meto a la boca un mordisco del taco.
— mmm... ¡Está muy rico! -dice con emoción mientras mueve sus pies que cuelgan de la silla.
— Será porque tenías ya hambre. -me burló al agarrar un taco más y dárselo.
— No creo, mi mamá no cocina tan bien como tú. Por eso vengo de vez en cuando aquí contigo a comer -dice con inocencia mientras muerde el taco que le dí.
— Auch... Y yo que pensé que venías a verme a mí, creí que éramos amigos -digo haciendo un gesto falso de ofendida y logrando una ligera carcajada de su parte.
— No. Solo que me gusta estar contigo, siempre has transmitido esa sensación de paz a los demás -dice.— Oye, ¿Te puedo preguntar algo? -dice justo cuando estoy dando un mordisco a mi último taco.
— Si, claro. Dime -le contesto con la boca un poco llena. Me trago la comida y doy un sorbo a mi caso de agua.
— ¿Por qué ocultas tu cabello? -pregunta de la nada. Casi me atragantó con el agua, nunca espere ese tipo de pregunta de su parte.
— ¿Qué? -pregunto mientras me limpio la boca con una servilleta.
— Es que siempre te he visto que usas esa gorra para ocultar tu cabello -dijo señalando su vista al plato donde antes deje mis cosas. Me miró una vez más, aunque parecía que él quería saber más sobre el tema no me gustaría hablar de algo como eso respecto con un infante.
— ah... Es... Por qué no me gusta -digo lo primero que se me ocurre.
— No deberías de ocultarlo. ¡Es genial! A mí me gustaría tener tú mismo color de cabello -dice con alegría mientras se ve un ligero mechón de su cabello y luego el mío— ¿Como le haces para tenerlo así? -susurra con asombro. Solo sonrió y asiento un poco.
— Tienes razón. Nunca debemos de ocultar lo que realmente somos -agrego con ánimo y luego comienzo a levantar los platos sucios.
Carlos me ayuda guardando la jarra de nuevo en el refrigerador y con uno que otro plato o vaso.
Después de un rato él duerme mi cama mientras yo solo estoy a su lado analizando lo que me ha pasado en un solo día.
Primero esa reacción de la señora Magdalena con darme demasiado dinero, luego esa carta de "una escuela de magia" la cual es muy mala broma y por último el tener aquí a este niño.
Observó una vez más al pequeño quién duerme a mi lado con tranquilidad. Sonrió al verlo tan relajado, pero a la vez me da un poco de tristeza, pues cuando despierta se afrontará a la realidad.
Dejo de pensar en ello, dejo de pensar en todo por un segundo. El cual me basta para cerrar los ojos y dormir.
Al día siguiente me despierto temprano y levanto a Carlos de la cama. Después de desayunar un poco salimos de la casa y nos dirigimos a la suya.
Durante el camino juego con el a un fútbol improvisado el cual usamos una pequeña piedra y la lanzamos el uno al otro.
— Y tira... Y ... -digo casi a gritos.
— ¡Gool! -grito con euforia Carlos, quién me había lanzado la piedra y está paso entre mis piernas.
— ¡Epale! Hiciste trampa -digo en un tono fingido de tristeza.
Ambos volvemos a reír y a caminar a su casa. Me gusta verlo así de feliz, así es como debe de estar siempre un niño, no como la noche anterior en que él lloraba por no poder hacer algo por su familia. Como dije antes, llegó a entenderlo un poco, pues cuando le detectaron un tumor a mi mamá; el cual nunca supe mucho sobre el tema, no podía hacer algo para salvarla.
Después de un rato en hacer tiempo para no encontrarme con el eatupido esposo de Verónica, la madre de Carlos, llegamos a su casa. Doy unos golpes a la puerta de madera y en menos de 5 segundos ella me abre.
Mira a Carlos quién está a mi lado para después salir corriendo a él.
— ¡Carlos! ... Gracias, María. Te prometo que no volverá a pasar -dice teniendo a Carlos en sus brazos. Lo tiene en medio de sus piernas y sus manos toman sus pequeños hombros.
— Descuida. -digo levantando una de mis manos. Pero justo entonces es cuando me doy cuenta de que ella tiene un mechón de cabello tapando gran parte de su rostro.
La miró por unos minutos para después acercarme a ella y hacer a un lado el cabello que cubre su rostro. Es cuando notó un gran moretón morado que abarca desde su ojo hasta su pómulo derecho, su mejilla está un poco raspada y su labio tiene una cicatriz en forma de uve. Por un momento no me digo nada, solo la miró en espera de que ella diga algo pero cuando trato de buscar su mirada me doy cuenta que también en su cuello tiene marcas de hacer sido estrangulada.
— Fue él -digo tratando de preguntar pero parece más una declaración. Siento mis entrañas arder, como si un fuego en mi interior se comenzará a dispersar por todo mi cuerpo. Es la adrenalina que me provoca el verla así, ¿Como puede seguir pasando esto?
Escucho de rato a lo lejos algo romperse. Me volteó para ver qué fue lo que se rompió o quien lanzó algo frágil cuando me encuentro con su esposo caminando en la calle de un lado a otro. No usa camisa y se puede notar su barriga enorme y llena de pelos, por fortuna usa un pantalón de mezclilla algo desgastado y unos zapatos rotos.
Se me queda viendo un momento para después caminar enfadado a mí.
— ¿Qué me vez? - pregunta como si me estuviera retando. Muy a duras penas se puede mantener en pie a ahora quiere buscar pelea. Vaya idiota.
— ¿Tú le hiciste esto? -pregunto señalando a Verónica a mis espaldas. Ella al ver cómo le hablo entra a su casa y cierra la puerta. El hombre solo me mira con el celo fruncido por un monto para después sonreír.
— Se lo merecía. Es una perra, ella como mujer debe de obedecerme y hacer lo que yo diga, si no lo hace - se encoge de hombros— ya conoce las consecuencias. ¡Yo soy el hombre de la casa..! -y antes de que comience a gritar otra estupidez le plantó un puñetazo en su rostro, logrando que pierda el equilibrio y se desparrame cerca de unos botes de basura y bolsas negras que huelen a muerto.
Me mira con enfado y sorpresa, tal vez no se esperaba esto de mí, pero ya me cansé de ver como sufren las personas que me importan y no poder hacer nada.
— ¿Muy hombrecito? Vamos, ¡Golpéame! Si es que puedes -digo lo último en susurro, como su estuviera amenazando a alguien. Me acerco un poco a el para verlo tratando de levantarse pero a entonces donde me lanza un movimiento de brazo. Me muevo logrando esquivar su torpe ataque. Vuelve a hacer lo mismo ahora ya de pie, después se lanza a mí para tomar mis muñecas pero soy más rápida y me muevo quedar detrás de él y darle una patada en su espalda. Vuelve a perder el equilibrio y se pone de rodillas, me mira por el hombro y después se levanta y vuelve a lanzarme un golpe, luego otro, los dos los esquivo y justo entonces cuando lanza el tercero logro tomar su muñeca y lo vuelvo a tirar al suelo.
— Maldita - dice con enfado contra el pavimento. Hago un ruido con mi boca y mueve mi cabeza de un lado a otro, como si estuviera negando lo que acabo de oír.
— Ahí te equivocas, yo sí fui planeada, no como tú que naciste fuera del matrimonio -decia entre dientes mientras apoyo mi rodilla en su espalda. Lo que dije si que era verdad, según lo que había escuchado de una conversación que tuvo mi padre con Verónica cuando se está acababa de casar con él. Lo tuvieron fuera del matrimonio y sus padres por eso no lo tomaban en cuenta la mayoría de las veces.
Comienza a moverse debajo de mí. Me percato que a un metro de distancia está un fragmento de vidrio roto demasiado filoso, estira su brazo para alcanzarlo y tal vez apuñalarme con el, pero antes de que lo haga le sujeto ambos brazos y me levanto un poco para darle otra patada en la espalda.
Comienza a quejarse en el suelo, moviéndose de un lado a otro tratando de tocar la zona donde antes le di el golpe. Pateo con rapidez el vidrio y justo entonces se levanta para volver a lanzarle otro puñetazo. ¿Es que no aprende a la primera?
Le esquivo y doy un rodillazo en su costilla y un puñetazo en la quijada. Se queda tirado en el suelo mirando hacia el cielo, tal vez mareado por recibir aquel golpe.
Me acerco para quedarme enfrente de su rostro y tomarlo por detrás del cuello y acercarlo a mí. Lo miro una vez más, lleno de sangre y moretones, su mirada pérdida y sangre saliendo por su nariz.
Se ve como un idiota.
— Haremos un trato -digo en un tono más amistoso— tú -canturreo— dejas en paz a Verónica y a su hijo hasta que dejes la borrachera y dejes de ser un mantenido -comienza a gruñir. Aprieto su parte baja del cuello logrando que se queje una vez más— Y ya no te vuelvo a golpear... Mírate, ¿Quién diría que el que se sentía un hombre por golpear y abusar de una mujer ahora estaría en el suelo hecho trizas por una mujer? -me acercó un poco más a su rostro— Das pena ajena.
Me levanto del suelo dejando ahí el cuerpo de un hombre sin alma. Solo lo único que lo mantiene vivo es el sentir el dolor de los golpes que recibió de mi parte. ¿Quién diría que el que trata a los demás tan mal es porque está completamente roto por dentro? Una vez mi madre me había dicho que quienes quieren ver sufrir a los demás o hacerles daño es porque ellos perdieron y sufrieron demasiado en el pasado que tratan de buscar placer en el dolor de los demás. Lástima que Carlos tenga un padre como él, me compadezco del pequeño.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta que la gente que vive cerca salió a ver lo que estaba pasando. Todos me miraban, chismeaban entre ellos en voz baja, uno que otro grababa lo que había pasado, me miraban como si lo que estuvieran viendo era a un espécimen raro.
— ¿Ya la viste?
— Sí, yo siempre dije que ella no era de fiar -comenzaban a decir unas viejas entre ellas. Mi atención se encuentra en ellas para que después estás miren a otro lado.
Bajo la mirada al suelo y es ahí donde me doy cuenta que mis manos están empanadas de sangre y con uno que otro raspón en ellas.
Escucho después unos aplausos de parte de unos ancianos, luego el de un hombre, para al final tener a unas 6 personas alagándome.
— ¡Te lo merecías,! - gritaba un hombre de unos treinta y algo.
— ¿Qué se siente ser ahora tú el que está en el suelo? -escucho de otro lado de parte de una mujer. Comienzan a echarle al hombre yace en el suelo para después un chico me pone una mano en el hombro y me sonríe.
— No te sientas culpable. Amor... -hace una pausa al ver al hombre en el suelo— Con amor se paga -añade lo último con disgusto al verme.
Sonrió con tristeza para después sentir como algo pequeño me rodea la cadera. Carlos salió corriendo hacia mí llorando y Verónica hacia lo mismo.
Una vez me dijo mi padre que el mundo estaba lleno de maldad, que desafortunadamente no podías confiar en nadie. Recuerdo que ese día le pregunté por qué pasaba eso, él solo me sonrió y dijo algo que nunca olvidaré.
— Las personas creen que teniendo poder y valores serán las mejores, cuando lo único que hacen es matarse asi mismos al hacerle daño a los demás...
Eran las 4 de la tarde y me encontraba por cerrar la farmacia. Hoy por ser domingo el horario era más corto, ningún cliente había venido así que se podría decir que había tenido un día calmado, claro que haciéndose e lado lo que había ocurrido en la mañana.
Aún no podía creer que le había dado una paliza a un abusador de mujeres, muchos piensan que eso me debe de hacer sentir bien pero de algún modo me siento mal. Tal vez esa no era la manera de parar sus abusos, pero como dijo Magdalena una vez.
Aveces es necesario el usar la fuerza física cuando no es posible con la fuerza mental y verbal.
Cerré una vez más la farmacia como los demás días, está vez tuve cuidado al cerrar la cortina.
El cielo comienza a nublarse, como si estuviera avisando la llegada de alguna lluvia pasajera, pero cambio de pensar cuando comienzo a escuchar truenos y ver relapagos en el cielo. Tal vez esta no sería una simple lluvia.
Camino con rapidez a mi casa, con la esperanza de que no me venga un diluvio encima, pero justo cuando estoy a dos calles de llegar comienza a chispear con fuerza hasta comenzar a Intensificarse.
Abrió la puerta lo más rápido que puedo al escuchar un trueno más fuerte que los demás. Tal vez haya caído cerca del pueblo, pero quién sabe, todo puede pasar.
Entro a mi casa un tanto empapada. Me saco el gorro y saco de mezclilla y los cuelgo en una silla por mientras.
Saco del refrigerador la jarra de agua helada una mano mientras que con la otra tomo un vaso de plástico transparente. Justo en cuanto me sirvo el vital líquido las luces de la casa comienzan a prender y apagar para después irse la luz.
— -maldigo por debajo y dejó el vaso y jarra en la mesa de madera. Comienzo a buscar en cajones algunos cerillos y velas, pero lo único que encuentro s un encendedor de cuello negro largo.
Recuerdo haber visto una velas por la vitrina que está en la sala, aunque siendo sincera ya no recuerdo dónde dejaba esas velas.
Busco en la vitrina, pero lo encuentro fotos y decoraciones de porcelana. Mi atención se queda en una foto enmarcada en donde se encuentran mis padres abrazándome en un parque.
Tomo el cuadro por un momento recordando aquel día. Recuerdo el haberme caído del columpio por intentar avalancearme sin manos. Recibí un buen regaño de parte de mis padres, pero después de que me hicieran una curación en mis piernas y codos raspados mi mamá me compro un cuaderno de dibujo.
Regreso el cuadro a su lugar para no distraerme más rato y cierro la vitrina.
Busco en los cajones cerca de la vieja chimenea pero no encuentro nada.
Espera. Es una chimenea, ¿Porqué no lo pensé antes?
Trato de quitarle el protector a la chimenea para ver si puedo prenderla, le justo cuando miro hacia el conducti de humo y me doy cuenta que este está sellado con unos pedazos de madera del cual caen pequeñas gotas de agua. Ahora recuerdo que mi padre lo tapo al darse cuenta que la llama de la chimenea se apagaba con las lluvias, se enojaba por eso y decidió al final cerrar el conducto y poner un protector para que solo se mostrará cómo parte de la decoración de la casa.
Suspiro frustrada al recordar aquellos y me levanto del suelo después de volver a acomodar el protector.
Busco con la mirada algún lugar donde podría dejar las velas. Busco por la habitación y en el piso de arriba, pero no encuentro nada. Después de un rato encuentro unas velas de aroma que tenían mis padres en una caja de cartón en su habitación, ¿Quién pone veladoras en un lugar así?
Pongo una en la cocina, otras tres en la sala y una que cada habitación y en el pasillo que da a las escaleras.
Justo cuando me queda una, la cual estoy por poner en el pasillo de la entrada un estruendo seguido de un trueno retumba cerca. Algunas cosas se mueven en su lugar, incluso un pequeño candelabro del techo se sacude en el techo. Otro más fuerte suena pero este hace incluso el suelo se mueva un poco. Me sujeto de la pared por el rotundo temblor y tratando de no perder el equilibrio.
Todo se queda quieto después del largo trueno que se escuchó. Me incorporo y vuelvo a tomar la vela en mis manos junto con el encendedor.
Pero justo entonces escucho como algo se cae en la cocina.
Dejo de lado la vela con el encendedor y corro hacia la cocina. Tal vez haya sido un gato que entró por la ventana o puerta de la cocina. Justo cuando estoy por llegar noto como la puerta de metal que da para el patio trasero está abierta. La cortina blanca que cubre la ventana de está está manchada con algo rojo. Veo un rastro del mismo color por el suelo de madera junto con un rastro de agua.
El aire que hace junto con las pesadas gotas de lluvia comienzan a chocar con las ventanas y la puerta se mueve de lado a lado con brusquedad. Siento un nudo en la boca del estómago, busco algun objeto que pueda usar como defensa pero lo único que encuentro es una escoba.
La tomo entre mis manos y la levantó, camino a paso lento y cauteloso a lo que sea que está provocando ese camino rojo. Un olor peculiar me llega y es ahí donde me doy cuenta que lo que está en el suelo es sangre. Observó la tela que está manchada con la misma y regreso mi vista a aquel camino.
Cuando estoy por llegar me encuentro con un chico rubio en el suelo. Usa un saco negro y pantalones ajustados del mismo color. Su cabeza está reposada en el estante de los platos mientras se cubre una parte de su torso, del cual sale sangre.
Dejo a un lado la escoba y salgo corriendo a su lado como si lo conociera.
Quito sus manos de su herida y solo puedo escuchar como comienza a quejarse. Hago a un lado la tela de su saco para ver su herida, me doy cuenta que es un corte unas 4 pulgadas, lo suficientemente grande y profunda como para que comience a desangrarse.
— Aarón Cortéz... Necesito... A Aarón Cortéz -dice entre gemidos de dolor. Pronuncia el nombre de mi padre como si su vida dependiera de ello. Lo miro por unos segundos para darme cuenta de lo pálido que está su rostro. Está perdiendo demasiada sangre. Tomo una toalla que cuelga de la agarradera de la estofa y la hago un pequeño bulto para ponerlo en su herida.
— Oye, vas a estar bien, ¿Ok? -digo acercando un poco mi rostro a él. El me mira con el celo fruncido por un momento para después tomar mi rostro con una de sus manos. Justo cuando toca mi rostro dice algo que no logro entender.
— Eres la última -dice lo último con un tono de voz apagado para después cerrar los ojos.
— Oye, no,no,no,no... Despierta, ¡Hey! -le grito mientras le doy leves palmadas en su rostro para despierte, pero no lo logro. Ha perdido el conocimiento.
Tomo su cabeza con cuidado y lo acomodo en el suelo, le miró su torso para después sin pensarlo desabrochar su saco y encontrarme con un abdomen bien formado, pero lleno de moretones y raspones.
Observó una vez más la herida, la cual sigue sangrando. Busco algo con que taparla por el momento para después llevármelo a la sala.
Encuentro una tela larga y comienzo a enrollar la por su abdomen sin acercarme tanto a él. Cuando ya lo he tapado me lo llevo a rastras a la sala.
Pesa más de lo que imaginé.
Justo cuando llego ahí lo acomodo con cuidado en el sillón y voy en busca de material para curar sus heridas.
— ¿Pero qué carajos hago? -me digo al ver como estoy cargando cosas, medicamentos y hierbas para sanarlo— Ni siquiera lo conozco, ¿Porqué lo estoy ayudando? -me quejó al regresar a la sala con una tela empapada de agua y una bacija con agua para limpiar la zona.
Mientras limpio su herida miro si rostro. Su nariz respingada resalta en compañía de sus labios levemente gruesos. Su rostro es algo brusco, pero atractivo, sus pómulos son pequeños y sus cejas gruesas son del mismo color que su cabello. Comienza a quejarse y su frente está empapada no se si es por la lluvia o su sudor, pero sin pensarlo limpio la tela que usaba para limpiar su herida y tomo una gasa para empaparla y ponerla en su frente.
Mojo mis manos en la bacija con agua y tomo un bote de alcohol y empapó otra gasa para desinfectar mis manos.
Uso otra con el mismo líquido y lo paso por al rededor de la zona dañada, sus gruñidos se hacen presentes al sentir la gasa tocar con su piel.
— Shhh... Está bien, está bien -digo tratando de calmarlo. Cosa que me parece absurdo pues él está casi inconsciente.
Tomo una aguja de cocer que encontré en la caja de costura y uso el encendedor de antes para calentarla. Ya le había puesto el hilo trasparente que me decía mi papá que usaba en heridas como está. Lo miro por un momento una vez más y luego a la herida.
— Perdón por esto, pero tengo que hacerlo -digo lo último un poco más para mí misma. Es entonces cuando junto las dos partes de la piel y comienzo a pasar la aguja, escucho como él comienza a quejarse, pero después de un rato deja de hacerlo.
Justo cuando acabó hago un ungüento casero con hierbas que mi mamá me había enseñado para que qué las heridas no se integrarán y lo pongo al rededor de su herida para después venta todo su dorso y hombro.
Me le quedó mirando una vez más a su abdomen en donde estaba antes lleno de heridas. Cierro los ojos por un momento tratando de rezar mentalmente para que lo que haya hecho le pueda ayudar un poco aunque sea para poder tener un poco de tiempo en buscar la ayuda de un experto. También lo hago al sentir como mi vista algo nublada y como mis ojos comenzaban a moverse de lado a lado, como si estuvieran demasiado cansados. Aún con los ojos cerrados puedo sentir ese hormiguero en ellos pero todo eso cambia al sentir como algo caliente traspasa por mis manos seguido de una ligera ráfaga de viento. No puedo abrir mis ojos para poder saber con exactitud qué es lo que ocurre ya que la fuerza del viento no me ayuda en mucho, pero justo cuando siento que ha cesado un poco, los abro despacio.
Si aún no podía entender el como es posible que haya una ráfaga de viento dentro de mi casa, ahora no podía creer lo que estaba presenciando. Una tenue luz blanca salía de mis manos, poco a poco si comenzaba a apagar, como cuando un foco deja de funcionar y se va apagando. Un relámpago iluminó gran parte de la habitación, de seguro había caído cerca del lugar, pues aún con las cortinas cubriendo las ventanas podía traspasar el destello de aquel relámpago.
Levante mi manos para poder observarlas mejor, me mire las palmas de las manos para poder encontrar en ellas algo lógico que pueda explicar lo que sea que acaba de pasar; pero solo pude encontrar manchas de la sangre de aquel chico que aún se escondían enteré mis dedos y las décadas arrugas de mis palmas.
Levante mi vista a aquel chico, quién aún seguía inconsciente. La sangre que comenzaba a brotar de su herida había dejado de hacerlo, como si aquella hemorragia se hubiera detenido. Solo había un ligero rastro de sangre en las vendas la cual comenzaba a secarse.
Me aleje de él de un brico por instinto.
¿Qué me estaba pasando? ¿Que había hecho? O más bien ¿Que fue aquella sensación?
Me pase las manos por mi rostro hasta llegar a mi cabello, en el cual pase mis delgados dedos sin importarme el hechos de que seguro me ensuciaria con la sangre de aquel chico que aún seguia en mis manos.
No deje de mirar aquel sillón desgastado en donde se encontraba aquel joven con desconfianza. ¿Cómo era posible que metí a un desconocido a mi casa sin pensarlo dos veces? ¿Es que soy estúpida?
Me golpeaba la cabeza con un uro mentalmente, estaban pasando cosas demasiado extrañas.
Pero no era momento de ponerme paranoica, no ahora que tenía a un desconocido en el sofá de mi casa mal herido —o eso aparenta—, solo podía hacer una cosa.
Me moví con rapidez sin despegar la vista de la sala, por si en algún momento él se despertará y comenzará a atacarme. Busque en la parte baja de la alacena donde mi padre guardaba las herramientas de trabajo que usaba para arreglar la casa, en donde también guardaba una soga lo demasiado gruesa y fuerte como para que nadie la pueda romper.
Al encontrarla la saqué de aquel pequeño almacén y caminé a pasado rápido pero cuidadoso de nuevo a la sala.
El chico aún seguía en el sillón inconsciente.
Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero más valía prevenir que lamentar. No puedo confiar en nada ni en nadie que no sea Magdalena, así me lo había dejado en claro mis padres y el tiempo. Sujete con fuerza los brazos del chico y los amarre al igual que sus piernas. Tal vez le dejaría marca por lo apretado que las estoy dejando, pero si no lo hago la que terminara con una gran marca seriá yo.
Después haberlo hecho me alejo un poco de él. Tomando asiento en la mesa de madera de centro y ver el cuerpo que atado de aquel chico. Lanzó una gran suspiro para luego tomar aire. La lluvia no tarda en escucharse, parece como si en vez de ser una lluvia pasajera fuera una tormenta o huracán.
Los truenos y relámpagos se hacen presentes durante mucho tiempo.
Comienzo a sentir como el cuerpo comienza a pesarme, mi cabeza comienza a perder el equilibrio ver vez en cuando. Me acomodo mejor en el sofá de mi padre para poder mantenerme despierta por un momento más. Pero después de un rato mis ojos, cuerpo y mente comienzan a pedirme a gritos que debo dormir. Por un instante cierro mis ojos para poder descansarlos un poco pero cuando los abro me doy cuenta que ya es de mañana.
El reloj enorme que cuelga de una pared comienza a sonar, dando a entender que son ya las 8 de la mañana, la hora en la que debería de estar abriendo ya la farmacia; pero tal parece que hoy no será un buen día para ir a trabajar.
Me acomodo en el sillón mirando a mi alrededor para inspeccionar que todo esté en orden cuando una voz que desconozco me llama.
— Buenos días. -dice quejándose— Al fin despiertas -ironiza con fastidio. Pego un brinco y un ligero grito al ver como el chico rubio que antes estaba inconsciente se comienza a sentar y a desenredar los nudos ciegos que le había hecho en sus muñecas.
Tomo por instinto lo primero que encuentro para defenderme y por fortuna lo que encuentro es el bastón metálico de la chimenea.
El chico al verme levanta un poco sus manos hacia su pecho, mirándome con las cejas levantadas y los ojos abiertos.
— ¡Espera! -dice con un poco de miedo. Sostenido con fuerza el mango del bastón para que mis manos no tiemblen demasiado. Pero cuando apuntó con el bastón al chico mis manos tiemblan un poco.
— ¿Quién eres? ¿Qué...? ¿Qué haces aquí? -comienzo a tartamudear. — ¿Cómo es que conoces a mi padre? -pregunto con algo de miedo aún sujetando con fuerza el bastón.
El chico por un instante frunce un poco el entrecejo y hace una mueca con su boca.
— ¡Contesta! -digo casi a gritos y acercando el bastón hacia él. Trago saliva con fuerza y nervios al notar como tarda en contestar. El chico mira con miedo la punta afilada del bastón y luego a mí.
— Yo...yo te voy a contestar todo lo que quieras. Pero antes, baja eso por favorcito, no sabes lo que es en realidad -dice con nervios y mirando una vez más con miedo el bastón. Lo observó con duda por un instante y para luego mirar el bastón. No encuentro nada extraño en éste, pero si es que tanto miedo le da esto pues mejor para mí. Acercó una vez más la punta del bastón hacia él y luego lo alejó después de unos segundos.
Por un momento se me hace extraño l tono en el que comenzó a hablar, pero en sí, si comienzo a tratar de analizar todo lo que ocurrió desde la noche anterior no puedo encontrar algo lógico para poder respaldar lo que esta pasando.
El rostro del chico comienza a relajarse un poco al notar como bajo y alejo el bastón de su rostro. Me mantengo aún alerta, por si algo llegase a ocurrir. La tensión en el ambiente se comienza a formar y aunque sé que se tardará en contestar levantó una vez más el bastón para hacerlo temblar y hablar.
— Tranquila, tranquila. -comienza a hablar más rápido— yo solo vine a buscar a Aarón Cortéz. Él es el único que puede tener la solución a un problema que tenemos en el Iris -dice con miedo y nervios.
¿El iris? ¿Una solución? ¿Es que no sabe que mi padre está...?
Dejo caer el bastón al suelo y aunque a él le provoca calma, a mí me provoca más ansiedad.
— ¿Que es el iris? -pregunto sería. El chico frunce una vez más el entrecejo y los labios, como si para él le fuera extraño escuchar ese tipo de pregunta.— !¿Qué carajos es el iris?! -digo casi a gritos. Logrando que él se alerte un poco.
— ¡El mundo mágico!, es el mundo mágico -repite con miedo.— Bueno, en realidad es una parte del mundo mágico, pero claro eso es una larga historia.
— ¿El mundo qué? -pregunto tratando de levantar el bastón una vez más. Él levanta las manos un poco, pues las tiene unidas con las cuerdas de las piernas.
— ¿El mundo mágico? ¿Lugar de los sueños? ¿Él nunca jamás? -pregunta como si estuviera hablando con una niña de 4 años. Frunzo el ceño un poco y trato de levantar de nuevo el bastón pero el grita.
— ¡No! Por favor -dice casi a gritos— ¿Es que nunca te lo contaron? Dónde, ¿Dónde está Aarón? -comienza a preguntar mirando al rededor. — Me dijeron que aquí vivía, ¿Dónde está? Y además -deja las palabras en el aire mientras se ve las manos y piernas amarradas. Bajo por un momento la vista y la regreso al notar como comienza a quejarse. Se toma las manos sujetadas y comienza a tratar de quitárselas.
— Además, debo de ser yo el que hace las preguntas ¿No crees? -pregunta levantando un poco sus muñecas sujetadas y piernas. Bueno, en algo tiene razón pero quién es él para que venga aquí a hablar de cosas locas.
— Sí, claro, lo dice el loco que habla de un mundo mágico y de mi padre al mismo tiempo -digo con enfado y acercando más el bastón hacia él.
Vuelve a temblar de miedo en cuanto me ve elevar el bastón y acercarlo absurdo rostro, pero después cambia su expresión de miedo a una de duda al escuchar lo último que dije.
— ¿Qué? -añade en un susurro— Yo... Carajo, ¿Donde está Cortez?
— Dos metros bajo tierra -añado con enfado. Puedo sentir como mis ojos comienza a llenarse de lágrimas, trato de contenerlas lo más que puedo para lo parecer alguien débil ante él. Pero lo único que me encuentro es a un chico rubio pálido. Las manos que antes tenía levantadas ahora las tiene en su regazo, su mirada la encuentro pérdida en un punto fijo de la sala para después dar un gran suspiro, esos que lanzas cuando algo te ha salido mal.
— ¿Cuándo fue eso? -tartamudea y parpadea unas cinco veces antes de volver a verme. Le sostengo la mirada por unos segundos para después blandar el agarre del bastón.
— Primero contesta lo que yo pregunté antes. ¿Quién eres? Y ¿Que carajos haces aquí? -digo con frustración. El chico volvió a levantar las manos un poco para pedirme mentalmente que volviera a bajar el bastón que había acercado y levantado demasiado a su rostro.
— Ok, ok, ok. Te voy a explicar -comienza a decir demasiado rápido— Solo, baja eso y vamos a hablar como personas civilizadas, ¿Qué te parece? -pregunta en un intento de sonreír pero termina pareciendo una mueca de dolor.
Me doy cuenta que se comienza a sujetar el torso vendado, justo donde estaba la herida.
Hago a un lado el bastón para poder acercarme a él y quitarle las manos de su vientre.
— No, deja de tocarlo. Terminará infectandose -añado al estar cerca de él y haciendo de lado el saco negro que cuelga de sus hombros. La parte de la herida, en donde ayer estaba comenzando a secarse la sangre ahora se volvía a abrir. Sin pensarlo le desató lá muñecas, y aunque siento su mirada en mí, no me detengo por ningún segundo en mirarle la cara.
— Necesito que te quedes quieto un poco, debo de percatarme de que la herida no se haya vuelto a abrir - digo mientras lo tomo de los hombros y finalmente lo miro a los ojos. Su rostro parece pensativo al verme, como si tratará de encontrar en mi algún error o falla en mi rostro. Se tensa en cuento mis dedos rozan con su piel desnuda y es ahí donde entiendo el porqué me mira así.
Estoy viendo lo con el dorso semi desnudo. A cualquier chica o chico lo pondría nervioso si lo vieran así, pero en mi caso eso no importa.
¡Por Dios! Mis padres tenían una pequeña clínica, ¿De qué tengo que sorprenderme?
A duras penas y con algo de esfuerzo, se acomoda en el sillón de la misma manera en como yo lo había acomodado el día anterior.
Le quitó la venda, la cual ya comenzaba a mancharse de sangre una vez más y justo cuando le quitó el ungüento que le había puesto me doy cuenta que la herida, la cual estaba roja y un poco abierta, pero justo entonces cuando mis dedos rozaron con su herida está se comienza a reconstruir hasta que queda completamente cerrada. Está sana y sin una sola huella de que estuvo en esa zona.
Observó desconcertada la escena hasta que se cierra y cura sola. Me hago para atrás un momento con la intención de alejarme de él, pero es entonces cuando siento que me sujeta de uno de mis hombros logrando captar mi atención.
Sus ojos cafés claros me observan con demasiada atención, como si estuviera contemplando una obra de arte. Para después mostrar una enorme sonrisa con aire de alivio.
— Eras tú -dice con alegría, como si se hubiera ganado la lotería.
Me alejo con brusquedad de él y sin pensarlo corro a la cocina en busca del teléfono para marcar a la policía.
Justo cuando levantó el teléfono y comienzo a marcar, pero es entonces cuando recuerdo que no ha regresado la luz desde ayer y que aún hay llovizna afuera.
Me maldigo al recordar eso.
— ¿En serio vas a marcar a la policía? -dice detrás de mí. Me sobresalto un poco al verlo desde el marco de la entrada de la cocina. Tiene la cuerda gruesa en sus manos, juntandola con cuidado y mirando con una mueca sus manos. — Vaya que tienes fuerza, chica -añade levantando sus manos y señalando con su mirada sus muñecas, las cuales ya comienzan a estar moradas y con unos que otros raspones.
Dejo caer el teléfono, el cual cuelga de la extensión enrrollada y solo se logra escuchar el pi de que no hay señal.
Mis ojos y boca se abren al par a ver cómo el está parado delante de mí como si no le hubiera pasado nada antes.
Agarro un cuchillo lo demasiado grande y filoso de la cocina y apunto con este a el chico. El levanta ambos brazos en manera de mostrar que el es inocente.
Pero después los baja al darse cuenta de lo que sostienen mis manos.
— ¡Genial! Antes era el bastón y ahora un cuchillo, ¿Después que sigue? ¿Un sujeta papeles? - ironiza. Sus brazos se cruzan y su mirada se penetra más en mí.
Sujeto con un poco de fuerza el mango de plástico del cuchillo, pero lo bajo con algo de brusquedad al darme cuenta de lo que estoy haciendo.
Mi mirada se baja a mis manos que dejan el cuchillo de nuevo en su lugar para después regresar mi atención a él chico que tengo delante de mí.
— Vaya, eso fue... Fácil - agrega ladeando un poco su cabeza.
Levantó mi menton un poco para no notar me tan asustada como lo estaba antes.
¡Dios, María! Te estás comportando como una viejita loca, cuando fuiste tú la que le dio el pase a esta casa desde un principio.
Rato de relajarme. El problema de todo esto no es que tenga a un extraño en mi casa, si no que ese extraños es un chico algo atractivo y por lo que podía darme cuenta está loco.
— Tienes 10 minutos para explicarme qué haces aquí y como es que conociste a mi padre - digo aún sería. El chico se relajo un poco y en su rostro se mostró algo de tranquilidad.
— Bueno, es un buen límite de tiempo para todo - añade con algo de sarcasmo en su voz. Me le quedó mirando de brazos cruzados, tratando de ocultar el miedo en mi rostro.
— ¿Y? - pregunto al notar que se tarda en hablar.
— Verás, tu padre fue alguien muy importante para el mundo mágico. Se puede decir que es como un pilar para nosotros. - comienza a contar.
— Si claro, y yo soy la hija de Aladin - ironizó. Él levanta una ceja al escuchar mi tono de voz, pero luego la baja.
— Bueno, no es muy común escuchar algo como eso viniendo de alguien que me sano con magia - dependió. Fruncí un poco mi entre cejo al no saber sobre lo que se refería, pero un flashback de lo que pasó la noche anterior me llegó.
Entonces esa luz no fue mi imaginación ni el destello de un relámpago.
Me quedo callada. No es un buen momento para defenderme sabiendo que perderé.
Cierro los ojos una vez más y respiro profundamente. Aún no podía creer en lo que me había metido. Tenía delante de mí a un chico quién parecía salir de un cuento de hadas o uno de esos libros de fantasía que mi madre me había comprado desde que estaba en la primera.
Aquel chico rubio que tenía delante de mí bajaba sus brazos despacio y una de sus manos se bajó a lo que parecía ser un pequeño bolsillo de sus pantalones.
— ¿Qué haces? -pregunte al notar como se rebuscaba algo en aquel bolso. Él solo levantó su mano libre en señal de que me callara y por una extraña razón le hice caso.
Después de un rato, el rubio saco un pequeño frasco de cristal, el cual contenía un líquido de un color demasiado extraño, como si fuera de un color negro con morado, al moverlo se podía ver cómo algunas líneas de brillantina blanca se dibujaban en el vidrio de aquel frasco.
Creo que la duda de saber sobre lo que había en esa cosa se me mostró en el rostro, ya que él solo me sonrió sin mostrar sus dientes y mostró más aquel frasco.
— ¿Qué es eso? -dije entre un susurro.
— Un liquido mágico -dijo con un tono de ironía. Levante una de mis cejas y me crucé de brazos una vez más.
— ¿Qué? ¿Me vas a hacer pequeña como Alicia? -ironice al mirarlo aún de brazos cruzados. Aquel chico solo río y me miró una vez más, en su mirada se podía mostrar un brillo algo peculiar.
— No se quién es Alicia, pero no. No es eso -añadio— lo que hay adentro de este frasco es algo muy importante para nosotros dos, es algo que me ayudara a explicarte mejor sobre el mundo mágico, María -el escuchar mi nombre salir de su boca me hizo sentir un extraño hormigueo en mi espalda.
Aún me parecía extraño el que el supiera sobre mí familia y sobre mí.
— ¿Es como una bola de cristal? -pregunte.
— Algo así - contesto ladeando un poco su cabeza. — Pero bueno, ¿Lista para saber de todo un poco? -dijo comenzando a abrir el frasco, el cual era sellado con un corcho demasiado grueso. Se pudo escuchar un sonoro clap cuando él lo abrió y de este un humo delgado salió.
Estuvo a punto de tirar ese líquido en el suelo cuando lo detuve.
— Hey, en el suelo no -dije tomándolo de los brazos. Sus ojos se abrieron al par al darse cuenta que lo tenía entre mis brazos. Me aleje un poco al darme cuenta de lo cerca que estaba de él. Tal acto le pareció algo gracioso, ya que contuvo una sonrisa en su rostro.
— No pensaba tirarlo en el suelo, me lo iba a hechar en las manos para hacer la magia. Tranquila, no haré una explosión... Por ahora -dijo lo último entre dientes y en un susurro tan bajo que estoy segura que si no fuera por el ligero eco que hay en la habitación no lo hubiera escuchado.
Asentí con algo de curiosidad, sintiendo esos nervios de saber que estaría tramando ahora.
— Antes de empezar me presento -dijo mientras cerraba el frasco al terminar de mojar sus manos con unas pocas gotas de aquel líquido.— Soy Juan Pablo, pero puedes decirme Juanpa -levante una de mis cejas una vez y el solo rodeo sus ojos— no me mires así. Que así me llamaban mis padres -añade.
Comienza a mover sus manos de una manera algo extraña, como si estuviera haciendo unos círculos en el aire con sus dedos y después moverlas de lado a lado en forma circular. Unas delgadas lineas violetas acompañados de unos destellos de un color muy llamativo.
Una luz blanca salió de entre sus manos, logrando cargarme por el gran destello que de este emanaba. Cubri mi rostro con mis manos al sentir como aquella luz me calentaba un poco los párpados.
Finalmente los abri al sentir como aquella luz se comenzaba a apagar. Baje mis manos al darme cuenta que en aquella habitación en donde antes estaba se convirtio en algo desconocido para mi.
Todo estaba oscuro, con estrellas danzando a mi alrededor, unos cuantos gases de colores bailaban debajo de mí.
Ahí fue cuando me di cuenta de donde estaba. Ya no me encontraba en mi casa, ahora estaba en lo que parecía ser el espacio.
Regresé mi atención a Juanpa, quién solo me observaba serio. Dejé de sonreír al verlo, transmitía una sensación de frialdad el estar con él aquí.
Comencé a mover mis piernas, pero un poco de vértigo me invadía al ver como debajo de mí solo había oscuridad profunda.
— Bienvenida al limbo, María -me llamo. Su voz se escuchaba como un eco, lejana pero aún cerca. Podía ver cómo aquella luz que había salido de entre sus manos aún seguía ahí, solo que ahora era un poco más pequeña que antes y con un poco de menos luz que la de un principio.
Su rostro era iluminado por aquella luz blanca, la cual por un segundo llegue a pensar que era otra estrella más de entre tantas.
Su cabello rubio se movía despacio, como si estuviera debajo de una alberca, por un momento quiero decirle sobre ello, pero un mechón de mi pálido cabello también comienza a bailar entre la oscuridad.
— ¿El limbo? - pregunto, escuchando mi voz de la misma manera que la que él— lindo lugar para explicar la teoría del bigbang - ironizó observando una vez más mi alrededor.
— No es el limbo que tú conoces. Este es diferente. Aquí llevamos a todos los principiantes para explicarles sobre nuestro mundo, política y sociedad. En sí, es como si fuera un salón de clases - comienza a contar. Moviendo sus manos una vez más al rededor de aquella luz.
Escuchaba su voz cada vez más lejana, como si el se estuviera alejando. Parecía algo extraño para mí esto, no podía creer que lo que él me había dicho desde un principio era verdad.
Un pequeño punto de luz paso por delante de mí, como si fuera una estrella fugaz. Trato de tocarla con uno de mis dedos, logrando que este se divida en tres más.
Regresé mi atención a Juanpa, quién había comenzado a caminar dándome la espalda. Escuchaba como decía algo, pero a la distancia de donde él estaba yo no podía diferenciar que era lo que acababa de decir.
— ¿Qué? - pregunté, aunque sonó más a un grito.
—Que comiences a caminar si no es que quieres perderte en el limbo, y créeme, no te gustaría eso - agrego lo último en un tono entre advertencia y a la vez como si el ya conociera eso de perderse.
— por como lo dices, suena como si ya te hubiera pasado - suelto sin pensar comenzando a caminar detrás de él. Escucho como lanza. Un tocan carcajada y se gira sobre su eje para mirarme.
— Larga historia, después te lo contaré -dice y vuelve a caminar. — Te explicaré todo con algún ejemplo de la tierra. Hace unos años si no es que millones, claro -comienza a decir parándose y haciendo un extraño movimiento con sus manos sobre aquella luz blanca. — solo había una oscuridad profunda que cubría todo el universo y en medio de todo está oscuridad apareció una luz brillante, tan cegadora como la de el sol o hasta más - a mi alrededor todas aquellas estrellas comienzan a moverse hacia un punto fijo, logrando así que se junten hasta formar una esfera enorme y tan cegadora que por un momento iluminó todo a mi alrededor, pero la oscuridad era mayor y solo esa ráfaga de luz aparecio por unos simples segundos.
Fue entonces donde me di cuenta de lo que estaba contando.
— Si me vas hablar sobre el bigbang, te recuerdo que eso ya lo sé -ironizó cruzando me de brazos y levantando una de mis cejas. Juanpa se detiene en decir lo que sea que iba a decir y me regala una mirada aburrida.
— Quieres entenderlo todo, ¿Sí o no? - me reta.
— Te recuerdo que te di 10 minutos - conteste de la misma forma que él. El me sostuvo la mirada por unos segundos hasta que después solo dejó caer sus hombros y suspiro muy profundo.
Volvió a mover sus manos en zigzag y de manera circular para después ver pasar a mi alrededor los pequeños fragmentos de estrellas y tal vez planetas que habían nacido de aquella explosión de aquella esfera.
Volví a contemplar todo a mi alrededor, observando como las estrellas, galaxias, gases y constelaciones se formaban. Era como si estuviera en un planetario, pero más realista.
Todo vuelve cambiar, veo pasar a mi alrededor como aquellas estrellas pasan rápido, demasiado a decir verdad. Toda la oscuridad se va desapareciendo viendo veo como otra luz cegadora aparece y ahora parece que estamos en un edén.
El césped verde bajo mis pies hace que por un momento quieta dar un brinco. Todo esto es tan real que me pasó las palmas de mis manos por mis ojos en un intento de que me r gracias de s a la realidad. Pero al abrirlos me doy cuenta que todo lo que me rodea es real, desde aquellas flores de colores que desconocía y animales que nunca creí haber visto hasta aquellas aves que vuelan un poco alto y dejan un camino de lo que parecen ser unas llamas de fuego rojas.
— La magia siempre ha existido, desde la creación del hombre hasta la actualidad - comienza a decir Juanpa detrás de mí. Me giro sobre mi eje un poco para volver a verlo y este se encuentra sentado en lo que parece ser una roca enorme, la cual la cubre una manta de cerped y flores blancas silvestres.— Durante un tiempo todos vivimos juntos, en cierta armonía - cuenta ladeando un poco su cabeza al decir aquello último, como si lo que estuviera contando se tratara de un chiste.— Todo estaba bien, vivian bien, hasta que un día ocurrió algo que nos cambio a todos -dijo mientras se recostaba en aquella roca.
Estuve a punto de preguntar qué fue lo que ocurrió cuando de entre unos bosques escuché como unas pisadas de cabellos y gritos de hombres se escuchaban. No fue hasta entonces qué ví como de entre los árboles unos hombres calbagando caballos blancos salían del bosque. Vestían unas capas rojas carmesí las cuales cubrían su cabeza y unos que otros sostenían unas antorchas, otros espadas y lanzas. Todo paso rápido y en aquel bosque se podía escuchar como el grito de mujeres, hombres y niños se escuchaban. Una mujer con un hombre salieron de entre el bosque, sus vestimentas estaban manchadas de lo que parecía ser sangre y polvo negro, tal vez de la tierra.
Aquella mujer de cabello negro y piel pálida levanto sus manos hacia ellos y recito algo en susurros. El hombre que estaba a su lado hizo lo mismo pero en dirección opuesta.
Vi como unas raíces gruesas de árboles salieron de la tierra en un abrir y cerrar de ojos, unas atravesando a soldados y sus caballos, los gritos desgarradores de estos se escuchaban en todo el edén. Unas lanzas son aventadas hacia el bosque, en los picos de estos se encendieron y justo cuando tocaron el tronco de un árboles te comenzó a quemarse.
Un hombre fue arrojado cerca de mi, logrando que yo me moviera de mi lugar y fallera en el césped, levante mi vista para poder levantarme y ponerme de pie, pero justo entonces la mitad de un caballero cayó a un lado mío, logrando ver cómo la sangre de estos iba pintando y humedeciendo todo el césped que una vez creí hermosos.
Me levanté de un brinco, sintiendo como mis piernas temblaban. En su cuello colgaba una pesada cruz con rubíes y diamantes, otro cayó a dos metros de mí también muerto.
Fue entonces cuando lo entendí todo entre tanto caos y masacre. Mire horrorizada a mi alrededor una vez más , notando como unos eran heridos con flechas y otros con aquellas ramas que ya estaban teñidas de la sangre todas estas personas.
Regresé mi antencion de nuevo a aquella mujer y hombre quienes atacaban a todos los soldados. Fue entonces cuando lo vi.
Aquel hombre de capa negra ensangrentada iba haciendo unos extraños ademanes con sus manos y es entonces cuando de aquel bosque una pequeña luz aparece, hasta que se vuelve más grande y aparece como el ojo de un huracán.
— Es hora, Muriel -le grito aquel hombre. Unas nubes grises y pesadas no tardaron en aparecer al rededor de todos como si un huracán o ciclón se estuviera formando arriba de todos nosotros.
Aquella mujer miro con ira a aquellos solados que atacaban sus raíces y lanzaban una que otra lanza a su alrededor. Gruesas gotas comenzaron a caer, seguidas de un granizo que parecían más como disparos hacia aquellos caballeros.
Uno de los caballeros fue tirado al suelo, pero justo entonces vi como aquella mujer dejo caer sus brazos y paso rápido por aquél portal que había creado aquel hombre.
Los dos pasaron, pero justo antes de que dicha puerta mágica se cerrará, aquel caballero que había caído al suelo se pudo de pie y lanzó su espada, la cual paso el portal y este desapareció.
La tormenta había aumentado cada vez más y entonces vi como algo volaba hacia ella, personas quizá. No lo sabía con exactitud. Solo sabía algo, que todo esto había sido una pesadilla para ambos bandos.
Regresé mi atención a aquella roca en donde descansaba Juanpa, sintiendo mis ropas y cabellos mojados, pero no lo encontré. Quise gritar su nombre pero fue entonces cuándo todo se volvió de nuevo oscuro después de un relámpago.
Cerré mis ojos con fuerza al ver aquel destello de luz, para después abrirlos.
Estaba de nuevo en aquel lugar, en el limbo. Mi ropa y cabello ahora están secos, como en un principio, Juanpa me mira aún sosteniendo aquella esfera de luz y haciendo unos círculos con sus manos encima de esta.
— ¿Que carajos fue eso? - pregunté. Mi respiración se sentía agitada, como si hubiera corrido un maratón. Juanpa dibuja una sonrisa burlona en su rostro y una irá en mi interior se enciende como la forma de un cerillo.
— Como decía. No todo el tiempo los humanos y nosotros fuimos buenos aliados. - comienza a decir cómo si lo que acabo de preguntar no tuviera importancia.— Después de que eso pasará nos escondimos por un tiempo hasta que el mago Merlín creo el mundo mágico - levantó una de mis cejas al escuchar aquel nombre y estoy a punto de reírme pero él me calla — Ni te burles. Yo también creo que era algo tonto e ilógico que ese mago había existido, pero enorme fue así. Bueno, continuó - dijo aclarándose la garganta un poco.— El mundo mágico se reo y en este se organizaron 4 pilares, algo así como 4 reinos - dice y a mi alrededor veo como aquellas estrellas se mueven mostrando lo que parece ser un mapa en 3D de aquel mundo segundo de firmar 4 escudos.
Uno era el de un Sol con una luna y a su alrededor estrellas y lo que parecía ser agua lo formaban.
Otro a su lado una mujer se encontraba de brazos abiertos y a su alrededor rosas y espadas enterradas en una roca. Tierra.
Otro a su lado mostrada unas hojas acommpalladas de unas líneas que asemejan un Tipo de movimiento en esta, unas flechas salen debajo del escudo. Aire.
Y por último, un escudo algo viejo y tierroso, solo en este se muestra una llamarada de fuego y a su alrededor unas manos la cubren. Fuego.
— El primer pilar, Akvo. - añade señalando el primer escudo. Este brilla más que los demás y sale de él una luz que ilumina una zona en el mapa. Lo que parece una cascada enorme es lo que resalta en aquella zona, unos caminos delgados de dicha agua que sale de aquella cascada y se dirigían por diferentes rumbos. A su lado varias casas y uno que otro castillo decoraba aquel lugar. Era como si este estuviera dividido en varios pueblos.
La flora era linda, pero no tan animada. Tal vez era por ser un lugar en donde hay mucha agua y está pueda ahogarlas.
— Segundo pilar. Tokë - dice otra vez Juanpa y ahora el escudo de aquella mujer se ilumina. Una luz señala otra parte de aquel mapa mostrando un lugar lleno de árboles. Parece como si la flora y fauna hubieran invadido aquel lugar, que incluso algunas casas que son hechas de madera son cubiertas por un lienzo de hojas, tal vez enredaderas.
— Tercer pilar. Zrak - añade una vez más y el logo de aquellas hojas se ilumina igual que los otros. A diferencia de los otros dos, en esta solo hay campos verdes y uno que otro bosque. Pero de algo estoy segura, nunca había vista tanta belleza en un solo lugar, tal vez sea por su clima, pero ahí se puede precenciae la hermosura de la fauna y unas personas cabalgando unos alces y caballos.
— Cuarto pilar. Ignis - dice el nombre de aquel pilar con cierta admiración. Es escudo se ilumina y señala una zona del mapa. A diferencia de los demás, aquí no hay tanta flora, pero si una gran cantidad de fauna, arrollos y todas las casas, caminos, castillos son de piedra.— Todos estos pilares necesitan estar en equilibrio, es por eso que se creó el Iris, lugar donde cada representante de cada pilar va una vez cada 6 meses a este lugar para hablar sobre todo el mundo mágico. Tu papá era el líder del iris, la orden que mantenía el equilibrio en los cuatro pilares. Algo así como la ONU - añadió encogiéndose de hombros. Arrugó un poco la frente al escuchar aquello, sí por si me parece sorprendente el hecho de que mi padre fue parte de una organización como está me dejó casi en blanco, el que él conozca más sobre mi mundo me deja en el suelo.
— ¿Como es a sabes tanto de mi mundo? - pregunto acercándome un poco a él. La luz que sostien en sus manos es algo amenazadora pero a la vez calidad, una arma de doble filo quizás. Juanpa levanta una de su cejas y me mira extrañado— Digo, en el mundo mágico es obvio que lo conoces muy bien, pero sobre la política, gobierno y organizaciones que hay aquí, me sorprende que lo sepas - digo alejándome un poco a ver como el me acerca la luz con algo de burla. Una sonrisa en sus labios se dibuja y aleja aquella luz de mí.
— Mis padres son del mundo mágico, pero por azares del destino nací aquí. Así que conozco un poco sobre este mundo - dice haciendola más pequeña aquella luz.
— ¿Porqué me dices esto? - digo una vez más sin pensar. Él me mira levantando ambas cejas y luego riendo— ¿De que te ríes? No estoy bromeando, está información que me diste podría valer millones, ¿Quién no te asegura que iré a contárselo a alguien que esté interesado en esto? - pregunto de manera amenazadora. El rubio solo relaja un poco su sonrisa y me mira de un manera algo extraña, como si estuviera viendo a un niño jugando.
— En primera, porque estoy seguro de que nadie te creerá, en segunda, porque los humanos así son, le temen a lo desconocido y es por eso que tratan de eliminar u ocultar aquello a lo que tanto temen - comienza a decir en un tono de voz serio, como si lo que estuviera diciendo también le afectará a él. Pero después vlborra aquella seriedad de su rostro como si nada hubiera pasado y muestra una sonrisa sin mostrar los dientes. Esas que haces cuando te sientes nervioso— Y en tercera, porque las tres formas de comunicarnos contigo no fueron las mejores que digamos - añade ladeando un poco su cabeza.
— ¿Tres formas? - pregunto ante lo que acaba de decir. Juanpa me sonrió mientras se rascaba un poco la nuca.
— La primera fue la carta que recibiste, la cual tiraste y rompiste, la segunda fue el que tuvieras un sueño sobre esto, pero extrañamente, tu mente esta cubierta por un escudo o algo por el estilo y no pudimos hacer eso. La última fue que te mandara mis otra carta, pero se la comió el perro... Literal - dice aguantando una risa. Arrugó un poco mi entrecejo y hago una mueca con mi boca a escuchar todo lo que el dijo.
¿Que trataron de hacer qué?
Me quedo pasmada, quieta en mi lugar, tratando de asimilar lo que me acaba de decir.
Finalmente mis piernas deciden descansar y me tiro en el suelo, siento como el aire me falta y como las luces que me rodean en tanta oscuridad me comienzan a marear.
Quiero vomitar, quiero dormir, llorar, gritar, reprocharle a mis padres sobre esto, pero sobre todo, solo quiero tenerlos conmigo para que ellos me puedan explicar todo esto.
Trato de respirar, cerrando mis ojos y tomando mi cabeza con mis manos, ocultando la entre mis piernas. Respiro profundo, haciendo el mismo ejercicio de respiración que le había enseñado mi madre cuando sentía ansiedad por los exámenes de la escuela.
«Respira»
Me repito una y otra vez. Sintiendo como mi pecho se sube y baja con rapidez hasta comenzar a tranquilizarse.
Siento como una mano se apoya en mi cabeza y el olor de lavanda me llaga. Abro mis ojos y levanto un poco mi vista a aquel chico rubio que tengo delante, espero a que diga algo, pero solo sigue haciendo unos movimientos con sus manos alrededor de aquella esfera de luz.
— Ok... Si entendí bien, ustedes me mandaron una invitación a una escuela de magia para que yo asistiera por el hecho de que soy la hija del pilar del iris - comienzo a contar. Noto como él va asintiendo por cada palabra que sale de mi boca.
Quiero gritarle un millón de maldiciones, decierle que esta demente, pero no puedo. Aún con todo lo que ha mostrado, por todo eso no tengo alguna idea lógica que me ayude a comprender todo esto.
— Me estoy volviendo loca - digo más para mí. Juanpa ríe un poco logrando que capte mi atención. Lo miro con el ceño fruncido y con mis manos en mis caderas.— ¿Te parece gracioso esto?
— En realidad no, me pareces graciosa tú - añade aún sonriendo con burla.
Arrugó más mis entrecejo y me cruzo de brazos, esperando a que diga algo más pero tal reacción de mi parte hace que esa estúpida sonrisa se le borre del rostro.
— De acuerdo, supongamos que te creo
— ¿Supongamos? - pregunta con cierta ironía. Sí, bueno no encuentro falla en su lógica.
— Está bien - alcanzó a decir— Te creo, pero no entiendo nada de esto. Aún tengo muchas preguntas, como por ejemplo ¿Cómo es que dieron conmigo? Sí mi padre era el que ponía el orden en el mundo mágico o místico, como sea que se llame ¿Porqué se fue? ¿Quién lo ordena ahora? - explotó. Comienzo a sacar preguntas de muchas que tengo en mi cabeza.
En cierto punto esto no tiene sentido, si mis padres eran de un mundo distinto a este. ¿Porqué no me lo contaron? Aunque haciendo ese tipo de pregunta sé que suena estupido hacerla, si mis padres me lo ocultaron fue por algo, siempre hubo sinceridad entre nosotros nunca nos mentimos ni cuando nos descelavamos hasta tarde por ver la televisión.
Debía de haber una razón, debía de saber sobre aquello ahora.
Juanpa nota la duda en mi rostro, lo complicado que es para mí el entender todo esto y aunque estoy segura que trata de acercarse a mí lado para consolarme no lo hace y no sé si es porqué debe de seguir haciendo ademanes a aquella esfera o si lo que realmente necesito es espacio.
Finalmente sus manos se separan de aquella esfera de luz y todos la oscuridad y estrellas que me rodeaban desaparecen con un mismo destello de luz que antes.
Observó todo a mi alrededor, los muebles, los cuadros, la cocina, la sala, las escaleras, incluso la lavanda que salió de aquella grieta del suelo que hizo Juanpa sigue ahí. Todo está como antes y aunque quisiera decir que eh vuelto a la normalidad no puedo, porque algo dentro de mi sabe que esto que estoy viviendo no es normal.
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