Capítulo 9. Di mi nombre

Después de que el duque se calmara regresó a la casa y fue a ver a Marian, ella ya se había metido en la cama y se había quedado dormida, él se sentó en una silla que había cerca de su cama y la observó mientras dormía, ella se veía tan pequeña en aquella gran cama, que apenas y podía verla entre todas esas mantas que la cubrían.

Todos los ventanales estaban abiertos y la habitación se sentía muy fría, el cerro los ventanales y pensaba decirle a las sirvientas que los abrieran antes de que ella se despertara ya que a Marian le gustaba dormir con las ventanales abiertas, porque odiaba estar en las habitaciones cerradas.

Ella quería sentirse libres y sin ninguna puerta o ventana que la bloquearán, sin embargo las noches aún eran demasiado frías y si dormía de esa manera lo más seguro era que se iba a terminar enfermando.

El duque se fue a su habitación, se dio un baño y luego se metió en la cama, cuando él había accedido a casarse jamás se imaginó que su esposa sería alguien como Marian, él no tenía planeado involucrarse demasiado con su esposa sin embargo cada vez que veía a Marian no podía evitar querer estar cerca de ella y cuidarla.

Él había besado a Marian sin darse cuenta, su cuerpo se había movido por sí solo y no entendía por qué, ya que él siempre solía mantenerse bajo control.

Sin embargo Marian derribaba todas sus defensas sin que él se diera cuenta, él se puso a pensar en lo que le había pedido Marian, lo de que le mostrará el mundo, ella parecía no querer ninguna otra cosa ademas de libertad, así que decidió que cuando el mago terminará de tratarla se iban a ir los dos juntos de viaje y le mostraría bellos lugares que le encantarían.

A la mañana siguiente el mago llegó a media mañana y había traído varios baúles consigo, él dijo que en ellos traía todo lo que iba a necesitar para tratar a Marian.

Él se unió al desayuno y después se fueron a la habitación de Marian el duque se fue detrás de ellos ya que no quería dejar sola a Marian con el Mago.

Él sacó muchas pociones y varios tubos de su bolso y preparó otra de sus extrañas pócimas y se la dio de beber a Marian, la pócima sabía tan mal como la que le había dado el día anterior, él sacó la misma pomada y se la dio al duque para que se la aplicará a Marian en la espalda ya que a él parecía no agradarle que él la tocara.

Después se retiró y los dejó a los dos solos, Marian se quitó el vestido el cual era más fácil de quitar, el duque le ayudó a quitarse las vendas, y al ver las heridas de su espalda se quedó muy sorprendido, el día anterior las heridas estaban en carne viva sin embargo ese día estaban muchísimo mejor.

Él le aplico la pomada y al terminar le rozó el cuello a Marian con los dedos para apartarle un mechón de cabello y se sonrojo, él volvió a cubrir sus heridas con las vendas y le dijo.

__ Hoy las heridas lucen mucho mejor.

Marian terminó de colocarse el vestido, se giró para verle y le dijo.

__ Pues a mi no me duelen.

El duque acarició suavemente su mejilla ella atrapó su mano en las suyas y él le preguntó.

__ ¿Has sufrido mucho hasta ahora?

__ No me gusta recordar lo que he vivido hasta ahora, de todas formas el pasado no se puede cambiar.

__ Tienes razón, ahora me aseguraré de que nadie vuelva a lastimarte.

__ Tu no puedes cumplir esa promesa, dentro de un año moriré y quien sabe de qué manera vendrá a buscarme la muerte, sólo espero que sea rápida y sin dolor.

El duque se sintió miserable al escuchar hablar a Marian ella parecía haberse resignado a morir y lo único que ella quería antes de morir era disfrutar de su corta libertad y que su muerte fuera rápida e indolora, él la rodeó con sus brazos y le dijo.

__ Lo siento por arruinar tu vida.

__ No te disculpes por eso, si no fuera por ti aún seguiría encerrada en ese maldito lugar y algún día hubiera muerto sin volver a ver la luz del sol. Ahora solo me queda un año de vida sin embargo puedo ver el sol, sentir el aire fresco en mi cara y el suave césped bajo mis pies, también puedo disfrutar de deliciosas comidas, creo que esto es mejor de lo que tenía.

__ Si yo no estuviera maldito tu vida hubiera sido más larga.

__ A veces no sirve de nada tener una vida larga y llena de dolor, en ocasiones es mejor una vida corta y llena de felicidad, mi lord no debe de sentirse culpable cuando yo muera, de todas formas usted no tiene la culpa de estar maldito.

__ No me digas mi lord, quiero que me llames por mi nombre.

Marian recordó el nombre que él había usado para firmar y lo pronunció.

__ Izan.

__ Me gusta más así.

El duque acercó su boca a la de Marian y le dio un suave y dulce beso, ella respondió rodeando su cuello con sus brazos, su beso fue largo y placentero, Marian nunca se imaginó que un beso pudiera dar tal sensación de felicidad, el duque hacía que ella se sintiera en las nubes cuando la besaba.

Él se separó de ella y le dijo.

__ Me tengo que ir a trabajar.

Marian con el rostro ligeramente sonrojado le dijo.

__ Que tengas un buen día.

Ella hubiera querido seguir besándolo sin embargo después de lo que había pasado la noche anterior decidió que cuando él se alejara de ella no pensaba obligarlo a que la siguiera besando ya que si el se excitaba ella no podía llegar con él hasta el final, ella aún no se había recuperado de sus heridas y él era todo un caballero y iba a tocarla hasta que no estuviera seguro de que ella estuviera completamente recuperada.

Así que con gran pesar tuvo que despedirse de él, el duque era tan amable y dulce con ella además de atractivo que para ella era muy fácil dejarse llevar por él, ella solo tenía tres días de haberle conocido sin embargo en esos tres días ella había sido más feliz que en todo el tiempo que había convivido con su media hermana y con su madrastra.

Cuando el duque se fue el mago entró en la habitación y le dijo.

__ Hay algo que necesito decirte.

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