Capítulo 6. Mago

A la mañana siguiente cuando Marian despertó, la luz del sol que entraba a raudales por los ventanales y un por un momento la deslumbró, sin embargo se sintió feliz de poder ver la luz del sol tras abrir sus ojos.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz pudo ver al duque sentado en una silla a su lado, él estaba dormido y su bello rostro le pareció algo maravilloso a Marian, John era un joven guapo sin embargo comparado con el duque se podía considerar que su belleza era corriente.

Marian quiso tocar su rostro dormido, ella se levantó, se colocó frente a él y pasó la yema de sus dedos rozando su mejilla, él al sentir su mano se despertó y atrapó su mano en la suya y le dijo.

__ ¿Que haces?, Deberías estar acostada.

__ Me has parecido tan hermoso que he querido tocarte.

El duque se sintió un poco avergonzado ya que Marian era muy directa y le dijo.

__ Tú también eres hermosa.

__ Mientes, quizá algún día lo fui pero ahora no lo soy.

Marian se separó de él y se fue al balcón a respirar el aire fresco, una fresca brisa alboroto su cabello e hizo ondear su camisón blanco, en ese momento ella se sintió tan libre como si pudiera volar si lo intentaba.

El duque al ver a Marian acercarse demasiado al balcón le dio miedo de que ella saltara y la agarró de la mano.

Marian abrió sus ojos y al verlo tan asustado le dijo.

__ ¿Qué pasa?

__ Por un momento me pareció que ibas a saltar.

__ No pienso hacer eso, aunque no lo parezca amo estar viva.

El duque se sintió algo tonto al pensar que ella iba a saltar por el balcón y le dijo.

__ Lo siento.

__ Hum... No tienes que disculparte por todo lo que dices, eso es un poco molesto.

Una de las sirvientas toco la puerta interrumpiendo así su plática y eso le pareció genial al duque ya que no paraba de quedar como un tonto frente a ella y dijo.

__ Pasen

Las dos sirvientas que habían atendido a Marian el día anterior entraron en la habitación y el duque soltó la mano de Marian y se fue a su habitación a darse un baño.

Las sirvientas le cambiaron los vendajes a Marian y le pusieron un vestido suave y ligero para que no le molestaran sus heridas, le sirvieron un desayuno ligero y después Marian se fue al jardín y se sentó en el suelo a tomar el sol.

Las sirvientas le habían insistido para que usara un sombrero o una sombrilla sin embargo ella les había dicho que no, ella deseaba que los rayos del sol penetraran en su piel y volvieran a llenarla de vida y no le importaba ponerse morena.

Al medio día llegó el mago a la mansión del duque, él era un joven apuesto de cabello rojo y ojos verdes, iba vestido con una túnica negra y llevaba una bolsa con varios libros y pócimas, un sirviente lo guío hasta el despacho del duque y cuando el mago lo vio le dijo.

__ Lo siento pero no puedo, ni quiero ayudarte.

El duque se levantó de su silla rápidamente y le dijo.

__ Esperá por favor no te vayas, quiero que cures a mi esposa.

__ Ya te he dicho que no.

El mago se dio la vuelta y salió rápidamente de la habitación dejando atrás al duque y al sirviente que lo había guiado, pero como él tenía un mal sentido de la orientación se perdió y fue a dar al jardín donde se encontró con Marian que estaba tomando el sol.

Él se acercó a ella y le preguntó.

__ ¡Oye!, ¿Sabes dónde está la salida?

Marian abrió los ojos y al mirar al joven enfrente de ella le dijo.

__ Tus ropas son raras.

__ Suelen decírmelo seguido, ¿Sabes dónde está la salida?

__ La verdad es que no, una de las sirvientas me trajo hasta aquí y no preste atención al camino.

__ ¿Por qué estás sentada en el suelo?

__ Porque es agradable.

__ Eres la primera noble que escucho decir eso.

__ Supongo que no soy como las otras nobles, si no sabes por dónde ir porque no te sientas conmigo, las sirvientas vendrán a la hora de la comida a buscarme y les puedes pedir que te muestren la salida.

Como el mago no tenía nada más que hacer le dijo. __ Esta bien me sentaré a esperar, por cierto, ¿Cómo te llamas?

__ Me llamo Marian, ¿Y tú?

__ Me llamo Luis, ¿Qué haces aquí?

__ Tomó el sol.

__ Eso ya lo veo, preguntó qué haces en esta casa, aunque pareces una noble este no es tu hogar.

__ En realidad sí lo es, aunque desde ayer.

__ ¿Desde ayer?

__ Si soy la esposa del duque, me casé ayer con él.

__ ¿Así que tú eres la duquesa?

Marian se encogió de hombros y le dijo.

__ Eso parece.

__ Sabes, él me mandó a llamar para que te tratara, tras que le vi me negué.

__ Hum ya... Pues no hace falta, le dije que estoy bien, no necesito otro médico.

El mago se fijó bien en los brazos y el cuello Marian y vio las cicatrices que tenía y le preguntó.

__ ¿Quién te hizo eso?

__¿ Por qué todos me preguntan lo mismo?

__ Supongo que por curiosidad.

Marian se tocó los brazos y le dijo.

__ Estas son de hace tiempo, no vale la pena recordar quien me las hizo.

__ Tienes más cicatrices.

__ Si pero a mi no me importan, de todas maneras moriré pronto.

__ Si quieres puedo hacer que desaparezcan.

__ ¿Por qué lo harías si ya te has negado?, ¿Te doy lastima?

__ No, es solo que pareces ser una buena persona y me agradas.

__ Si lo haces te estaría agradecida pero las cicatrices no pueden borrarse por arte de magia.

__ Yo si puedo, soy un mago.

Marian se rió al escuchar eso y le dijo.

__ Jajaja que divertido pero ya casi no hay magos y si lo fueras, ¿Por qué estarías aquí?

__ Vine porqué el duque me mandó a llamar pero al ver quien era me negué.

__¿Por qué te negaste?

__ Cuando alguien ha sido maldito por otro mago no solemos ayudarles, sin embargo haré una excepción y te ayudaré.

Marian se quedó mirándole y le dijo.

__ Me gustaría verlo.

A ella no le molestaban sus cicatrices, tenía tanto tiempo de tenerlas que se había acostumbrado a ellas, sin embargo si pudiera borrarlas de su piel se sentiría feliz de no tener que ver cada día las cicatrices que marcaron su vida.

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