Capitulo 5: En marcha

Volver al Capitel fue desconcertante para Elara. La pulcritud y el orden le paun contrastecontraste grotesco comparado a lo que había visto antes.

Durante la noche siguiente, Elara no durmió. Usando su acceso como archivista, planeó el asalto de su vida.

La segunda noche, se convirtió en una sombra. Su herencia Gen-Felina la hizo una ladrona natural. Se deslizó por los pasillos silenciosos, sus oídos captando el zumbido de las cámaras, sus movimientos fluidos y sin sonido. La cerradura cuántica del Almacén Primario no fue un obstáculo; un antiguo conducto de ventilación le dio acceso.

Dentro, una ira fría la inundó al ver los recursos vitales acumulados, pudriéndose en el privilegio. Trabajó con una eficacia depredadora, cargando una plataforma flotante con el botín. El descenso por un pozo de mantenimiento abandonado fue tenso, pero su agilidad felina le permitió navegar por el viejo pasadizo.

Emergió en una cornisa olvidada sobre La Fosa, exhausta y cubierta de grasa, pero con el equipo.

Kael apareció desde las sombras. Inspeccionó el increíble botín, su rostro esbozando una expresión indescifrable. No dijo nada, pero sus ojos se posaron en ella, notando el polvo en su rostro y la determinación en su postura.

Finalmente asintió. Un gesto corto y brusco que valía más que mil palabras. Era respeto.

—Queda una noche —dijo Kael—. Descansa. Mañana, al anochecer, nos vamos. Y no hay vuelta atrás.

La última noche en Ciudad Perdida fue la más larga de la vida de Elara. Pasó una hora junto a la cama de Liam, observando el suave subir y bajar de su pecho. Su respiración seguía siendo superficial, pero parecía más tranquila. Quizás era solo su imaginación, la esperanza pintando patrones sobre la cruda realidad. Dejó en su mesita de noche un pequeño gato de madera tallada, un juguete de su infancia, y le susurró una promesa silenciosa. No se despidió. Las despedidas eran para los que no pensaban volver.

Cuando la campana más grave de la ciudadela marcó el inicio de la vigilia final antes del alba, Elara se deslizó por última vez fuera de los muros del Capitel. Esta vez no hubo miedo, solo una fría y pesada resolución.

El punto de encuentro era un hangar de carga abandonado en el nivel más bajo de La Fosa, un cavernoso espacio cuyo portón se abría directamente a las tierras baldías. Al llegar, el lugar bullía de una actividad silenciosa y eficiente. El equipo que había robado ya no estaba apilado en una cornisa, sino que estaba siendo integrado en el corazón de la bestia que los llevaría a través del purgatorio.

Era un "reptador de arena", un vehículo de transporte de superficie modificado hasta ser irreconocible. Su chasis bajo y ancho estaba cubierto de placas de blindaje recuperadas. Seis enormes ruedas de alta tracción parecían capaces de agarrarse a cualquier superficie, y en el techo, un rifle de repetición estaba montado en una torreta giratoria.

Kael estaba en el centro de todo, supervisando, dirigiendo con gestos cortos y órdenes en voz baja. No parecía un carroñero, sino un general preparando a su ejército para la batalla.

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