La duda y la sombra creciente

La idea de abandonar su hogar, su vida, su identidad... era abrumadora. Pero la convicción en los ojos de Kaelen, y las palabras sobre su madre, sobre el amuleto... era difícil de ignorar.

—No podemos...—comenzó Nyx, pero su voz se quebró.

Ignis se cruzó de brazos, con su expresión desafiante. —No vamos a ir a ningún lado con un anciano que dice que somos princesas de un reino que no existe. ¡Esto es una locura!—

Luna, sin embargo, miró a Kaelen con una expresión que era una mezcla de temor y una curiosidad infantil. Algo en su corazón le decía que el anciano no mentía.

Kaelen las miró con paciencia infinita. —Lo entiendo. Es mucho para asimilar. Pero no hay tiempo que perder. El peligro está cerca. Les pido que confíen en mí. Por el bien de su madre, por el bien de Vesperia... y por el bien de ustedes mismas—

El silencio volvió a caer en la cabaña, pero esta vez estaba cargado de una tensión diferente. Ya no era solo incredulidad, sino una mezcla de miedo, confusión y una naciente, aunque renuente, curiosidad. Las trillizas se miraban entre sí, buscando respuestas en los ojos de sus hermanas que no podían encontrar en los suyos propios.

Kaelen, percibiendo la maraña de emociones, decidió darles espacio. Se levantó con una gracia sorprendente para su edad y se dirigió a la pequeña ventana, mirando hacia el bosque que se oscurecía con el crepúsculo.

—Sé que es difícil. Y no espero que me crean de inmediato. Pero les pido que consideren esto: ¿por qué un anciano como yo, sin nada que ganar, vendría hasta aquí para contarles una historia tan descabellada? ¿Qué interés podría tener?—

Nyx, la más pragmática, fue la primera en romper el silencio. —Si lo que dice es cierto, ¿por qué mamá nunca nos lo dijo? ¿Por qué nos mantuvo en la oscuridad?—

El anciano se volteó, sus ojos azules fijos en Nyx. —Porque quería protegerlas. La vida de una princesa, de una reina, no es un cuento de hadas sin preocupaciones. Es una vida de responsabilidad, de peligros, de sacrificios. Ella quería que tuvieran una infancia normal, lejos de las intrigas de la corte y la constante amenaza de sus enemigos. Ella sabía que el día llegaría en que tendrían que enfrentarse a su destino, pero quería posponerlo el mayor tiempo posible—

Luna, con su sensibilidad innata, sintió el peso de esas palabras. —Pero... ¿y si no podemos? ¿Y si no somos lo suficientemente fuertes?—

Kaelen le ofreció una sonrisa tierna. —Su madre también tuvo dudas, pequeña Luna. Pero encontró la fuerza en su amor por Vesperia y, sobre todo, en su amor por ustedes. Y esa fuerza reside en cada una de ustedes. Solo necesitan descubrirla—

Ignis, que había estado observando a sus hermanas, vio la seriedad en el rostro de Nyx y el temor en los ojos de Luna. De repente, la historia de Kaelen ya no parecía tan ridícula. Una punzada de miedo frío le recorrió la espalda. —Si el peligro es real, como dice... ¿qué clase de peligro? ¿Quiénes son esos enemigos?—

Los ojos de Kaelen se ensombrecieron. —Son aquellos que buscan el poder absoluto, que han corrompido la magia para sus propios fines. Se hacen llamar los Sombríos. Y su objetivo es erradicar a la línea real de Vesperia para asegurarse de que nadie pueda oponerse a su dominio. Su madre logró detenerlos por un tiempo, pero su poder ha crecido. Y ahora, con su madre... ausente, ellas las buscarán—

Un escalofrío recorrió a las tres hermanas. La idea de ser el objetivo de una fuerza tan siniestra era aterradora.

—¿Y por qué ahora?— preguntó Nyx, su mente trabajaba a toda velocidad, buscando fisuras en la historia de Kaelen.

—Porque el velo entre nuestro mundo y el suyo se está debilitando— explicó Kaelen. —La magia en el aire se está volviendo más potente, y con ella, la capacidad de los Sombríos para cruzar. Además, hay una profecía... una que habla del despertar de las tres estrellas, las herederas de Vesperia, que se unirán para restaurar el equilibrio. Ellos temen esa profecía—

Ignis, con su espíritu combativo, se sintió extrañamente provocada. La idea de ser una "estrella" y tener un destino tan grandioso era a la vez aterradora y... emocionante. —Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer? ¿Luchar? ¡No sabemos luchar!—

—Aún no— dijo Kaelen, con su voz llena de esperanza. —Pero aprenderán. Y no estarán solas. Yo las guiaré. Y hay otros que creen en la profecía y en su regreso—

Luna, que hasta ahora había estado en silencio, se acercó a Kaelen. —Si vamos con usted... ¿dónde iríamos? ¿Y qué pasaría con nuestra vida aquí? ¿Con la cabaña? ¿Con todo lo que conocemos?—

Una tristeza profunda pasó por los ojos de Kaelen. —Todo eso quedará atrás, pequeña Luna. Al menos por un tiempo. Iríamos a un lugar seguro, un refugio escondido donde podrán aprender y prepararse. Es un sacrificio, lo sé. Pero es un sacrificio necesario para proteger no solo sus vidas, sino también la esperanza de Vesperia.

En ese momento, un aullido distante resonó desde el bosque, un sonido que no era de lobo, sino algo más gutural y antinatural.

Las trillizas se estremecieron.

Kaelen se tensó, su mirada aguda escudriñando la oscuridad fuera de la ventana. —Están cerca. No tenemos mucho tiempo—

La urgencia en la voz de Kaelen, combinaba con el sonido inquietante, finalmente rompió la resistencia de las hermanas. La negación aún estaba allí, pero el miedo y la necesidad de protección eran más fuertes.

Nyx miró a Ignis, luego a Luna. Vio el pánico en sus ojos y la comprensión de que, por más increíble que fuera, la historia de Kaelen era la única explicación para el terror que sentían.

—¿Y si es una trampa?— preguntó Ignis.

Kaelen se volvió hacia ellas, —Si fuera una trampa, ¿creen que habríamos tenido esta conversación? Habría actuado de otra manera. Les doy mi palabra de Guardián: mi único propósito es protegerlas y guiarlas—

Luna, con lágrimas en los ojos, se aferró al brazo de Nyx. —No quiero quedarme aquí si hay peligro. No quiero que nos pase nada—

Nyx, la mente lógica, sopesó las opciones. Quedarse significaba enfrentar un peligro desconocido y probablemente superior. Ir con Kaelen significaba una oportunidad, por pequeña que fuera, de entender lo que estaba pasando y, quizás, de sobrevivir.

Hizo una respiración profunda. —De acuerdo—dijo, —Iremos contigo. Pero si descubrimos que esto es una mentira, o que nos has puesto en más peligro, te juro que...—

—No será así— interrumpió Kaelen, con una leve sonrisa de alivio. —No se arrepentirán. Ahora, tomen solo lo esencial. Lo que puedan llevar. Y prepárense. La noche ha caído, y con ella, el momento de partir—

Las trillizas, aún aturdidas, se movieron como en un sueño. La cabaña, su hogar de toda la vida, de repente se sentía extraña, un lugar que pronto dejarían atrás para siempre. El aullido se repitió, esta vez más cerca, y el sonido de ramas crujiendo en el bosque hizo que sus corazones latieran con fuerza.

El destino de las princesas de Vesperia estaba a punto de comenzar...

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