Mientras Ariel continuaba hablando de términos y condiciones, Mía sentía que un hoyo profundo y oscuro se formaba en su pecho, amenazando con tragarla por completo. El aire se volvía denso y difícil de respirar en aquella sala que antes consideraba su refugio.
Le dolía el corazón con una intensidad física real, le dolía el alma al escuchar a Ariel hablar sobre divorcio como si discutiera el clima, como si los últimos dos años juntos no significaran nada. Sus sueños se desmoronaban con cada palabra que salía de sus labios.
Habían compartido dos años de aparente felicidad perfecta, donde él la había protegido cada segundo de cualquier dolor o preocupación, donde había evitado hacerla sufrir con un cuidado casi obsesivo. ¿Por qué ahora le infligía el dolor más grande de todos?
—Tú… ¿ya no me quieres? —la pregunta salió como un susurro quebrado, cargado de toda la angustia que amenazaba con ahogarla.
Ariel no respondió directamente esa pregunta, sus ojos se oscurecieron mientras simplemente cuestionaba con una frialdad calculada:
—Mía, ¿por qué tomas la petición del divorcio de esta forma tan dramática y no de la misma manera pragmática que tomaste cuando te pedí que fueras mi esposa? Lo aceptaste con sorprendente facilidad cuando apenas me conocías, como si fuera una transacción más.
Mía recordó con dolorosa claridad aquella tarde crucial cuando Ariel apareció inesperadamente en la modesta casa de sus padres, los cuales no la aceptaban como una verdadera Conde luego de que se presentara en su casa asegurando ser la hija que habían perdido hace tanto tiempo.
Ella se había perdido cuando era una niña de cinco años, fue adoptada por unos buenos padres los cuales murieron hace dos años, fue entonces cuando Mía fue a casa de sus verdaderos padres porque apenas y se había enterado de que ella pertenecía a los Conde.
No obstante, cuando llegó y dijo ser la hija de ellos, estos la rechazaron porque, resultaba que, años después de que Mía se perdiera, encontraron a una niña idéntica a Mía y, aseguraron que ella era su hija perdida.
Nino Conde se realizó las particulares pruebas de ADN donde arrojaron positivas, y la felicidad regresó a la familia Conde.
Pero resultaba que, Mía también llevaba parte de su sangre, cosa que los tenía perplejos, porque ellos habían tenido solo una hija. La familia no la aceptaba porque era una recién aparecida, aunque la abuela permitió que se quedará, todos le mostraban desprecio porque juraban que, ella era una impostora que había movido los hilos para que las pruebas salieran positivas.
Mía se ganó más el desprecio de los Conde cuando decidió aceptar la propuesta de matrimonio de Ariel Rodríguez, ese día si que la odiaron y despreciaron con todo su ser.
Arel Rodríguez la había tratado en todo ese tiempo con mucho amor, él había sido un excelente esposo. Si Mía quería que le bajara la luna, él se la bajaba, si Mía quería cualquier cosa imposible, él hacía lo imposible para dárselo. No obstante, ahora mismos se comportaba tan frío que, el corazón le dolía por su actitud.
—Ariel…
—Por favor, no hagas esto más difícil. Acepta el divorcio, acepta las condiciones y acabemos con esto.
El pecho de Mía se contrajo, pues no esperaba que él, la rompiera de esta forma.
Ella, aparentemente mostraba una fragilidad, pero era más fuerte de lo que Ariel pensaba.
Mía no iba a rogar, ella no iba a rogarle a Ariel que se quedara con ella por su hijo. Entonces, soltó el papel que estaba dentro de su bolsillo, y reuniendo toda la fuerza que la caracterizaba se levantó y dijo.
—Está bien, te daré el divorcio —sin más se dio la vuelta y se propuso a salir, pero caminó tan torpe que se tropezó en un mueble.
Fue tan brusca que, hasta el mueble se movió, cosa que atrajo la atención de Ariel, quien inmediatamente se levantó para ayudarla, pero ella se negó a que la tocara.
Ariel se quedó quieto mientras la veía partir. Cuando la vio caminar coja, se apresuró a acercarse, porque sabía que, no podría subir las escaleras.
—¡No me toques! Puedo sola —dijo, sin embargo, al intentar alzar la pierna en el primer escalón, sintió la bola en el muslo.
Mía lloró, más que por el dolor interno del corazón.
Ariel la agarró entre sus brazos y la así la llevó a la recamara, donde la acostó suavemente y fue por el botiquín para curarla.
Al regresar, vio a Mía llorando, pero ella contuvo las lagrimas y miró hacia otra parte.
Ariel se acomodó a su lado, empezó a colocarle pomada suavemente, tratando de no lastimarla.
—Ariel, ¿Por qué quieres divorciarte? —Ariel no respondió, continuó aplicando la crema en la pierna de Mía— ¿he sido una mala esposa? ¿No he cuidado de ti bien?
Deseaba entender porque tan repentinamente había decidido divorciarse de ella, si cada día lo veía feliz.
—Has sido una buena esposa —dijo Ariel—. Los motivos del divorcio no tienen que ver con nada de eso.
—¿Entonces? ¿Qué ocurre? —pensaba que tal vez los Rodríguez estaban en quiebra y, él no quería arrastrarla a la ruina.
Ariel siempre había cuidado de ella, tanto que ella pensó su matrimonio sería eterno, sin embargo, ahora le había perdido el divorcio.
—¿Estás enfermo? ¿Vas a morir? ¿Tienes alguna enfermedad terminar? —su pregunta hizo frustrar a Ariel.
En realidad, él si estaba enfermo, tenía diabetes, pero no era que fuera a morirse en ese momento. Pero el motivo de su divorcio era, porque Zoe, había regresado.
Zoe, era la mujer que realmente Ariel amaba, la mujer por la que se casó con Mía. Zoe, era idéntica a Mía, y fue por eso por lo que, cuando esta lo abandonó sin motivo, Ariel decidió casarse con la hermana, ya que, está era idéntica y le recordaba a Zoe.
Incluso, el trato que siempre Ariel tuvo con Mía fue porque la veía como Zoe. Mía Conde, solo era una sustituta sanando su corazón herido.
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Comments
Marixa Burgos
porque piensan que es llegar y tomar como un objeto el cual despues desechan como si nada
2025-09-11
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