Los rayos del sol se filtraban a través de las imponentes paredes del Palacio Oriental, mientras las sirvientas se apresuraban a ayudar a Roseanne y a Elodie a vestirse para la ceremonia que tendría lugar en el Imperio Oeste, donde se encontraba Aldric.
Las sirvientas ayudaban a Roseanne, quien lucía un vestido rojo, apenas cubierto por un delicado polvo de brillo sutil. Calzaba elegantes zapatillas rojas con detalles dorados, y para completar su atuendo, llevaba unos guates rojos adornados con finas decoraciones doradas.
Las sirvientas también vestían a Elodie, que lucía un vestido azul intenso, lleno de vuelos que destellaban con delicados brillos al moverse. Sus zapatillas azules, finamente decoradas con detalles dorados, complementaban perfectamente su elegante atuendo.
Roseanne Byström - A.P
— Muy bien, ya estamos listas para la ceremonia... — dijo Roseanne, ajustándose el vestido con una mezcla de nervios y determinación. — ¿Sabes si Leonard asistirá? ─
Elodie tomó aire profundamente, tratando de calmar el nudo en su garganta.
Elodie Larsson - O.D
— Sí, madre, él asistirá. Aunque no puedo evitar sentir cierta incertidumbre sobre cómo será todo... Espero que esta vez las cosas cambien para bien. ─ mencionó, su voz tímida y baja.
Roseanne asintió lentamente, apretando suavemente la mano de Elodie.
Roseanne Byström - A.P
— Lo importante es que estemos juntas, pase lo que pase. Encontraremos la manera de salir adelante. ─ susurró, acariciando la mejilla de su hija con delicadeza.
La puerta se abrió lentamente, revelando a William vestido con un traje negro impecable y un listón rojo que destacaba en su pecho, seguido por Leonard, quien lucía un elegante traje blanco con detalles en azul.
William Larsson - D.D
─ Te ves fascinante, querida. ─ dijo, besando suavemente los labios de su esposa.
Roseanne Byström - A.P
─ Gracias, amor. ─ susurró ella, sonriendo con ternura mientras entrelazaba sus dedos con los de él.
Elodie observó con una sonrisa dulce, mientras Leonard mantenía su expresión seria y fría.
Leonard Larsson - D.P
─ ¿Ya terminaron? Se está haciendo tarde. — preguntó, impaciente.
William Larsson - D.D
─ Sí, ya casi. Solo un momento más y estaremos listos. — respondió con calma, tratando de tranquilizarlo.
Leonard rodó los ojos con una expresión seria, reflejando su habitual impaciencia ante la prisa que se había apoderado del ambiente. Mientras tanto, la familia se movía rápidamente por el amplio vestíbulo, sus pasos resonando contra el suelo de mármol pulido. Afuera, el carruaje esperaba silencioso, sus caballos inquietos por partir. Los sirvientes se afanaban en ayudar con las capas y los sombreros, asegurándose de que todo estuviera en orden para el viaje. Leonard, sin embargo, permaneció firme, con la mirada fija en el horizonte, como si quisiera adelantarse a lo que les esperaba. Finalmente, con un gesto imperceptible, dio la señal para avanzar, y todos subieron al carruaje, listos para dirigirse hacia su destino, conscientes de que aquella jornada marcaría un antes y un después en sus vidas.
El carruaje avanzaba lentamente entre el paisaje, envuelto en un profundo silencio. Al llegar al Imperio Oeste, la mirada de Elodie se posó sobre la imponente y majestuosa extensión que se extendía ante ella. ¿Podía realmente existir algo tan vasto y grandioso? se preguntó, incrédula.
¿En verdad el Imperio Oeste era así de majestuoso? Elodie no podía creer lo que veían sus ojos. A medida que el carruaje avanzaba lentamente por el imponente portón, su mirada se llenaba de asombro y una mezcla de emoción y nerviosismo. Los altos muros, decorados con intrincados relieves y coronados por torres que parecían tocar el cielo, se extendían a su alrededor como un gigante silencioso. Cada detalle reflejaba poder y antigüedad, como si el propio tiempo se hubiera detenido para honrar aquella tierra.
Sus ojos brillaban con una luz especial, entre el asombro y la esperanza, mientras seguía el paso de su familia hacia el interior del imperio. A su alrededor, el murmullo de voces lejanas y el sonido de sus propios pasos sobre el suelo pulido hacían que el silencio pesado pareciera aún más profundo. Por un instante, Elodie se preguntó si todo aquello era real, o solo un sueño del que pronto despertaría.
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─ 𝗙𝗜𝗡 𝗗𝗘𝗟 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 ─
Gracias por leer.
Espero que esta pequeña historia haya sido de tu agrado.
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