El Susurro de la Lluvia

A la salida

—Estaba pensando en organizar algunos eventos cada mes para reunir fondos —dijo Rose mientras caminaban—. Rifas, por ejemplo. Así podríamos cubrir las necesidades de la escuela.

—Me gusta la idea —opinó Agustín.

—A ti te gusta todo lo que diga Rose —lo pinchó Cintia con una sonrisa—. Pero sí, yo también la apoyo.

—Es buena idea, pero tenemos un problema —dijo Lea, cruzándose de brazos.

—¿Cuál? —preguntó Liam.

—¿No recuerdas lo que pasó el año pasado?

—¿Te refieres a…?

—Mabel. Donó quince mil dólares. Y sus amigos, diez mil cada uno.

—Sí, lo recuerdo —respondió Liam—. Pero no es un obstáculo. Nosotros también podemos donar.

—Claro… si logras convencer a mi padre —replicó Lea con media sonrisa.

—No se preocupen, yo me encargo. Recuerden que el dinero no lo es todo.

—No… pero influye mucho en las personas —murmuró Cintia.

—Lamentablemente sí —admitió Rose—. Sin recursos es difícil conseguir muchas cosas.

Un pitido interrumpió la conversación.

—Nos tenemos que ir. Hasta luego, chicos —dijo Lea.

—Hasta luego —respondió Liam.

—Nos vemos —repitieron los demás.

Liam y Lea subieron a una camioneta negra que arrancó suavemente.

—Lo que es ser millonarios… —suspiró Cintia.

—Bueno, ya me voy —dijo Rose.

—Te acompaño —añadió Agustín.

—Está bien —aceptó con una sonrisa.

—Chicos… —Cintia los miró con ojos suplicantes—, ¿puedo ir con ustedes?

—Claro —respondió Rose.

—No —dijo Agustín al mismo tiempo.

—Eres un grosero —se quejó ella—. Pero lo tomaré como un sí.

—Ni siquiera sabes a dónde vamos.

—Los vi ayer por la calle del Triunfo.

—¿Nos estabas espiando?

—¿No?… bueno, sí… un poquito —dijo, juntando el pulgar y el índice.

—Vamos —ordenó Rose, empezando a caminar.

—¡Oye! Dijiste que no dejáramos a nadie atrás —gritó Cintia, alcanzándola.

Agustín las siguió.

—¿Dónde vives? —preguntó Agustín a Cintia.

—En los edificios del final.

—¿En un apartamento de lujo?

—Sí, pero eso no significa que pueda tirar el dinero como si nada.

—Aun así es uno de los lugares más caros de la ciudad.

—Pues demasiado caro para lo pequeño que es.

—En eso tienes razón.

Entre bromas y comentarios, llegaron a la casa de Rose.

—¡Guau! ¡Es enorme! —exclamó Cintia—. ¡Y hermosa!

—Jajaja, gracias.

—Nos vemos mañana, cuídate —dijo Cintia, dándole un abrazo.

—Nos vemos —añadió Agustín.

—Igualmente, chicos —respondió Rose, entrando a su casa.

"Espero que esos dos no se maten en el camino…" pensó.

 ---

Más tarde

Ring, ring.

—¿Diga? —Rose se quedó helada al escuchar la voz al otro lado—. Voy enseguida.

Colgó, tomó su bolso y salió corriendo.

—¡Taxi!

Un coche amarillo se detuvo.

—¿A dónde, señorita?

—Al hospital Santa Aurora. Rápido, por favor.

Durante el trayecto, Rose miraba por la ventana con las lágrimas cayéndose sin que pudiera detenerlas.

—Llegamos. Serían dos dólares —dijo el conductor.

Le pagó sin contar el cambio y se apresuró a entrar al hospital.

—Buenas tardes —saludó al mostrador—. Trajeron a mi madre, necesito información.

—Nombre, por favor.

—Torres Vital Marcia Esther.

—Su pulsera de identificación.

Rose la extendió para que la enfermera la escaneara.

La pulsera de identificación, obligatoria desde los seis meses de vida, almacena todos los datos médicos y personales de cada ciudadano. Es prácticamente indestructible y se ajusta sola al crecimiento.

—La señora está estable. Se desmayó y la trajeron hace un par de horas. Intentamos llamar, pero nadie contestó hasta hace poco —informó la enfermera.

—¿Puedo verla?

—Habitación A-5, segundo piso.

Rose subió de prisa.

—¡Mamá! —entró sin aliento y se arrodilló junto a la cama.

—Hija… —su madre le sonrió débilmente.

—Tuve tanto miedo… No quiero perderte.

—Tranquila, mi niña. El doctor dijo que me darán de alta mañana. Solo debo descansar una semana.

—Yo te cuidaré. Haré todo lo que necesites.

—Gracias, amor. Ahora siéntate y cuéntame tu día.

—Te amo, mamá.

—Yo más, cariño.

Pasaron juntas toda la tarde, hasta que la noche se coló por la ventana.

—Tengo que irme —dijo Rose, triste.

—Cuídate. Te veré mañana —le dio un beso en la frente—. Avísame cuando llegues, por favor.

—Sí, hasta mañana.

Rose tomó un taxi de regreso.

Al bajar frente a su casa, una sombra se acercó. Antes de que pudiera reaccionar, una mano cubrió su nariz y boca con un pañuelo empapado.

El mundo se volvió negro.

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Lyn 🥀

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Comments

Yiyi

Yiyi

Cómo siempre restregando el dinero en la cara

2025-08-17

0

Yiyi

Yiyi

Esto nomás no sirve con los gobiernos corruptos que tenemos

2025-08-17

1

Lana

Lana

Le pasa de todo a Rose XD

2025-08-23

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