POV ELENA.
Mi reino, Edmon, se encuentra entre valles envueltos en niebla y colinas llenas de lavanda. No es el más grande ni el más fuerte, pero cada piedra refleja su historia antigua. Es un lugar lleno de secretos guardados, donde leyendas viven en canciones que han sido olvidadas con el paso del tiempo.
Los humanos han estado al mando aquí desde hace siglos y, aunque la paz parece estar presente, hay una sensación en el aire. . . una energía que nunca ha desaparecido del todo. Muchos dicen que lo que no se ve no existe, pero yo sé que eso no es correcto. En ocasiones, lo que no podemos percibir es más real que lo visible.
Soy Elena, la princesa de Edmon. Soy la única heredera. Y estoy atrapada en una regla absurda que dice que una mujer no puede gobernar por sí misma. Para llevar la corona, debo tener un esposo. Un protector. Un "guía".
Una falacia disfrazada de ley.
Desde que tengo uso de razón, me han enseñado a ser la imagen ideal del trono: perfecta, sumisa, decorativa. Aprendí a hablar con corrección, a sonreír, aunque me doliera, a guardar silencio, aunque supiera la respuesta. Pero nunca me enseñaron a rendirme.
Esa noche… simplemente no pude soportarlo más.
Mi padre y sus sermones de que debo aceptar a un matrimonio por conveniencia es mi cruz, necesito respirar porque siento que me hago, corrí por fuera de los muros del castillo, esquivando las miradas de los guardias y los murmullos de las doncellas. Monté a Nieve, mi yegua blanca, y galopé hacia el bosque bajo la luz de la luna.
No sabía a dónde iba.
Sólo sabía que no podía quedarme.
El bosque me recibió como si fuera parte de él. No con amenazas, sino en un silencio comprensivo. La niebla se movía entre los árboles como una cortina, y la humedad del suelo me daba la sensación de paz que estaba buscando, pero entonces lo sentí…Una palpitación en mi pecho. Una vibración que no era angustia ni temor. Era como si algo me llamara. Algo que no comprendía. Y simplemente… continué.
Galopé más adentro, guiada por un fuerte impulso. No era un ruido. No era una voz. Era una fuerza suave, instintiva, que me arrastraba hacia lo desconocido.
Pero pronto me detuve.
Aparecieron figuras entre los árboles. Siluetas montadas. Altas. Impresionantes. Con armaduras oscuras y posturas tensas. Eran hombres. Guerreros. Pero había algo en su presencia que me atemorizó.
Uno de ellos me apuntó con una espada. No hice ningún movimiento.
—¿Quién eres? —preguntó el que estaba al frente. Su voz sonaba profunda y autoritaria.
—Soy Elena, la princesa de Edmon —respondí con decisión, levantando el mentón—. No pretendo causar problemas.
Él bajó lentamente su arma, aunque su mirada seguía fija en mí. Había desconfianza, pero también un toque de curiosidad.
—Estos territorios no son seguros —dijo, sin apartar la vista—. No deberías estar sola aquí.
—Podría decir lo mismo de ustedes —repliqué, en un tono tranquilo—. ¿Qué hacen montando tan lejos del camino real?
Sus labios se tensaron. Cruzó una mirada con uno de los hombres que estaba a su lado. Le murmuraron algo en el oído, pero no pude escucharlo. No obstante, sentí una tensión. Como si algo sucediera detrás de mí.
—Estamos acompañando a una persona herida —respondió finalmente, sin ofrecer más información—. Eso es todo lo que necesitas saber.
—¿Una persona herida? —inquirí, sin entender por qué me afectaba tanto—. ¿Está en estado grave?
El hombre me contempló durante unos segundos. No contestó de inmediato.
—Se recuperará —dijo al fin, y por su tono, parecía que se lo decía a él mismo más que a mí.
No comprendía por qué mi corazón latía con tanta fuerza. Por qué el mero pensamiento de que alguien desconocido estaba herido me inquietaba tanto. Era como si una parte de mí reconociera algo que mi mente todavía no asimilaba.
—¿Puedo ofrecer mi ayuda en algo? —pregunté, sin pensarlo.
Él frunció el ceño.
—No. Regresa a tu castillo, princesa. Esto no es tu guerra.
Me observó un instante más. Luego giró su caballo y se marchó con los demás, desapareciendo en la bruma.
Me quedé ahí, parada, con las manos temblando. Había algo en mí que no quería irse, pero su partida me dejó sola… una vez más.
No entendía lo que me sucedía. Solo sabía que, a partir de ese instante, mi corazón ya no era completamente mío.
Regresé al castillo mientras el amanecer apenas comenzaba a asomarse en el horizonte. El rocío cubría los campos de lavanda y aún se veían algunas estrellas en el cielo. Me sentía vacía. Como si hubiera dejado algo atrás… o como si hubiera encontrado algo y no pudiera conservarlo.
Los sirvientes se apresuraron a abrirme paso. En sus rostros vi miedo, no por mi seguridad, sino por las repercusiones de mi escapada.
Y entonces lo vi.
Mi padre, el rey, estaba frente al ventanal del gran salón. Su capa caía pesadamente sobre sus hombros, y su rostro mostraba descontento.
—¿Dónde has estado? —preguntó, sin volverse.
—Cabalgando —respondí, de manera directa.
Él se dio la vuelta de golpe. Su mirada era gélida.
—¿Cabalgando? ¿En plena noche? ¿Sin compañía? ¿En un bosque lleno de… de no sé qué?
—Estoy bien —dije, bajando del caballo con calma—. Nadie me siguió. Nadie me hizo daño.
—No solo es tu seguridad, Elena. ¡Es tu estatus! ¡Eres la próxima reina!
—¿Y eso me convierte en prisionera?
Él frunció el ceño y se acercó rápidamente.
—Eso te hace responsable. ¡No puedes actuar como una niña impulsiva cada vez que algo no te agrada!
—No soy una niña —respondí, con firmeza—. Solo estoy cansada de aparentar que todo está bien. Que este futuro que han planeado para mí es suficiente.
—¡Es lo que se espera de ti!
—¿Y qué pasa con lo que yo espero de mí?
El silencio posterior fue más helado que cualquier crítica.
Al final, él dijo algo, con una tranquilidad que resultaba aún más amenazante.
—No saldrás sola de nuevo. Aún más si es al bosque. ¿Lo has comprendido?
—¿Qué hay en ese bosque que te asusta tanto?
Observé cómo su mandíbula se endureció. Cómo evitó mirarme. No respondió.
—No vuelvas a preguntar —mandó—. Y no vuelvas a dudar sobre tu destino.
—Lo haré cuantas veces sea necesario —dije con la voz quebrada—. Porque no puedo seguir viviendo una vida que no elegí.
Y me marché.
Subí las escaleras con el corazón latiendo como un tambor. Cerré la puerta de mi habitación y me dejé caer sobre la cama. No lloré. No esta vez.
La sensación en mi pecho seguía allí. Latente. Viva.
No sabía su nombre. No conocía su rostro.
Pero algo —alguien— me había tocado el alma en ese bosque.
Y aunque aún no lo supiera…Estaba más cerca de mi destino que nunca, podía sentirlo.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 60 Episodes
Comments
Belenchiipaz
mira que casarse sin amor es agradable, nooo rey, ella está destinada a otro, lo lamento
2025-08-20
0
Belenchiipaz
y a ti que te importa jajajajaja metiche que salió el padre jaaja
2025-08-20
0
Brandy Boo
Me parece que el rey le oculta la existencia de los lobos 🫣
2025-08-20
0