LA LUNA Y EL ALFA

Leda se dejó caer sobre la paja y las pieles. Nada era cómodo, pero al menos olía a hierbas frescas. Cerró los ojos con fuerza. ¿Cómo demonios habían terminado ella y Ángel en este mundo de lobos?

Afuera, los aullidos cortaban el aire. Voces graves, gruñidos, risas, palabras que no comprendía. Su respiración se aceleró. Estaba aterrada. Y sola. Muy sola.

Se recostó, abrazándose a sí misma, pensando cómo volver para recuperar el cuerpo de su esposo. ¿Cómo lo haría sin GPS? ¿Sin un mapa? El pensamiento le arrancó un sollozo. Con las lágrimas ardiéndole en los ojos, se quedó dormida.

No durmió sola.El Ángel estaba en sus pensamientos.

Ikki, Magnus y Rina entraron al toldo. El alfa la observó en silencio, la respiración lenta y profunda. Tan… humana.

—Alfa —susurró Magnus—, ¿qué haremos con los rogues?

Ikki no apartó la mirada.

—Lo resolveré. Arma un grupo de dos guerreros. Buscaremos el cuerpo de su… humano.

—Sí, alfa.

Rina habló con un hilo de voz:

—Pobrecilla. Aún piensa en su esposo. Está en un mundo muy distinto, mi alfa.

—Lo sé. Debe adaptarse, Rina. Si no, no servirá como luna. Ayúdala.

—Lo haré.

Los ojos de la vidente se tornaron blancos por un instante.

—Ella no es un capricho de la diosa, Ikki —dijo con voz extraña—. Traerá avances a nuestra manada. Prosperidad.

Ikki entrecerró los ojos.

—¿Eso ves?

—Eso veo —volvió a hablar con su voz normal.

El alfa asintió, y cuando los demás salieron, se acercó a Leda. Se arrodilló junto a ella, examinándola. El cabello suave, el olor dulce, las ropas extrañas. Orión habló en su mente:

(Ikki, esta mujer traerá luz. Pero debemos protegerla. Incluso de nosotros mismos.)

Ikki exhaló, pensativo. ¿De nosotros mismos? Sus dedos jugaban con un mechón oscuro cuando ella abrió los ojos. Lo miró con esos ojos enormes y oscuros… y vio su cabello enredado entre los dedos del alfa.

—¿Qué… qué haces? —balbuceó.

Él no respondió de inmediato. Luego dijo con voz grave:

—Rina te cuidará. Yo saldré a buscar el cuerpo de tu humano.

—De mi esposo, neandertal —escupió ella, cruzándose de brazos.

Ikki frunció el ceño.

—¿Qué significa eso? Es la segunda vez que me lo dices.

—Es… una manera de decirte hombre de las cavernas.

—¿Hombre… de qué? —ladeó la cabeza, confuso.

Leda bufó.

—Es como decirte bruto, torpe, exhibicionista… ¡y un poco idiota! —gritó, roja de furia.

Por primera vez, Ikki se echó a reír. Una carcajada profunda, brutal.

—Lo soy —admitió.

—¡Lo eres! —replicó ella, girando la cara para no mirarlo… porque seguía desnudo.

Ikki sonrió.

—Me voy.

Antes de que pudiera responder, se transformó ante sus ojos. El aire se llenó de crujidos de huesos, músculos que se expandían, piel que se cubría de pelaje blanco. Leda se pegó al toldo, jadeando. En su lugar, un lobo enorme, blanco como la nieve, de ojos amarillos intensos. Orión la olfateó, gruñó suavemente… y salió corriendo con dos guerreros.

Ella se dejó caer sobre las pieles, temblando. No sabía si llorar, reír o arrancarse el corazón.

Minutos después, alguien entró. Una mujer desnuda, de piel morena, orejas puntiagudas y mirada feroz.

—Soy Nor. Luna ,Desde hoy, seré tu guardiana.

Leda tragó saliva, incapaz de dejar de mirar las orejas que se movían como antenas.

—¿Tienes hambre?

—Sí… por favor —susurró.

Nor salió y volvió con… carne. Sangrante. Cruda.

Leda la miró con horror, el estómago dándole vueltas. Salió corriendo del toldo y vomitó.

Rina llegó alarmada.

—¿Qué pasó, Nor?

—Tenía hambre, así que le traje carne.

Los ojos de la anciana se abrieron como platos.

—¿Cocinada?

Nor parpadeó.

—¿Cocinada? No… ¿cómo la comemos nosotros? —rió.

Rina suspiró, llevándose la mano a la frente.

—¡Ella no come así! ¡Es humana y ellos comen todo cocinado!

Leda volvió, pálida.

—Agua… por favor.

Un niño lobo se la acercó en una vasija de barro. Leda miró el líquido marrón con espanto.

—¿De dónde sacan el agua?

—De aquí —dijo el niño—. Es agua de lluvia.

—¿Y la cascada? ¿Por qué no…?

—Huele a orín de bestias —intervino Rina.

Leda pensó que tenía sentido.

Suspiró.

—Necesito… una olla.

—¿Olla? —Rina ladeó la cabeza—. ¿Qué es eso, luna?

Leda abrió los ojos como platos.

Ni siquiera sabían qué era una olla.

Perfecto. Tendré que enseñarles todo… si no me comen antes.

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