Cádiz miró de pies a cabeza a aquel omega. Un pensamiento cruzó su mente, un "pensamiento" sin más. Sin decir nada, Cádiz extendió su mano y agarró a Marcus, dándole un beso cálido en su mano. Luego le dijo:
—Será un placer.
Se dio la vuelta y, mirando a Rowena, añadió:
—Espero que te diviertas. Volveré.
Rowena no respondió, solo se inclinó. Sabía lo que Cádiz había pensado al ver a Marcus.
En voz baja, Rowena murmuró:
—Hmm, ya encontró nuevo juguete.
De pronto, apareció un joven alfa.
—Hola, buenas tardes mi lady, me presentoi nombre es Jonsh Fargus.
¿Me haría el honor de bailar conmigo?
—se inclina.
—Será un placer.
Rowena y el alfa se dirigieron a la pista de baile.
Mientras tanto, Cádiz agarraba la mano de Marcus con fuerza, y con la otra mano sujetaba su cintura. Este último, feliz, pensaba que tenía posibilidades con el rey vampiro. Estaba convencido de que Cádiz lo estaba acortejando.
El hermoso piso combinaba perfectamente con los manteles de las mesas. Cerca de ellas, Aedus y Nicolás estaban disfrutando de los bocadillos, pero Aedus se dio cuenta de que Cádiz estaba bailando con alguien más. Los celos lo invadieron, pero sabía que no podía hacer nada, pues él y Cádiz no eran siquiera amigos.
"¿Qué? Está con Marcus... ¿qué hace bailando con él? Yo debería estar allí... ¡Marcus, desde hoy serás mi enemigo!"
Entonces, tuvo la idea de ir a bailar con Nicolás.
—Vamos a bailar. Me gusta la música que está sonando—dijo Aedus.
—¡Bien, vamos!
Cádiz bailaba junto a Marcus cuando Aedus, acompañado de Nicolás, llegó. Fue entonces cuando comenzó una batalla silenciosa entre Cádiz y Aedus. Juntos, Aedus y Nicolás se unieron al círculo de invitados que observaban las dos parejas bailar, mientras todos aplaudían. Rowena podía sentir la tensión entre Cádiz y Aedus.
Aedus no dejaba de mirar a Cádiz, quien se sentía incómodo. Marcus, dándose cuenta de la situación, le preguntó a Cádiz:
—¿Por qué el príncipe lo mira tanto?
No ha despegado la vista de usted desde que llego.
—Creo que se le ha perdido algo. Ignóralo y sigamos bailando.
Cádiz apretó la cintura de Marcus con más fuerza.
—Su Majestad, ahora que lo veo bien, sus ojos son hermosos. ¿Puedo verlos más de cerca?.
Las mejillas de Marcus se pusieron rojas.
—¡Adelante!
Cádiz se acercó más a Marcus, como si fuera a besarlo. Sus labios casi se tocaban mientras se balanceaban al ritmo de la música.
Aedus los miraba, con pensamientos que lo dominaban.
"¡No, lo va a besar! Todos mis planes están arruinados... ¿se dejará besar? ¡Está más cerca!" Sus especulaciones lo consumían.
Cádiz sentía la mirada de Aedus en su espalda. Su mente estaba en otra parte, hasta que, por accidente, Aedus chocó contra la espalda de Cádiz, haciendo que su corona cayera. Todos se asustaron, incluso Aedus, quien, nervioso, se disculpó:
—Lo siento, no era mi intención. Yo solo tropecé, lamento que...
—No es para tanto. El que se disculpa soy yo su Alteza. Estaba tan concentrado en el señorito Marcus que me acerqué demasiado a ustedes —respondió Cádiz de manera indiferente.
—¿Cádiz? —preguntó Marcus, mientras sostenía la corona en sus manos.
—Tranquilo, estoy bien.
Cádiz sonrió.
—Le traeré algo de beber.
Marcus se alejó para buscar algo para él.
—¡Gracias! —sonrió Cádiz, pero de manera forzada.
—Lamentamos lo sucedido, Su Majestad —dijo Nicolás al acercarse a Cádiz.
—Está bien, no es para tanto.
Cádiz pensó para sí mismo:
"Malditos bastardos. los materia en este momento pero mejor me retiro, tengo algunos asuntos que resolver con Marcus"
Dijo Cádiz, mientras miraba fijamente a Aedus, quién estaba estremecido y con las mejillas rojas como un tomate.
Aedus estaba nervioso, quería pedirle a Cádiz que bailaran juntos, pero sus pensamientos lo dominaban.
"Estoy nervioso, algo inquieto y ansioso... Quiero bailar con él. Hoy es mi cumpleaños, pero eso no me importa. Lo que me importa es estar con él. Cuando le comenté a mi padre sobre invitar a los Reyes de toda la región, no se negó. Solo quería ver al rey Cádiz y bailar con él... Ser tan cercano que quizás él podría abrir su corazón para hablar de cualquier cosa. Tengo que pedirle que baile conmigo... pero... ¡Tengo miedo!"
Nicolás observaba la situación, algo confundido. Su atención estaba completamente en Cádiz, su belleza y seriedad lo habían cautivado.
Aedus, decidido a actuar, dio un paso al frente, pero un grupo de omegas, desesperados. Se acercaron a él como si fueran hormigas a un terrón de azúcar, aprovechando que Marcus estaba lejos. Incluso Nicolás se unió al grupo. Aedus, viendo la situación, no pudo quedarse quieto y actuó.
"Ya es suficiente"
—¡Su Majestad! —dijo con firmeza.
Cádiz volteó con su típica mirada sombría.
—¿Qué...? —se dio cuenta, y su expresión se volvió seria.
—¿Acaso no le incomoda estar rodeado de esta manera?
—¿Por qué habría de incomodarme?
Ellos solo buscan compañía —sonrió de forma siniestra.
—No solo compañía buscan.
Aedus estaba empezando a enfurecerse.
—¿Estás celoso? —dijo Cádiz, mirando fijamente a Aedus. Este sintió una punzada en su corazón, y las palabras no salieron como esperaba.
—No, al contrario... únicamente...
—quedó en silencio.
Se acercó a Cádiz, quien pensaba en lo que sucedía a su alrededor.
"¿Qué? ¿Por qué viene hacia mí con esa cara roja, tan enojado está? ¿Quiere pelear? Ahora que lo pienso, no sabía que el príncipe tenía este lado tan tosco. ¿Se habrá puesto celoso solo porque los omegas me están rodeando?
Bueno, sea lo que sea, no me importa este lugar, estas personas, estos omegas y este bastardo. Me tienen asqueado. Incluso el olor repugnante de los alfas me da ganas de vomitar. No se si sea por el celo pero el aire esta denso."
"Me siento ligero. Desde que llegué, todas las miradas han estado puestas en mí. Los omegas desesperados por tener relaciones sexuales con alfas, pero lamento decirles que soy omega con complemento alfa. Me gustaría divertirme con ellos, pero la verdad no estoy de humor. Solo ignoraré a este bastardo."
Mientras Aedus seguía acercándose, nervioso, sus piernas parecían temblar.
"¡Bien, aquí voy! ¡Siento que me tiemblan las piernas!"
—¡AUCH! —se tropezó y cayó al suelo.
—¡Ah!
El príncipe se ha caído.
Todos quedaron boquiabiertos al ver al príncipe caído en medio del salón.
—¿Su Alteza está bien? —preguntó alguien.
—¿Aedus, estás bien? —preguntó Nicolás.
—¡Lo siento, estoy bien!
Mis piernas me fallaron. Lo lamento.
"No puedo creer que me haya caído frente al rey Cádiz. Qué vergüenza, quisiera desaparecer..."
Aedus, aunque avergonzado, no dejaba de luchar por seguir adelante para pedirle a Cádiz que bailaran. Era amable, pero se volvía torpe cuando estaba cerca de él.
Cádiz observaba el espectáculo con desdén. Aquel comportamiento infantil de Aedus lo disgustaba. Pensaba: No puedo creer que él sea el sucesor del rey. Es alguien tonto. Cádiz se dio la vuelta para ir a buscar a Marcus, cuando...
—¡Rey Cádiz! ¡¡¡Espere, por favor!!!
Aedus lo siguió corriendo.
Cádiz se volteó, mostrando su desagrado hacia Aedus.
—Lo... siento. No era mi intención ser tan grosero. Sé que mis actos fueron groseros, pero... por favor, ¿me haría el honor de bailar conmigo?—elava su mano y agacha su cabeza.
—¡No! —respondió rápidamente, con la mirada sombría.
—Pero... yo solo...
—sus ojos estaban fijos en Cádiz.
—No tengo tiempo para esto.
—Espere, yo solo...
De pronto, un grito interrumpió a todos, proveniente de una mujer alterada. Todos se volvieron hacia ella, observando cómo maltrataba a un niño indefenso que solo quería ser amable. Los murmullos comenzaron.
—Esa es la esposa del varón del este.
—¡Es un niño del orfanato!
—Ese niño luce andrajoso.
—¿Quién aceptaría la flor de ese niño sucio?
Es un plebeyo.
—¡Es huérfano!
—¡Yo no sería capaz de acercarme a ese plebeyo sucio y andrajoso!
¿quien trajo a esos niños sucios?.
—dijo la mujer con desprecio.
En ese momento, el ambiente se volvió tenso. Una aura oscura envolvió a todos, proveniente de Cádiz. El niño, que había escuchado los comentarios crueles, sus ojos se llenaron de lágrimas. La mujer, riéndose, lo ridiculizaba.
—HAHAHA
¿En serio estás llorando?. Qué plebeyo tan molesto. Yo no aceptaría una flor de un niño como tú.
—Waaah... Lo siento, solo quería dárcela por que me parecía alguien linda—los ojos del niño estaban húmedos, su voz quebrada.
Todos miraban, inmóviles, como si fuera un espectáculo. Los de la alta sociedad no hacían nada, solo observaban.
"Así es este mundo. Algunos sufren mientras otros lo ven como un espectáculo."
Cádiz camino firmemente, pasó entre la multitud
La mujer levantó su mano para golpear al niño, pero una mano la detuvo con fuerza.
—¡ALTO!
—dijo Cádiz con voz firme y ronca.
La dama se sobresaltó, y los invitados guardaron silencio. Nadie se atrevía a moverse.
—Sueltame... me lastimas. ¿Cómo se atreve a tocar a una dama?
La ira se apoderó de Cádiz. Su rabia se convirtió en ácido, recorriendo sus entrañas. Sus ojos brillaban con furia, y sus manos se cerraban en puños. Con voz dura y clara, dijo:
—¡Su conducta es imperdonable!
¡Estás siendo grosera!
¡Tus actos me están agotando la paciencia!
La mujer no dijo nada, paralizada por el poder de Cádiz. Todos los presentes quedaron inmóviles, aterrados por la fuerza que emanaba de él.
Cádiz, con los ojos llenos de furia, se acercó al niño. A pesar de la tensión, el niño lo miraba con confianza.
Cádiz se arrodilló y, con suavidad tomó la mano del niño.
—Nunca permitiré que nadie maltrate a un niño como tú.
—¿Señor? —preguntó el niño, con los ojos llorosos.
Era la primera vez que un rey sentía empatía por él, jamás nadie lo había defendido así.
—Tranquilo, ¿estás bien? ¿No te duele nada?
—Muchas gracias mi señor, estoy bien. Sabe, usted es muy hermoso. ¿Aceptaría esta flor? Bueno, está rota, pero iré a buscar otra.
El niño sonrió.
—Está bien. Tomaré esta. Agradezco tú generosidad.
Cádiz aceptó la flor, que solo tenía tres pétalos. Sonrió al niño, cuyos ojos brillaban como luciérnagas.
CONTINUARÁ
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