Esa historia que acabo de mencionar sobre el pasado de mi madre la relataré más adelante, cuando sea el momento adecuado. Por ahora, lo que importa es mi presente y lo que me apasiona: la arquitectura. Actualmente, estoy cursando un doctorado en arquitectura, y debo decir que todo lo relacionado con la construcción me fascina. Es una pasión que me acompaña desde que era un niño. Incluso entonces, me atraían los edificios en obra, las grúas, los planos, y el simple hecho de ver cómo algo aparentemente caótico cobraba forma para convertirse en una estructura imponente y funcional. Siempre fui ese niño curioso que, en lugar de pasar de largo, se detenía frente a una obra en construcción durante horas, observando cómo las piezas encajaban como un rompecabezas. Me maravillaba el proceso: desde los cimientos hasta los detalles más pequeños, todo en una construcción me parecía una obra de arte en evolución.
Recuerdo claramente cómo, de camino a casa desde el colegio, me quedaba mirando a los trabajadores, a las máquinas y a los materiales apilados, imaginando cómo cada elemento tenía un propósito preciso y cómo, al final, todo se uniría en perfecta armonía. Mi madre, Antonela, nunca entendía esa obsesión. Para ella, esos momentos en los que llegaba tarde a casa eran una fuente constante de regaños y castigos. "¿Otra vez en una obra, Andrew?" solía decirme con ese tono de desaprobación que solo las madres saben usar. Y aunque cada reprimenda venía acompañada de alguna consecuencia—privarme de mis videojuegos o de salir los fines de semana con mis amigos—, mi fascinación por las construcciones jamás desapareció. Si algo, solo creció con el tiempo.
Cuando terminé la universidad, sabía que no me bastaba con el simple título en arquitectura. Quería saber más, profundizar en el arte y la ciencia detrás de los edificios que definen nuestras ciudades. Mi elección fue clara: me inscribí en un doctorado que no solo me permitiría especializarme, sino también contribuir con nuevas ideas y enfoques innovadores en este campo. Estudiar en la National University of Singapore (NUS) fue una experiencia única. No solo porque me brindó la mejor formación académica, sino porque allí conocí a personas que compartían mí misma pasión. Profesores, compañeros, arquitectos en formación... todos nos inspirábamos mutuamente para pensar más allá de lo tradicional, para diseñar edificios que no solo fueran bellos, sino también sostenibles, funcionales y futuristas. Y en un mundo donde el urbanismo se enfrenta a tantos retos, desde el cambio climático hasta el crecimiento poblacional, mi objetivo siempre ha sido crear estructuras que ayuden a mejorar la vida de las personas, sin olvidar el impacto que estas construcciones tienen en el planeta.
Pero mi camino en este mundo no es algo que haya emprendido solo. Desde que terminé mis estudios de grado, trabajo junto a mis padres en la constructora que ellos mismos fundaron: Wang & Chan. Esta empresa no solo representa su legado, sino también su esfuerzo conjunto. Mis padres, Gabriel y Antonela, no comenzaron con una gran fortuna. Ellos construyeron esta empresa desde cero, paso a paso, ladrillo a ladrillo, en un mundo donde no había espacio para errores. Con el tiempo y su perseverancia, lograron posicionar a Wang & Chan como una de las compañías más respetadas y reconocidas en el competitivo mundo de la construcción en Singapur.
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Comments
Yossy Sanval
no recuerdo bien la primera novela ya que he leído muchas,se siente interesante veremos si me atrapa
2025-08-21
0
Nancy Hernandez
ok ya voy entendiendo
2025-08-01
0
mariela
Se leé interesante y más con la madre que sufre de amnesia porque su padre la conoció en un accidente que tuvo y estaba ya embarazada y sin recuerdos sin saber su verdadero nombre veremos cómo se desarrolla la trama.
2025-07-02
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