CAPÍTULO 1

...𝐈𝐓𝐀𝐋𝐈𝐀, 𝐌𝐈𝐋𝐀́𝐍, 𝟖:𝟎𝟎 𝐏. 𝐌....

...『2024』...

...——— ☆ • ♧ • ♤ • ♧ • ☆ ———...

  La torrencial lluvia golpeaba los ventanales de la mansión Conti con una fuerza casi destructiva, como si intentara derribarlos y dejar al descubierto el caos interno que reinaba en el hogar. Cada golpe del agua contra el cristal resonaba como un eco furioso en el amplio comedor, donde Aurora Conti, una joven de apenas dieciocho años, se encontraba sentada con los puños cerrados sobre su regazo. Sus ojos azules brillaban intensamente, reflejando una mezcla de desafío y miedo, mientras se mantenían fijos en la mesa, frente a la que su familia, o lo que quedaba de ella, la juzgaba como si estuviera en un tribunal.

  Su padre, Ricardo, tenía el rostro enrojecido por la desesperación que lo abrumaba, sus rasgos marcados por las preocupaciones acumuladas. En contraste, su madrastra, Claudia, mostraba una calma gélida, una serenidad que ocultaba una cruel satisfacción. A su lado, su hermanastra Valeria, de veintidós años, jugueteaba despreocupadamente con un mechón de su cabello rubio, dejando escapar una sonrisa burlona que hacía que Aurora se sintiera aún más acorralada.

  El ambiente era denso y asfixiante, y el silencio se rompía únicamente por el incesante tamborileo de la lluvia y el sonido del hielo que chocaba en el vaso de Ricardo, quien parecía buscar consuelo en la bebida. Aurora podía sentir que algo terrible se avecinaba. Había una tensión palpable en el aire, vislumbraba la forma en que su padre evitaba su mirada, así como la satisfacción apenas disimulada en el rostro de Valeria. Todo giraba en torno a la deuda. Esa sombra siempre acechante. Millones que Ricardo había derrochado en apuestas y negocios fallidos, empujando a la familia al borde de la ruina. Pero lo que realmente desgarraba el corazón de Aurora era su madre, recluida en un hospital, librando una lucha titánica contra un cáncer que requería tratamientos costosos que la familia ya no podía permitirse.

  —No te andes por las ramas, Ricardo —dijo Claudia, con una voz muy aguda— Solo díselo. No tenemos toda la noche.

  Ricardo tosió y sus dedos temblaban alrededor del vaso. —Aurora, ¿aún recuerdas el préstamo que solicite a manos de los Romano?… —preguntó a lo que ella asintió —Bueno...hemos encontrado una forma de solucionarlo...

  Ella frunció el ceño, sintiéndose incómoda como si un escalofrío le recorriera la espalda. —¿Qué solución papá..? —preguntó, tratando de mantener la calma a pesar del nudo en su garganta.

  —Salvatore....—respondió Ricardo, y las palabras salieron como un golpe—Ha aceptado cancelar la deuda. Pero a cambio… deberás casarte con él.

  El mundo de Aurora se paralizó en el instante en que escuchó el nombre: Salvatore Romano...Ese nombre era como un veneno que todos susurraban, un eco temido en cada rincón de la ciudad. Se trataba del magnate multimillonario que había levantado un imperio formidable, un vasto dominio que abarcaba desde impresionantes rascacielos que se alzaban hacia el cielo hasta innovadoras tecnologías que estaban a la vanguardia del mercado.

  Salvatore no era solo un empresario exitoso; era un hombre de una belleza inquietante, con rasgos perfectamente esculpidos. Sus ojos, de un gris profundo, tenían un brillo penetrante que cortaba como el acero, y su presencia era capaz de helar la sangre de quienes lo rodeaban. Los rumores sobre él lo seguían como sombras inquietantes y persistentes: ninguna mujer que cruzaba el umbral de su vida parecía salir de allí para contar su historia. Amantes que desaparecían en la oscuridad, que se esfumaban sin dejar rastro, y un velo de misterio que lo envolvía todo, o al menos eso era lo que decían los rumores.

  Nadie había logrado presentar pruebas concretas en su contra, pero tampoco había alguien dispuesto a desmentir lo que se decía. La figura de Salvatore era un enigma, un enigma del que todos hablaban, pero que pocos se atrevían a desafiar.

  Aurora se levantó de un salto, haciendo que la silla hiciera ruido al arrastrarse. —¡No! —gritó, con la voz temblando —¡No soy algo que puedas vender! ¡Esto es una locura, papá! ¡No quiero casarme!

  Ricardo se puso de pie, con el rostro lleno de ira. —¡No tienes derecho a hablarme así, niña insolente! —gritó, acercándose a ella.

  —¡¿Por qué yo?! ¡Solo tengo 18 años! —respondió Aurora, señalando a su hermanastra —¡¿Por qué no la casas a ella?!

  Valeria se rió de manera cruel mientras se recostaba en su silla. —Oh, Bella, no seas tan ingenua. ¿Casarme yo? ¿Con ese monstruo? —Hizo una pausa y sus ojos brillaron con maldad— ¿No has oído lo que dicen?....Las mujeres que se acercan a él no regresan. No voy a arriesgarme, querida.

  Aurora sintió un escalofrío, pero no dejó que el miedo la controlara. —¿Por qué yo? —preguntó con voz firme— ¡Tengo dieciocho años! ¡Apenas empiezo a vivir! No puedes obligarme a casarme con un hombre al que no conozco, y mucho menos con alguien como él... ¡Es....es como condenarme a la muerte!

  De repente, Ricardo le dio un golpe en la mejilla, un sonido fuerte que llenó la habitación. Aurora retrocedió, sintiendo el dolor en su rostro, pero se mantuvo en pie, con los puños apretados y los ojos llenos de lágrimas que no quiso dejar caer.

  —¡Cállate! —gritó Ricardo, señalándola con un dedo tembloroso— ¡No tienes idea de lo que está en juego! Si no aceptas, lo perderemos todo: la casa, la empresa, ¡todo! Y tu madre… —Su voz se quebró, aunque en sus ojos no había arrepentimiento, solo desesperación— Tu madre morirá sin dinero para su tratamiento... ¿ Quieres eso? ¿Ah?

  —...No fui yo quien creó esta deuda, papá —respondió— Esto es culpa de ustedes. Tú gastas el dinero en apuestas, y en tus dichosas inversiones que nunca salen bien, Valeria en fiestas, joyas y autos nuevos, y ni hablemos de Claudia… Yo no tengo nada que ver con esto... apenas sí me das para mis gastos; pero todo lo demás lo gano por mi cuenta...Con trabajos de medio tiempo.

  Valeria se acercó a Aurora con una sonrisa maliciosa.

  —Pobrecita. ¿De verdad crees que tienes opción? Salvatore quiere algo específico: una chica pura, virgen. —Hizo una pausa, dejando que sus palabras le llegaran — Yo… bueno, digamos que yo no cumplo con ese requisito. Pero tú, mi dulce hermanita, eres perfecta. ¡Eres lo que él quiere! Tan pura e inocente... Además, yo ya estoy con el mayor de los Moretti. Es rico, guapo y talentoso... Aunque su fortuna no se compara con la de los Romano, al menos es algo.

  Aurora sintió que se le escapaba el aire. Las palabras de Valeria la hirieron, haciéndola sentir vulnerable. Pero no solo era la manipulación lo que dolía; también era la verdad detrás de ello. Su madre, la única que la había amado incondicionalmente, ahora dependía de máquinas para vivir. Sin dinero para su tratamiento, no habría esperanza, y no podía dejarla no después de saber que las quimioterapias estaban haciendo efecto en ella.

  —¿Y si me niego? —preguntó Aurora, desafiando a su padre, aunque su voz temblaba un poco.

  Antes de que él pudiera responder, Claudia intervino, con un tono dulce pero amenazante. —Si te niegas, querida, tu madre morirá. No habrá más tratamientos. ¿Quieres ser responsable de su muerte?

  Aurora apretó los dientes, sintiendo un torbellino de odio y desesperación. Quería gritar, golpear, escapar, pero no podía. No cuando la vida de su madre estaba en juego. Miró a Ricardo, buscando un poco de humanidad, pero solo encontró cobardía. Miró a Valeria, esperando ver un poco de culpa, pero solo vio satisfacción.

  —Esto es necesario —dijo Ricardo, ahora más calmado pero igual de decidido— La boda es mañana. Salvatore vendrá por ti.

  —¡No! —gritó Aurora, intentando ir hacia la puerta, pero Ricardo la agarró del brazo con fuerza.

  —¡Basta de tonterías! —rugió, arrastrándola hacia las escaleras— ¡No vas a arruinar esto!

  Aurora luchó, pero recibió otro golpe más fuerte en el rostro, haciéndola tambalear. Las lágrimas le quemaron los ojos, pero las contuvo. No quería darles la satisfacción de verla llorar. Ricardo la empujó escaleras arriba, ignorando sus protestas, y la metió en su habitación, cerrando la puerta de un portazo.

  —¡Te quedarás aquí hasta que aprendas a obedecer! —gritó, y el sonido del cerrojo al cerrarse fue como una condena para ella.

  —¡Papá! ¡Por favor! —gritó, pero él no le hizo caso. Finalmente se dejó caer contra la puerta, con la mejilla adolorida y el brazo lastimado. Aquella habitación, grande y austera, se sentía como una prisión. No había ventanas grandes, solo una rendija alta que dejaba pasar la luz gris de la lluvia. No había escapatoria. Mañana sería la boda. Mañana conocería a Salvatore Romano, el hombre envuelto en rumores oscuros, el hombre que pronto...la reclamaría como suya.

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Comments

Veronica Sotelo

Veronica Sotelo

Así son las injusticias siempre tienen que pagar las hijas, algo que el padre siempre ♾️ ocasiona por sus vicios al juego, y es algo que no piensan que perjudican a la familia, esperemos que Salvatore sea un amor con ella cuando la conozca

2025-07-12

0

Fran Sánchez

Fran Sánchez

Lo peor de todo todas las protagonistas que las casan a fuerza terminan amando a su c9mprador, debes de recistir y amarse a si mismas y huir y luchar por su porvenir y encontrar al verdadero amor 💗.

2025-07-28

0

Elda Marquez

Elda Marquez

pobre chica 😞, y el padre a seguir gastando cash, y la madrastra y media hermana disfrutar de la vida tranquilamente....

2025-07-09

0

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