Liv narrando:
Asistí al pánico que se apoderó del rostro de Ryder en el momento en que Max dijo aquello, haciendo que le arrebatara el arma de las manos.
—No vamos a disparar, hijo de puta —advirtió.
Max se abalanzó para intentar recuperar el arma.
—¡No puedes ser una perra de mierda todo el tiempo! —gruñó, volviéndose hacia mí con el arma en la mano.
Añadió:
—Y siempre podemos curarte como sea.
—¡Por favor, no dispares! —grité, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho.
—¡Por favor! —imploré.
—Tienes cinco segundos para agacharte —me gruñó Max.
—¿¡Qué!? —exclamé.
—Cinco... Cuatro —contó, aun así.
En ese instante, extendí mi mano.
—Espera, al menos yo...
—Tres —resonó Max, sonriendo de forma más cortante, le hacía gracia mi mirada de desesperación.
Como si mi cuerpo estuviera incendiándose, empecé a bajar del árbol más rápido que pude y corrí en dirección a ellos, cayendo de rodillas justo delante de Max, que sostenía el arma.
Él se acercó a mí, colocó el dedo bajo mi barbilla.
—¿Sabes lo que pasa ahora, Liv?
Se acercó más, y yo estaba segura de que percibí su levantar de arma. De repente, la campana de alarma de la manada sonó, señalizando una emergencia. Fue solo en ese momento que Max bajó el arma.
—¡Vamos, algo está mal! —Ryder tiró de Max, ya corriendo en dirección a la mansión, y Max siguió, recogiendo el arma.
Mientras los veía partir, mantuve las manos en el pecho, intentando calmarme. Aquellos fueron los minutos más aterradores de mi vida. Pensé que aquella sería mi última vez, porque ver a Max con aquella arma, la determinación en sus ojos, era inevitable.
Me levanté de donde estaba arrodillada y tambaleé hasta la mansión. Tuve hematomas en los muslos al bajar del árbol —como era una omega, no me curaba tan rápido como Alfas o Betas, así que tenía que lidiar con el dolor.
Entré nuevamente en la mansión, con cuidado para no cruzarme con ninguno de ellos. Sabía que, en el momento en que me encontraran, retomarían aquello que no consiguieron terminar.
El día ya estaba llegando a su fin, y yo deseaba no cruzarme con ellos hasta estar de vuelta en mi pequeño cuarto, en la comodidad de mi cama, soñando con el día siguiente.
Mientras caminaba por el pasillo, percibí que había dejado pasar una cosa importante: no miré al frente. Miré a todos los lados, excepto en la dirección que importaba, asegurándome de que Max o Ryder no intentaran acercarse sigilosamente. Esa era la especialidad de ellos —siempre llenos de sorpresas.
Con los ojos recorriendo el ambiente, no percibí que había alguien frente a mí hasta que fue demasiado tarde. Me golpeé la cabeza en una figura enorme, mi cabeza colisionando contra un pecho duro. Tragué saliva al sentir un olor familiar llegando a mi nariz.
Al mirar hacia arriba, mis ojos se cruzaron con unos verdes intensos y atentos. El ceño fruncido en su rostro me hizo estremecer. Era Callum. Él apenas me intimidaba, no igual que sus hermanos, pero yo le tenía miedo.
—Lo siento —susurré, retrocediendo un poco, esperando que él lo dejara pasar, aunque el modo en que me miraba demostraba lo contrario.
Sin esfuerzo, él agarró mi brazo, envolviendo su mano alrededor de él y tirando de mí para acercarme más.
—¡Qué putas dije sobre casos como ese, Liv! —dijo rudamente, mirándome con ojos llenos de rabia.
—T...tú dijiste que, siempre que yo viniera, yo debía ir en la dirección opuesta y no dejar que vieran mi rostro.
—¡Es muy simple! —gruñó, acercándose aún más.
En ese instante, me doblegué, cerré los ojos y temblé.
—Lo siento.
—¡Claro, siempre estás jodidamente arrepentida! —gruñó.
Las disculpas nunca eran suficientes para ellos. ¿Qué más querían de mí —mi sangre? —era eso mismo lo que todos ellos buscaban. Tal vez, si la tuvieran, finalmente pararían.
—Vamos, Callum, la chica necesita un respiro. Tú necesitas salir de cualquier modo —oí una voz familiar, que fue la única cosa capaz de impedir que Callum continuara mirándome con tanta intensidad.
Era Bella, hija del Beta. Él la miró a ella y entonces volvió su mirada hacia mí. Hizo un sonido de reprobación. Ciertamente quería hacer más conmigo —hacer que pagara por haberme topado con él— pero sabía que tenía que irse.
En el momento en que salió del pasillo, Lily se giró hacia mí, mirándome de arriba a abajo con sus ojos marrones.
—¿Te caíste en un bote de basura? —se carcajeó—. Deja que reformule la pregunta: ¿fuiste tú quien fue arrojada en un bote de basura esta vez?
Me miré a mí misma. Bien, ciertamente yo parecía un desastre. Mis ropas estaban sucias, algunas rasgadas, mi tobillo morado. Suspiré, mirándola a ella, sin decir nada.
—Por el amor de Dios, necesitas parar de meterte en confusión todo el tiempo, Liv —soltó.
Esa frase me dejó irritada. "Parar de meterte en confusión todo el tiempo" —como si yo no me despertara cada día con problemas en mi puerta, frente a mí.
La miré derrotada.
—Ellos están obsesionados en hacer mi vida un infierno.
—Más parecidos con obsesiones por ti —murmuró mientras se giraba para salir.
Dejé mis hombros caer, arrastrando mi cuerpo dolorido, sin dar atención a lo que ella había dicho. Era más un día común de ser el jueguito de ellos.
Todo iba a acabar mañana. Yo iba a encontrar a mi compañero, un lobo fuerte e intrépido que iba a protegerme. Caminé hasta los aposentos de los sirvientes, después hasta mi cuarto. Había terminado todo mi trabajo en aquel día. Sabía que, si no hubiera terminado, Mrs. Yvonne, la jefa de las empleadas, vendría a golpear mi puerta en medio de la noche, arrastrándome hacia fuera y castigándome.
Solo de pensar en ella me daba escalofrío. En realidad, solo de pensar en todo, me daba asco. Yo realmente esperaba que el próximo día fuera el fin de todo.
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