Hijo único de una familia rica de Moscú, creció rodeado de mármol, empleados que no lo miraban a los ojos, y padres que confundían afecto con perfección. Desde niño le dijeron lo que debía ser: recto, elegante, brillante… pero nunca libre.
El hielo fue un accidente, Una excursión de invierno en la que, a escondidas, se coló en una pista pública, Tenía ocho años, Se ató los patines con las manos frías y dio su primer paso, Cayó, y volvió a intentarlo, No porque alguien lo obligara, Sino porque, por primera vez, sentía que el mundo no tenía forma… y podía dársela él.
A los diez, ya hablaba de campeonatos, A los doce, sus padres intentaron obligarlo a dejarlo. “Eso no es una carrera, es un capricho”, decía su padre. “El patinaje no paga deudas ni mantiene nombres”, sentenciaba su madre.
Pero él no quería heredar empresas, Quería crear belleza con su cuerpo.
A los quince, escapó, Robó dinero de la caja fuerte de su padre y tomó un tren nocturno a San Petersburgo, Durmió en estaciones de metro, Patinó en pistas abandonadas, escondiéndose entre horarios, Comía lo que podía, y a veces no comía, Pero nunca dejó de entrenar.
A los diecisiete, consiguió su primer entrenador serio, Un ex patinador alcohólico que vio en Yuri una furia hermosa, una rabia convertida en arte, Le enseñó lo que pudo, hasta que desapareció una noche sin dejar rastro.
Después vinieron las caídas, las lesiones, las puertas cerradas en la cara, El talento no basta sin nombre, sin respaldo, Pero Yuri no quería volver. No pensaba arrodillarse
Él mismo se convirtió en su entrenador, su médico, su rival, Cada corte en los pies, cada articulación forzada, cada aplauso robado a espectadores anónimos en pistas vacías, fue un trofeo más valioso que cualquier medalla.
Por eso, cuando Lev apareció, Yuri no vio un salvador, Vio una grieta de oportunidad, Una grieta en el muro que lo había separado siempre del mundo que merecía
Y en lugar de huir, entró.
No porque fuera débil, sino porque sabía que los débiles son los que nunca arriesgan.
Yuri no nació para rendirse, Nació para deslizarse sobre el hielo como si cada paso fuera un grito de guerra, Y esta vez, tenía armas.
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