El Juego Comienza
La guerra entre dominio y libertad nunca comienza con sangre.
Comienza con silencio.
Con miradas.
Con promesas no dichas.
Demitre Petrov lo sabía ahora.
Sabía que Alexei no necesitaba tocarlo para poseerlo. Bastaba con estar allí. Siempre presente. Siempre un paso adelante.
Desde la última noche, nada se había dicho entre ellos. Pero todo había cambiado.
Empezando por los pequeños detalles:
El celular de Demitre dejó de funcionar.
Los hombres de confianza del padre comenzaron a evitar su mirada.
Uno de los negocios de exportación de la familia sufrió una “revisión” de la mafia rusa, exigiendo aprobación directa… de Alexei.
Alexei lo estaba cercando. Con precisión quirúrgica.
Y aún así, en las reuniones familiares, en los pasillos de la mansión, en la cena — Alexei sonreía con el mismo encanto calculado de siempre. Como si fuera solo un invitado educado.
Pero Demitre veía más allá.
Y comenzó a entender:
Alexei no quería forzarlo. Quería quebrarlo.
En la tercera noche después del enfrentamiento, Demitre encontró un sobre en su cuarto. Sin remitente.
Dentro, había solo una foto: él mismo, a los quince años, entrenando en la nieve con uno de los guardaespaldas.
La letra en el dorso era fría, dibujada con perfección:
> "Desde entonces, ya eras mío. Solo tú no lo sabías."
Demitre rasgó el papel con rabia, pero no impidió que la memoria invadiera su mente.
Recordó a Alexei observándolo aquella tarde, desde lo alto del balcón de la mansión de los Mikhailov, con los ojos hambrientos de quien no veía a un niño — sino una promesa de poder, de posesión, de pasión prohibida.
¿Y lo peor?
Parte de él recordaba con deseo.
Al día siguiente, una reunión estratégica de la alianza entre Petrov y Mikhailov fue marcada.
Demitre fue obligado a participar.
La sala estaba llena. Su padre, Vladimir, serio y tenso. Ivan Mikhailov, como siempre, observando todo en silencio.
Y Alexei… sentado en la cabecera.
— Antes de comenzar, quiero anunciar un cambio — dijo Alexei, con una leve sonrisa. — A partir de hoy, Demitre Petrov actuará directamente a mi lado, como representante de las dos familias en las decisiones de expansión. Una asociación… simbólica.
Vladimir se levantó, indignado.
— ¡Eso es un absurdo! Tú no tienes autoridad—
— Sí la tengo. — interrumpió Ivan, con voz firme. — La propuesta fue mía. Y yo respaldo cada palabra.
Todos se callaron.
Alexei miró a Demitre, con los ojos de quien acababa de hacer el jaque mate.
— Digo más. A partir de ahora, él será responsable de firmar los nuevos contratos, a mi lado. Si él se niega… entenderemos como una declaración de guerra entre nuestras familias.
Demitre sintió el peso de la mirada de todos sobre sí. Su padre lo miraba, afligido. Ivan, con expectativa.
Pero la única mirada que realmente lo prendía era la de Alexei — una advertencia y una invitación.
— ¿Entonces, Demitre? — Alexei preguntó suavemente. — ¿Vas a jugar conmigo… o contra mí?
Aquella noche, Demitre salió de la mansión sin avisar. Necesitaba aire.
Fue para el único lugar donde creía que Alexei no lo encontraría: un antiguo galpón, abandonado, donde acostumbraba a entrenar cuando quería estar solo.
Pero él estaba allí.
Esperando.
— Esto es persecución — dijo Demitre, exhausto.
— Esto es ajedrez. Y tú estás en el medio del tablero, Demitre. Fingir que puedes escapar no cambia nada.
Alexei se acercó lentamente.
— Yo no voy a tomarte a la fuerza. No soy tonto. Quiero que te rindas… por voluntad propia.
— ¿Crees que puedes doblegarme con todo este teatro?
Alexei rió bajo.
— No estoy intentando doblegarte. Estoy enseñándote cómo es no tener elección… y aún así desear entregarte.
Demitre sintió los ojos arder.
— ¿Quieres destruirme?
— No. — Alexei paró frente a él. — Quiero que te quiebres solo… y pidas que yo te reconstruya. A mi manera. A mi lado.
Aquella noche, Demitre no durmió.
El juego había comenzado.
Y cada movimiento de Alexei era un paso menos entre el odio… y el deseo más sombrío.
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