¿Cómo puede tener tan mala opinión de alguien con quien ni siquiera ha intercambiado palabra? La razón por la que Adrien se formó tal juicio fue porque siempre que daba con Kai, este mostraba una actitud y una personalidad que, según sus criterios, dejaban mucho que desear. Quizá, si después de lo sucedido con su cámara no se lo hubiera vuelto a cruzar, su molestia inicial se habría disipado y, con el tiempo, podría haberlo olvidado.
Sin embargo, poco a poco, Adrien comenzó a hacerse consciente de la presencia de Kai, y antes de darse cuenta, su mirada terminaba buscándolo. No porque le agradara, sino porque sencillamente no podía entender cómo alguien con semejante arrogancia podía ser tan popular. ¿Acaso ser guapo es suficiente para cegar la sensatez de los demás?
Adrien se detiene un segundo al ver a Kai descansando en un banco. Están en el gimnasio; Adrien fue allí para encontrarse con Dylan, con quien había hecho amistad en los últimos meses. No esperaba que hubiera una práctica de fútbol sala, hasta donde sabe, el equipo generalmente entrena en las canchas al aire libre. Honestamente, a estas alturas, ya no le sorprende verlo.
—Oye, tú —habla Kai, dirigiéndose a un chico bajito que parecía ser nuevo en el equipo—. Ve a comprarme algo dulce de la máquina expendedora.
Adrien nota el nerviosismo del chico, lo cual tiene sentido considerando que están a mitad de una práctica. No es como si pudiera salir sin el permiso del entrenador. Como si eso no bastara, los amigotes de Kai aprovecharon la oportunidad e hicieron sus propios encargos.
—Lamento la espera, ya terminé por aquí —dice Dylan mientras da una palmada amistosa en la espalda de Adrien—. Edith me escribió diciendo que nos apartó una mesa... ¿ocurre algo?
—No —Adrien deja de prestar atención. Del mismo modo, ya no le sorprende ver a Kai comportarse así—. Será mejor no hacer esperar a Edith.
—Cierto, cuando se enoja es aterradora —dice Dylan, abrazándose a sí mismo al recordar la última vez que eso pasó.
Ambos salen del gimnasio sin percatarse que, desde el otro extremo de la cancha, Kai alza la mirada justo cuando la puerta se cierra tras ellos. Por un instante, su expresión da la impresión de endurecerse.
Existe un debate en la universidad acerca de cuál es la mejor cafetería de todas las facultades. Algunos defienden que la mejor está en el área de humanidades, pero Adrien, Dylan y Edith coinciden en que su favorita es la de ciencias. El único problema es que, por lo general, está llena de gente, así que encontrar un buen lugar para sentarse es casi una locura.
—Creí que no llegarían —dice Edith al verlos llegar—. Aviso que ya ordené por ustedes.
Quién sabe cómo lo hizo, pero Edith consiguió una de las mejores mesas en la zona exterior de la cafetería. ¿Cómo lo logró? Lo mejor es no preguntar, o eso es lo que Dylan siempre aconseja. Según él, es más seguro no indagar en los métodos de Edith para conseguir lo que quiere.
—Espero que me hayas pedido una deliciosa hamburguesa —advierte Dylan, dejando a un lado su nueva mochila.
Hasta donde sabe Adrien, la mochila es una edición limitada de una banda que le gusta. Dylan es el tipo de persona que adora seguir las tendencias. Si algo se pone de moda, no duda en obtenerlo. Incluso, recientemente, se tiñó el cabello de rojo porque su streamer favorito lo hizo.
—Sí, y para Adrien pedí alitas picantes.
Mientras esperan la comida, los tres conversan sobre las clases o eventos recientes que les han pasado. Adrien nunca imaginó que se haría amigo de ese par, sobre todo porque son de una carrera distinta. En parte, debía agradecérselo a Dylan, ya que fue él quien, después de la semifinal, empezó a buscarlo e invitarlo a pasar el rato con ellos.
Cuando les sirven la comida, Dylan se queja con Edith por haberle pedido una hamburguesa vegetariana, iniciando así una pequeña discusión. Adrien está acostumbrado a esas peleas; siempre las resuelven en cuestión de minutos. Mientras prueba sus alitas picantes, un pensamiento le cruza por la mente y pregunta:
—¿Ustedes qué piensan de Kai?
Los dos se detienen en seco al oírlo, siendo Edith la primera en responder mientras acomoda sus gafas.
—Es sexy. Si pudiera, le tomaría fotos cuando está en las duchas. Podría venderlas a muy buen precio entre sus admiradoras.
—Eso es inmoral e ilegal —la reprende Dylan—. Yo opino que es genial. La última vez me hizo ganar mucho dinero cuando aposté por él —agrega antes de darle una mordida a su hamburguesa.
—¿Y yo soy la inmoral? —Edith alza una ceja antes de mirar a Adrien—. Por cierto, ¿por qué preguntas por él? Creí que no te interesaba todo lo relacionado con el deporte, en especial después de lo que pasó con tu cámara.
—Es solo que... lo vi en el gimnasio y me dio curiosidad saber su opinión.
—¡Es verdad! Por fin ahorraste lo suficiente para comprarte una nueva cámara, ¿no? —disgustado con el sabor de la hamburguesa, Dylan echa un vistazo a las alitas picantes de Adrien. Sin pensarlo, le roba una.
—El fin de semana iré a comprarla —informa —. Mañana será mi último día de trabajo.
Cuando Dylan prueba la alita, se lamenta al instante. ¡Pica demasiado! Rápidamente bebe con desesperación toda el agua de su vaso. Edith y Adrien lo miran perplejos, y pocos segundos después, ríen en conjunto.
Naturalmente, la conversación se desvía hacia otros temas y el nombre de Kai no vuelve a mencionarse. Al acabar de comer, Adrien se despide de sus amigos tras pagar su parte de la cuenta; debía regresar a su facultad para tomar su última clase de la tarde.
Mientras camina hacia el edificio, Adrien reflexiona sobre las respuestas que le dieron Edith y Dylan cuando preguntó por Kai. Coincide en que es atractivo —aunque le pese admitirlo—, pero, ¿genial? En eso sí que no está de acuerdo. Sonríe con desgano. ¿Por qué se molesta siquiera en pensarlo? Al fin y al cabo, él no tiene nada que ver con Kai. Y, siendo sincero, duda que llegue el día en que eso cambie.
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