[ Apartamento de Kael | Noche]
El reloj marcaba las 21:07 cuando Ethan terminó de evaluar los movimientos de Kael. Cada prueba era una batalla.
— Levanta el brazo hasta donde puedas — pidió por cuarta vez.
Kael giró el hombro con dificultad. La mandíbula tensa, la respiración controlada.
— ¿Eso es todo? — preguntó Ethan, anotando los datos.
— Eso es lo que vas a arreglar — respondió Kael, seco.
Ethan se agachó para guardar los materiales, pero mantuvo el tono calmado.
— Sabes que no vas a volver a luchar con ese hombro en ese estado, ¿verdad?
Silencio.
Kael se levantó del sofá, el cuerpo inmenso moviéndose con rabia contenida. Caminó hasta la cocina y abrió una cerveza. Dio un trago largo.
— ¿Entonces viniste aquí para desmotivarme?
— Vine aquí porque nadie más quiso. Y porque necesitas a alguien que te diga la verdad — respondió Ethan, mirándolo fijamente. — Puedes recuperarte, sí. Pero va a doler. Va a exigir disciplina. Y eso… no parece ser tu fuerte.
Kael sonrió de lado, irónico.
— Y parece que te gusta provocar.
— Solo hago mi trabajo.
— Y yo solo soy bueno cuando peleo. Entonces tal vez combinemos.
[Flashback de Ethan | De camino a casa]
Mientras conducía de vuelta, Ethan se sorprendió pensando demasiado en la última frase de Kael. "Tal vez combinemos". La frase quedó resonando. E incomodando.
Recordó cómo todo se derrumbó.
La paciente que lo acusó. El rumor esparcido. La mirada del equipo de la clínica cambiando de un día para otro. El director diciéndole que "se quedara en silencio y esperara a que pasara".
El silencio nunca pasó. Solo se volvió más pesado.
En el fondo, odiaba admitirlo… pero algo en la mirada de Kael era familiar.
Era la mirada de quien vive listo para ser atacado.
[Apartamento de Kael | Dos días después]
En la segunda sesión, Kael estaba sin camisa, como antes. El hombro aún hinchado, pero con menos tensión.
— Acuéstate en la colchoneta — dijo Ethan. — Necesito soltar la escápula y trabajar en el trapecio. Va a doler.
— Qué bueno — respondió Kael, sin dudar. — El dolor me distrae.
Ethan se arrodilló a su lado y comenzó el trabajo manual. Los músculos de Kael estaban duros, tensos como cuerdas a punto de reventar.
Kael cerró los ojos por un momento.
— ¿Siempre fuiste así? — preguntó, rompiendo el silencio.
— ¿Así cómo?
— Callado. Frío.
Ethan vaciló, manteniendo las manos en el trabajo.
— No soy frío. Solo aprendí a protegerme.
Kael giró la cabeza y lo miró.
— ¿Alguien te hirió?
— ¿Y tú? — replicó Ethan. — ¿Ya dejaste que alguien se acercara lo suficiente como para lastimarte?
Kael no respondió. Pero su mirada lo dijo todo.
[Últimos minutos de la sesión]
Ethan se quitó los guantes, respirando hondo. Le dolían las manos. Pero no era solo físico.
Kael se sentó, con los ojos fijos en la nada.
— ¿Volverás mañana?
— Si quieres.
Kael se levantó. Se quedó frente a frente con Ethan.
— Me miras diferente — dijo, con la voz baja, casi peligrosa. — No sé si es por pena… o deseo.
Ethan lo miró fijamente, firme.
— No siento pena por ti.
— ¿Y el deseo?
Silencio.
Ethan respiró hondo. Cogió el maletín.
— Ya veremos eso después de la rehabilitación.
Kael sonrió. Por primera vez, de verdad.
— Cobarde.
— No. Profesional.
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