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Se quitó rápido la chaqueta y los zapatos y se echó en el mar para rescatarla, dentro del agua se la veía sin aliento, deseó que no fuera demasiado tarde. Nadó rápido hacía su encuentro y la agarró alzandola hacia la superficie pero una vez que lo consiguió se sorprendió con que ella lo estaba besando agarrado del cuello y supo que había cometido un grave error al caer en su trampa, quiso apartarla de inmediato pero la pasión con la que lo besaba fue más fuerte que su deseo de hacer lo correcto. La agarró por la cintura y la atrajo más a él devolviéndole de ese modo sus besos. En ese momento se olvidaron de todo lo que había a su alrededor.

Después de haberse besado de esa manera Héctor la observaba interrogativo, quería saber en qué estába pensando, esperaba que hubiera una explicación de lo que ella hacía. Todavía la tenía agarrado a él y buscaba en su mirada la respuesta. ¿Ella sentía algo por él?

—¿Por qué haces todo eso?

—Así me divierto mejor— contestó ella con una sonrisa nerviosa apartándose de él.— Ya te dije que no me cansaría.

Subió a la orilla y se puso su ropa.

—Nos vamos.

Héctor se quedó petrificado, su paciencia ya había llegado hasta el límite ¿cómo era que ella jugaba de ese modo con sus sentimientos? ¿Es que ella no los tenía? Ya no estaba dispuesto a seguir aguantando más eso porque en cualquier momento iba a olvidarse quién era y cometería alguna locura, era capaz de hacer algo que le haría pagar el resto de su vida y debía evitarlo lo más pronto posible.

Salió del agua y se puso los zapatos, cogió la chaqueta y se dirigió hacia el coche

a la mañana siguiente Elizabeth se había despertado a las nueve, no tenía prisa, durante toda la noche no había dejado de pensar en aquel beso. Aveces no entendía el impulso que le llevaba a cometer tales cosas, sabía que era demasiado peligroso pero aún así no conseguía quedarse quieta ¿qué le pasaba con él? ¿Porqué no conseguía dejar de pensar en él?

Como siempre, se lavó los dientes y bajó al salón. Quería saber si Héctor seguía enojado. Quería verlo. Cuando llegó al salón se sorprendió con que su madre no se había marchado todavía a su trabajo y que en ese momento acababa de realizar una llamada, parecía un poco alterada o mejor dicho, preocupada... Bueno casi siempre lo estaba.

Cuando la vio suspiró profundamente.

—¿Ocurre algo mamá?

—Sí que ocurre algo hija—dijo relajándose

—tengo que hacer un viaje a Nueva York y no consigo un buen guardaespaldas.

—Pero mamá, el que tienes es muy bueno.

—No es para mí...sino para ti

Elizabeth no entendía nada y no quería imaginarse lo peor.

—No necesito otro, con Héctor me basta.

—Ese es el problema, esta mañana entregó su renuncia y se fue.

—¡¿Qué?!—no quería creérselo, le parecía una pesadilla

—Lo siento pero me dijo que no podía seguir trabajando aquí y se fue sin darme explicaciones, intenté subir el sueldo pero por lo visto ese no era el problema.

Elizabeth se quedó paralizada, no podía creer lo que estaba escuchando, al fin Héctor se había marchado y era culpa suya, había llegado a un extremo que él no pudo aguantar y se fue. Por qué había tenido que ser tan tonta, por qué nose había podido simplemente controlar. ¿podría volver a llevar una vida normal sin él? Sería como volver a empezar de cero, sin darse cuenta le empezaron a caerle las lágrimas y sintió un nudo en la garganta, de repente sintió la mano de su madre sobre ella.

—¿Te sientes bien cariño? —Estaba preocupada por el efecto que había causado sobre ella la noticia—Sé que es duro hija pero ya verás que cuando consigamos a otro te olvidarás por completo de Héctor. Ellos sólo hacen su trabajo, no hay porque acostumbrarse a ellos.

—¡No quiero a otro, lo quiero a él! —casi chillo y subio rapido a su cuarto sin importar que su madre la estaba llamando.

—¿Sucede algo señora?—valeria llegó al salon.

—¡Ay! Es mi hija que no termina de entender que Héctor ha dejado de trabajar para ella.

—¿Cómo?—se sorprendio.

—Sí Valeria, esa mañana me ofreció su renuncia. Bueno tengo que regresar al trabajo, ya veré cómo soluciono ese asunto

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