Capítulo .5.

Davian, con un gesto atrevido, la tomó por la cintura y la atrajo hacia él. Juntos, comenzaron a caminar lentamente hacia el ataúd; sus pasos resonaban en el profundo silencio de la habitación.

—Después de la ceremonia, la herencia y la empresa serán nuestras —murmuró Rhyse, su voz llena de ambición.

Con una sonrisa traviesa, Davian la levantó y la colocó sobre el ataúd. Se inclinó hacia ella, comenzando a besarla apasionadamente. Sin embargo, Rhyse lo interrumpió, su rostro mostrando inquietud.

—Espera, aquí está el cuerpo de Elysia —dijo, mirándolo con miedo.

Davian se apartó, riendo con desprecio.

—Cariño, no hay ningún cuerpo. Elysia cayó al mar, no quedó rastro de ella. Estoy seguro de que los peces ya deben haberse comido su carne —exclamó, su tono lleno de sarcasmo—. Este ataúd está vacío, es solo un truco para confundir a los demás.

Rhyse lo miró con sorpresa, pero la confianza de Davian era tan convincente que era difícil no creerle. Aceptando sus palabras, lo animó a acercarse nuevamente, y continuaron con su danza de pasión. Sin embargo, su momento se interrumpió cuando un celular comenzó a sonar, llenando el ambiente con un tono familiar.

Rhyse se sobresaltó y se refugió en los brazos de Davian, sintiendo su corazón latir descontroladamente.

—E-eso fue el tono de llamada favorito de Elysia... vino del ataúd —dijo, con la voz temblorosa—. ¿Estás seguro de que no hay nada allí dentro?

Davian, irritado por la interrupción, la empujó hacia el ataúd.

—No seas paranoica. Si tanto te preocupa, ábrelo y comprueba que está vacío —respondió, burlándose.

Ella, llena de dudas y miedo, se acercó lentamente al ataúd. Sus manos temblaban mientras se preparaba para abrirlo.

En ese momento, Grace irrumpió en la habitación, con una expresión de urgencia.

—El teléfono de la señorita estaba sonando y no sabía si contestar, así que preferí traérselo —dijo, sosteniendo el celular.

Rhyse dejó escapar un suspiro de alivio, llevando su mano al pecho mientras la tensión se disipaba.

—Gracias, Grace —dijo, tomando el celular—. Puedes irte, quiero quedarme un momento a solas con mi esposa.

Una vez que Grace se alejó, Rhyse se volvió hacia Davian, su rostro reflejando alivio.

Davian levantó el teléfono, buscando calmarla en medio de la tormenta emocional.

—¿Lo ves? —dijo con firmeza—. No hay razón para que te angusties; Elysia ya no está con nosotros. Ahora, es momento de seguir adelante; mañana será un nuevo día, lleno de oportunidades.

Rhyse observaba un retrato de Elysia en la mesita de noche. La imagen capturaba su esencia: el cabello rojo ondeando y los ojos amarillos brillando. Sin embargo, lo que antes era admiración se había convertido en traición.

—Antes no me dejabas sentarme en tu cama, amiga —murmuró Rhyse, su voz apenas un susurro—. Ahora estoy aquí con tu marido, mientras tú te pudres en el infierno.

El aire se volvió pesado mientras sus palabras resonaban en la habitación, impregnadas de malevolencia.

Davian, con una mirada intensa, se acercó a ella. Sus labios se encontraron en un beso cargado de la pasión que alguna vez perteneció a Elysia. Era un acto prohibido, pero el deseo eclipsaba cualquier remordimiento.

*➴➵➶➴➵➶➴➵➶➴➵➶➴➵➶*

El amanecer llegó demasiado pronto, trayendo la cruda realidad de lo que habían consumado. Se levantaron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, y se prepararon para el funeral. La falsa tristeza debía ser perfecta, en cada lágrima, en cada suspiro.

Después de intercambiar palabras con algunos invitados, Davian se dirigió a un rincón donde su madre observaba la escena con desdén. La luz de las velas proyectaba sombras en las paredes, mientras el murmullo de las conversaciones impregnaba el aire.

—¿Es necesario hacer tanto espectáculo por ella? —preguntó su madre, dejando entrever su desprecio.

Davian se acercó y le habló suavemente, intentando calmar su impaciencia.

—Mamá, esto es solo para que no sospechen. Te pido que esperes un poco más; todo saldrá bien. Una vez que esto termine, la empresa será nuestra —respondió con determinación.

Rhyse estaba ante el ataúd que contenía el supuesto cuerpo de su mejor amiga. La sala, decorada con arreglos florales, se inundaba de un aroma embriagador. Sus ojos se humedecieron con lágrimas fingidas mientras murmuraba.

—Querida amiga… descansa en paz. No te preocupes por Davian, yo lo cuidaré —dijo, aunque sus palabras estaban llenas de hipocresía.

La hora de la ceremonia se acercaba, y los presentes comenzaron a congregarse. Davian tomó el centro del escenario, agradeciendo a los asistentes con voz grave.

—Gracias por acompañarnos en el funeral de Elysia —dijo, haciendo una pausa para observar las reacciones.

Un hombre distinguido, socio de Elysia, se acercó para ofrecer sus condolencias. Luego se dirigió al abogado y dijo con firmeza:

—Abogado, dado que nuestra reunión es completa, creo que es el momento adecuado para proclamar el testamento.

Grace, incapaz de contener su ira, se acercó con pasos decididos que resonaban en el mármol.

—¡Ustedes…! La señorita ha muerto recientemente y solo muestran interés en sus propiedades. ¿Bajo qué autoridad actúan? —exclamó.

El hombre la miró, con un gesto hipócrita, y respondió con calma, manteniendo la compostura ante su enojo.

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