Una pequeña niña del grupo traído, llamada Valeria, con solo cinco años, ya había aprendido que la vida en la Falange Oscura no era fácil. Cada día traía nuevos desafíos y pruebas que debía superar para sobrevivir.
“¡Atención, niños! Hoy vamos a trabajar en nuestra coordinación y equilibrio. Quiero que todos se alineen y sigan mis instrucciones”. Dijo el entrenador, un capitán de unos treinta años.
Valeria se alineó junto a los otros niños, sus ojos grandes y atentos, observando cada movimiento del instructor; tenía una capacidad de aprender enorme y era como si solo tuviese que observar para aprender.
“Primero, vamos a saltar de un pie a otro siguiendo esta línea en el suelo. Mantengan el equilibrio y no se caigan”. Habló firme, el hombre.
Valeria comenzó a saltar, concentrándose en mantener su equilibrio. Cada salto era un pequeño triunfo, una prueba de su determinación, mientras que los que sí se caían recibían un fuetazo.
“Muy bien. No todos, claro. Ahora, vamos a trabajar en nuestra fuerza. Quiero que hagan flexiones modificadas. Apoyen las rodillas en el suelo y bajen el pecho hasta tocar el suelo”. Ordenó el hombre y todos obedecieron; el miedo era muy grande.
Valeria junto a los otros niños se arrodillaron y comenzaron a hacer flexiones. Sentía sus brazos temblar, pero no se detuvo. Sabía que debía ser fuerte para sobrevivir; observaba de reojo a algunos pequeños quejarse y escuchaba sus gritos por el castigo.
"Que no son bebés, son malditos soldados", gritó furioso; el hombre observó a los que sí lo hicieron y asintió.
“Excelente. Ahora, vamos a practicar nuestra agilidad. Vamos a correr a través de este circuito de obstáculos. Salten, esquiven y corran lo más rápido que puedan”.
El aire en la base de la Falange Oscura estaba cargado de una tensión palpable. Valeria, con solo cinco años, se alineaba frente al circuito de obstáculos, su rostro serio y concentrado. Detrás de ella, los demás niños observaban con nerviosismo. Este no era un juego; era una prueba diseñada para seleccionar a los mejores, aquellos que podrían sobrevivir y prosperar en un mundo implacable.
El primer obstáculo era una serie de túneles estrechos y oscuros, apenas iluminados por luces parpadeantes. Valeria se arrastró a través de ellos, sintiendo el peso de la oscuridad y el miedo a lo desconocido. Cada túnel se hacía más angosto, obligándola a usar toda su fuerza y determinación para avanzar.
Al salir de los túneles, se encontró con una pared de escalada cubierta de barro resbaladizo. Sus pequeñas manos y pies luchaban por encontrar agarres mientras subía, sabiendo que una caída podría significar el final de su entrenamiento y tal vez de su vida. La pared estaba diseñada para desafiar incluso a los más fuertes, y solo los más tenaces lograban llegar a la cima.
El siguiente desafío era un campo de alambre de púas bajo el cual debía arrastrarse. El alambre estaba tan bajo que cualquier movimiento en falso podría causar cortes dolorosos. Valeria avanzaba lentamente, su cuerpo pegado al suelo, sintiendo los raspones en su espalda y los dolorosos cortes, el peligro constante sobre su cabeza.
Después del alambre de púas, la esperaba una serie de plataformas inestables suspendidas sobre un pozo profundo. Valeria debía saltar de una plataforma a otra, manteniendo el equilibrio mientras el viento soplaba con fuerza. Cada salto era un riesgo, y solo aquellos con nervios de acero lograban cruzar sin caer. La motivaba ver lo que les hacían a los caídos: los tiraban y los dejaban con sus huesos rotos hasta que todos terminaban y los llevaban a curar.
El último obstáculo era una carrera a través de un campo minado. Valeria debía usar su ingenio y agudeza para detectar las minas ocultas y encontrar un camino seguro. Cada paso era una prueba de su capacidad para pensar bajo presión y tomar decisiones rápidas. Quiso ir de primera, pero lo pensó mejor. Uno de ocho años corrió sin pensar y fue horrible ver cómo quedó y, por más cruel que suene, le dio una manera de como no hacer las cosas.
Valeria corría mirando los pequeños bultos en la tierra y evitándolos a toda costa; tenía el corazón en la boca y solo evocaba a su familia para que le diera fuerza.
Al cruzar la línea de meta, el corazón de Valeria latía con fuerza, pero una sonrisa se dibujó en su rostro. Sentía que estaba mejorando. Ella sabía que había superado una prueba brutal. Había demostrado su valía en la Falange Oscura, pero también sabía que este era solo el comienzo de un camino lleno de desafíos aún mayores. Detrás de ella, los demás niños seguían enfrentando el circuito, inspirados por su valentía. Ella era rubia y pequeña; parecía una muñeca de porcelana frágil, pero la estaban volviendo a las malas de acero.
“Muy bien, reclutas. Ahora, vamos a trabajar en nuestra precisión y control. Quiero que lancen estas pelotas a los objetivos en la pared. Apunten bien y sean precisos”. Dijo, sabiendo que estaban agotados.
Valeria tomó una pelota y apuntó cuidadosamente. Lanzó la pelota y golpeó el objetivo. Sentía una mezcla de orgullo y alivio; los demás estaban más concentrados: habían perdido a cinco compañeros y ver las escenas, y más como era el campo limpiado por animales, los hacía centrarse. Estaba más que claro que llorar no los iba a sacar de allí; al contrario, los podía matar.
“Finalmente, vamos a practicar el movimiento silencioso. Quiero que caminen sobre estas hojas sin hacer ruido. El que haga más ruido tendrá que repetir el ejercicio o lo metemos unos minutos con nuestras mascotas”. Sonrió el hombre con crueldad.
Valeria caminó lentamente sobre las hojas, concentrándose en no hacer ruido. Cada paso era un desafío, pero logró moverse con sigilo; los demás la veían y la seguían. Era impresionante cómo veían a la pequeña.
“Muy bien, Valeria. Has hecho un excelente trabajo hoy. Recuerden, reclutas, que la precisión y la disciplina son clave para su éxito”.
Valeria asintió, sintiendo una nueva determinación crecer dentro de ella. Sabía que cada día de entrenamiento la acercaba más a convertirse en una asesina altamente calificada y tal vez, solo tal vez, podría volver con su familia. Tenía la esperanza de que no estuviesen muertos o eso era lo que su mente fantasiosa anhelaba, pero la falange haría de todo por borrar los recuerdos de sus vidas pasadas. Este entrenamiento era diario; debían firmarlos bien para que fueran el futuro de la mafia.
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Comments
Adriana Romero
les borran la memoria, los vuelven insensibles ante todo, los convierten en robots humanos, y dia a dia olvidan quienes fueron hasta de quién son hijos, es la ruleta rusa de la muerte a la que se enfrentan diariamente
2025-03-26
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Edel Martinez
es lamentable todo eso de trata de niños es en todo el mundo e incontrolable esperemos que Valeria aprenda tambien a guardar en su memoria recuerdo es inteligente
2024-12-30
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Mar Sol
Ese grupo delictivo La Falange, en verdad son crueles, mira que ensañarse con esas criaturas inocentes, ajenos a las locuras de esas bestias.
2025-02-06
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