En los días que siguieron, Lila trató de entender lo que Kael le había revelado.
Las imágenes seguían regresando a ella: una promesa, una traición, una batalla. Pero nada tenía sentido.
Kael insistía en que debía recuperar sus recuerdos si quería salvarse, pero sus métodos eran brutales.
La entrenaba sin descanso, llevándola al límite físico y emocional, como si intentara forzarla a recordar.
Kael
—La misericordia fue tu debilidad, Aradia.
—le dijo un día mientras practicaban con espadas de madera en un claro del bosque cercano.
Lila, jadeando y llena de frustración, dejó caer la espada.
Lila
—¿Aradia? ¿Quién es Aradia? ¿Por qué sigues llamándome así?
Kael se detuvo y la miró con una mezcla de lástima y desdén.
Kael
—Eres tú. Lo has olvidado, pero lo descubrirás pronto... o será demasiado tarde.
Lila
—¿Y crees que forzándome a recordar lograrás algo? Solo estás empeorando las cosas.
Kael se acercó, su voz baja pero intensa.
Kael
—No entiendes lo que está en juego. Si no recuerdas, todos estaremos perdidos.
Antes de que pudiera responder, una figura emergió de entre los árboles: una niña pequeña, cubierta de barro y con ojos llenos de terror.
???
—Por favor, ayúdenme.
(voz de súplica)
Lila corrió hacia ella sin pensarlo, arrodillándose para consolarla. Kael, sin embargo, se mantuvo distante, sus ojos evaluando la escena con desconfianza.
Lila
—¿Qué ocurrió?
La niña señaló hacia el bosque, donde una sombra oscura parecía retorcerse entre los árboles.
???
—Algo... algo está cazando a mi familia.
Kael dio un paso al frente, su expresión endurecida.
Kael
—No es nuestra preocupación.
Lila lo miró con incredulidad.
Lila
—¿Cómo puedes decir eso?
Kael
—Porque si te involucras, te expondrás.
Pero Lila no podía ignorar el miedo en los ojos de la niña.
Lila
—No me importa. Si puedo ayudarla, lo haré.
Sin esperar su aprobación, Lila tomó la mano de la niña y corrió hacia el bosque, dejando a Kael con una expresión de frustración y algo más... ¿orgullo?
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