El cumpleaños de Alex

Leon estaba en su habitación, absorto en un videojuego de acción en su PlayStation 5. El estruendo de disparos y explosiones llenaba el cuarto, decorado con posters y figuras de sus franquicias favoritas. Apenas notó los golpes suaves en la puerta.

—¿Puedo entrar, Leon? —preguntó Rebeca, asomándose antes de que él respondiera.

—Sí, mamá —dijo sin despegar la mirada de la pantalla.

Rebeca entró y se detuvo en medio de la habitación, con los brazos cruzados. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro, pero se desvaneció al instante al darse cuenta de que su hijo no le prestaba atención.

—Hoy es el cumpleaños de Alex —dijo, esperando alguna reacción.

Leon siguió concentrado en el juego, pero asintió con la cabeza y emitió un vago “Hmm”.

—Está muy mal desde que se separó de tu papá. Creo que deberíamos llevarle algo —insistió Rebeca, esta vez con un tono más firme.

—Claro, mamá. Está bien —respondió Leon, sin apartar los ojos de la pantalla.

Rebeca suspiró, caminó hasta el televisor y apagó la consola. Leon giró la cabeza, sorprendido.

—¡Oye! ¡Estaba a punto de ganar!

—Quiero que me prestes atención, Leon. No es solo por Alex. Es por ti. Estas cosas importan —dijo ella, con una mezcla de firmeza y ternura.

Leon dejó el control sobre la cama y se recostó, con un suspiro resignado.

—Está bien, mamá. ¿Qué podríamos llevarle?

Rebeca se sentó a su lado.

—Pensé en algo significativo. Algo que le muestre que, aunque las cosas no salieron como él esperaba, siempre fue parte importante de nuestra familia.

Leon se quedó mirando el techo, pensativo.

—Tengo una idea. Le daré un dibujo que hice de niño. Es un garabato, sí, pero salen él, papá, tú y yo. Alex siempre creyó que sobraba, ¿no? Quizás esto le ayude a entender que no era así.

Rebeca lo miró con ternura, sorprendida por la madurez de su hijo.

—Es una gran idea, hijo. Estoy segura de que le gustará.

Se levantó y caminó hacia la puerta.

—Tu padre llegará en una hora. Vamos los tres.

Leon asintió con una sonrisa relajada mientras ella salía.

El departamento de Alex estaba en penumbra cuando Rebeca, Leon y Daniel tocaron la puerta. Tras unos segundos, Alex abrió. Tenía ojeras profundas y una expresión de sorpresa al verlos.

—¿Qué hacen aquí?

—Es tu cumpleaños —respondió Rebeca, con una sonrisa suave—. Pensamos que sería bueno pasar un rato contigo.

Alex abrió la puerta del todo, dejándolos pasar. El lugar estaba limpio, pero vacío, salvo por una mesa con una botella de vino y un plato a medio comer.

—Gracias por venir. No tenían por qué hacerlo —dijo Alex, con voz apagada.

Leon sacó el dibujo de su mochila y se lo entregó.

—Esto es para ti.

Alex lo tomó, desconcertado. Al desplegarlo, vio un dibujo infantil hecho con crayones: él, Daniel, Rebeca y un pequeño Leon. Aunque las proporciones eran caóticas, el mensaje era claro.

Soltó una risa seca, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Esto lo hiciste tú?

—Sí. Siempre estuviste ahí, Alex. Solo que a veces no lo veías —respondió Leon.

Daniel cruzó los brazos, como si preparara las palabras que llevaba tiempo evitando.

—Alex, hay algo que necesito que escuches.

Alex alzó la mirada, visiblemente tenso.

—Lo nuestro terminó porque tus celos se volvieron incontrolables. Yo intenté justificarlos, pero no podía seguir viviendo así.

Alex se encogió levemente, como si las palabras lo golpearan.

—Lo sé. Me equivoqué. Mi inseguridad me consumió… Tu madre, Daniel, decía cosas como que tú y Rebeca eran la pareja perfecta, que yo no encajaba. Me convencí de que no tenía un lugar real en tu vida.

Rebeca negó con la cabeza, apenada.

—Lamento que hayas interpretado eso así, Alex. Nunca fue nuestra intención excluírte. Cuando ustedes comenzaron a salir, yo ya había cerrado lo mío con Daniel. Lo entendía. Pero tú seguías celoso, a pesar de todo. —Hizo una pausa—. Aunque… hay que dejar el pasado en el pasado.

Alex asintió despacio.

—Lo sé. Pero entenderlo ahora no borra el daño que causé. Solo espero que puedas perdonarme.

Un silencio pesado llenó la sala. Fue Leon quien lo rompió, levantándose.

—Bueno, ¿qué tal si preparamos algo de comer? Es tu cumpleaños.

Los adultos rieron suavemente, agradecidos por la ligereza del momento. Mientras se dirigían a la cocina, Leon se detuvo un instante y miró a Alex.

—Feliz cumpleaños, Alex.

Alex sonrió débilmente y le revolvió el cabello, como cuando Leon era niño.

—Gracias, Leon

Después de cenar y compartir risas tímidas, Leon y Alex se quedaron solos en el balcón. La noche era fría. Leon llevaba su campera de cuero; Alex, una copa de vino. El silencio entre ellos no era incómodo, pero Leon sabía que tenía algo que decir.

—Alex, ¿puedo preguntarte algo?

Alex asintió, dando un sorbo.

—Claro.

Leon miró las luces de la ciudad y respiró hondo.

—Estoy saliendo con una chica de mi escuela. Se llama Clara. Es increíble: divertida, inteligente… y también es bisexual, como mi papá.

Alex guardó silencio. Su expresión era neutra, pero sus dedos apretaron ligeramente la copa.

—Me gusta mucho, y creo que ella también me quiere. Pero… —hizo una pausa, buscando las palabras— no quiero que nuestra relación termine como la tuya y la de mi papá.

Alex dejó la copa en la baranda y lo miró fijamente, como si necesitara asegurarse de entender bien.

—¿Tienes miedo de que ella se sienta atraída por alguien más?

Leon negó con la cabeza.

—No. De hecho, me siento seguro con ella. No tengo problemas en hablar de mi familia, en presentarla a todos. Eso no me preocupa. Pero veo cómo tu relación con mi papá se fue desgastando, y sé que parte de eso tuvo que ver con su bisexualidad… o al menos con cómo te hacía sentir. No quiero cometer los mismos errores.

Alex suspiró, apoyándose en la baranda.

—Leon, lo que pasó entre tu papá y yo no fue solo por su bisexualidad. Fue por mi inseguridad. Yo creía que no era suficiente para él, que siempre iría a buscar algo que yo no podía darle. Y en vez de hablarlo, dejé que esas ideas me devoraran.

Leon asintió, procesando sus palabras.

—Entonces… ¿qué me aconsejas?

Alex sonrió débilmente.

—Habla con ella. Siempre. Si algo te molesta o te preocupa, dilo. Y escucha lo que ella tenga que decir. La confianza no se construye de la noche a la mañana, pero si los dos están comprometidos, pueden superar cualquier cosa.

Leon lo miró, notando una sinceridad en sus ojos que rara vez había visto.

—Gracias, Alex.

Alex le dio un leve golpe en el hombro.

—Clara tiene suerte de tenerte. Eres un buen chico. Mejor de lo que yo fui en su momento.

Leon guardó silencio un momento, luego dijo:

—No creo que seas un mal tipo, Alex. Cometiste errores, como todos. Pero siempre me cuidaste. Eso no lo olvidaré.

Cuando Leon entró de nuevo, Daniel se quedó un rato en el balcón con Alex. Había evitado cualquier confrontación durante la cena, pero ahora, a solas, el aire entre ellos se tensó, aunque sin hostilidad.

—León te admira mucho, ¿sabes? —dijo Daniel, mirando hacia la ciudad.

Alex alzó la vista, sorprendido.

—¿De verdad? Nunca lo habría imaginado.

Daniel lo miró de reojo, con los brazos cruzados.

—No sé si alguna vez te lo dije, pero creo que hiciste un buen trabajo con él.

Alex sonrió con tristeza.

—Siempre quise que sintiera que tenía una familia, aunque nosotros dos… ya sabes.

Daniel asintió, reconociendo el esfuerzo de Alex, a pesar de sus fallas.

—Y lo hiciste. Leon es un buen chico. Mejor de lo que nosotros éramos a su edad.

Alex soltó una risa corta.

—Eso no es decir mucho. Éramos un desastre.

Daniel también sonrió, aunque con un dejo de melancolía.

—Sí, lo éramos. Pero ver a Leon ahora… me da esperanza. Él tiene la oportunidad de hacer las cosas bien.

Alex lo miró con curiosidad.

—¿Y tú? ¿Estás bien, Daniel?

Daniel tardó unos segundos en responder.

—No lo sé. Pero creo que voy por el camino correcto.

Antes de que Alex pudiera decir más, Rebeca apareció en el balcón con un abrigo y las llaves en la mano.

—Daniel, Leon ya está en el coche. Es hora de irnos.

Daniel asintió y volvió a mirar a Alex.

—Bueno, feliz cumpleaños.

—Gracias. Y… gracias por venir.

Daniel le sostuvo la mirada, con un gesto de gratitud y reconciliación, antes de seguir a Rebeca. Cuando el coche arrancó, Alex se quedó en el balcón, con la copa en la mano, sintiendo por primera vez que su pasado con Daniel ya no lo perseguía tanto.

En el coche, Leon rompió el silencio.

—Papá, ¿estás bien?

Daniel lo miró por el retrovisor y sonrió débilmente.

—Sí, Leon. Solo pienso en cuánto ha cambiado mi vida de lo que alguna vez imaginé.

Nunca había planeado, al casarse, terminar separándose, luego formar una pareja con un hombre, y encima fracasar en esa relación. Sentía cierta pena, como si no fuera el mejor ejemplo para su hijo. Ahora estaba solo, con dos relaciones rotas a cuestas.

Leon, en cambio, no era del todo consciente de la soledad de sus padres. Ya lo había normalizado desde que tenía memoria. Al menos mantenían una relación cordial, sin sabotearse. Eso era lo que se repetía a sí mismo.

*¿Y si yo tampoco puedo tener una relación saludable?*

La duda volvió a surgir, como una sombra que lo acechaba. No lo dejaba en paz.

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