En los calabozos

La atmósfera dentro de la fortaleza de los Eryndor se volvía más densa con cada hora que pasaba. Rhydan seguía confinado en los calabozos, pero su presencia parecía un eco constante en los pasillos, sembrando dudas y alimentando las tensiones internas. Arya había mantenido su captura en secreto, pero sabía que no podría ocultarlo por mucho tiempo.

En el salón del consejo, los miembros clave se reunieron una vez más. Arya observó a cada uno de los presentes: Magnus, altivo y seguro de sí mismo; Cedric, con una mirada enigmática; y Lord Thane, cuya experiencia y astucia eran invaluables. Junto a ellos estaban Cailan y Sienna, los más leales aliados de Arya.

"Es hora de enfrentar lo inevitable," comenzó Arya, dirigiéndose al grupo. "Rhydan ha insinuado que hay un traidor entre nosotros. No puedo ignorar sus palabras, pero tampoco puedo permitir que esta acusación siembre el caos en nuestra casa."

Magnus se recargó en su silla, esbozando una sonrisa cínica. "¿Y qué sugieres, Arya? ¿Que iniciemos una cacería de brujas basada en las palabras de un prisionero? Suena como una estrategia desesperada."

Cedric, que hasta ese momento había permanecido en silencio, intervino: "Si hay un traidor, las acciones hablarán más fuerte que las palabras. Tal vez deberíamos centrar nuestra atención en observar en lugar de acusar."

Lord Thane asintió, su expresión grave. "La confianza es el pilar de cualquier casa, pero también su mayor debilidad. Propongo que tomemos medidas discretas para vigilar a todos, incluso a los más cercanos."

Arya dirigió una mirada directa a Magnus. "Si tienes algo que ocultar, hermano, este es el momento de confesarlo. El destino de los Eryndor está en juego."

Magnus se levantó de su asiento, su voz resonando en el salón. "¿Insinúas que soy yo el traidor? Es típico de ti, Arya, culpar a otros para desviar la atención de tus propios errores. Tal vez deberíamos discutir cómo tus decisiones impulsivas han debilitado nuestra posición."

Cailan intervino antes de que la situación se intensificara. "No es el momento de buscar culpables. Si Rhydan está diciendo la verdad, el traidor revelará su rostro tarde o temprano."

La reunión terminó en un tenso silencio, pero las palabras de Magnus quedaron grabadas en la mente de Arya.

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Más tarde, Arya descendió nuevamente a los calabozos, esta vez acompañada solo por Lord Thane. Rhydan estaba sentado contra la pared de piedra, su semblante tranquilo, como si la oscuridad del lugar no le afectara en lo absoluto.

"¿Has venido a escuchar más verdades incómodas, Arya?" preguntó Rhydan, con una sonrisa torcida.

Arya lo miró con frialdad. "Estoy aquí para entender tus motivos. Si realmente trabajas con alguien dentro de mi casa, necesito pruebas."

Rhydan inclinó la cabeza, evaluándola. "Mis motivos son simples: destruir a los Eryndor. Pero no subestimes el poder de la ambición. No todos en tu familia comparten tus ideales."

Lord Thane dio un paso adelante, su voz cortante. "Si pretendes jugar con nosotros, Rhydan, descubrirás que los Eryndor no son tan fáciles de manipular."

Rhydan rió entre dientes. "Oh, no dudo de eso, Lord Thane. Pero mientras ustedes luchan entre sí, yo solo necesito esperar. El traidor hará el trabajo por mí."

Arya apretó los puños. "No permitiré que destruyas mi casa. Te lo advierto, Rhydan. Habla ahora o enfrentarás las consecuencias."

El prisionero la miró directamente a los ojos. "Eres fuerte, Arya, pero incluso la fortaleza tiene sus grietas. Vigila a tus hermanos. Uno de ellos ya está moviendo las piezas."

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En una habitación apartada de la fortaleza, Magnus se encontraba reunido con su contacto. Las luces de las velas iluminaban apenas el rostro de un hombre con ropas humildes.

"Todo está en marcha, mi lord," dijo el hombre. "Cuando llegue el momento, desestabilizaremos las fuerzas de Arya desde adentro."

Magnus sonrió con satisfacción. "Ella cree que tiene el control, pero no entiende que la verdadera fuerza reside en la lealtad. Y la lealtad puede comprarse."

El hombre asintió antes de desaparecer en la oscuridad. Magnus se quedó solo, contemplando el próximo movimiento que daría en su juego de poder.

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