La Propuesta de Sergio

Capítulo 2: La Propuesta de Sergio

La tarde se arrastraba con lentitud mientras Ana regresaba a su apartamento. La lluvia había cesado, dejando las calles mojadas y resbaladizas. A pesar del breve respiro, la presión en su pecho no disminuía.

La conversación con Sergio había sido extensa y detallada, pero algo en la forma en que él había manejado la situación la inquietaba. No podía sacudirse la sensación de que había algo más detrás de su amabilidad.

Cuando Ana llegó a casa, se dirigió directamente a su pequeño salón.

El apartamento, aunque acogedor, parecía más sombrío de lo habitual. Las paredes desnudas y el mobiliario simple solo acentuaban su soledad. Dejó caer su bolso en la mesa y se dejó caer en el sofá, sintiendo el peso de la angustia acumulada.

Su teléfono sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Era un mensaje de Sergio. Lo abrió con nerviosismo.

“Ana, me gustaría que nos reuniéramos nuevamente mañana. Hay algunos detalles adicionales que debemos discutir antes de formalizar el préstamo. Por favor, confírmame si te viene bien. Saludos, Sergio.”

Ana se quedó mirando el mensaje, mordiéndose el labio inferior. No esperaba una segunda reunión tan pronto, pero entendía que era necesario aclarar todos los detalles. Respondió afirmativamente, dándole a Sergio la confirmación que necesitaba.

Esa noche, Ana no pudo dormir bien. La preocupación la mantenía despierta, y cada vez que cerraba los ojos, su mente se llenaba de preguntas sobre los términos del préstamo y lo que realmente implicaría involucrarse con Sergio.

Al día siguiente, la mañana se presentó despejada y soleada, un contraste agradable con el día anterior. Ana se preparó con esmero para la reunión. Quería dar una buena impresión y demostrar que estaba seria acerca del acuerdo. Se vistió con un conjunto sencillo pero profesional, y se dirigió de nuevo al edificio de oficinas de Sergio.

Llegó con tiempo de sobra, así que se sentó en la recepción, esperando. Cuando la asistente la condujo a la oficina de Sergio, Ana sintió una mezcla de nervios y determinación. La oficina estaba en el mismo estado que la vez anterior, pero el ambiente parecía diferente, más cargado de expectativa.

Sergio la recibió con una sonrisa cálida, pero su expresión era más seria que la última vez. —Ana, gracias por venir. Por favor, siéntate.

Ana se acomodó en la silla frente a su escritorio. Sergio se sentó detrás del mismo y comenzó a revisar unos papeles frente a él.

—He estado revisando tu solicitud y, como te mencioné ayer, hay ciertos detalles que debemos discutir antes de proceder —dijo Sergio, levantando la vista—. Pero antes, quiero que sepas que mi intención es ayudarte. Sin embargo, el préstamo no es algo que pueda ofrecer sin ciertas garantías.

Ana asintió, su corazón latía con fuerza. —Lo entiendo. ¿Cuáles son las garantías que necesitas?

Sergio sacó un contrato del cajón de su escritorio y lo colocó sobre la mesa. —Este contrato detalla las condiciones del préstamo. Necesitarás firmarlo para formalizar el acuerdo. Pero antes de que lo hagas, quiero aclarar algunos puntos.

Ana tomó el contrato con manos temblorosas y lo revisó rápidamente.

Las palabras legales y los términos financieros se entremezclaban, y aunque entendía lo básico, había detalles que no comprendía del todo. Sergio empezó a explicar cada cláusula con paciencia.

—Primero, el préstamo tendrá una tasa de interés que es estándar para este tipo de acuerdos. La cantidad que necesitas debe ser pagada en un plazo de seis meses. Además, necesitarás proporcionar un aval para garantizar el préstamo.

Ana frunció el ceño, tratando de comprender. —¿Un aval? ¿Qué tipo de aval necesitas?

Sergio se inclinó hacia adelante, sus ojos reflejaban una intensidad que hizo que Ana se sintiera incómoda. —Un aval puede ser cualquier bien de valor que puedas ofrecer como garantía. En este caso, dado el monto del préstamo, lo ideal sería algo significativo.

Ana se sintió abrumada. —No tengo muchos bienes valiosos. Mi apartamento es modesto y no tengo propiedades. ¿Hay alguna otra forma de aval?

Sergio se quedó en silencio por un momento, meditando la situación. —Podemos considerar otras opciones, pero es fundamental que el aval sea suficiente para cubrir el préstamo en caso de impago. Además, el contrato también estipula que, si llegara a haber retrasos en el pago, se aplicarán penalidades.

El ambiente en la oficina se volvió tenso. Ana sabía que estaba en una situación difícil, pero no podía permitirse rechazar la oferta. —Haré todo lo posible para cumplir con los términos. Solo necesito este préstamo para salir del apuro y estabilizarme.

Sergio asintió, pero su expresión no se suavizó del todo. —Entiendo. Si estás dispuesta a aceptar estas condiciones, podemos seguir adelante. Sin embargo, quiero que consideres muy bien el compromiso que estás asumiendo.

Ana respiró hondo, asumiendo que no tenía muchas alternativas. —Estoy dispuesta a hacerlo. Quiero salir de este problema.

Sergio le entregó un bolígrafo y le indicó el lugar donde debía firmar. Ana tomó el bolígrafo con manos temblorosas y firmó el contrato. Mientras lo hacía, una sensación de desasosiego se apoderó de ella, como si estuviera cruzando una línea invisible hacia un territorio desconocido.

Sergio revisó las firmas y guardó el contrato en su escritorio. —Perfecto. Ahora, hagamos una copia del contrato para ambos y haremos los arreglos necesarios para el préstamo.

Ana se levantó, sintiéndose aliviada pero también inquieta. Sergio la acompañó hasta la salida de su oficina, y mientras ella se alejaba, no podía sacudirse la sensación de que algo más estaba en juego.

El resto del día se pasó en un torbellino de pensamientos. Ana no podía dejar de pensar en las implicaciones de su decisión y en lo que Sergio podría esperar a cambio de su ayuda. Aunque la promesa de asistencia financiera era un alivio, el precio que tendría que pagar se sentía cada vez más incierto.

Cuando Ana llegó a su apartamento esa noche, se sentó en el sofá, exhausta

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