Hiel, reino Glassus

El continente Venus y los otros tres fueron creados por los tres dioses que gobernaban en los cielos, Eshu, el dios de la luz creó el sol y a las lunas; Gaikeb, el dios de la tierra formó a Terra junto con los árboles e Iris, diosa del amor diseñó las estrellas, dibujó a las aguas y a las flores.

Desierto de los escorpiones gigantes, también conocido como desierto Malaya.

Orien cargaba a Happy sobre su cabeza, el dragón estaba agotado de tanto volar y la arena no hacía más que extenderse.

—¿Atan, en serio conoces este desierto?

—Claro, lo conozco como a la palma de mi mano. —Él le contestó a Orien, quien suspiró por el calor que estaba sintiendo. La lejanía se veía como Ilusiones o una imagen moviéndose debido al fuerte sol. —Pronto llegaremos, no pongan cara de muertos.

—Me estoy muriendo del calor, ¿no ves? —Orien se quejó molesto. Sin embargo, luego de unos treinta minutos llegaron a un punto separado, un lado con la arena y el otro con una fina capa de nieve. Orien miró con sorpresa dicho fenómeno.

—Te dije que estábamos cerca. —Dijo Atan sonriendo, todos cruzaron al lado con nieve y rápidamente comenzaron a sentir frío que poco a poco se iba extendiendo.

Llegaron a la capital de Glassus luego de una hora exactamente, tuvieron que comprar más abrigos de pieles debido a la baja temperatura.

Las estructuras de la capital Hiel eran enormes edificios, construidos con el hielo dando un toque especial; el grupo de Orien miró alrededor sorprendidos por las construcciones, el mercado de ropa de pieles y varios puestos de pescado.

Pronto unos soldados llegaron frente a ellos, el traje que llevaban era blanco con toques azules y armadura de plata.

—¿Quiénes son ustedes? —Un hombre de los soldados preguntó, él era barbudo y de mediana edad.

Cuando Orien iba a responder otro reconoció a Atan y saltó rápidamente sobre él.

—¡Es el maldito demonio! —Los demás menos el que preguntó saltaron sobre Atan, inmovilizándolo en el suelo. —No tienes permitido el acceso al reino Glassus, despreciamos a los demonios.

—Ey, ¿Pueden soltarlo? —El primero que sostenía a Atan miró a Orien con enojo. —Viene conmigo y si no es mucha molestia, llame a la princesa y dígale que Orien quiere verla.

—¿Quién eres? —El soldado barbudo apuntó a Orien con una lanza.

—Un viejo amigo de Goren.

El soldado miró a Orien por varios segundos y luego ordenó que soltaran a Atan.

—¿Tiene una prueba que diga que es de Goren?

Orien le enseñó la placa de mago y él dijo que el grupo les siguiera. Luego de recorrer todo el mercado llegaron a un gran edificio, con forma de arco en la puerta principal. Él los guió mientras que los otros soldados estaban detrás sin bajar la guardia. Después él los dejó en una habitación, Orien se sentó y Zura miró la habitación con curiosidad.

—¿Qué hiciste para que te agarraran de ese modo? —Orien le preguntó a Atan mientras ponía una mano bajo el mentón.

—Nada, solo robé algo de comida. —Orien volteó los ojos. —Entiéndeme, tenía mucha hambre.

—¿Y lo conseguiste por la fuerza?

Atan miró al suelo con vergüenza, Orien entendía que era un adolescente pero, esa no era la manera de hacer las cosas. Era mejor trabajar.

—No lo volveré a hacer. —Atan jugueteó con los dedos.

—Buena decisión. Si quieres puedes venir con nosotros, te puedo alimentar. —Dijo Orien concentrando su mirada en los pasos que se escuchaban. —Y no te preocupes por Alfreimr, tengo un amigo que puede ayudar con eso. —Zura miró a Orien emocionada, de igual manera Happy quien se había acostumbrado a los elfos.

Las puertas se abrieron a ambos lados, una mujer rubia con ojos esmeraldas entró, llevaba un vestido blanco con encajes azules y guantes blancos, también portaba una coronilla de plata en la cabeza.

—Orien. —Ella estaba seria, pero cambió a una brillante sonrisa y se acercó a abrazar a Orien.

—Me alegra volver a verte, Diane.

Los soldados miraron con sorpresa a Orien y comenzaron a susurrar entre ellos. Diane se alejó un poco de Orien y miró a los demás. —¿Nuevos amigos?, admiro tu capacidad de hacer amistades.

—Sí, pero siento que soy un niñero últimamente.

Diane se rió, mientras que Zura miró a Orien como queriendo matarlo. —¿Y qué te trae por aquí?

—Supongo que la investigación, ah, también necesito tu ayuda. —Orien señaló a Zura. —Es una mago de agua, quiere subir de rango. Diane asintió en respuesta. Siguieron a la princesa quien los llevó a unos bisontes, eran bestias mágicas entrenadas.

—¿Y como está el emperador de Goren? —Diane hizo una expresión de enojo. —Ni siquiera le dijo nada a mi padre sobre su ascenso, Darién es un engreído.

—Jajaja, lo más obvio es que se le olvidó, pido disculpas por él. Ser un emperador no parece algo fácil.

—Lo sé, hasta a mí se me complica la tarea de primera princesa del reino.

Ambos siguieron charlando sobre sus recientes aventuras. Por otro lado, Zura y Atan miraban curiosos como si tuvieran sospechas de algo.

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